Capítulo siete: ¿Por qué huyes de mí?
Megan se baja de la caminadora y va por su botella de agua—. Te juro que no puedo más. ¿Cómo aguantas este ritmo, nena? Estoy agotada y mientras tú corres, yo camino.— Necesito sudar…, quemar calorías —digo sin dejar de correr.— Lo que necesitas es una buena follada —desacelero un poco, negando con la cabeza—. En serio, Blair. ¿Cuánto más esperarás para estrenar tu florecilla?— Megan… —la reprendo.— ¿Qué? Tienes veinticuatro años y aun eres virgen. Tu flor se marchitará.— Estoy esperando…— ¿Esperando qué? —pregunta—. Amiga, sé que suena cruel; pero debes asumir la realidad. Tu príncipe se ha casado con otra. Necesitas ocuparte de ti misma, mirar hacia adelante.— Lo sé, Megs —comienzo a caminar—. Lo estoy intentando, créeme. — Pues inténtalo mejor —insiste.— Tampoco tengo a nadie para estrenar mi florecilla —señalo.— Porque rechazas a todos los hombres como si tuviesen la peste —rebate. Suspiro mientras me siento a su lado. Ella me extiende una botella de agua y le doy un sorbo, pensativa—. Vamos a hacer un trato. — Miedito me das.— El próximo hombre que te pida una cita y luzca medianamente aceptable, le dirás que sí. ¿Trato? —extiende una mano ladeada frente a mí.— Trato —choco la palma de mi mano con la suya.— No te puedes echar para atrás —advierte.— No lo haré, Megs. Un trato es un trato.<< Tengo que olvidarme de Clinton como sea >>***Reviso el informe de evidencias en el caso Roosevelt. He perdido el juicio, pero estoy segura de la inocencia de mi cliente; por tanto, he pedido la apelación. No me daré por vencida.La puerta se abre abruptamente y ni siquiera alzo la vista para ver de quién se trata. Solo él puede acceder a mi oficina desde ese lugar.— Clinton, ¿qué puedo hacer por ti?— Se me ocurren un par de cosas, pero puede empezar con responderme qué coño te pasa. Y no me digas que nada —apunta sin dejarme hablar—. No me aceptas ninguna invitación, ni si quiera a tomar un café; apenas me hablas, me evitas como si tuviera alguna enfermedad contagiosa. — Estoy ocupada, Clinton.— ¡Y una m****a! —exclama exasperado—. Quiero saber qué m****a está sucediendo contigo en este preciso instante.— ¡No me pasa nada! —respondo mosqueada mientras me levanto de mi sillón—. ¿Por qué habría de pasarme algo? Tú tienes tu vida y yo la mía. Ahora estás casado con Crystal…— ¡Eso no cambia las cosas! —su rostro se vuelve rojo como un tomate.— ¡Te equivocas! —las palabras se me escapan sin que pueda detenerlas—. ¡Lo cambia todo, joder!Mi socio y ahora cuñado abre los ojos como si fueran a salirse de sus órbitas. En cambio yo tengo que agarrarme al escritorio para controlar mi propio cuerpo—. ¿Qué quieres decir con eso? — Nada —resoplo volviendo a sentarme—. Nada, Clinton.— No, no te atrevas a evadirme otra vez —exige con vehemencia—. Ahora habla, Blair Price.— Mira, Clinton, he perdido un caso y estoy muy cabreada —mi enojo aumenta cada segundo—. Hay un hombre inocente en la cárcel que depende de mí, así que no tengo tiempo para estupideces.— ¿Estupideces? —siento que la bomba puede explotar en mi cara—. ¿Así le llamas a nuestra amistad?— Sabes que me refiero a esta conversación sin sentido.— ¿Sin sentido? ¿Quién eres tú y que has hecho con mi Blair?— ¡No soy tuya, Clinton! —jadeo—. ¡¿Es que no lo entiendes?!— ¡¡No!! —grita demasiado alto—. ¡Ayúdame a entender! —se detiene frente a mí, demasiado cerca de mi rostro, luego coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja—. Por favor, princesa —su tono es bajo, muy bajo—. ¿Por qué te alejas? ¿Por qué huyes de mí?Giro la cabeza para evitar su mirada.<< ¿Qué se supone que debo decir? >>— Blair —haciendo presión con sus dedos me obliga a mirarle—. Mírame a la cara y responde.Me enfrento a su mirada imponente. Confusión, fuego, electricidad, desesperación; veo tantos elementos, tantas emociones en ellos y de pronto me encuentro embelesada. La sensación de estar atrapada en una burbuja junto a él regresa. Todo sucede en cámara lenta: le veo acercarse, demasiado; su respiración se entremezcla con la mía; su aliento golpea la comisura de mis labios y…— Lamento interrumpiros —Megan aparece en la oficina. De manera automática, nos separamos abruptamente—. Toqué varias veces, pero no parecíais escuchar. Blair, alguien te busca.