Abrió los ojos con calma y, estirándose en la cama, bostezó. Mari sentía que había dormido una eternidad, y su cabeza, aunque pesada, se sentía un poco clara.Ella sabía lo que pasaba, se había empeñado tanto en no sentirlo, que se había inducido a sí misma en un estado de negación, así que, aunque no olvidaba su doloroso pasado, no la desgarraba todo el tiempo.María se sentía un poco bien no presentarse como la chica a la que había engañado su prometido, era como si fuera alguien diferente, como si fuera alguien que no había pasado por algo tan horrible, así que decidió actuar como tal, para así poder recargar sus pilas antes de tener que afrontar su realidad.La joven escritora dejó la cama y caminó hasta su celular, lo revisó y encontró un mail de una cuenta desconocida. Pensó que era spam, o alguien queriéndole vender algo... aunque también podría ser de ese montón de cursos a los que se inscribía de vez en cuando y a los que nunca tenía tiempo para asistir o completar.Ella era u
No sabía qué hora era cuando su celular comenzó a sonar, pero sabía que no había pasado tanto tiempo de haberse dormido.Se quejó en voz baja, pataleó en la cama y se levantó maldiciendo mentalmente a quien le marcaba; de hecho, si era alguien conocido, lo insultaría seguro.Pero el número no era conocido, por eso dudó en responder. Ella no necesitaba otra promoción de su banco, y eran ellos usualmente quienes marcaban insistentemente aprovechándose de que ingenuamente les había entregado todos sus datos personales.«¿Y si es de la editorial?», se preguntó de pronto, volviendo a sentir la incomodidad en su estómago y un nudo en la garganta.Respiró profundo, alisó su cabello con la mano libre del teléfono, aunque nadie la fuera a ver, y aclaró la garganta antes de deslizar el dedo para aceptar la llamada.—¿Hola? —su saludo parecía más una pregunta que un saludo en sí.—¿Hablo con María Aragall? —preguntó alguien por el intercomunicador.—Sí —titubeó la joven escritora antes de aclarar
—¿Cómo te fue en tu entrevista de trabajo? —preguntó Marcos cuando se encontró con Mari a la salida de dicha entrevista, pero la joven, lejos de estar emocionada, tal como Marcos lo hubiera esperado, solo suspiró y presionó sus labios uno contra el otro.—No creo que me den el trabajo —respondió desganada la joven mujer, y entonces suspiró de nuevo.—¿Y eso? —preguntó Marcos, trastabillando un poco—. Yo creo que tu trabajo es muy bueno.—También creo que mi trabajo es muy bueno —aseguró la joven escritora—, pero, no lo sé, llamémosle una corazonada. Cuando ella explicó todo yo sentí que no estaba hecha para el trabajo, además, incluso ella dijo que trabajar a la distancia sería complicado, y no puedo quedarme en Monterrey para siempre.—¿Cómo que sería complicado trabajar a la distancia? —preguntó el joven, de verdad muy confundido—. Casi todo nuestro trabajo es así, incluso tenemos pequeñas sucursales en diversos puntos del país para aumentar nuestra accesibilidad, pero no tenemos a n
—Y eso que no querías ir a comer conmigo —susurró Marcos al oído de la chica, incomodándola demasiado.Ella iba a responder, pero no pudo hacerlo, alguien más se dirigió a ella en ese momento.—Señorita Aragall —habló Gabriela, que caminaba hacia ellos en una actitud algo nerviosa, casi sospechosa—, quería hablar con usted. Me temo que usted haya malinterpretado mis palabras en la charla de antes, así que quería que agendáramos de nuevo, para poderle explicar todo con calma y que lleguemos a un acuerdo.Mari no supo qué responder. En realidad, ella no quería tener que hablar de nuevo con esa mujer que la había hecho sentir tan mal, pero tampoco quería ser grosera con ella, sentía que su educación no valía el que ella se rebajara de semejante manera.Y es que María sabía bien que no quería tener que tratar con ella, mucho por orgullo, y porque esa parte loca de su cabeza, que se llamaba a sí misma intuitiva, decía que su reciente acercamiento era solo hipocresía.—Está bien, Gabriela —d
