Conociendo perfectamente la canción en turno, y siendo una completa desconocida para las personas que transitaban esa calle, María decidió hacerle compañía a ese joven que cantaba; pues, además, eso contaría como experiencia y, a veces, la adrenalina de haber hecho algo nuevo le ayudaba a la hora de escribir.
"Ha llegado tu recuerdo a desarmar mis horas, aprendí que en el silencio habita la verdad. Solo vivir no me vale la pena si la vivo a solas, ya no sé qué decir.
Si pudiéramos haber partido en dos esta soledad y el peso del dolor. Y si fuimos tú y yo...
Todo por igual, debería estar compartido el ardor de este frío. ¿Cómo tanto amor pudo hacernos tanto mal?
No sé cómo encontrar un rincón en el mar para ahogar la mitad del olvido. ¿Cómo tanto amor pudo hacernos tanto mal?
A ti, a mí, a ti, a mí"
Cuando la canción terminó se escucharon algunos aplausos, y monedas y billetes comenzaron a caer en la funda de guitarra que yacía a un lado de donde estaban ambos sentados.
—Creo que me hacía falta una hermosa voz femenina en una muy hermosa dama... En toda la mañana solo conseguí tener hipotermia —dijo el joven de enorme sonrisa.
Mari le sonrió.
—Te invitaré un café si hablas conmigo —invitó la chica y el joven le miró curioso.
» Soy escritora —explicó ella de pronto—, y me gustaría conocer las razones de que alguien que tiene una guitarra carísima, y una chaqueta de marca, cante en una plaza.
El chico la miró sorprendido y ella de nuevo sonrió.
—No eres de aquí —señaló el joven, comenzando a levantar sus cosas para seguirla.
—¿Lo notaste? —preguntó burlona ella.
—Es algo evidente una vez que abres la boca —dijo con seriedad el que se sentía un poco burlado.
La mujer que hablaba con él parecía estarse divirtiendo a su costa, lo pensó aún más cuando ella separó los labios dejándolos en forma de "O", pero sin emitir ningún sonido.
Mari estaba realmente divertida, se estaba comportando como una niña mimada, como no era ella, pero no le importaba, era divertido, y lo más seguro era que ella jamás se encontraría de nuevo con un ese joven, pues no le quedaban tantos días en ese lugar.
—Qué graciosa —farfulló el chico, imprimiendo un tono sarcástico a sus palabras, ella se río haciéndolo molestar.
—Tal vez solo estoy loca —sugirió Mari y llevó sus labios apretados a un lado, haciendo una tierna mueca.
—¿Qué haces acá? —preguntó el hombre, dirigiéndola a un café, pues, pese a su pesado comportamiento, algo en ella le llamaba demasiado la atención.
Mari pensó que era hora de ponerse seria, en serio quería conocer al futuro personaje de una de sus mil historias.
—Creo que vine a averiguar si mi mala suerte me alcanzaría si me iba lejos —explicó Mari ya sin burla, captando la entera atención del que tomaba asiento frente a ella.
—¿Cómo dices? —preguntó interesado el joven.
—Quiero ser escritora —declaró la joven—, bueno, ya lo soy, porque desde hace muchos años escribo, pero no me pagan por escribir, así que no sé si puedo llamarme escritora aún..., creo que lo dejaremos en que soy aspirante a escritora, una que de verdad se esfuerza mucho por lograrlo, pero que no se acerca nada a su meta.
El hombre no pudo contener la risa, y salió en un sonido raro escapando de sus cerrados labios.
A Mari no le molestó, ella tenía la mala manía de hablar rápido, y de decir tonterías, así que seguro fue algo divertido de escuchar toda esa palabrería que no daba mucha información.
» Había un concurso en el que quería participar —explicó la joven cuando volvió a hablar—. Mi mejor amiga y lectora beta dijo que tenía oportunidad, pues mi manuscrito era bueno, pero, en el aeropuerto perdieron mi maleta con el manuscrito y mi USB adentro, así que, al parecer, solo vine a perder el tiempo y mi dinero... Un mokachino, por favor.
Mari terminó hablando con el mesero del lugar.
—Un americano —dijo él y, viendo cómo el mesero se alejaba, hizo una pregunta a la chica morena—: ¿Por qué no te cargaste el manuscrito contigo, en tu bolso de mano?
—Porque tenía miedo de que me robaran mi bolso de mano y me dejaran sin todo, porque es ahí donde cargo mi computadora, a la que le borré todo para que, si me la robaban, no tuvieran acceso a mis archivos —explicó María divertida, y terminó sonriendo de nuevo al mesero a quien agradeció la entrega de su pedido.
—Le gustas al mesero —dijo burlón el joven músico al notar el evidente nerviosismo del joven que los atendía.
—Le gusto a muchos —concedió ella de manera seductora—, te gusté a ti antes de que te dieras cuenta de que no era norteña —declaró medio sarcástica, alzando una ceja y le dio un sorbo a su café sin apartarle la mirada.
