Xavier Lombardi:
Ha sido un golpe bajo.
Lo que mi padre acaba de hacer es imperdonable…
Pero también ha sido asombroso.
Volver a verla fue…
Los recuerdos me siguen golpeando uno tras otro.
No lo he podido evitar. Y ni siquiera hice el intento. Simplemente, no podía dejar de mirarla.
Va a suceder de nuevo.
No. Ya está sucediendo. Y podría huir nuevamente. De hecho, ahora es el momento perfecto para hacerlo porque recién la veo. Si me marcho ahora y me olvido de la empresa, de mi familia, de ella… mi corazón estará a salvo. Pero el solo sopesar irme una vez más no se siente correcto.
¿Para qué proteger un corazón que permanece en la oscuridad desde el día en que ella se marchó? O, mejor dicho, desde el día en que yo, como el mísero imbécil que siempre he sido, no la supe valorar y le dije que acabaría con lo nuestro.
No. Esta vez no será igual.
Me costó entenderlo, pero esa mujer es la única que realmente me ha hecho sentir algo alguna vez. No pienso alejarme, no esta vez.
Solo hay un problema.
—Va a casarse —mi padre entra a su oficina y enarca una ceja, sin gustarle lo que ve.
Me tomé el atrevimiento de venir y sentarme en su despacho, subiendo mis pies a su escritorio y bebiendo de su licor, mientras esperaba a que despidiera a todos en la reunión que acababa de terminar y viniera hacia acá.
—Sí. Yo también vi su anillo…
Mete sus manos en los bolsillos de su pantalón y yo bufo, viendo cómo se recuesta del marco de la puerta, sin adentrarse del todo. No deja de mirarme, y, aunque quiere regañarme cual niño chiquito, prefiere sucumbir ante la pequeña sonrisa ponzoñosa que aparece en sus labios. Está disfrutando verme así.
—¿Por qué me haces esto? —Soy directo.
—¿Yo? —Se hace el ofendido —. No tengo idea de qué estás hablando.
—Lo sabes perfectamente.
—Okey —se encoge de hombros —. Sí, lo hice a propósito.
—¿Por qué?
—Había sacado todas las opciones e ideas que tenía para hacerte entrar en razón. Esta, Xavier, es mi última carta por jugar. Admito que desde hace un año he estado pensando en la manera de hacer que ella vuelva a tu vida, pero no me había atrevido a intentarlo, por respeto a ella y por respeto a ti.
—¿Por respeto a mí? Llevo años diciéndote que esto no es lo que quiero. No quiero la empresa, no quiero jugar a la familia feliz con tu mujer y tu otro hijo, no quiero dejar mi círculo social, a mis amigos, los cuales nunca te han gustado aun cuando son más responsables que yo, y mucho menos quería dejar mi libertinaje atrás. Tú nunca respetaste eso. Lo único que quería era que me dijeras que estaba bien lo que yo quería y que podía largarme, pero nunca lo hice porque, a pesar de todo, te respeto un poco, y aunque no lo demuestre, lamentablemente, necesito de tu aprobación para poder vivir tranquilo.
Me sorprendo a mí mismo por dos cosas: he sido completamente sincero con él. Nunca había ocurrido antes. Lo segundo es que, se lo he dicho en un tono completamente calmado.
Llevo la bebida nuevamente a mis labios y mi garganta quema por el ardor del alcohol.
—Vaya… eso no me lo veía venir.
—Pues ya lo sabes —me encojo de hombros.
—Bien. Tú ganas. Tienes mi aprobación, Xavier. Puedes largarte. Edwin será mi heredero y…
La escandalosa risa que suelto corta su discurso y entrecierra sus ojos hacia mí.
—Ese es un buen chiste, padre…
—No es un chiste, puedes irte y…
Rio con más fuerza. Él toma una exagerada bocanada de aire. Está perdiendo la paciencia.
—No me río de eso… —admito. Limpio las lágrimas que salieron debido a lo exagerado que fui con la risa. Me dan ganas de volver a reír con solo ver su cara de incredulidad, pero decido calmarme porque planeo que lo siguiente que diré quede bien claro —. ¿Tú crees que luego de volver a verla voy a renunciar a ella? ¿Por qué crees que trataba de mantenerme alejado, padre? Quería no encontrarla o tener que llegar a verla porque entonces sabía que estaría perdido. Ahora simplemente no puedo dejar que se aleje, o no puedo alejarme. Peor aún: no puedo dejar que llegue al altar con quien sea el hombre con el que esté comprometida.
—¿Tanto así estás obsesionado con ella? —No puede creer en mis palabras.
—No sé qué es. No tengo la más remota idea. Lo único que sé es que, si ahora pretendes hacerme a un lado, luego de que me insististe hasta el cansancio para quedarme, te vas a joder, porque no pienso hacerlo. Ahora, padre, lo quiero todo. Quiero la oportunidad, quiero a la empresa y quiero a la chica. ¿Qué opinas de eso?
—Quisiera decirte que confío en ti y en que cuidarás el legado de tu madre, esta empresa, con tu vida, pero lamentablemente no puedo hacerlo. No luego de que te has negado tanto a trabajar en ella de manera genuina. Todo lo hacías por obligación y ahora de un momento a otro es algo que quieres.
—Agradécele a ella —es todo lo que se me ocurre decir.
—Lo peor es que cederé a ti ¿sabes? —admite —. No sé si nos llevarás a la bancarrota o nos harás grande. No sé qué nos depara el futuro. No sé si en algún momento podrás llegar a perdonarme. Y mucho menos sé si, una vez que la tengas, no huirás de nuevo. Solo sé que quiero verte feliz, porque desde que ella se fue, en tu vida no ha habido más que miseria.
