Laudina se quedó en silencio, aunque sin dejar de mirarlo fijamente, no sabía que responderle, no lo conocía bien, temía equivocarse y ahora estaba esperando un bebé por quien tenía que velar, no podía dejarse llevar de buenas a primera, como hizo con Angus.Suspiró profundo con temor a decir que sí o no porque no quería equivocarse.—No lo sé, tengo miedo… no te conozco, tú no me conoces, ¿Qué pasa si cuando lo hagas ya no quieres estar conmigo? —preguntó con sinceridad.—Nunca soy de dejarme llevar por los impulsos, creo que con la única persona que lo he hecho es contigo, y mi corazón me dice que no me estoy equivocando, si me das la oportunidad quiero demostrártelo —pronunció.A pesar de la duda, del temor que se agitaba en su interior, como si fuesen olas rompiendo en la orilla, ella terminó asintiendo.—Está bien Falconer, acepto casarme contigo.Con una mano la tomó por la cintura y con la otra acarició con suavidad su mejilla, antes de acercar lentamente sus labios a los suyos
Los días pasaron pronto, Leonor se fue a la casa que compartía con su esposo, pensando que él regresaría, pero no fue así. Se sentía tan decepcionada, si hubiese sabido que él no estaría allí, no habría regresado, se hubiese quedado en la casa familiar. Espero ese día una llamada de Angus, pero esta nunca llegó, se sentía molesta, ignorada, no lo entendía, que le costaba levantar su maldit0 móvil y llamarla para que no se preocupara. —¡Es un idiot4! —exclamó molesta y se fue acostar a su habitación, pasándole seguro por si a él se le ocurriera regresar.Se levantó y luego de asearse caminó a la cocina, esperando poder encontrarlo allí, pero no estaba.Comió sin muchas ganas porque no podía matarse de hambre, no quería hacerle daño a su hijo, debía alimentarse sanamente.Ese día se dedicó a revisar las habitaciones para ver cuál le decoraba a su hijo, como la que le gustó quedaba a otro extremo de la casa, decidió cambiarse de dormitorio para estar al lado de la de su hijo. Así que,
El tiempo fue pasando, los días se convirtieron en semanas, luego meses, y el vientre de Leonor empezó a abultarse, y desde ese día la relación entre los esposos Davis se fue haciéndose más distante, sin embargo, lo que la mujer nunca se enteró porque básicamente una vez que su cabeza tocaba la almohada rara vez duraba por mucho tiempo despierta.Es que todas las noches, a pesar de vivir en habitaciones separadas, y cuando el servicio dormía, Angus salía de su habitación y entraba en la de ella acostándose a su lado, hasta que empezaban a salir las primeras luces del amanecer. —Es que si no estoy a tu lado no puedo dormir —dijo en un murmullo, para sí mismo, porque Leonor estaba profundamente dormido.Tocó su vientre y el bebé comenzó a agitarse en el interior de su madre.—Oye, mantente tranquilo ¿No querrás que tu madre me descubra aquí y después no pueda estar con ustedes? Porque te aseguro que de despertarse, me va a dan una tremenda patada que como mínimo me manda al ártico. Es
Los ojos de Angus se dilataron de pánico y asombro, después de entender lo que su esposa estaba diciendo. Dió un salto y casi se cayó mientras trataba de ponerse los pantalones que había dejado a un lado. —¡Dios mío! —exclamó Angus, buscando frenéticamente algo que no veía. Lo vio sacar una maleta y empezar a guardar prendas y prendas de ropa, parecía atareado, nervioso, estresado. Leonor se rió débilmente ante la vista de ese hombre grande, completamente fuera de sí, corriendo asustado como un pequeño, pero sabía que, en ese momento, necesitaba ir a un médico. —Angus, tienes que calmarte, no puedes conducir así, porque podríamos tener un accidente —dijo ella, su voz llena de paciencia a pesar del dolor que sentía. Él se detuvo en seco y la miró. En un instante, la realidad del momento le golpeó y respiró hondo. Podrían estar a punto de convertirse en padres unas semanas antes de lo previsto. Miró a su esposa nuevamente, sus ojos llenos de amor, sin embargo, ella no se dio cuen
