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CAPÍTULO TRES: AHOGANDO LAS PENAS EN ALCOHOL

Capítulo tres: Ahogando las penas en alcohol

Mi mejor amiga me recibe en el corredor. Supongo que no podía esperar dentro del departamento; es igual de impaciente que yo. Con una fuerza poco femenina me empuja hacia su salón y me obliga a sentarme en el mullido sofá. Luego, se coloca frente a mí expectante.

— Ahora sí, Price; desembucha.

— Se casa —suelto como si la información fuera un veneno mortal.

— ¿Quién se casa?

— ¿Quién va a ser? —cuestiono.

— ¿Clinton? —asiento—. ¿Con quién? ¡No me digas que te propuso matrimonio así de sopetón!

Niego de manera repetida aguantando el porte. No he derramado una lágrima, creo que deberían darme una recompensa por ello—. No es conmigo, Megs. 

— ¿Entonces…? ¡No me digas que con la odiosa de Gina! No la soporto con sus ínfulas de Miss Perfection y su inocencia fingida. Por muy modelo famosa que sea…

Megan continúa parloteando. La modelo que trabaja para la empresa de mi familia nunca le ha caído bien. Supongo que el hecho de que la chica se haya metido con Brad —su ex novio— tiene mucho que ver.

— Con Crystal —interrumpo su desvarío.

— ¿Con Crystal? ¿Qué Crystal? —pregunta sin dar pie con bola todavía. Se queda mirándome con fijeza. Segundos después, su rostro se queda perplejo como si hubiera visto un fantasma. Si fuera un emoticón, sería el asustado con los ojos muy abiertos y completamente blancos—. ¿Con Crystal, tu hermana?

— ¿Conoces alguna otra Crystal? —inquiero demasiado asqueada con la situación.

— Oh. Dios. Mío —recalca cada palabra, luego se lleva las manos hacia la boca—. ¡Qué fuerte! No sabía que eran novios.

— Pues ya somos dos —añado.

— Necesitamos un tarro de helado de vainilla —propone utilizar mi vía de escape en los momentos difíciles; pero no creo que esta vez funcione—, ¡con urgencia!

— Tómatelo entero si quieres —señalo—. Yo necesito una copa de whisky. De hecho —me levanto de prisa para ir hacia la cocina, donde guarda las bebidas—, creo que tomaré la botella entera.

— ¡Pues no se diga más! —exclama sirviendo una copa a cada una y posteriormente alzándola al aire—. Por esa p**a m****a a la que llaman amor.

— Salud —chocamos los cristales y me bebo el contenido de un sorbo. 

<< No podría estar más de acuerdo >>

***

Llego al bufete con muy malas pulgas. Ni siquiera hago el intento de quitarme las gafas; la luz me molesta y la cabeza me duele horrores. Apenas puedo recordar la noche anterior después de la primera botella; pero debimos habernos acostado muy tarde. Al menos eso indica mi cuerpo. Parezco un restrojo humano; he tenido que hacer uso del maquillaje que tanto odio; pero aquí estoy. La señorita Blair Price jamás ha faltado al trabajo.

— Buenos días, Blair —me saluda Emily en recepción.

— Chissst —rápidamente le ordeno callar con un dedo en mis labios—. No hay por qué gritar, Em.

— Lo siento —se disculpa susurrando. Ha entendido la indirecta al vuelo—. ¿Mala noche?

Bueno, veamos… Mi socio y amigo del que llevo enamorada toda la vida, se casará y no con cualquiera, no; nada menos que con mi hermana mayor. Por si fuera poco, justo ayer me había decidido confesarle mis sentimientos y como ilusa pensé que él me correspondía. Si a eso le sumas litros y litros de alcohol hasta las tantas de la madrugada, da como resultado la ecuación perfecta de la muerte.

— Ni te lo imaginas —respondo finalmente.

— Megan no ha llegado; así que si me lo permites, te llevaré una aspirina y un digestivo.

— No necesitas preguntarlo, Emily —aplaudo su ofrecimiento—. Eres un cielo.

Continúo por el pasillo directo hacia mi oficina. Al entrar, no puedo evitar desvíar la mirada hacia el otro local de al lado, separado por una pared de cristal. La puerta que comunica ambas oficinas se encuentra cerrada; eso quiere decir que no ha llegado.

Suspiro aliviada. De verdad no me apetece verle en estos momentos.

Veo la pila de expedientes encima de mi escritorio y resoplo. Menudo día me espera. La cabeza me va a estallar.

Media hora después, el efecto de las píldoras de Emily comienza a hacer efecto. La puerta se abre y por un instante contengo el aliento, pero vuelvo a respirar tranquila cuando veo que es mi secretaria.

— Hola —saluda desganada, en un tono muy bajo—. No te sentí irte de mi departamento esta mañana. Por favor, dime que te sientes como la m****a al igual que yo.

— Puede que peor —señalo—. ¡Por Dios! ¿Cuánto bebimos, Megan?

Ella se encoje de hombros—. Esta mañana descubrí una botella de whisky, una de vino tinto y varias cervezas vacías.

