Laudina se quedó viéndolo, sorprendida, porque era la primera vez que Falconer tenía una desavenencia con ella; jamás lo había visto molesto, ni siquiera levantar la voz.—Lo siento mi amor… no estoy poniendo en duda tu valía como padre, sé que las amas y que mis hijas no podrían tener un mejor padre que tú… no quería ofenderte.Él asintió y suspiró, sintiéndose un poco avergonzado por cómo había reaccionado.—Yo también lo siento, no debí reaccionar de esa manera, Laudina, podía decirte lo mismo sin molestarme, pero es que amo a esas niñas desde el mismo momento en que supe que llegarían a nuestras vidas, las siento parte de mí y no quiero que con esa prueba de ADN me arrebates mis derechos de paternidad.Laudina asintió, al mismo tiempo que veía cómo su esposo observaba a sus hijas con profundo amor.Ella entendía su posición, pero ella necesitaba saber si sus hijas eran de Angus o de Falconer, no porque quisiera endilgarle la paternidad al primero, no, quería saberlo para sí mism
Al día siguiente, Laudina fue dada de alta, Falconer dejó el trabajo de su oficina para dedicarse una semana a ella y a las niñas, estaba encantado.—Amor, ¿No puedes cargar a las dos al mismo tiempo? —le dijo ella, mirándolo tomar a Claudia y después alzar a Falia.—¿Quién dijo que no puedo? Por mis princesas me convierto en un súper hombre —manifestó con una sonrisa.Esa faceta de hombre cariñoso y de buen padre hacía que se enamorara cada día más de él. Para ella él era perfecto, había sido la luz en la oscuridad. Se acercó a él y lo abrazó por detrás, mientras su esposo sonreía, nunca pensó que sería tan feliz a su lado, y agradecía al cielo por haber conocido al verdadero amor.Pasó una semana en las cuales debió adaptarse al cuidado de las niñas, más el de su madre, que no estaba bien del todo, era un trabajo agotador, que a veces la abrumaba.—No sé si soy buena madre, me da miedo que una de ellas crea que no la quiero, porque mientras llora una por hambre, la otra también lo h
Después de esas palabras, supo que ese tema no se volvería a tocar en esa casa, decidió que nunca sus niñas sabrían la verdad, para ellas su padre sería Falconer, un hombre tan maravilloso con el cual la vida le había dado una nueva oportunidad de amar y ser amada.Corrió hacia él y la abrazó, mientras ella no dejaba de llorar.—¿Cómo puede existir un hombre tan maravilloso como tú? A veces pienso que esto se trata de un sueño y temo despertar, y que nada de esto sea real —dijo en un susurro.—No le busques las cinco patas al gato Laudina —le dijo con cariño—, vive el ahora, el presente y ríe todo lo que quieras, esposa mía, sé feliz, yo soy feliz —pronunció con sinceridad.Cada palabra que salía de los labios de Falconer era como un bálsamo para su alma. El dolor que sintió antes pareció desvanecerse con cada caricia y cada dulce palabra que le dedicaba. Siguió sosteniéndola en sus brazos hasta que, finalmente, su llanto cesó.—Entiendo tus miedos —dijo suavemente—. Pero te prometo q
Al día siguiente, la casa continuó en un silencio inquietante. Los relojes parecían marcar el paso del tiempo con una melodía fúnebre, y las sombras de la ausencia de su madre se proyectaban en cada rincón. Hasta el gato, siervo fiel de su madre, parecía haberse sumido en una tristeza abrumadora. Se arrastraba por la casa con un maullido lastimero, como si también buscara a su dueña perdida.Por la tarde, cuando Falconer la vio, la invitó a salir a dar un paseo por el jardín.—Vamos mi amor, un paseo, te va a distraer y hacer sentir mejor —pronunció cariñosamente.—¿Crees que un paseo me ayudará a olvidar que perdí a mi madre? —preguntó en tono de molestia.Una expresión de tristeza se dibujó en el rostro de su esposo.—Sé que no puedo traerte de regreso a tu madre, pero si puedo hacer que te sientas mejor —ante sus palabras ella se sintió avergonzada y se disculpó.—Lo siento mi amor, sé que no debería haber dicho eso. Ando muy estresada. Por favor, olvídalo. Y claro que acepto ir c