La mañana había sido horrible, pero su tarde, en compañía de esos tres hombres que ahora conocía un poco más, había sido bastante buena.A la joven escritora le había sabido bien conocer un poco de amabilidad en ese sitio que, de no ser por ellos, pudo haberse convertido en el último sitio a visitar en el mundo por los malos recuerdos obtenidos de él; pero que, gracias a la camaradería de los dos Mateo y de Marcos, no lo odiaría tanto.María llegó a su casa luego de comer en ese café donde había comido por primera vez con Teo, era así como lo llamaban para evitar confusiones, porque no solo el abuelo de Marcos se llamaba Mateo, también se llamaba así el padre de ese joven y ese fue el nombre de su difunto hermano.Mari pensó que ella no era quién para criticar, al menos no teniendo en cuenta que sus protagonistas solían tener su nombre o algún derivado, todas ellas, así que entendía bien ese gusto que, ahora que lo encontraba en la realidad, le parecía un poco confuso.—Hubiera sido bu
Su vuelo había salido de Monterrey a las once y veinte, eran cerca de la una de la madrugada y ella ya pisaba su tierra de nuevo.No le había avisado a nadie que volvía, así que no había nadie esperándola en el aeropuerto. Pidió un taxi y llegó a la casa donde había dejado su camioneta antes de viajar a Monterrey.En el lugar se debatió entre pasar la noche ahí o continuar su camino hacia su nuevo destino; total, eran tan solo dos horas y media en auto lo que la separaba de su pequeña ciudad.María suspiró, dos horas y media no eran tan poquito tiempo, lo pensó y también pensó que se sentía mucho más lejos de casa aun estando en el mismo estado. María sonrió ante tal pensamiento,“Ojalá pudiera volar más lejos” pensó la joven y encendió el vehículo tras subir su maleta. Sabía que estaba haciendo una idiotez, pero, por alguna extraña razón, no podía detener sus pies.Estaba segura de que no podría dormir en ese lugar; después de todo, estaba lleno de sus vivencias con Javier cuando fuer
«No quiero nada más de ti, ni contigo, así que vete.»Las palabras resonaban con fuerza en su cabeza, y ni así lograban cobrar sentido. Ella decía que él estaba loco, pero Javier comenzaba a sospechar que la loca era ella.—Estás sobreactuando —dijo el joven intentando calmar a María.Pero no había manera de que esa absurda crítica le hiciera tranquilizarse. María abrió la boca enorme, mirándolo fijo, al fin, y luego sonrió como lo que él la creía justo en ese momento: como una total loca.María reía desaforadamente, casi histéricamente. No podía creer que ese sujeto minimizara sus acciones de tal manera. ¿Qué sería lo que pensaría él como lo peor a hacerle a su pareja?—Javier —habló Mari tras tranquilizarse un poco—, se supone que la gente se casa por amor, por eso iba a casarme contigo, porque te amaba y pensaba que me amabas también, pero...Javier la interrumpió.—¿Cómo que me amabas? —cuestionó el hombre casi indignado—. Yo te amo, te he amado siempre. No pudiste dejar de amarme
—¿Qué? ¿Vas a pegarme? —preguntó la joven tras decidirse a enfrentar lo que fuera si eso significaba no cambiar de postura—. Pues pégame, pero dale hasta matarme, porque ni medio muerta voy a regresar contigo. Yo no voy a perdonarte jamás lo que hiciste, y te odiaré el resto de mi vida, así que cualquier cosa que hagas a partir de ahora solo va a empeorar las cosas. Si me haces más daño, y me dejas viva para contarlo, voy a acabar contigo de verdad.Javier gruñó de nuevo el nombre de la mujer, su sangre hirviendo no le dejaba detenerse, aunque probablemente ni siquiera quería hacer eso. Él solo quería que esa idiota debajo de él sintiera toda la impotencia que ella le estaba provocando sentir.» ¡Dale! ¡Mátame! —gritó la chica, mirándolo con toda la furia que era capaz de sentir—. ¡Mátame y lárgate de mi casa, porque me da asco saberte en mi lugar!Javier la soltó, levantó la mano con rapidez y la hizo puño, María giró el rostro y se cubrió con el brazo que el otro había soltado, enton