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CAPÍTULO CUATRO: SONRISAS FORZADAS

Capítulo cuatro: Sonrisas forzadas

— ¡Enhorabuena! ¡¿En serio?! —cuestiona—. ¿Eso es todo lo que tienes para decirme?

— No sé qué más quieres que diga, Clinton —observo mi manicura de manera distraída. 

— Se me ocurren un par de cosas, princesa.

— Corta el rollo, Clinton —rebato—. No es el mejor momento para tus juegos.

— ¡¿Mis juegos?! —su grito me sobresalta. Es bueno que las paredes sean insonorizadas; aunque por el cristal puede verse el exterior. Todo parece despejado y estoy casi segura de que Megan es la responsable. Mi amiga es la mejor secretaria del mundo—. ¿Estás molesta, Blair?

— ¿Molesta? —río con efusividad—. Por supuesto que no. Mi socio y supuesto amigo mantenía una relación en secreto con mi hermana. Ahora, de la noche a la mañana, las dos personas más importantes de mi vida van a casarse. Y ninguno de los dos tuvo la cortesía de decirme nada. Me habéis mentido y traicionado delante de mis narices. Ahora dime, Clint: ¿por qué habría de estar molesta?

— Vale, estás muy molesta.

— ¡Vaya! Deberías ser detective en vez de abogado —replico con una sonrisa forzada en mi rostro.

— Dejemos el sarcasmo a un lado, ¿vale? —no digo nada; en su lugar bufo—. Tienes toda la razón. Debería habértelo dicho; ambos debimos hacerlo. Pero debido a nuestra cercanía y la de nuestras familias, no queríamos divulgarlo antes de estar seguros. Si lo nuestro no funcionaba, habríamos pasado todos por una situación desagradable.

— Tus argumentos son bastante lógicos —admito un poco más calmada.

— De igual forma, debí decírtelo. Eres más que mi socia, Blair; eres mi amiga, mi colega, mi princesa… —se sienta en el escritorio y une nuestras manos sobre su regazo—. Lo siento; de verdad lo siento. No volveré a ocultarte nada nunca más. Lo he entendido, ¿vale?

<< Te equivocas, Clinton. No entiendes absolutamente nada… >>

<< Pero no puedo culparte >>

— ¿Seguirás enojada conmigo? —frota mi nariz con la yema de sus dedos y consigue su objetivo, haciéndome reír. 

— Estás haciendo trampa —le reprocho.

— Estoy dispuesto a exponer todos mis alegatos en este juicio —advierte.

— ¿Y cómo se declara, señor Bratter? —cuestiono.

— Culpable de todos los cargos, su señoría —se señala a sí mismo—. Prometo compensarla con servicio comunitario.

— ¿Qué tipo de servicios? —le sigo el juego. Por mucho que lo intente, no puedo enojarme con él. A fin de cuentas, el motivo de mi molestia es otro.

— Un bono gratis de tés verdes y helado de vainilla en The Palace por todo un mes.

— ¿Incluido los fines de semana?

— Dame un respiro, mujer.

— No sé —le escruto con la mirada—, tengo que pensarlo. Los cargos son bastante serios, señor Bratter. Podría condenarlo a cadena perpetua.

— Prometo ser un ciudadano ejemplar, señora jueza —intercede—. Incluiré un desayuno y una cena en el bono. 

— Vale, lo tomo —adjudico—. La sentencia ha sido declarada, señor Bratter.

— Agradezco su buena voluntad en este criminal reformado.

Niego sin dejar de sonreír. Es imposible enojarme con él. Clinton siempre saca lo mejor de mí. 

— Solo espero que no vuelva a repetirse. Ahora, necesito que tu celebro brillante sincronice con el mío y nos pongamos con este caso. 

— Tranquila, princesa —vuelve a su trato habitual—. Te prometo que ganaremos este caso, seremos los putos amos de los tribunales en el estado.

La situación se ha contenido por el momento; pero estoy segura de que lo peor está por venir.

***

Observo las calles de Broadway Corridor a través del cristal. Me encanta ver a la gente caminar en la acera y al mismo tiempo, a los coches pasar a gran velocidad; me relaja. Es como si el mundo continuara girando allá afuera mientras yo me quedo quieta en mi sitio. Sin embargo, hoy nada puede relajarme.

Doy un sorbo a mi copa de champán sin desviar la mirada del exterior.

