—Y eso que no querías ir a comer conmigo —susurró Marcos al oído de la chica, incomodándola demasiado.Ella iba a responder, pero no pudo hacerlo, alguien más se dirigió a ella en ese momento.—Señorita Aragall —habló Gabriela, que caminaba hacia ellos en una actitud algo nerviosa, casi sospechosa—, quería hablar con usted. Me temo que usted haya malinterpretado mis palabras en la charla de antes, así que quería que agendáramos de nuevo, para poderle explicar todo con calma y que lleguemos a un acuerdo.Mari no supo qué responder. En realidad, ella no quería tener que hablar de nuevo con esa mujer que la había hecho sentir tan mal, pero tampoco quería ser grosera con ella, sentía que su educación no valía el que ella se rebajara de semejante manera.Y es que María sabía bien que no quería tener que tratar con ella, mucho por orgullo, y porque esa parte loca de su cabeza, que se llamaba a sí misma intuitiva, decía que su reciente acercamiento era solo hipocresía.—Está bien, Gabriela —d
La mañana había sido horrible, pero su tarde, en compañía de esos tres hombres que ahora conocía un poco más, había sido bastante buena.A la joven escritora le había sabido bien conocer un poco de amabilidad en ese sitio que, de no ser por ellos, pudo haberse convertido en el último sitio a visitar en el mundo por los malos recuerdos obtenidos de él; pero que, gracias a la camaradería de los dos Mateo y de Marcos, no lo odiaría tanto.María llegó a su casa luego de comer en ese café donde había comido por primera vez con Teo, era así como lo llamaban para evitar confusiones, porque no solo el abuelo de Marcos se llamaba Mateo, también se llamaba así el padre de ese joven y ese fue el nombre de su difunto hermano.Mari pensó que ella no era quién para criticar, al menos no teniendo en cuenta que sus protagonistas solían tener su nombre o algún derivado, todas ellas, así que entendía bien ese gusto que, ahora que lo encontraba en la realidad, le parecía un poco confuso.—Hubiera sido bu
Su vuelo había salido de Monterrey a las once y veinte, eran cerca de la una de la madrugada y ella ya pisaba su tierra de nuevo.No le había avisado a nadie que volvía, así que no había nadie esperándola en el aeropuerto. Pidió un taxi y llegó a la casa donde había dejado su camioneta antes de viajar a Monterrey.En el lugar se debatió entre pasar la noche ahí o continuar su camino hacia su nuevo destino; total, eran tan solo dos horas y media en auto lo que la separaba de su pequeña ciudad.María suspiró, dos horas y media no eran tan poquito tiempo, lo pensó y también pensó que se sentía mucho más lejos de casa aun estando en el mismo estado. María sonrió ante tal pensamiento,“Ojalá pudiera volar más lejos” pensó la joven y encendió el vehículo tras subir su maleta. Sabía que estaba haciendo una idiotez, pero, por alguna extraña razón, no podía detener sus pies.Estaba segura de que no podría dormir en ese lugar; después de todo, estaba lleno de sus vivencias con Javier cuando fuer
«No quiero nada más de ti, ni contigo, así que vete.»Las palabras resonaban con fuerza en su cabeza, y ni así lograban cobrar sentido. Ella decía que él estaba loco, pero Javier comenzaba a sospechar que la loca era ella.—Estás sobreactuando —dijo el joven intentando calmar a María.Pero no había manera de que esa absurda crítica le hiciera tranquilizarse. María abrió la boca enorme, mirándolo fijo, al fin, y luego sonrió como lo que él la creía justo en ese momento: como una total loca.María reía desaforadamente, casi histéricamente. No podía creer que ese sujeto minimizara sus acciones de tal manera. ¿Qué sería lo que pensaría él como lo peor a hacerle a su pareja?—Javier —habló Mari tras tranquilizarse un poco—, se supone que la gente se casa por amor, por eso iba a casarme contigo, porque te amaba y pensaba que me amabas también, pero...Javier la interrumpió.—¿Cómo que me amabas? —cuestionó el hombre casi indignado—. Yo te amo, te he amado siempre. No pudiste dejar de amarme