Lo que ocurrió después fue muy doloroso para Laudina, sintió que el mundo se le derrumbó encima, el dolor en su pecho era insoportable, saber que nunca más podría ver la pequeña carita de su luneta, no la vería crecer, ni caminar, ni llamarla mamá.Se dejó caer en el suelo, deseando que también ella dejara de respirar para ir al lugar donde estuviera su hija.El dolor era tan grande, que tenía la sensación de que le habían perforado el corazón con un filoso cuchillo, no supo cuánto tiempo estuvo allí, hasta que vio acercarse a Falconer, quien se agachó a un lado de ella.Laudina lo miró con tristeza, sus ojos anegados de lágrimas y rojos de tanto que había llorado, era como si con esa pequeñína se hubiera ido la mitad de su corazón.Apenas verlo se le lanzó en los brazos, mientras repetía una y otra vez como una especie de mantra la misma oración.—Perdóname mi amor, fue mi culpa… fue mi culpa… mi culpa, no debí dormir… es mi culpa —su voz entrecortada y ronca de tanto gritar.Falcone
Para Angus y Leonor, también, el tiempo fue pasando, los días se sumaron al almanaque, hasta convertirse en meses, y estos en años, y a pesar de haber tenido tantas oportunidades de declararse el amor, no lo hicieron. Nada entre ellos cambió, todo pareció congelado en el tiempo, se acostumbraron a la rutina, a hacer las mismas cosas de siempre, se sumieron en atender a su hijo, y aunque ella lo amaba, no se lo repitió.Él se volvió frío, más distante, una fachada de hombre inalcanzable, pero lo hizo porque tenía miedo que si le decía lo que sentía terminara huyendo de su lado, sin embargo, eso no impidió que cada vez que tenía un evento social, él acudiera de la mano de su esposa.Fue en unos de esos eventos, cuatro años después, cuando se encontraron con Donova acompañado de la que resultó ser su esposa, se había ido de la ciudad y ahora había regresado. Apenas los vio, se les paró delante, con una sonrisa indescifrable.Se acercó a Leonor, tomándola por la cintura y le dio un beso
Inesperadamente, fue Leonor intervino. Se adelantó, sonriendo de manera un poco forzada.—Bienvenidos, pasen adelante —Angus se había quedado estático sin saber qué decir.No porque ella le importara, sino porque se sintió culpable por cómo se había comportado, dejándola sin ninguna explicación. Fijó su mirada en la niña, tenía aproximadamente la misma edad de Andrew, ¿Será posible?, se dijo mentalmente, pero luego negó con la cabeza.A su vez, Leonor, que lo observó todo, malinterpretó su silencio, pensando que su esposo, al ver a su amor de juventud, había revivido lo que sentía por ella, de todas maneras a ella no la había amado nunca.Laudina parpadeó con sorpresa. Pero luego, tembló ligeramente y avanzó para devolverle el saludo a Leonor.Mientras tanto, como Angus seguía sumido en sus pensamientos, Leonor lo pellizco en un lado y fue cuando reaccionó.—Falconer, bienvenidos.—Les presento a mi esposa, ella es Laudina y a mi pequeño sol —dijo el hombre.—Ella es mi esposa —dijo
Los tacones de Laudina chasquearon en el pavimento cuando salieron de la residencia de los Davis, con el frío de la noche calándole los huesos. Se ciñó el chal alrededor de los hombros, hasta que subió al auto.Sintió alivio de haber salido de allí, jamás imaginó volverse a encontrar con Angus, era un pasado que prefería haber dejado atrás.Mientras su esposo conducía, miró a su familia, con los rostros marcados por el cansancio de la noche. Falconer tenía la mandíbula rígida y la mirada fija en el camino.Claudia por su parte, parloteaba sin parar, su exuberancia juvenil no se veía afectada por la tensión que flotaba como una pesada cortina entre los adultos. —¡Era tan mono, mamá! Cuando sea mayor, me casaré con él —dijo la niña, su voz perforó el silencio, provocando un gruñido bajo de Falconer y una fugaz mirada de pánico de Laudina.El viaje a casa en coche transcurrió en una procesión silenciosa, interrumpida únicamente por los sueños de Claudia sobre futuros romances. Mientras