Los ojos de Angus se dilataron de pánico y asombro, después de entender lo que su esposa estaba diciendo. Dió un salto y casi se cayó mientras trataba de ponerse los pantalones que había dejado a un lado. —¡Dios mío! —exclamó Angus, buscando frenéticamente algo que no veía. Lo vio sacar una maleta y empezar a guardar prendas y prendas de ropa, parecía atareado, nervioso, estresado. Leonor se rió débilmente ante la vista de ese hombre grande, completamente fuera de sí, corriendo asustado como un pequeño, pero sabía que, en ese momento, necesitaba ir a un médico. —Angus, tienes que calmarte, no puedes conducir así, porque podríamos tener un accidente —dijo ella, su voz llena de paciencia a pesar del dolor que sentía. Él se detuvo en seco y la miró. En un instante, la realidad del momento le golpeó y respiró hondo. Podrían estar a punto de convertirse en padres unas semanas antes de lo previsto. Miró a su esposa nuevamente, sus ojos llenos de amor, sin embargo, ella no se dio cuen
—Pensé que se parecería a ti y resulta que es una copia mía, es adorable —le dijo mientras ella no dejaba de mirar a su pequeño bebé con el orgullo de una madre.—Si es realmente hermoso, muchas gracias por este hermoso regalo —pronunció ella con sinceridad.Angus se quedó viéndola en silencio, luchando por las emociones desatadas en su interior, tenía un conflicto interno, y es que así pasa muchas veces cuando estás cerca de la felicidad plena, tú mismo te empeñas en sabotearte y en ese momento, a la mente de Angus llegó ese pasado que le golpeó con una fuerza salvaje.“No se te olvide que ella te drogó”, se dijo interiormente, y aunque ese día estaba seguro de que lo que sintió por Laudina no era amor, porque de lo contrario la hubiese recordado todos esos meses, y no lo había hecho, y en ese momento no estaría enamorado como un loco de Leonor.Incluso si era sincero consigo mismo, en el fondo de su ser aplaudió la decisión de la mujer de marcharse, porque se sintió avergonzado con e
—No puedo evitarlo, Angus —dijo uno de los hombres con una sonrisa—. Tu mujer es preciosa.Angus gruñó en respuesta y apretó más fuerte la mano de Leonor. Para su sorpresa, ella solo rió, tirando un poco de su brazo como para indicarle que se calmara.—No te preocupes, Angus —dijo Leonor, suavemente. Sus ojos brillaron con diversión—. Soy capaz de cuidarme sola.Pero Angus no estaba convencido. Siguió sosteniendo su mano, sus ojos, nunca dejando a los hombres que la habían estado rodeando.El resto de la noche fue una mezcla de charlas animadas, risas y bromas alegres. Todos parecían disfrutar de la compañía del otro. Pero a pesar del ambiente festivo, Angus nunca dejó de mirar a su esposo.Pronto se despidieron de los invitados y regresaron a casa con el pequeño Andrew, sin embargo, otra vez ese trato frío entre ellos, que ninguno de los dos se atrevía a cambiar.Siguieron en su rutina, hasta un mes después, que Leonor comenzó a trabajar en la oficina y se llevó al pequeño Andrew con
Hicieron el trayecto en completo silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos, pero sin exteriorizárselo al otro. Bajaron del auto y como unos autómatas caminaron a la casa, entraron a la habitación del bebé, sin embargo, la tensión entre ellos era innegable.Cada uno pensaba que una vez que saliera de allí, iría a su propia habitación, sin embargo, cuando ambos se giraron y se tropezaron saltaron chispas, sin pronunciar palabra, él la tomó por la nuca y la besó con absoluta devoción.Decir que la pasión se desbordó entre ellos es poco, parecía que iban a incendiar la casa completa. Sin soltarse ni dejar de besarse, caminaron a la habitación donde dormía Angus, tropezando con muebles y paredes, en su frenesí de llegar a la cama. La ropa fue desapareciendo por el camino, dejando un rastro de prendas que narraba visualmente la urgencia de su encuentro. Solo se quedaron con su ropa interior.Una vez en el dormitorio, cayeron en la cama sin romper el beso. El aire a su alrededo