— ¿Quién? —pregunto sin apartar la vista de Clint.<< ¿Qué acaba de pasar? >>Megan tiene razón; necesito comenzar utilizar mi florecilla. Tal vez el sexo consiga distraerme.— Mark Wellington —responde.— ¡Oh, ha llegado! —esta vez sí rompo el contacto visual con mi socio—. Hazle pasar, Megan.Mi secretaria se marcha, dejándonos nuevamente a solas, en silencio. De repente la habitación me parece demasiado pequeña para los dos. — ¿Quién es Mark Wellington? —indaga mientras me lanza dardos con la mirada.— Un amigo —contesto retándole de vuelta—. Me asesorará con el caso Roosevelt.— No sabía que necesitábamos ayuda.— No tengo tiempo para esto —resoplo—. Vete.— ¡¿Qué?! —ahora sí que lo he descolocado completamente.— Márchate, Clinton —digo con voz más firme—. Hablamos después.— ¿No vas a presentarme a tu amigo?— Más tarde —contesto.— ¿Me estás corriendo?— Así es.Se aleja hacia su oficina con reticencia y… decepción. Sin embargo, antes de cruzar la puerta se detiene—. No sé qué leches está sucediendo contigo, pero ten por seguro que lo voy a averiguar.Dicho esto, da media vuelta para seguir su camino.— Clinton —le detengo repentinamente—. Tal vez no te guste lo que encuentres.Tomo tres respiraciones seguidas y peino mi cabello con los dedos para recibir a mi antiguo compañero.— ¡Ana! —me recibe con su habitual familiaridad—. Oh, Dios. Es bueno verte. — Hola, Mark —no puedo evitar sonreír.— Cielos, estás más hermosa que la última vez que te vi.— Gracias; pero podría decir lo mismo de ti. Solo mírate. Pareces el señor musculitos.— Solo hago un poco de deporte —comenta sin perder la sonrisa. La sonrisa de Mark es demasiado perfecta, seductora, excitante. Es un recurso que utiliza mucho; en parte por eso siempre le llevábamos la delantera a todos nuestros compañeros de clase—. Lo mismo de siempre, ya sabes.— ¿Y qué tal la vida en Washington? —pregunto mientras nos sentamos en el sofá—. ¿Cómo está tu familia?— Todos genial. De mi carrera no puedo pedir más.— Algo he escuchado —intervengo—. El abogado más mentado de la capital. Representante legal de empresarios millonarios, diputados, senadores… Tienes los bolsillos llenos de una buena pasta.— Y que lo digas —me sigue la broma—. En cuanto a mi madre sigue igual de intensa; obsesionada con que cualquiera de los tres le demos nietos. Mi hermano se encuentra preparando su campaña presidencial. Y mi hermana cometiendo locuras como siempre.— ¿Tu hermano se postulará para presidente? —pregunto sorprendida.— Como te cuento —confirma—. Si todo sale bien, seré el hermano del presidente de los Estados Unidos.— Por lo visto, os va de maravilla. No sabes cuánto me alegro, Mark. Cuando te llamé no pensé que vinieras tan rápido.— No entiendo la razón —me toma de las manos—. Sabes que haría cualquier cosa por ti, Blair.Sonrío y beso su mejilla. Debo confesar que ahora que le veo, recuerdo nuestras andanzas hace unos años atrás. Me causa una enorme nostalgia—. Gracias, Mark. Te prometo que te compensaré.— ¿Todavía tienes la moto? —inquiere.— Como nueva.— Pues ahí está mi recompensa. ¿Nos ponemos con el caso en cuestión?— De inmediato. Megan —la llamo por el interfono—. Puedes venir cuando quieras, comenzaremos a discutir el caso Roosevelt. Avísale a Clinton —inmediatamente me tenso al mencionarle, pero lo ignoro. Necesito estar al cien por ciento en este caso. Y aunque la tensión es palpable entre los dos, en el plano laboral nos compenetramos perfectamente. ***— ¿Qué sucede entre Clinton y tú? —pregunta mi mejor amiga de camino a casa.— Casi le cuento todo —confieso con un hilo de voz. — ¡¿Qué?! —grita en el ascensor. El hombre mayor junto a nosotras en el ascensor nos observa asustado—. Lo siento.— Estoy perdida, Megs —comento mientras caminamos por el pasillo—. Clinton se da cuenta de mi frialdad y yo… — Cuando entré, me quedé de piedra, tía —gira la llave para entrar en su departamento. Rápidamente voy hacia el sofá y me acuesto en él con la cabeza entre las manos—. Estabais muy cerca, Blair. Parecía que ibais a besaros.