María terminó de revisar el texto, de hacerle cambios y aceptar sugerencias, lo reenvío a Malena y le envió un texto aparte, donde la avisaba de su trabajo terminado no esperando una respuesta inmediata, pues pasaba poco de las dos de la mañana.
La joven escritora decidió ir a la cocina por algo para comer antes de dormir. Comió algo ligero y subió a su habitación, donde se dejó caer en la cama mientras dejaba que su cabeza divagara y soñara con mil imposibles cosas que algún día instauraría en una historia.
Antes de dormir, pensó que quizá sería bueno ser uno de los personajes de sus historias, deseó ser la protagonista de alguna de sus novelas, para así poder tener un feliz para siempre aun después de mil horribles cosas.
Pensó que ojalá pudiera ser tan buena persona como lo había sido su última protagonista, quién no solo perdonó la traición del hombre que la amaba, sino que perdonó a la puta que le hizo la vida imposible toda la novela y que hasta se acostó con su amado rompiéndole el corazón.
Pero ella no era así de tonta, ella no perdonaría a Javier, ella jamás volvería con él después de haberlo encontrado, en su propia casa, haciéndole el amor a Vanesa en la cama de ambos. Y de ella ni hablar, lo que más pedía era no encontrarla, porque seguro que, al verla, lo que haría no sería perdonarla, seguro le apretaba el cuello hasta matarla.
—También quiero un final feliz —susurró en medio de mil lágrimas—, quiero un "Y vivieron felices para siempre"... —dijo tumbada en la cama, mientras los recuerdos de su amado con otra mujer echaban al piso su sueño de tener una familia con él.
» Señor que escribes mi historia, ¿podrías regalarme un final feliz? —suplicó sollozando y, al no recibir respuesta alguna, suspiró.
» Tal vez debería escribir mi propia historia —dijo en un ahogado suspiro—... Quizá debería dejar de repartir finales felices y lograr el mío también.
María sonrió. Eso sonaba tan fantasioso y estúpido que no pudo evitar sonreír.
Dejando que el sueño la atrapara, la joven se olvidó por un puño de horas de la triste historia que era su vida justo en ese momento y, cuando abrió los ojos, era bastante tarde ya. No teniendo más que hacer, se puso a escribir.
Esa era su vida, escribir cada que una historia llegaba a su cabeza.
María amaba ser escritora, amaba poder imaginar mil historias, amaba poder solucionar los problemas de sus personajes, aunque siempre fuera ella la que los creaba.
Amaba hacer sufrir a sus personajes, amaba enfrentarlos a montones de obstáculos y retos, pero, más que nada, ella amaba ayudarlos a salir del hoyo después de darles una buena lección, después de verlos crecer, terminando por compensarlos con gratas cosas y un feliz final para siempre.
María adoraba hacer que su protagonista femenina fuera tan fuerte que pudiera salir de todas, amaba llenarla de amigos que le sirvieran de sostén y de consuelo, amaba hacer que su coprotagonista masculino amara tanto a su protagonista que hiciera hasta lo imposible por recuperarla y amarla, protegiéndola siempre.
De sus historias favoritas estaban las que se desarrollaban en el seno de una cálida familia, con niños de por medio que siempre unieran a su pareja protagonista y les dieran a ambos la fuerza de pelear para ganar su feliz para siempre.
Ella era fan de los finales felices, por eso los escribía tanto como podía. María era fiel creyente de que toda hermosa historia debía terminar en un final feliz. Le gustaba pensar que, en la vida real como en sus novelas, después del llanto seguía la risa.
A veces ponía sus propias experiencias en las páginas de sus libros, porque le permitía reflexionarlas y ver que, en realidad, no eran tan malas, o que algo bueno le dejarían. María aprendió de sí misma tanto como de sus protagonistas, que muchas veces reflejaron su propia vida.
Ella escribía de lo que veía, de lo que le gustaba, de lo que escuchaba, de lo que sentía, de lo que imaginaba y de lo que vivía.
Vivía para escribir, amaba hacerlo y esperaba que la vida le diera la dicha de ser remunerada por hacer lo que más le gustaba hacer, escribir, y por ello se esforzaba, pero no le había resultado aún.
Escribía en todas partes, en la cama antes de dormir, en la cama recién despierta, cuando escuchaba música sentada en su sala, a la hora de la comida en su trabajo, mientras viajaba en autobús, cuando escuchaba algo que le gustaba, cuando veía algo que la embelesaba, cuando tenía insomnio, cuando estaba feliz, cuando estaba triste, siempre que tenía tiempo escribía, vivía para ello.
Escribir era su pasión, era su vida, escribir era lo que mejor hacía, desde niña, desde que se enamoró de los cuentos y les dio finales alternativos, desde que en la adolescencia se enamoró de la poesía y escribió las propias, desde que imaginó su vivieron felices para siempre con alguien que no la quería en su vida real, pero la hizo adorarla en su fantasía.
Su primera historia, después de mil poesías que amaban y reclamaban a la vida, fue para su primer amor, un amor platónico que la vida no le regaló, pero que, por capricho, entre líneas logró vivir.
