Nadie sabe lo que tiene.
Los ojos de Angus se dilataron de pánico y asombro, después de entender lo que su esposa estaba diciendo. Dió un salto y casi se cayó mientras trataba de ponerse los pantalones que había dejado a un lado.

—¡Dios mío! —exclamó Angus, buscando frenéticamente algo que no veía.

Lo vio sacar una maleta y empezar a guardar prendas y prendas de ropa, parecía atareado, nervioso, estresado.

Leonor se rió débilmente ante la vista de ese hombre grande, completamente fuera de sí, corriendo asustado como un pequeño, pero sabía que, en ese momento, necesitaba ir a un médico.

—Angus, tienes que calmarte, no puedes conducir así, porque podríamos tener un accidente —dijo ella, su voz llena de paciencia a pesar del dolor que sentía.

Él se detuvo en seco y la miró. En un instante, la realidad del momento le golpeó y respiró hondo. Podrían estar a punto de convertirse en padres unas semanas antes de lo previsto.

Miró a su esposa nuevamente, sus ojos llenos de amor, sin embargo, ella no se dio cuen
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