Los tacones de Laudina chasquearon en el pavimento cuando salieron de la residencia de los Davis, con el frío de la noche calándole los huesos. Se ciñó el chal alrededor de los hombros, hasta que subió al auto.Sintió alivio de haber salido de allí, jamás imaginó volverse a encontrar con Angus, era un pasado que prefería haber dejado atrás.Mientras su esposo conducía, miró a su familia, con los rostros marcados por el cansancio de la noche. Falconer tenía la mandíbula rígida y la mirada fija en el camino.Claudia por su parte, parloteaba sin parar, su exuberancia juvenil no se veía afectada por la tensión que flotaba como una pesada cortina entre los adultos. —¡Era tan mono, mamá! Cuando sea mayor, me casaré con él —dijo la niña, su voz perforó el silencio, provocando un gruñido bajo de Falconer y una fugaz mirada de pánico de Laudina.El viaje a casa en coche transcurrió en una procesión silenciosa, interrumpida únicamente por los sueños de Claudia sobre futuros romances. Mientras
Al día siguiente, Falconer se levantó temprano y fue a las instalaciones de la empresa Davis, cuando llegó Angus no se encontraba, estaba en una reunión, en su lugar lo atendió Donova.—¿Qué estás haciendo por aquí? —le preguntó el hombre con una excesiva curiosidad.—Vine a hablar con Angus —dijo Falconer si querer dar más detalles del motivo de su visita.—Sabes que yo trabajo aquí y conozco cómo se maneja todo, de hecho soy de confianza de Angus… aunque a veces no esté de acuerdo con sus decisiones. Veo que eres muy amigo de él ¿Cierto o me equivoco? —preguntó.Falconer suspiró, pero asintió.—Si es un hombre que me ha ayudado en todo, y valoro que gracias a él pude salvar el patrimonio, Garcés, me hizo invertir en buenas empresas que me han dejado buenos dividendos.—¿Y has recibido el capital de esa inversión? —preguntó, y Falconer dudó por un momento.—Bueno, no he recibido el capital, pero sí un porcentaje de las ganancias.—Falconer, lamento lo que voy a decirte, pero no deber
El día en lo que sucedió lo de Falconer, Angus no lo supo hasta que regresó de viaje de negocios días después.Y en ese momento estaba con Donova sentado en el escritorio de su despacho, visiblemente conmovido.—No entiendo ¿Por qué ocurrió eso? ¿Por qué tomó esa decisión drástica? Debió preguntarme a mí, nos habíamos visto la noche anterior —expresó Angus en tono frustrado.—Es que cagaba unos papeles encima, donde decía que estaba en quiebra, ¡A saber de dónde los sacó! —dijo con un suspiro.—¿De dónde los sacó? No parecía propio de Falconer, era un hombre muy racional.—Quizás se enteró de que su esposa fue antes tu amante —dijo Donova y Angus se quedó viéndolo con sorpresa.—¿Cómo sabes tú que Laudina era la esposa de Falconer? Si yo me enteré fue en la cena donde lo invité, aun cuando habíamos sido amigos por años—preguntó Angus mirándolo con sospecha, y el hombre se quedó en silencio—, ¿Lo sabías y no me lo dijiste y así te llamas mi amigo? —¿De dónde sacas eso? No lo sabía,
Meses despuésMuchas cosas habían empezado durante los últimos meses después del divorcio. Su hijo había tenido un accidente. Se había descubierto que Claudia sí era hija de Falconer, que había sido melliza con otra, que resultó ser hija de Angus, porque Laudina había tenido una superfecundación heteropaternal.Aunque habían sido momentos duros, las cosas habían comenzado a mejorar, se sentía diferente, más optimista y no estaba dispuesta a seguir sufriendo por un hombre que nunca la vio con amor, aunque su corazón latiera como una locomotora cuando lo veía.Había creado una gran amistad con Franco, quien había sido un apoyo incondicional durante los momentos más difíciles de su vida. Y ahora estaban allí en un restaurante, donde él la había invitado a comer.—¿Te has enamorado después de la muerte de tu esposa? —le preguntó ella con curiosidad.—Helena, fue para mí la mujer de mi vida, era tan dulce, con ella tuve los mejores años de mi vida, fui inmensamente feliz, y la amaba profun
Leonor se quedó viéndolo con las cejas alzadas, mientras decenas de preguntas se arremolinaban en su cabeza. ¿Será verdad que está ebrio? ¿Cómo puedo comprobarlo? Se dijo mientras sentía que los engranajes de su cerebro se movían con rapidez buscando una salida.—¿En verdad estás ebrio? —le preguntó Leonor, y él se acercó sonriendo y con un aire de coquetería le habló en un susurro al oído.—¿Quieres que te haga el cuatro? —inquirió y el rostro de Leonor se ruborizó al imaginarse otra cosa.Él se dio cuenta y se carcajeó.—Ay picarona… aunque ese cuatro lo puedes hacer tú… Y yo… — antes de que pudiera decir cualquier barbaridad, ella le tapó la boca.—¡Shhh! Cállate, borracho, impertinente —dijo suspirando—, lo mejor será que te lleve a la cama, porque te puedes caer y abrirte la cabeza… te aclaro, no es porque me importes, sino que la moqueta es blanca.Él sonrió en su interior, cuando ella lo llevó a la habitación, Angus fingió caerse en la cama y arrastrarla con él.—¡¿Qué haces?!
