18. Un final bendecido.

Había pasado más de un año desde que Emmanuel llegó a la vida de Clarisa y Samuel en una inolvidable noche de Navidad. Ahora, faltaban pocos días para que diciembre comenzara, y con él, la celebración del primer cumpleaños del pequeño. Clarisa se encontraba emocionada; su hijo ya daba pequeños pasos, y cada día se convertía en un recordatorio viviente de la felicidad que ahora llenaba su vida.

El pequeño Emmanuel era el vivo retrato de Sandra, una mujer muy importante en la vida de Clarisa, a quien recordaba con cariño. Fue precisamente una señora llamada Maritza quien dejó al niño en su puerta aquella noche, y desde entonces, Clarisa había tomado la decisión de darle un hogar lleno de amor. Maritza regresó un día para visitarlos, y Clarisa, sintiendo gratitud por lo que ella había hecho, le permitió quedarse un rato. Aprovecharon el momento para tomarle una fotografía con Emmanuel, guardando ese recuerdo como un gesto de afecto y respeto. Incluso descubrío que a Sandra la mando a mat
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