50. Cadena de oro

Aún con el toque en sus brazos, siente la sensación en su cuerpo. Está enloquecida..su cuerpo, dios, Luis Ángel la tiene en su merced aún cuando su deseo es querer arrancarlo de su alma y de su corazón.

Se sube al auto una vez más y conduce hasta la casa. Tiene que hablar también con Pablo, porque esto no puede seguir así. Recordaba a Luis Ángel y a Pablo como buenos amigos. ¿Qué ha sucedido entonces?

Le sonríe a Paulina cuando le trae un café de la mañana para así relajar sus músculos, y porque todavía…siente la placentera sensación de aquella madrugada. Le toma el hombro con suavidad.

—¿En dónde está Abigail? —pregunta María Teresa al dejar la taza de café en la mesa.

Paulina suelta un suspiro mientras se toma de las manos.

—Salió de viaje, señorita. Ayer en la noche, me dijo que le avisará a usted y al señor Ricardo de que regresaría pronto.

Esto le extraña a María Teresa y se cruza de brazos, pensativa.

—¿No dijo a dónde se iría, Paulina?

La anciana negó con suavidad.

—Se lo pr
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