Aún con el toque en sus brazos, siente la sensación en su cuerpo. Está enloquecida..su cuerpo, dios, Luis Ángel la tiene en su merced aún cuando su deseo es querer arrancarlo de su alma y de su corazón. Se sube al auto una vez más y conduce hasta la casa. Tiene que hablar también con Pablo, porque esto no puede seguir así. Recordaba a Luis Ángel y a Pablo como buenos amigos. ¿Qué ha sucedido entonces?Le sonríe a Paulina cuando le trae un café de la mañana para así relajar sus músculos, y porque todavía…siente la placentera sensación de aquella madrugada. Le toma el hombro con suavidad.—¿En dónde está Abigail? —pregunta María Teresa al dejar la taza de café en la mesa. Paulina suelta un suspiro mientras se toma de las manos.—Salió de viaje, señorita. Ayer en la noche, me dijo que le avisará a usted y al señor Ricardo de que regresaría pronto.Esto le extraña a María Teresa y se cruza de brazos, pensativa.—¿No dijo a dónde se iría, Paulina?La anciana negó con suavidad.—Se lo pr
—¿En qué piensas?Juan Miguel observa a un pensativo Luis Ángel que bebe vino a esas horas del día, con un cigarro apenas encendido.—Ya sabes que María Teresa es la madre de Ángel.—Claro.—Y que yo tengo la custodia del niño…Juan Miguel suspira.Luis Ángel aprieta los labios.—Me odia. —Hombre, es que…—Me odia. María Teresa no quiere verme, no quiere perdonarme. Me odia, y yo más —Luis Ángel se toma de los ojos—, caigo enamorado de ella. Cabrón, cabrón. Me enloquece esa mujer, y ahora la única mujer que más he amado en esta vida no quiere saber nada de mí. Y se sirve más vino. Juan Miguel le quita la botella.—No consigues nada emborrachándote. —¿Qué puedo hacer…?Juan Miguel se echa a reír, negando.—Realmente amas a esa mujer. Pero lucha por ella, demuestra que estás arrepentido, haz las acciones, deja de lado tu orgullo y ve por ella. María Teresa es una gran mujer, y cualquiera querrá conquistarla.Luis Ángel parece reaccionar y sus fuertes brazos se cruzan sobre su pecho.—
Ese recuerdo la emboba, María Teresa necesita un poco de tiempo para procesarlo. Se moja los labios, y abre la puerta de su auto.Entra.—¡¿Estás loco?! Sal de mi auto.—¿Es lo que quieres?—Eres un malnacido —susurra María Teresa mirando sus labios—, cabrón, h*** de p*** —murmura, jadeando.—Esos labios, María Teresa. Qué rebelde te has vuelto.—¡No me digas qué decir!—No digas más. Ven aquí, amor.Y la ataja de una vez. La pone a horcajadas en sus regazo. Ni siquiera pueden controlar nuevamente el deseo de quitarse la ropa y dejar a sus entradas unirse, allí, en el auto y en medio de la soledad que en cualquier momento podría hacerlo volver a realidad. María Teresa no piensa con claridad cuando se trata de Luis Ángel, y tampoco él, porque su cuerpo pide y anhela el cuerpo de María Teresa, con besos apasionados y caricias sobre sus pechos y ligeros toques sobre su entrada para humedecer y prepararla, Luis Ángel se introduce poco a poco dentro de ella. —¿Crees que es justo…? Que te
María Teresa tiene que agarrarse de la silla para no trastabillar una vez que lo escucha. Casi le da un infarto allí mismo. —¿¡Usted?! Pero —tartamudea, sin entender—. ¿Cómo es posible?—Una casualidad. Te vi en el periódico porque reconocí tu rostro y me dirigí al bar. Hablé con tu amiga, con Eva. Es una alegría que te haya vuelto a ver, María Teresa.Vuelve a decir este hombre llamado Leonardo. Sus gestos, su voz. María Teresa trata de recordar aquella noche, aquellos días. Todo es tan confuso en este instante, y no puede hacer o decir algo porque está completamente sorprendida. —Señor Torrealba —dice Leonardo hacia el hombre detrás de ella. Luis Ángel se ha quedado tenso. Quita la mirada de él. —¿El padre de Ángel…?—El biológico, claro. Soy yo.María Teresa jadea por la impresión.¿Él…?¿Era él…? Pero si siempre estaba empezando a creer que era…Voltea a ver a Luis Ángel.Claramente está afectado por todo esto.—Me gustaría ver al niño, si no es tanto pedir —Leonardo vuelve a ha