Los ojos de Leonor se abrieron de golpe a la pálida luz del amanecer que se filtró a través de las cortinas entreabiertas. El corazón le dio un vuelco y luego se hundió; el aroma familiar del almizcle y el sándalo invadió sus sentidos. Estaba en la cama de Angus, con las sábanas enredadas como testimonio de las indiscreciones de la noche. El pánico le dibujó líneas en la frente. —No puede ser —susurró al silencio. Los recuerdos de la noche anterior bailaron un vals burlón en su mente.—¿Cómo vine a caer otra vez con Angus? —Las palabras sabían a derrota. Giró la cabeza y allí estaba Angus, tendido en una inconsciente adoración del sueño, con el pecho subiendo y bajando a un ritmo que atraía su propio corazón. El sol de la mañana adornó su rostro, resaltando la fuerte mandíbula que, más de una vez, la había engatusado hasta olvidarse de ella misma, y renunciar a su esencia, no podía seguir así. —¡¿Acaso soy idiota?!La acusación rebotó por la habitación, sin que nadie más que el
El corazón de Angus se desplomó. La idea de Leonor con otro hombre se clavó en su pecho como una estaca filosa. Pero no permitió que la sorpresa o la desilusión se reflejaran en su rostro.—¿Sabes cuándo vuelve? —preguntó, tratando de mantener la calma.Ramón encogió los hombros y dio un bocado a una manzana que sostenía en la mano. Con voz burlona, contestó.—Quién sabe, tal vez nunca.Las palabras de Ramón resonaron en su cabeza, pero Angus no podía ni quería aceptarlas. Estaba decidido a luchar para recuperar a la mujer que amaba.—Tienes que decirme dónde está, Ramón… tú y yo hemos sido amigos durante años y no puedes ocultarme la verdad —expresó tratando de convencerlo.—Es cierto, y por ese cariño que le tengo fue que actúe de cómplice de su padre para que usted estuviera con ella, pensando que la apreciaría, que le daría un trato digno de una reina como ella lo es, y no lo hizo. Ahora no me pida que mueva ni el dedo meñique para ayudarlo, porque no lo haré —dijo con seriedad—,
Leonor iba caminando a la puerta de embarque, con Franco a un lado, mientras trataba de contener las lágrimas que amenazaban con derramarse por sus ojos, sentía que había dejado un pedazo de su corazón tras de sí. —No te preocupes, todo estará bien, quizás la distancia le haga extrañarte y ver tus sentimientos por ti —dijo Franco tratando de darle consuelo a Leonor, pero ella negó con la cabeza.—No creo, pienso que entre Angus y yo no hay nada más que decir, no voy a seguir luchando contra la corriente —dijo con un deje de tristeza en los ojos.Abordaron el avión, aunque Franco solo esperaba pasar con ella unas semanas, más por apoyo moral que por algún interés romántico, porque aunque se había sentido atraído, había llegado a la conclusión de que Leonor jamás lo iba a ver diferente a un amigo.Una vez acomodados en sus asientos, Franco le puso una mano sobre la suya en un gesto de apoyo. Leonor agradeció el gesto con una sonrisa triste. Miró por la ventana y vio el aeropuerto alejá