— Yo también, Megs; yo también —coloco un brazo sobre mis ojos y muerdo mis labios—. Está visto que no puedo acercarme a menos de cinco metros de él. Tengo que alejarme de él, Megs. Tengo que hacerlo como sea.— De acuerdo, buscaré alternativas. ¿Quieres algo de beber? Yo necesito mi copa de vino. — Helado —admito. Lo necesito—. Quiero helado; pero no de vainilla. — Vale. Ahora odiamos la vainilla.Capítulo ocho: La echo de menos*Clinton Bratter*En silencio me observo en el espejo mientras anudo mi corbata. El día de mi boda pensé que un hombre no podía ser más feliz. Bueno, no estaba equivocado del todo. Desde entonces nada ha sido como imaginé.— Clinton —me llama mi esposa con su tono meloso. Yo no puedo hacer otra cosa sino emitir un gruñido y continuar con mi actitud indiferente—. ¡Clinton! ¿Vas a seguir molesto conmigo?— ¿Y qué esperabas, Crys? —me giro hacia ella, haciendo uso de mi autocontrol para no explotar—. ¡Seis semanas! Llevamos seis semanas de casados y apenas hemos convivido —voy hacia el armario en busca de mi saco mientras murmuro palabras incoherentes—. Una luna de miel fugaz de solo tres días, cenas de negocios, noches de amor ocasionales e incontables charlas por video chat —me ajusto el saco y me coloco los gemelos—. En eso ha consistido nuestro matrimonio. ¿Crees que tengo motivos para estar saltando de alegría
Capítulo nueve: Preguntas sin respuestasMe llevo una cucharada de helado de caramelo con chispas de chocolate a la boca, deleitándome en el sabor. Sigo prefiriendo la vainilla, pero me niego a probarla. Ni el té verde, ni nada que me recuerde a él.— ¿Quién es Mark Wellington? —pregunta mi amiga de buenas a primeras.— ¿Qué hay con él?— ¿Lo has visto bien? —exclama—. Madre mía, si parece sacado de un cuento erótico. ¿De dónde has sacado semejante morenazo? ¿De qué lo conoces?— Fuimos compañeros en la universidad —respondo escuetamente mientras me llevo otra cucharada a la boca.— Está muy bueno, pero se ve madurito —señala de forma perspicaz—. No veo cómo pudisteis ir juntos a clase, al no ser que comenzara a estudiar después de los veinticinco.— Mark tiene treinta y cinco —aclaro—, estaba haciendo postgrado mientras yo cursaba mis estudios.— Eso me parece más razonable. ¡Madre mía, pero como está el Markitos? —vuelve a jadear y yo río sin poder ev
Capítulo diez: Nada puede volver a ser como antes— ¿En qué momento dejamos de ser almas gemelas para convertirnos en dos extraños que se evitan en el corredor?<< En el momento en que te casaste con mi hermana >>— No digas eso —le advierto, incluso le apunto un dedo—. Crystal es tu alma gemela, no yo. No vuelvas a decir eso.— ¡Es diferente! —se levanta de su sitio—. Crys es mi esposa, mi mujer y tú eres…— ¿Qué? —le insto a continuar—. ¿Qué soy para ti, Clinton?— Tú… eres… tú; mi Blair, mi complemento, mi princesa. Es diferente… ¿Ese es el problema? —pregunta repentinamente—. ¿Piensas que te sustituiré por Crystal? Tú sigues siendo mi amiga, Blair; nada ni nadie podrá cambiar eso. Mi relación con tu hermana no hace diferencia.<< Oh, pero la hace, Clint, la hace >>— Lo sé, Clinton. Y tu matrimonio con Crys no tiene nada que ver —trago el nudo en mi garganta—. Te recuerdo que fui vuestra madrina de bodas, recité un emotivo
Capítulo once: La cena familiarMuestro cada local describiéndolo con detalle. Recorremos el pasillo mientras intento envolver a nuestra potencial socia.— Como puede ver, señorita Cooper; aunque solo somos dos abogados, hay más oficinas en el piso —señalo—. Aunque Clinton y yo fundamos este bufete sin muchas ambiciones, siempre pretendimos ampliarlo, buscar más personal, asociados, etcétera. Ambos hemos decidido que ha llegado el momento de ampliar nuestros horizontes —abro la puerta de mi oficina y la invito a pasar. Luego le ofrezco asiento—. Y creemos que usted es la persona indicada para el puesto.— Soy una abogada dedicada a los litigios de los divorcios y las separaciones de bienes —aclara algo que ya conozco con antelación—. ¿De verdad creéis que encajo con el perfil que buscáis? Sois un bufete de renombre y yo apenas tengo experiencia en…— ¿Cuántos años lleva ejerciendo, señorita Cooper? —mi pregunta interrumpe sus excusas. Es evidente que se enc