El joven solo la miró y ella buscó su cartera para pagar la cuenta, dejó unos billetes en la mesa y se levantó para irse, pero la voz del chico la detuvo.
—Pensé que querías hablar conmigo —dijo alto el joven, provocando que Mari le mirara.
—Eso quería, pero es muy incómodo, así que mejor hablaré con cualquier otro cantante que me encuentre. En los autobuses hay muchos que no me mirarán raro por escucharme hablar —aseguró la chica y se encaminó a la salida.
—No te estoy discriminando —casi gritó él, captando la atención de más que la chica que lo miraba anonadada desde la puerta del establecimiento—. Es complicado hablar con una chica hermosa tan segura de sí misma, ¿no?
Él terminó hablando para las personas del establecimiento, algunos solo lo miraron, otros asintieron y ella se sonrojó.
» Vamos, vuelve, intentaré imaginar que hablo con mi solterona y gorda vecina, para no sentirme intimidado por tu belleza.
Mari agachó la mirada y negó con la cabeza, ese chico le había volteado la tortilla.
—Vamos chica, vuelve. Míralo como se esfuerza por no caer rendido a tu belleza —dijo una anciana que estaba acompañando, quizá, a su marido, y que la miraba con una sonrisa.
Mari sonrió, inclinó ligeramente su cabeza en señal de saludo y regresó sus pasos hasta la mesa donde aguardaba de pie el joven.
—Soy Marcos Durán —se presentó el joven hombre extendiéndole una mano y ella se preguntó si "Durán" sería un apellido común en el norte del país, pues recién había conocido a dos Duran, ambos se llamaban Mateo.
—María Aragall —dijo la chica aceptando la mano del joven que enarcó una ceja.
—Y, ¿de qué quieres hablar? —preguntó el hombre que había dicho llamarse Marcos.—En realidad, solo quiero saber todo de ti —respondió ella—, las razones de que seas músico callejero, lo que te gusta, disgusta, haces y no haces... Me gustaría poder estructurar en mi cabeza un personaje y pensé que tu estilo le vendría bien.—Entiendo. ¿Y qué obtengo a cambio? —preguntó él.—El café que te estás tomando —respondió ella.—Así que me expongo completamente a ti por un café, ¿eh? No me parece justo —declaró el joven hombre y ella lo miró con sorpresa, a decir verdad, no encontraba la injusticia.—También te hice ganar dinero —añadió un poco contrariada María, pensando que tal vez no lo necesitaba justamente a él, pues no le parecía que fuera bueno que su personaje fuera tan complicado e inaccesible como parecía el hombre que frente a ella estaba.—Sí —aceptó él—, dinero que no necesito.Eso era obvio, se le notaba.—Si no necesitas dinero, ¿por qué cantas? —preguntó la escritora.—Para reco
Después de hablar un poco más, los benefactores del comedor comunitario se retiraron del lugar, y ambos volvieron a la plazoleta donde se encontraron por primera vez y, a pesar del inclemente frío, se sentaron en una banca en un completo silencio hasta que Marcos rompió.—Zuly sabía que estaba enamorado de ella —explicó el joven de pronto, y luego suspiró—, me llamó tonto cuando llevé a mi hermano también.Marcos terminó sonriendo, negando con la cabeza mientras miraba al piso.» Desde que ellos se hicieron novios había estado insistiendo mucho en que conociera a alguien —continuó explicando Marcos—, le dije que cuando alguien tan especial como para ocupar el espacio que Marce dejó llegara a mi vida, la llevaría a con ella. Seguro pensó que eras esa chica especial. Disculpa que le seguí el juego, pero parecía quedarse tranquila con esa mentira.—No hay problema —aseguró Mari y, jugando un poco con el chico, para evitar que la melancolía que amenazaba con atraparlos llegara, dijo—: Pero
Abrió los ojos con calma y, estirándose en la cama, bostezó. Mari sentía que había dormido una eternidad, y su cabeza, aunque pesada, se sentía un poco clara.Ella sabía lo que pasaba, se había empeñado tanto en no sentirlo, que se había inducido a sí misma en un estado de negación, así que, aunque no olvidaba su doloroso pasado, no la desgarraba todo el tiempo.María se sentía un poco bien no presentarse como la chica a la que había engañado su prometido, era como si fuera alguien diferente, como si fuera alguien que no había pasado por algo tan horrible, así que decidió actuar como tal, para así poder recargar sus pilas antes de tener que afrontar su realidad.La joven escritora dejó la cama y caminó hasta su celular, lo revisó y encontró un mail de una cuenta desconocida. Pensó que era spam, o alguien queriéndole vender algo... aunque también podría ser de ese montón de cursos a los que se inscribía de vez en cuando y a los que nunca tenía tiempo para asistir o completar.Ella era u