Flores, chocolates, pasteles, vestidos… Estoy un poco harta. Siento que en cualquier momento puedo explotar. Aun me pregunto cómo me dejé convencer para hacer esto: madrina de bodas. El hombre que amo se casará con otra y yo debo caminar por el altar con una espléndida sonrisa. Dios, incluso debo dar un discurso en la fiesta. No quiero hacer esto, pero cómo negarme a una petición de mi hermana mayor. Ella me apoyó cuando mis padres se opusieron a mi decisión de dejar el mundo de la moda. Crys siempre ha estado ahí para mí; no puedo fallarle. 

Sonrío y engullo lo que queda de champán en mi copa. Mi vida parece sacada de un culebrón mexicano.

— ¿Blair?

— Hmmm —murmuro distraída ante el llamado de mi madre.

— ¿Qué te parece? 

Me giro para ver el motivo de su pregunta y me topo con mi hermana vestida de novia. Incluso lleva velo.

<< Oh, Dios; esto de verdad está sucediendo >>

Mi madre, Crystal y Johana me observan expectantes a mi respuesta.

<< ¿Desde cuándo les importa mi opinión sobre estas cosas? >>

Me pongo de pie para volver a llenar mi copa con champán.

— Sabéis que lo moda no es lo mío —declaro regresando a sentarme en el cómodo sofá—; pero debo confesar que te ves preciosa, Crys. El vestido parece hecho a la medida para ti.

— Lo es —repone mi madre y volteo la mirada de forma involuntaria.

— Gracias, mamá —intercede mi hermana—. Gracias por este regalo —se contempla en el espejo mientras gira sobre sus pies. Crystal se ve pletórica de felicidad.

<< ¿Y quién no? >>

<< Después de todo, se casa nada menos que con Clinton Bratter, el abogado más sexy de California >>

—  No me cabe duda de que es el vestido indicado para mí.

— Secundo —señala Joe—. Mi hijo se quedará con la boca abierta en cuanto te vea.

— Ese es el objetivo, Johana —mi hermana le guiña un ojo a su futura suegra y todas sonreímos; aunque mi sonrisa es un poco forzada. 

Las mujeres mayores están más que felices con este matrimonio. Con él, nuestras familias quedan unidas legalmente. Es como su sueño hecho realidad. 

— Puedo darme por satisfecha como madre —interviene mamá—. Mis dos hijas son unas triunfadoras, ahora la mayor unirá su vida junto al yerno de mis sueños. Solo espero que la pequeña de los Price no se demore mucho —añade observándome de reojo—. Quiero muchos nietos.

— No empieces otra vez con eso, mamá —apunta mi hermana—. Ya lo hemos hablado. Clint y yo queremos esperar unos años; nuestras carreras se encuentran en auge ahora mismo. Además, tengo contratos firmados con prórroga de hasta tres años.

— Lo sé, hija; lo sé. Lo hemos entendido —la aludida asiente, confirmando las palabras de mi madre—. No me refería a un futuro inmediato. Aunque si Blair se casase, la situación sería diferente.

— ¿Porque no soy modelo? —salto enseguida. A pesar de que han aceptado mis decisiones, a veces mis padres no pueden evitar soltar uno que otro comentario de este tipo—. Pasaré por alto el hecho de que has valorado el trabajo de Crys por encima del mío —agrego cuando la futura novia se dirige hacia el probador a cambiarse—, porque no deseo arruinar el día de mi hermana. Pero no quiero escuchar otra de tus indirectas hoy, mamá.

Johana nos mira, pero no dice nada. Ya ha presenciado escenas semejantes.

— Hoy estás de un humor pésimo, Blair —replica mi madre—. ¿Se puede saber qué te pasa?

— No me pasa nada.

— Creo que es hora de que te pruebes tu vestido, Blair —interviene la señora Bratter mientras señala la asistente de mamá, quien viene con las telas púrpuras perfectamente envueltas en plástico—. Ahora es tu turno, cariño.

Cierro los ojos e inhalo profundamente—. Mantengamos la fiesta en paz, ¿vale?

— De acuerdo, cariño —asiente mi madre—. Te juro que no lo dije con mala intención. ¿Sabes que me siento muy orgullosa de ti, cierto?

— Lo sé, mamá —suspiro—. Lo sé. Ahora, terminemos con esta tortura de una vez por todas.

Tomo las prendas de vestir en mi mano y dejo que, por unas cuantas horas, mi madre cumpla su fantasía de jugar a las muñecas conmigo.

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