Capítulo doce: Lo hiceÉl se separa para depositar un tierno beso en mi frente mientras yo tengo que cerrar los ojos y soltar el aire contenido para recuperar el control de mi cuerpo.— No lo sé, Clinton. No lo sé —respondo finalmente—. Tal vez los dos hemos cambiado.— Puede ser —le noto sonreír conta mi frente—. O puede que ambos hayamos ignorado ciertos aspectos sobre nosotros mismos.Una nueva oleada de valor se apodera de mi cuerpo y me separo de él—. Yo nunca he ignorado nada, Clinton. Habla por ti mismo.— Tal vez tengas razón —una extraña sonrisa ensombrese su expresión—. Ahora mismo, comienzo a cuestionarme muchas cosas y a entender otras.— Pues, bien por ti —incluso le doy palmaditas de ánimo en el hombro—. Aunque puede que cuando termines de abrir los ojos, sea demasiado tarde.Mi instinto me grita que salga volando de allí, así que no tardo en hacerle caso. Observo alrededor en busca del pastel de fresas, pero ha desaparecido junto con
Capítulo trece: Tenemos que hablarCrystal parlotea sin parar mientras yo asiento a todo lo que dice, como si la entendiese a la perfección y estuviese de acuerdo con ella. Esta mañana me la encontré parada frente a mi puerta con los brazos cruzados y me arrastró hacia su coche para tomar un rumbo desconocido. Esta vez sí que no pude librarme. Así que ahora estoy aquí, en el lugar al que solía venir con Clinton, mordisqueando una galleta con chispas de chocolate para mantener la boca ocupada y no tener que hablar.— Te juro que a veces no entiendo a Clint —se lleva las manos a la cabeza de forma dramática. Mi hermana es la reina del drama y la tragedia. Esa es una de las razones por las cuales tiene cada aspecto de su vida fríamente calculado—. Está silencioso, pensativo…, raro. Su actitud me está descolocando completamente y no sé cómo manejarlo. Medito y medito y no encuentro una solución.— No puedes calcularlo todo, Crys —intercedo.— ¡Claro que sí! Solo míra
Capítulo catorce: Un besoClinton desabrocha su camisa y afloja su corbata mientras yo me remuevo inquieta en mi sitio, preguntándome sobre qué querrá hablar ahora. Estoy cansada de darle vueltas al asunto sin tocarlo realmente, de este tira y afloja entre los dos.— Mis ojos están abiertos ahora, Blair —me observa de pies a cabeza, tal vez esperando que yo diga o haga algo. Sin embargo, no soy capaz de moverme—. Llevo días, semanas…, no sé cuánto tiempo, haciéndome a la idea, pero por más que lo intente, no lo consigo. ¿Qué se supone que deba hacer ahora? ¿Cómo te miro a la cara, sabiendo lo que sé? ¿Cómo puedo dormir en la misma cama que Crystal todas las noches? —su última pregunta me descoloca completamente—. ¿Me explicas?— Yo… —siento cómo se me corta el aliento y titubeo—. Yo, no sé qué quieres que te diga, Clinton.— ¿No sabes? —bufa—. ¿O no quieres saber? Muy bien, empecemos por lo básico. ¿Cómo pudiste mirarme a los ojos y mentirme por tanto tiempo? ¿Po
Capítulo quince: Estoy perdidaCalor y frío… Dulzura y pasión… Amor y desprecio… Seguridad e incertidumbre… ¿Cómo es posible sentir tantas emociones con solo un beso? ¿Cómo se puede experimentas sentimientos tan contradictorios al mismo tiempo? No sé la respuesta, pero estoy completamente segura de que sí se puede; lo estoy sintiendo en este momento, con los labios de Clinton deborando los míos. Mi cerebro se encuentra paralizado, con la mente en blanco y mientras su corazón late a un ritmo desenfrenado, el mío se ha detenido. Realmente no entiendo cómo mi cuerpo ha cobrado vida propia y solo responde a las caricias del hombre que siempre ha anhelado.Él separa su boca de la mía apenas un centímetro y me siento como una niña de dos años a la que han quitado su chupete. Clinton abre los ojos y una inesperada humedad se encuentra cubriendo los mismos. Aprieta sus manos contra mi rostro y respira ruidosamente, como si hubiese corrido una maratón—. ¿Y ahora qué, prin