—¿Por qué Abigail no llega, eh? ¿Has sabido algo de ella? Finalmente la voz de Juan Miguel la saca de sus pensamientos. No pudo dormir bien, ni siquiera teniendo a su hijo entre sus brazos y en la casa de los Carvajal, en su cuarto. Esa misma noche Ricardo se daba cuenta de quién se trataba su hijo: Ángel Torrealba, el nieto de Patricio. No es que sospechaba de una relación que sostenían María Teresa y Luis Ángel, pero vacilaba un poco ante el conocimiento la relación del hijo secreto de María Teresa que aún no presentaba, el claro parecido de aquella madre llamada María y del hijo sorpresa de Luis Ángel hacia su familia. Pero Ricardo fue bastante prudente con sus preguntas, y sus dudas quedaron lejos cuando ya cargaba entre sus brazos al pequeño travieso. Si podía considerar a María Teresa como una hija, al pequeño Angelito lo podía considerar como un nieto. Decía que adoraría tener nietos cuánto antes y Angelito era lo que más se acercaba a eso. María Teresa adoró ver esa imagen
—¡No puedes hacer eso! Exclama María Teresa de una vez, incapaz de no mirar a este hombre con impresión. —Claro que puedo. La ley me lo permite —responde Leonardo con las manos en los bolsillos.—Mira, Leonardo. Tú eres su papá, acepté que vieras a mi hijo, tu hijo. Hasta ahí, pero abrir un juicio por esto es demasiado. Yo acepté que Luis Ángel fuese el padre legal de mi bebé y eso no lo puedes cambiar. Ángel se ha calmado un poco en los brazos de su madre gracias a su voz y a su abrazo. Una vez Roselia se acerca cuando le hace señas, María Teresa le entrega al niño. Le dice que se dirija al carro. —No puedes negarmelo —Leonardo usa un tono indiferente y lejos de ser amigable. Se encoge ligeramente de hombros—Ya lo decidí —y se encamina hacia el auto estacionado en la orilla del parque—¡Oye! —le grita María Teresa mientras lo sigue—. ¡Escúchame! Pero Leonardo entra en su coche y marcha.María Teresa palmea al cielo con rabia.—Bendito Dios. ¡Lo que me faltaba! —se lleva las man
¿Qué es lo que puede hacer ahora? Alguna cosa para evitar lo que ocurrirá. No puede decir que tendría miedo, porque no es verdad, sin embargo, tampoco es que quiera compensar de su error, de su falta. ¿O es que acaso no recuerda porque había venido a la ciudad en primer lugar? Para una mejor vida, lejos de Antonio, lejos de la familia. Si Antonio no era el padre de su hijo, tendría que buscar la manera de encontrar al verdadero. Lo tenía en mente, claro, pero las circunstancias de la vida hicieron y deshicieron en su vida. ¿Cómo iba a saber que el destino le colocaría enfrente a Luis Ángel? María Teresa baja la mirada hacia su hijo, y se vuelve en posición fetal para abrazarlo. Tenerlo en sus brazos es la razón de su existencia. Ángel había llegado a su vida para que le entregase su corazón, a ese hermoso niño sobre sus brazos. Se levanta después de que Ángel se durmiera entre sus brazos. Toma un poco de aire y descalza va en busca de su teléfono. Abigail, tiene días sin saber de
¿Qué podría estar haciendo Antonio en la ciudad? Eva le dijo que preguntó por ella. Pero qué podría hacer. Y verlo después de tanto hace que su corazón se vuelve pequeño y menos acorde a tomar una buena respiración. —¡Por Dios, María Teresa! ¿¡Qué ocurre!? Y casi tiembla al apretar otra vez el volante. —Él —repite, confusa por las distintas emociones aglomerándose sobre su mente. —¿Él, María Teresa? —Eva también está confundida y asustada. —Antonio —termina por decir, y cuando alza la cabeza ya no consigue a nadie. A nadie, a nadie parecido a Antonio como para decir que sólo lo confundió, pero no es así. No está loca. Se lleva la mano hacia la frente—. Dios mío, estoy perdiendo la cabeza. —¿Antonio? Ese hombre también, María Teresa. ¿Estás segura de que fue él? —Reconozco a ese hombre como si fuese mi sombra, desgraciadamente —vuelve a conducir con un poco de calma—. Olvida lo que pasó, de seguro fueron mis pensamientos jugando en contra. ¿Estabas diciendome algo? —Vas a mat