El corazón de Angus martilleó con determinación. Pivotó sobre sus talones, dispuesto a lanzarse tras su figura en retirada. Pero justo cuando daba el primer paso, el estridente timbre del teléfono rompió el silencio de la casa. La vacilación brilló en sus ojos. La urgencia de la llamada le ató y le hizo retroceder.Se acercó al teléfono, con los músculos tensos, por una mezcla de desgana y deber. Levantó el auricular y se lo acercó a la oreja. —Aló, ¿Quién habla? —Su voz era un rumor bajo, impaciente por la interrupción, pero sin esperar nada importante.“Señor Angus, soy el ama de llaves del señor George Turner” fue la respuesta, entrecortada y teñida de temor. Era la voz familiar de la señora Mendoza, el ama de llaves de los Turner. Sus palabras brotaron precipitadamente, rompiendo la quietud que se había apoderado de él. —¿Qué ocurre? —preguntó sin poder ocultar su inquietud.“Es sobre el señor George... ha tenido un infarto” respondió la mujer.La noticia fue como un golpe fís
Laudina sintió las primeras contracciones, se levantó, esperando que pronto pasaran, caminó de un lado a otro mientras su mirada periódicamente se posaba en la cama donde su esposo dormía por fin plácidamente, después de haber pasado horas trabajando. Otra contracción la atravesó y un leve quejido salió de sus labios, pensó que su esposo no se daría cuenta, pero este se sobresaltó, empezó a buscar a los lados, y cuando la vio en la puerta del baño, se paró de un salto.—Laudi mi amor —la llamó—, ¿Te pasa algo? —Lo siento, no quería despertarte, sé que estás muy cansado y solo quería que pudieras descansar un poco —dijo la mujer y en ese momento otra contracción la atravesó. —¿Qué ocurre? ¿Acaso son contracciones? —preguntó y ella asintió. —Sí, pero no sé si es falsa alarma —respondió ella. —Mejor vayamos al médico y salimos de dudas, quizás ya vengan nuestras pequeñas. Se vistió y recogió algo de ropa en silencio, mientras ella intentaba vestirse entre contracciones, no pudo evit
Laudina se quedó viéndolo, sorprendida, porque era la primera vez que Falconer tenía una desavenencia con ella; jamás lo había visto molesto, ni siquiera levantar la voz.—Lo siento mi amor… no estoy poniendo en duda tu valía como padre, sé que las amas y que mis hijas no podrían tener un mejor padre que tú… no quería ofenderte.Él asintió y suspiró, sintiéndose un poco avergonzado por cómo había reaccionado.—Yo también lo siento, no debí reaccionar de esa manera, Laudina, podía decirte lo mismo sin molestarme, pero es que amo a esas niñas desde el mismo momento en que supe que llegarían a nuestras vidas, las siento parte de mí y no quiero que con esa prueba de ADN me arrebates mis derechos de paternidad.Laudina asintió, al mismo tiempo que veía cómo su esposo observaba a sus hijas con profundo amor.Ella entendía su posición, pero ella necesitaba saber si sus hijas eran de Angus o de Falconer, no porque quisiera endilgarle la paternidad al primero, no, quería saberlo para sí mism
Al día siguiente, Laudina fue dada de alta, Falconer dejó el trabajo de su oficina para dedicarse una semana a ella y a las niñas, estaba encantado.—Amor, ¿No puedes cargar a las dos al mismo tiempo? —le dijo ella, mirándolo tomar a Claudia y después alzar a Falia.—¿Quién dijo que no puedo? Por mis princesas me convierto en un súper hombre —manifestó con una sonrisa.Esa faceta de hombre cariñoso y de buen padre hacía que se enamorara cada día más de él. Para ella él era perfecto, había sido la luz en la oscuridad. Se acercó a él y lo abrazó por detrás, mientras su esposo sonreía, nunca pensó que sería tan feliz a su lado, y agradecía al cielo por haber conocido al verdadero amor.Pasó una semana en las cuales debió adaptarse al cuidado de las niñas, más el de su madre, que no estaba bien del todo, era un trabajo agotador, que a veces la abrumaba.—No sé si soy buena madre, me da miedo que una de ellas crea que no la quiero, porque mientras llora una por hambre, la otra también lo h