Leonor se quedó viéndolo con las cejas alzadas, mientras decenas de preguntas se arremolinaban en su cabeza. ¿Será verdad que está ebrio? ¿Cómo puedo comprobarlo? Se dijo mientras sentía que los engranajes de su cerebro se movían con rapidez buscando una salida.—¿En verdad estás ebrio? —le preguntó Leonor, y él se acercó sonriendo y con un aire de coquetería le habló en un susurro al oído.—¿Quieres que te haga el cuatro? —inquirió y el rostro de Leonor se ruborizó al imaginarse otra cosa.Él se dio cuenta y se carcajeó.—Ay picarona… aunque ese cuatro lo puedes hacer tú… Y yo… — antes de que pudiera decir cualquier barbaridad, ella le tapó la boca.—¡Shhh! Cállate, borracho, impertinente —dijo suspirando—, lo mejor será que te lleve a la cama, porque te puedes caer y abrirte la cabeza… te aclaro, no es porque me importes, sino que la moqueta es blanca.Él sonrió en su interior, cuando ella lo llevó a la habitación, Angus fingió caerse en la cama y arrastrarla con él.—¡¿Qué haces?!
Los ojos de Leonor se abrieron de golpe a la pálida luz del amanecer que se filtró a través de las cortinas entreabiertas. El corazón le dio un vuelco y luego se hundió; el aroma familiar del almizcle y el sándalo invadió sus sentidos. Estaba en la cama de Angus, con las sábanas enredadas como testimonio de las indiscreciones de la noche. El pánico le dibujó líneas en la frente. —No puede ser —susurró al silencio. Los recuerdos de la noche anterior bailaron un vals burlón en su mente.—¿Cómo vine a caer otra vez con Angus? —Las palabras sabían a derrota. Giró la cabeza y allí estaba Angus, tendido en una inconsciente adoración del sueño, con el pecho subiendo y bajando a un ritmo que atraía su propio corazón. El sol de la mañana adornó su rostro, resaltando la fuerte mandíbula que, más de una vez, la había engatusado hasta olvidarse de ella misma, y renunciar a su esencia, no podía seguir así. —¡¿Acaso soy idiota?!La acusación rebotó por la habitación, sin que nadie más que el
El corazón de Angus se desplomó. La idea de Leonor con otro hombre se clavó en su pecho como una estaca filosa. Pero no permitió que la sorpresa o la desilusión se reflejaran en su rostro.—¿Sabes cuándo vuelve? —preguntó, tratando de mantener la calma.Ramón encogió los hombros y dio un bocado a una manzana que sostenía en la mano. Con voz burlona, contestó.—Quién sabe, tal vez nunca.Las palabras de Ramón resonaron en su cabeza, pero Angus no podía ni quería aceptarlas. Estaba decidido a luchar para recuperar a la mujer que amaba.—Tienes que decirme dónde está, Ramón… tú y yo hemos sido amigos durante años y no puedes ocultarme la verdad —expresó tratando de convencerlo.—Es cierto, y por ese cariño que le tengo fue que actúe de cómplice de su padre para que usted estuviera con ella, pensando que la apreciaría, que le daría un trato digno de una reina como ella lo es, y no lo hizo. Ahora no me pida que mueva ni el dedo meñique para ayudarlo, porque no lo haré —dijo con seriedad—,
Leonor iba caminando a la puerta de embarque, con Franco a un lado, mientras trataba de contener las lágrimas que amenazaban con derramarse por sus ojos, sentía que había dejado un pedazo de su corazón tras de sí. —No te preocupes, todo estará bien, quizás la distancia le haga extrañarte y ver tus sentimientos por ti —dijo Franco tratando de darle consuelo a Leonor, pero ella negó con la cabeza.—No creo, pienso que entre Angus y yo no hay nada más que decir, no voy a seguir luchando contra la corriente —dijo con un deje de tristeza en los ojos.Abordaron el avión, aunque Franco solo esperaba pasar con ella unas semanas, más por apoyo moral que por algún interés romántico, porque aunque se había sentido atraído, había llegado a la conclusión de que Leonor jamás lo iba a ver diferente a un amigo.Una vez acomodados en sus asientos, Franco le puso una mano sobre la suya en un gesto de apoyo. Leonor agradeció el gesto con una sonrisa triste. Miró por la ventana y vio el aeropuerto alejá