Y así, escribiendo, pesando, recordando y llorando, se le fue el día, y al sentir hambre de nuevo, y pensando que no había viajado tan lejos para estar encerrada en un departamento, se decidió a caminar por algunas partes, aunque el frío del invierno se le antojara para no dejar su cama, menos su casa.
Caminando sin rumbo, llegó a una plazoleta donde un apuesto joven, de tal vez su edad, hacía sonar una guitarra con una hermosa melodía.
—Ese tipo está loco —susurró mientras le regalaba una sonrisa al mesero del café donde se adentraba.
Un pie de zarzamora y un capuchino latte fueron su merienda.
Sobra decir que ella no era la más cuidadosa en cuanto a su alimentación. Ella comía cuando quería y lo que quería. ¿Cinco comidas al día? Con suerte hacía dos y, ¿balanceadas? Para nada, quizá ni el término conocía.
Siguió escuchando al apuesto desconocido cantar y hacer sonar esa guitarra, no apartaba la mirada de él, él era muy simpático y estaba haciendo algo que ella adoraba, música.
Cuando María fue adolescente soñó con ser cantante, pero tocar guitarra no era algo a lo que las yemas de sus dedos quisieran acostumbrarse, el piano le dolía bastante a su espalda y, con el violín, no fue mucho mejor, así que pronto dejó en el olvido ese sueño guajiro.
María pensó que el sujeto frente a ella sería el modelo perfecto para una novela, y se preguntó: ¿qué tipo de personalidad y carácter debía tener una persona para cantar en una plaza?, ¿qué lo motivaba a hacerlo? Y solo había una forma de averiguarlo, así que pagó su cuenta y se encaminó hacia donde estaba él.
Conociendo perfectamente la canción en turno, y siendo una completa desconocida para las personas que transitaban esa calle, María decidió hacerle compañía a ese joven que cantaba; pues, además, eso contaría como experiencia y, a veces, la adrenalina de haber hecho algo nuevo le ayudaba a la hora de escribir."Ha llegado tu recuerdo a desarmar mis horas, aprendí que en el silencio habita la verdad. Solo vivir no me vale la pena si la vivo a solas, ya no sé qué decir. Si pudiéramos haber partido en dos esta soledad y el peso del dolor. Y si fuimos tú y yo... Todo por igual, debería estar compartido el ardor de este frío. ¿Cómo tanto amor pudo hacernos tanto mal? No sé cómo encontrar un rincón en el mar para ahogar la mitad del olvido. ¿Cómo tanto amor pudo hacernos tanto mal? A ti, a mí, a ti, a mí"Cuando la canción terminó se escucharon algunos aplausos, y monedas y billetes comenzaron a caer en la funda de guitarra que yacía a un lado de donde estaban ambos sentados.—Creo que me
—Y, ¿de qué quieres hablar? —preguntó el hombre que había dicho llamarse Marcos.—En realidad, solo quiero saber todo de ti —respondió ella—, las razones de que seas músico callejero, lo que te gusta, disgusta, haces y no haces... Me gustaría poder estructurar en mi cabeza un personaje y pensé que tu estilo le vendría bien.—Entiendo. ¿Y qué obtengo a cambio? —preguntó él.—El café que te estás tomando —respondió ella.—Así que me expongo completamente a ti por un café, ¿eh? No me parece justo —declaró el joven hombre y ella lo miró con sorpresa, a decir verdad, no encontraba la injusticia.—También te hice ganar dinero —añadió un poco contrariada María, pensando que tal vez no lo necesitaba justamente a él, pues no le parecía que fuera bueno que su personaje fuera tan complicado e inaccesible como parecía el hombre que frente a ella estaba.—Sí —aceptó él—, dinero que no necesito.Eso era obvio, se le notaba.—Si no necesitas dinero, ¿por qué cantas? —preguntó la escritora.—Para reco
Después de hablar un poco más, los benefactores del comedor comunitario se retiraron del lugar, y ambos volvieron a la plazoleta donde se encontraron por primera vez y, a pesar del inclemente frío, se sentaron en una banca en un completo silencio hasta que Marcos rompió.—Zuly sabía que estaba enamorado de ella —explicó el joven de pronto, y luego suspiró—, me llamó tonto cuando llevé a mi hermano también.Marcos terminó sonriendo, negando con la cabeza mientras miraba al piso.» Desde que ellos se hicieron novios había estado insistiendo mucho en que conociera a alguien —continuó explicando Marcos—, le dije que cuando alguien tan especial como para ocupar el espacio que Marce dejó llegara a mi vida, la llevaría a con ella. Seguro pensó que eras esa chica especial. Disculpa que le seguí el juego, pero parecía quedarse tranquila con esa mentira.—No hay problema —aseguró Mari y, jugando un poco con el chico, para evitar que la melancolía que amenazaba con atraparlos llegara, dijo—: Pero