—Pensé que se parecería a ti y resulta que es una copia mía, es adorable —le dijo mientras ella no dejaba de mirar a su pequeño bebé con el orgullo de una madre.—Si es realmente hermoso, muchas gracias por este hermoso regalo —pronunció ella con sinceridad.Angus se quedó viéndola en silencio, luchando por las emociones desatadas en su interior, tenía un conflicto interno, y es que así pasa muchas veces cuando estás cerca de la felicidad plena, tú mismo te empeñas en sabotearte y en ese momento, a la mente de Angus llegó ese pasado que le golpeó con una fuerza salvaje.“No se te olvide que ella te drogó”, se dijo interiormente, y aunque ese día estaba seguro de que lo que sintió por Laudina no era amor, porque de lo contrario la hubiese recordado todos esos meses, y no lo había hecho, y en ese momento no estaría enamorado como un loco de Leonor.Incluso si era sincero consigo mismo, en el fondo de su ser aplaudió la decisión de la mujer de marcharse, porque se sintió avergonzado con e
—No puedo evitarlo, Angus —dijo uno de los hombres con una sonrisa—. Tu mujer es preciosa.Angus gruñó en respuesta y apretó más fuerte la mano de Leonor. Para su sorpresa, ella solo rió, tirando un poco de su brazo como para indicarle que se calmara.—No te preocupes, Angus —dijo Leonor, suavemente. Sus ojos brillaron con diversión—. Soy capaz de cuidarme sola.Pero Angus no estaba convencido. Siguió sosteniendo su mano, sus ojos, nunca dejando a los hombres que la habían estado rodeando.El resto de la noche fue una mezcla de charlas animadas, risas y bromas alegres. Todos parecían disfrutar de la compañía del otro. Pero a pesar del ambiente festivo, Angus nunca dejó de mirar a su esposo.Pronto se despidieron de los invitados y regresaron a casa con el pequeño Andrew, sin embargo, otra vez ese trato frío entre ellos, que ninguno de los dos se atrevía a cambiar.Siguieron en su rutina, hasta un mes después, que Leonor comenzó a trabajar en la oficina y se llevó al pequeño Andrew con
Hicieron el trayecto en completo silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos, pero sin exteriorizárselo al otro. Bajaron del auto y como unos autómatas caminaron a la casa, entraron a la habitación del bebé, sin embargo, la tensión entre ellos era innegable.Cada uno pensaba que una vez que saliera de allí, iría a su propia habitación, sin embargo, cuando ambos se giraron y se tropezaron saltaron chispas, sin pronunciar palabra, él la tomó por la nuca y la besó con absoluta devoción.Decir que la pasión se desbordó entre ellos es poco, parecía que iban a incendiar la casa completa. Sin soltarse ni dejar de besarse, caminaron a la habitación donde dormía Angus, tropezando con muebles y paredes, en su frenesí de llegar a la cama. La ropa fue desapareciendo por el camino, dejando un rastro de prendas que narraba visualmente la urgencia de su encuentro. Solo se quedaron con su ropa interior.Una vez en el dormitorio, cayeron en la cama sin romper el beso. El aire a su alrededo
El corazón de Angus martilleó con determinación. Pivotó sobre sus talones, dispuesto a lanzarse tras su figura en retirada. Pero justo cuando daba el primer paso, el estridente timbre del teléfono rompió el silencio de la casa. La vacilación brilló en sus ojos. La urgencia de la llamada le ató y le hizo retroceder.Se acercó al teléfono, con los músculos tensos, por una mezcla de desgana y deber. Levantó el auricular y se lo acercó a la oreja. —Aló, ¿Quién habla? —Su voz era un rumor bajo, impaciente por la interrupción, pero sin esperar nada importante.“Señor Angus, soy el ama de llaves del señor George Turner” fue la respuesta, entrecortada y teñida de temor. Era la voz familiar de la señora Mendoza, el ama de llaves de los Turner. Sus palabras brotaron precipitadamente, rompiendo la quietud que se había apoderado de él. —¿Qué ocurre? —preguntó sin poder ocultar su inquietud.“Es sobre el señor George... ha tenido un infarto” respondió la mujer.La noticia fue como un golpe fís