No sabía qué hora era cuando su celular comenzó a sonar, pero sabía que no había pasado tanto tiempo de haberse dormido.Se quejó en voz baja, pataleó en la cama y se levantó maldiciendo mentalmente a quien le marcaba; de hecho, si era alguien conocido, lo insultaría seguro.Pero el número no era conocido, por eso dudó en responder. Ella no necesitaba otra promoción de su banco, y eran ellos usualmente quienes marcaban insistentemente aprovechándose de que ingenuamente les había entregado todos sus datos personales.«¿Y si es de la editorial?», se preguntó de pronto, volviendo a sentir la incomodidad en su estómago y un nudo en la garganta.Respiró profundo, alisó su cabello con la mano libre del teléfono, aunque nadie la fuera a ver, y aclaró la garganta antes de deslizar el dedo para aceptar la llamada.—¿Hola? —su saludo parecía más una pregunta que un saludo en sí.—¿Hablo con María Aragall? —preguntó alguien por el intercomunicador.—Sí —titubeó la joven escritora antes de aclarar
—¿Cómo te fue en tu entrevista de trabajo? —preguntó Marcos cuando se encontró con Mari a la salida de dicha entrevista, pero la joven, lejos de estar emocionada, tal como Marcos lo hubiera esperado, solo suspiró y presionó sus labios uno contra el otro.—No creo que me den el trabajo —respondió desganada la joven mujer, y entonces suspiró de nuevo.—¿Y eso? —preguntó Marcos, trastabillando un poco—. Yo creo que tu trabajo es muy bueno.—También creo que mi trabajo es muy bueno —aseguró la joven escritora—, pero, no lo sé, llamémosle una corazonada. Cuando ella explicó todo yo sentí que no estaba hecha para el trabajo, además, incluso ella dijo que trabajar a la distancia sería complicado, y no puedo quedarme en Monterrey para siempre.—¿Cómo que sería complicado trabajar a la distancia? —preguntó el joven, de verdad muy confundido—. Casi todo nuestro trabajo es así, incluso tenemos pequeñas sucursales en diversos puntos del país para aumentar nuestra accesibilidad, pero no tenemos a n
—Y eso que no querías ir a comer conmigo —susurró Marcos al oído de la chica, incomodándola demasiado.Ella iba a responder, pero no pudo hacerlo, alguien más se dirigió a ella en ese momento.—Señorita Aragall —habló Gabriela, que caminaba hacia ellos en una actitud algo nerviosa, casi sospechosa—, quería hablar con usted. Me temo que usted haya malinterpretado mis palabras en la charla de antes, así que quería que agendáramos de nuevo, para poderle explicar todo con calma y que lleguemos a un acuerdo.Mari no supo qué responder. En realidad, ella no quería tener que hablar de nuevo con esa mujer que la había hecho sentir tan mal, pero tampoco quería ser grosera con ella, sentía que su educación no valía el que ella se rebajara de semejante manera.Y es que María sabía bien que no quería tener que tratar con ella, mucho por orgullo, y porque esa parte loca de su cabeza, que se llamaba a sí misma intuitiva, decía que su reciente acercamiento era solo hipocresía.—Está bien, Gabriela —d
La mañana había sido horrible, pero su tarde, en compañía de esos tres hombres que ahora conocía un poco más, había sido bastante buena.A la joven escritora le había sabido bien conocer un poco de amabilidad en ese sitio que, de no ser por ellos, pudo haberse convertido en el último sitio a visitar en el mundo por los malos recuerdos obtenidos de él; pero que, gracias a la camaradería de los dos Mateo y de Marcos, no lo odiaría tanto.María llegó a su casa luego de comer en ese café donde había comido por primera vez con Teo, era así como lo llamaban para evitar confusiones, porque no solo el abuelo de Marcos se llamaba Mateo, también se llamaba así el padre de ese joven y ese fue el nombre de su difunto hermano.Mari pensó que ella no era quién para criticar, al menos no teniendo en cuenta que sus protagonistas solían tener su nombre o algún derivado, todas ellas, así que entendía bien ese gusto que, ahora que lo encontraba en la realidad, le parecía un poco confuso.—Hubiera sido bu
Su vuelo había salido de Monterrey a las once y veinte, eran cerca de la una de la madrugada y ella ya pisaba su tierra de nuevo.No le había avisado a nadie que volvía, así que no había nadie esperándola en el aeropuerto. Pidió un taxi y llegó a la casa donde había dejado su camioneta antes de viajar a Monterrey.En el lugar se debatió entre pasar la noche ahí o continuar su camino hacia su nuevo destino; total, eran tan solo dos horas y media en auto lo que la separaba de su pequeña ciudad.María suspiró, dos horas y media no eran tan poquito tiempo, lo pensó y también pensó que se sentía mucho más lejos de casa aun estando en el mismo estado. María sonrió ante tal pensamiento,“Ojalá pudiera volar más lejos” pensó la joven y encendió el vehículo tras subir su maleta. Sabía que estaba haciendo una idiotez, pero, por alguna extraña razón, no podía detener sus pies.Estaba segura de que no podría dormir en ese lugar; después de todo, estaba lleno de sus vivencias con Javier cuando fuer