— ¡¿Todo eso?! —exclamo asombrada, aunque me arrepiento casi al instante

. La punzada en mi sien regresa.

— Dímelo a mí. Me demoré en venir porque debí recoger el desastre que hicimos. No pienso volver a mezclar distintas bebidas en mi vida. La próxima vez —señala con su dedo índice suspendido en el aire en señal de advertencia—, ahogaremos las penas en azúcar, o carbohidratos o nos lanzamos a la fuente del parque;  cualquier cosa que no sea alcohol.

— Por supuesto —la ironía en mi voz es evidente para ambas—. Haré como que te creo.

— Vale, tienes razón —levanta los brazos resignada. Mi amiga no aguanta más de cuarenta y ocho horas sin su copita de vino—. Es de ley ahogar las penas en alcohol. Así que te pediré de favor que no tengas una recaída en los próximos días. No puedo aguantar dos noches seguidas como la de ayer.

— Puedes estar tranquila —alego—; no pienso probar ninguna bebida con alcohol en lo que queda de semana.

— Bien. Debemos repasar la agenda del día, pero antes necesito hacerte una pregunta personal.

— Adelante —la insto a proseguir.

— ¿Estás bien?

Sé que no se refiere al plano físico, sino al emocional. Y la verdad no sé qué leches responderle. No lo sé. ¿Estoy bien? Mi hermana y Clinton no solo tienen una relación amorosa; sino que van a casarse. Y todo sucederá delante de mis narices. No quiero ni imaginar lo que está por venir en las próximas semanas porque estoy completamente segura de que será una tortura para mí y no me siento preparada para ello. De hecho, creo que nunca lo estaré. Aun no soy consciente de toda esta situación. 

<< ¿Cómo podré verles juntos todos los días? >>

<< Tendré que olvidarme de Clinton para siempre >>

<< ¿Y cuando tengan hijos? >>

¡Por el amor de Dios! No quiero ni pensar en ello. Ya tengo suficiente con lo que lidiar por el momento.

Emito un largo suspiro antes de responder. No puedo mentirle a mi mejor amiga—. No. No lo estoy, Megs. Si te dijese otra cosa, estaría mintiendo… pero lo estaré. Después de todo, excepto por pequeños momentos delirantes, nunca he guardado esperanzas con respecto a él.

— Lo siento, Blair, de verdad. Siempre pensé… —detiene sus palabras negando con la cabeza—. Olvídalo. Miremos hacia adelante. Comencemos con el caso Stallon; es el más urgente. Debemos comenzar a idear un buen plan porque la situación no pinta nada bien a nuestro favor. 

— Lo sé; pero el experto en este campo en Clint y siendo sincera, no me apetece verle hoy.

— No ha llegado —informa mi secretaria.

— Ojalá no lo haga.

— ¿No sientes curiosidad por saber la razón?

— No, Megan —resoplo—. No hay que investigar mucho para saber que está celebrando su compromiso.

— Seguro él y Crys estuvieron…

— Megs —la corto—. Centrémonos en el trabajo.

— Lo siento —asiento. A veces puede llegar a ser impertinente—. Llamaré a Cleo —anuncia mientras marca el número de extensión en el teléfono—; puede ser de ayuda.

— Buena idea.

Me centro en los papeles, o al menos lo intento. Este caso es difícil; pero estoy dispuesta a luchar por mi cliente. Trenton Stallon no merece perder el legado que con tantos años de sacrificio ha construido, a manos de su ambiciosa ex mujer.

— Oh, oh —murmura mi mejor amiga para que Cleo no la escuche—. Príncipe "no- tan- caliente- ahora" a la vista.

No tengo tiempo de reacciones, en cuestión de segundos, mi socio se adentra en mi oficina—. Buenos días —pronuncia un poco cortante.

— Buenos días, señor Bratter —ambas secretarias responden a coro.

— Clinton, llegas tarde —digo con la mirada fija en los papeles. No puedo verle, no estoy preparada.

— Cleo, Megan, necesito que salgáis unos minutos —pide con cortesía, pero todos sabemos que es una orden—. Tengo que discutir un asunto con la señorita Price.

— Estamos trabajando en el caso Stallon, Clinton —protesto—, y la situación es bastante complicada. Por lo tanto…

— Ahora —sus palabras imperativas cortan las mías. 

Nuestras secretarias no dudan en levantarse de sus sillones y salir con prisa del lugar, casi corriendo. El sonido de la puerta al cerrar incluso me hace dar un salto en mi silla.

>> Mírame, Blair —ordena, sin embargo, me niego a hacerlo—. Ten el valor de mirarme a la cara para hablarme, princesa —posa sus dedos en mi barbilla para forzarme a alzar la vista y siento la electricidad golpear mi cuerpo como un rayo—. ¿No crees que nos debemos una plática?

Contemplo su figura imponente, su amplia musculatura contraída, su rostro con una regia expresión y sus ojos marrones con motas amarillas soltando chispas. Entonces, la ira comienza a corroerme, viaja por mi torrente sanguíneo hasta concentrarse en mi cabeza. Con certeza, puedo asegurar que los siguientes minutos no serán nada agradables.

 

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