TIEMPOS OSCUROS

Mientras intentaba adaptarse a su nuevo hogar, Gabriela no podía dejar de pensar en Ernesto.

—¡Idiota! —gritó para sí misma—. ¿Por qué no corriste tras de mí? ¿Esto es todo? —suspiró, tratando de contener el llanto.

—¿Lo extrañas? —preguntó su tía, acercándose a ella—. No lo niegues. En todo el camino no dejaste de mirar por el retrovisor. Si todavía lo amas, ¿por qué no lo perdonas?

Gabriela levantó la mirada.

—¿Cómo puedes pedirme eso? —Su voz temblaba—. ¿Acaso te has dejado comprar?

Su tía negó con la cabeza, sur expresión serena, pero cargada de una tristeza que solo los años pueden enseñar.

—No, Gabriela. No me he vendido. Soy simplemente una mujer que ha vivido lo suficiente para saber que el orgullo y el ego son los sepultureros del amor. Sí, Ernesto te ocultó su matrimonio. Fue un error grave, imperdonable, quizás… pero también ha demostrado que está dispuesto a dejarlo todo por ti. No soy quién para decirte qué hacer, pero si decides dejarlo ir, más te vale estar preparada pa
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