Leonor esta vez abrió los ojos de miedo. ¿Cómo era posible que ella, una mujer de esa edad, pudiera haber quedado embarazada?—Doctor ¿Un bebé? ¿Cómo es posible? Yo... El doctor alzó la mirada como si estuviera preguntándole con ese gesto si de verdad le estaba haciendo esa pregunta, ella se dio cuenta y se ruborizó.—Bueno, en realidad… la pregunta no es exactamente esa, sino que yo pensé… —dijo un poco nerviosa, se dio cuenta que estaba desvariando abrió y cerró la boca.—Entiendo su desconcierto, no se crea muchas mujeres quedan embarazadas en esta etapa pensando que ya no es posible, pero ya ve que, mientras menstrúe y no tenga ningún impedimento, es posible embarazarse. Aunque, si debo decirle que es un embarazo de alto riesgo, hay ciertos análisis, que le vamos a realizar, y darle una serie de vitamínicos que serán de ayuda tanto para usted como para su hijo.Ella asintió aún en shock, salió de allí como zombi, estaba tan aturdida, ¿Cómo iba a hacer para decirle a Angus? ¿Qué i
Alguien en la multitud soltó una risita sofocada, mientras que otros murmuraban entre sí. Franco se apresuró para ayudar a Angus, su rostro lleno de preocupación. —¡Angus! —exclamó, agachándose junto a él.Pero Angus solo parpadeaba al techo con una sonrisa tonta en su rostro. Miró a Leonor, aún con esa expresión divertida, y no pudo evitar carcajearse—Eso es… increíble —murmuró, su voz apenas audible—, ¡Voy a ser papá! —exclamó levantándose de un salto.Andrew se quedó viéndolo sorprendido, mientras que Leonor y Franco simulaban no entenderlo.Cuando Angus vio la cara de su esposa, se puso nervioso.—Lo siento —dijo tratando de disculparse por su comportamiento, pero Leonor lo miró de manera dubitativa.—Angus, me quieres explicar lo que está pasando ¿Por qué dices que mi bebé es tuyo? —inquirió y él suspiró con resignación.—Leonor, tú sabes la verdad, no estuviste con ningún desconocido, el día que saliste y que parecía que podía pasar algo con Franco me aparecí fingiendo ebrieda
Los días fueron pasando y Angus se dio a la tarea de conquistar a Leonor, todas las mañanas, antes de irse en la oficina, le compraba el desayuno y se lo llevaba, y la acostumbró a esperar ansiosa cada día su llegada, con la anticipación de un niño en Navidad.Por las tardes, después de sus respectivos trabajos, Angus se iba a la casa de Leonor y le preparaba la cena mientras Leonor se relajaba en el sillón. Y después de cenar, se sentaron en el sofá.—¿Puedes permitirme tocar a nuestra niña? —ella lo dudó por un momento, pero luego asintió.Él llevó su mano a su vientre y comenzó a acariciarle con suavidad, cuando sintió sus manos en su piel, contuvo un gemido y apretó sus labios con fuerza.Esto se fue haciendo rutina, y cuando ella se quedaba dormida, la llevaba a la cama y luego se despedía, no sin antes besar su frente. Durante varios meses hicieron lo mismo, hasta que uno de esos días, ella le pidió lo que hace tiempo estaba esperando Angus con ansiedad.—¿Puedes quedarte? —le
Los días siguientes la casa de Leonor se convirtió en un sinfín de actividad, Angus terminó mudándose a la mansión, a una habitación al lado de la de su hija, así que cuando la escuchaba llorar, era el primero en levantarse, luego de cambiarle el pañal, se la llevaba a Leonor para que la amamantara.Al llegar a la habitación, ella estaba a punto de pararse.—Sabes que no es necesario que lo hagas, no quiero que te levantes, yo puedo encargarme de atenderla, tú te encargas de alimentarla cuando te la traiga —le decía Angus cariñosamente.Sin embargo, ella no podía hacer nada porque era automático, levantarse al apenas escuchaba el llanto de su hija. Mientras Angus la veía alimentar a su hija, no podía evitar que sus ojos las mirara con adoración, la pequeña cara arrugada de Andrea, llenaba su corazón de absoluto gozo. Angus la tomó en sus brazos y comenzó a sacarle los gases, mientras sus dedos acariciaban el diminuto mechón de pelo oscuro en la cabeza de la niña.—Es tan pequeña —sus