49. Placentero

Ese frénetico y apasionado beso hace que el alrededor se esfume, quedandose sólo el deseo de sus cuerpos que recuperan cada vez más las sensaciones de mantenerse cuerdos para poder devorarse. María Teresa está acorralada por Luis Ángel una vez que han entrado a la habitación y el ardor por desearse los lleva al primer rincón de la pared.

María Teresa lo abraza por el cuello y lo afinca más hacia su cuerpo. Es inevitable este deseo voraz que los hace enloquecer. ¿Hace cuánto que ambos se anhelaban de esta forma? De este sentido descomunal que no es más que fogoso, lleno de ansias.

—No quiero que vuelvas a pensar en otro hombre en tu vida —Luis Ángel humede sus labios cuando la toma del cuello y rompe el contacto del beso. El rostro brillante y necesitado de María Teresa lo lleva a la perdición, todo su cuerpo se llena de deseo e incluso la reacción del mismo es verídica.

María Teresa da un paso hacia atrás mientras sonríe.

—Demuestrame que no tengo la necesidad de hacerlo —suelta.

Y
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