TELARAÑAS

En cuanto llegó a su apartamento, Gabriela buscó a su madre con desesperación. Rosalía, al verla semidesnuda y con el rostro hinchado de tanto llorar, sintió cómo su pecho se quebraba como si dagas afiladas lo atravesaran.

—¿Qué te pasó? —preguntó con un nudo en la garganta, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. ¿Quién se atrevió a hacerte esto?

Gabriela se lanzó a los brazos de su madre, temblando.

—¡Está casado, mamá! —sollozó, aferrándose a ella como si al soltarla se rompiera en mil pedazos—. ¡Se burló de mí! ¿Por qué lo hizo?

Rosalía la apartó suavemente, mirándola con horror.

—¿De qué me hablas? Yo pensé que… ¿Alguien te hizo daño?

—¡No, mamá! —gritó Gabriela, sacudiendo la cabeza con fuerza—. Sabes perfectamente que estaba con Ernesto. A su apartamento llegó una mujer, gritando que es su esposa, mamá. ¡Su esposa! Dijo que perdió a su bebé por culpa de él.

Rosalía se quedó inmóvil, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.

—¿Su esposa? ¿Cómo es eso posible?

—¡Me eng
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