52. Confusión
Ese recuerdo la emboba, María Teresa necesita un poco de tiempo para procesarlo. Se moja los labios, y abre la puerta de su auto.

Entra.

—¡¿Estás loco?! Sal de mi auto.

—¿Es lo que quieres?

—Eres un malnacido —susurra María Teresa mirando sus labios—, cabrón, h*** de p*** —murmura, jadeando.

—Esos labios, María Teresa. Qué rebelde te has vuelto.

—¡No me digas qué decir!

—No digas más. Ven aquí, amor.

Y la ataja de una vez.

La pone a horcajadas en sus regazo.

Ni siquiera pueden controlar nuevamente el deseo de quitarse la ropa y dejar a sus entradas unirse, allí, en el auto y en medio de la soledad que en cualquier momento podría hacerlo volver a realidad. María Teresa no piensa con claridad cuando se trata de Luis Ángel, y tampoco él, porque su cuerpo pide y anhela el cuerpo de María Teresa, con besos apasionados y caricias sobre sus pechos y ligeros toques sobre su entrada para humedecer y prepararla, Luis Ángel se introduce poco a poco dentro de ella.

—¿Crees que es justo…? Que te
andreyflor

¿Qué está pasandooo? ¡no dejen de leer el próximo capítulo que estará interesante!! gracias por leer

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