—¿Qué? ¿Vas a pegarme? —preguntó la joven tras decidirse a enfrentar lo que fuera si eso significaba no cambiar de postura—. Pues pégame, pero dale hasta matarme, porque ni medio muerta voy a regresar contigo. Yo no voy a perdonarte jamás lo que hiciste, y te odiaré el resto de mi vida, así que cualquier cosa que hagas a partir de ahora solo va a empeorar las cosas. Si me haces más daño, y me dejas viva para contarlo, voy a acabar contigo de verdad.Javier gruñó de nuevo el nombre de la mujer, su sangre hirviendo no le dejaba detenerse, aunque probablemente ni siquiera quería hacer eso. Él solo quería que esa idiota debajo de él sintiera toda la impotencia que ella le estaba provocando sentir.» ¡Dale! ¡Mátame! —gritó la chica, mirándolo con toda la furia que era capaz de sentir—. ¡Mátame y lárgate de mi casa, porque me da asco saberte en mi lugar!Javier la soltó, levantó la mano con rapidez y la hizo puño, María giró el rostro y se cubrió con el brazo que el otro había soltado, enton
Ni bien abrió los ojos, María comenzó a llorar, y es que la sensación de un mal sueño se desvaneció en cuanto fijó la mirada en una de las habitaciones de la casa de su hermana mayor, eso le aseguraba que no había sido una pesadilla la noche anterior, que definitivamente había sido su horrible realidad.Ni siquiera hizo por levantarse, Mari estaba tan cansada que quería quedarse en esa cama en que estaba y dormir para siempre, pero, en cuanto vio a su hermana entrar a la habitación que estaba usando momentáneamente, una extraña sensación de seguridad le envolvió, permitiéndole recobrar un poco de energía.—¿Qué te hizo? —preguntó Rose, caminando hasta ella y sentándose en la orilla de la cama en que Mari se había incorporado segundos atrás que la vio entrar.—Se acostó con otra —balbuceó Mari, terminando en agachar la cabeza para volver a llorar sin que Rose la viera.A su hermana mayor le pudría verla llorar, no lo soportaba y seguido la regañaba, porque usualmente la menor terminaba
María era una mujer algo peculiar, lo podría saber cualquier persona que escuchara sus infortunadas historias, empezando con la de que ella decidió estudiar algo que no le gustaba, solo porque no pudo aplicar para la carrera que sí quería, debido a otro de los intensos ataques de su mala suerte, fue entonces cuando la chica supo que le sería difícil encontrar un trabajo que le gustara, y aun así la eligió.María Aragall trabajaba porque tenía que trabajar, pero, en realidad, aunque ponía su mejor cara, no disfrutaba nada lo que hacía. De su cuenta habría sido una mantenida toda su vida, yendo al club de vez en cuando, viajando doce veces al año y escribiendo historias toda la vida.Ese era su sueño imposible, porque no le pagaban por escribir, al contrario, ella pagaba por las revisiones; y ya ni hablar de viajar, que en lugar de darle dinero se lo quitaría.La posición económica de su familia era media alta, nada le faltaba, pero no le sobraba nada tampoco. Y eso no era todo, lamentab
—¿Qué demonios? —se preguntó María al revisar su celular de escritora, ese del que se había olvidado un par de días en los que pretendía recuperarse del golpe emocional que había sido volver a terminar su relación con ese que no la había dado por terminada la primera vez.María usaba un teléfono aparte del personal, en donde tenía todas las aplicaciones en que publicaba, porque, como escritora de la red, creía que entre más lugares tocara más oportunidades tendría; aunque, con el paso del tiempo, se olvidó de qué tipo de oportunidades buscaba.Y es que ella escribía porque sí, porque le gustaba y amaba leerse. Podría sonar tonto, pero sus historias eran más para sí que para los internautas; es decir, escribía aquellas novelas que le gustaría leer y que nadie había escrito antes y, posiblemente, no había en el mundo nadie que la leyera como se leía a sí misma.La joven escritora revisó una a una las aplicaciones, y en las notificaciones de F******k e I*******m leyó la razón de todo el a