Abrió los ojos con calma y, estirándose en la cama, bostezó. Mari sentía que había dormido una eternidad, y su cabeza, aunque pesada, se sentía un poco clara.Ella sabía lo que pasaba, se había empeñado tanto en no sentirlo, que se había inducido a sí misma en un estado de negación, así que, aunque no olvidaba su doloroso pasado, no la desgarraba todo el tiempo.María se sentía un poco bien no presentarse como la chica a la que había engañado su prometido, era como si fuera alguien diferente, como si fuera alguien que no había pasado por algo tan horrible, así que decidió actuar como tal, para así poder recargar sus pilas antes de tener que afrontar su realidad.La joven escritora dejó la cama y caminó hasta su celular, lo revisó y encontró un mail de una cuenta desconocida. Pensó que era spam, o alguien queriéndole vender algo... aunque también podría ser de ese montón de cursos a los que se inscribía de vez en cuando y a los que nunca tenía tiempo para asistir o completar.Ella era u
No sabía qué hora era cuando su celular comenzó a sonar, pero sabía que no había pasado tanto tiempo de haberse dormido.Se quejó en voz baja, pataleó en la cama y se levantó maldiciendo mentalmente a quien le marcaba; de hecho, si era alguien conocido, lo insultaría seguro.Pero el número no era conocido, por eso dudó en responder. Ella no necesitaba otra promoción de su banco, y eran ellos usualmente quienes marcaban insistentemente aprovechándose de que ingenuamente les había entregado todos sus datos personales.«¿Y si es de la editorial?», se preguntó de pronto, volviendo a sentir la incomodidad en su estómago y un nudo en la garganta.Respiró profundo, alisó su cabello con la mano libre del teléfono, aunque nadie la fuera a ver, y aclaró la garganta antes de deslizar el dedo para aceptar la llamada.—¿Hola? —su saludo parecía más una pregunta que un saludo en sí.—¿Hablo con María Aragall? —preguntó alguien por el intercomunicador.—Sí —titubeó la joven escritora antes de aclarar
—¿Cómo te fue en tu entrevista de trabajo? —preguntó Marcos cuando se encontró con Mari a la salida de dicha entrevista, pero la joven, lejos de estar emocionada, tal como Marcos lo hubiera esperado, solo suspiró y presionó sus labios uno contra el otro.—No creo que me den el trabajo —respondió desganada la joven mujer, y entonces suspiró de nuevo.—¿Y eso? —preguntó Marcos, trastabillando un poco—. Yo creo que tu trabajo es muy bueno.—También creo que mi trabajo es muy bueno —aseguró la joven escritora—, pero, no lo sé, llamémosle una corazonada. Cuando ella explicó todo yo sentí que no estaba hecha para el trabajo, además, incluso ella dijo que trabajar a la distancia sería complicado, y no puedo quedarme en Monterrey para siempre.—¿Cómo que sería complicado trabajar a la distancia? —preguntó el joven, de verdad muy confundido—. Casi todo nuestro trabajo es así, incluso tenemos pequeñas sucursales en diversos puntos del país para aumentar nuestra accesibilidad, pero no tenemos a n
—Y eso que no querías ir a comer conmigo —susurró Marcos al oído de la chica, incomodándola demasiado.Ella iba a responder, pero no pudo hacerlo, alguien más se dirigió a ella en ese momento.—Señorita Aragall —habló Gabriela, que caminaba hacia ellos en una actitud algo nerviosa, casi sospechosa—, quería hablar con usted. Me temo que usted haya malinterpretado mis palabras en la charla de antes, así que quería que agendáramos de nuevo, para poderle explicar todo con calma y que lleguemos a un acuerdo.Mari no supo qué responder. En realidad, ella no quería tener que hablar de nuevo con esa mujer que la había hecho sentir tan mal, pero tampoco quería ser grosera con ella, sentía que su educación no valía el que ella se rebajara de semejante manera.Y es que María sabía bien que no quería tener que tratar con ella, mucho por orgullo, y porque esa parte loca de su cabeza, que se llamaba a sí misma intuitiva, decía que su reciente acercamiento era solo hipocresía.—Está bien, Gabriela —d
La mañana había sido horrible, pero su tarde, en compañía de esos tres hombres que ahora conocía un poco más, había sido bastante buena.A la joven escritora le había sabido bien conocer un poco de amabilidad en ese sitio que, de no ser por ellos, pudo haberse convertido en el último sitio a visitar en el mundo por los malos recuerdos obtenidos de él; pero que, gracias a la camaradería de los dos Mateo y de Marcos, no lo odiaría tanto.María llegó a su casa luego de comer en ese café donde había comido por primera vez con Teo, era así como lo llamaban para evitar confusiones, porque no solo el abuelo de Marcos se llamaba Mateo, también se llamaba así el padre de ese joven y ese fue el nombre de su difunto hermano.Mari pensó que ella no era quién para criticar, al menos no teniendo en cuenta que sus protagonistas solían tener su nombre o algún derivado, todas ellas, así que entendía bien ese gusto que, ahora que lo encontraba en la realidad, le parecía un poco confuso.—Hubiera sido bu