No puedo sostenerle más la mirada, así que la coloco en el ventanal enorme que está a un costado nuestro. Miro la ciudad frente a nosotros.
>>Solo con ella te veía sonreír de verdad. Disfrutar de verdad. Vivir…
No lo contradigo.
Suspiro con fuerza y me levanto de su asiento. Doy un trago más a la bebida entre mis manos y dejo el vaso de vidrio vacío sobre su escritorio. Camino hacia él. Quedamos frente a frente. Misma altura. Mismo porte. Mismos rasgos. Soy su copia.
—No tengo nada que perdonarte. Tú no hiciste nada malo. Tan solo seguiste adelante, cosa que yo no pude.
—¿Entonces por qué eres tan duro conmigo?
—No lo sé, padre. No lo sé.
Lo rodeo y salgo del lugar. Escucho su puerta cerrarse y niego con mi cabeza. Creo que, en realidad, pienso que, si la mujer a la que yo amara llegara a pasarle algo, que por algún motivo ya no llegara a estar en este mundo, no podría estar con otra. Así pasen mil años, no podría amar a alguien más.
Soy muy egoísta en este aspecto. Y sé que esta manera de pensar está mal, porque, como le dije a él mismo, lo correcto es seguir adelante, pero no puedo evitar pensar en mamá y en cómo él ni siquiera esperó a que se cumpliera un año para estar con otra. Con su esposa actual. La madre de mi hermano.
—Eres un imbécil con suerte… —hablando del Rey de Roma… —. Pienso que la vida está desperdiciando las oportunidades que te está dando, pero espero que esta vez seas más inteligente y las sepas aprovechar.
—Si sabes que si aprovecho esas oportunidades tú quedarías en segundo plano… ¿no? Yo sería el jefe de todo.
No puedo evitar replicarle.
Me mira con el ceño fruncido, y, pasa algo que no imaginé: sus hombros se relajan y el hielo cae de su mirada.
—Al fin y al cabo, todo esto siempre ha sido tuyo.
Sigue de largo y desaparece a través del pasillo.
Okey, emmmm…
¿Qué demonios acaba de pasar?
Decido enviar un mensaje al grupo de W******p que tengo con mis cinco amigos de siempre. Solo tres responden a la emergencia. Quedamos en el mismo lugar de siempre para vernos y no me espero a que confirmen la hora, enseguida emprendo mi camino hacia allá.
—Supongo que es de vida o muerte… ¿no? —pregunta David, sentándose en la misma mesa donde lo esperábamos Ethan y yo desde hace cinco minutos. Por suerte, no tardó tanto. Ethan es un chismoso de primera y estaba que enloquecía por no saber para qué pedí esta reunión.
—Lo es.
—Bueno, dinos… —me anima Ethan.
—Ella ha vuelto…
—¿La pelirroja? ¿Esa que siempre lleva lentes y un chicle en su boca? ¿Cuál es el problema? Está obsesionada contigo, sí, pero dijiste que te gustaba como tomaba la iniciativa… —dice David.
—Creo que habla de la pelinegra a la que folló hace dos días. Puedo asegurar que el problema está en que es casada… —lo contradice Ethan.
—¿Pueden dejar de suponer cosas y prestar atención a mis palabras? He dicho: ella ha vuelto…
Ambos me miran y luego se miran entre sí. Quiero golpearme la cara, hasta que Ethan, como el buen chismoso que es, lleva sus manos a su rostro, tapando su boca, haciendo una mueca y cara muy graciosa de sorpresa. Juro que sus ojos están por salirse.
—¡No puede ser! ¡¿Ella?! ¡¿Estamos hablando de ella?! —Grita, haciendo que la atención del bar entero recaiga en nosotros.
—La misma.
—Un momento… ¿Quién es ella? —David frunce el ceño.
—Es ¡Ella! David, ¡ELLA!
—Ay, no…
—Ay, sí.
—Es ella…
—Exactamente.
—No puede ser.
—¿Ahora entiendes el problema?
Ellos siguen hablando y yo respiro con fuerza, pidiéndome paciencia a mí mismo para no mandarlos a la…
—Pero… ¿Cómo pasó? Estabas tratando de evitar verla a toda costa desde que supiste hace un año que ella volvió de Canadá —Dice David.
—Mi flamante padre me tendió una emboscada.
—Lo veía venir. Es que ella le caía bien. A todos nos caía bien. Incluso nos caía mejor que tú —Dice esta vez Ethan.
Lo miro mal y él me sonríe con inocencia.
—Nuestra empresa financiará a la suya en un proyecto. Ella es la encargada de dar la cara por la empresa donde trabaja y yo daré la cara por la de mi padre. Incluso viajaremos juntos. Por un mes.
—Ya dijiste suficiente… no sé cómo vas a aguantar tus ganas.
—¿Ganas? Ganotas, querrás decir.
Ruedo mis ojos. Ahora que los escucho bien, creo que mi apdre tiene razón. Siguen siendo unos niños atrapados en cuerpos de hombres.
—¿Y qué piensas hacer? Supongo que querrás mantenerte alejado o distraído lo más que puedas…
—Sí… —secunda David a Ethan —. Tengo contactos en todo el mundo, yo podría recomendarte alguna nena en el país al que sea que vayas y así te distraes con ella y…
—No iré a follar con nadie —aclaro.
—Bueno, entonces parece que mejor te recomiendo a una para ahora… —continúa hablando Ethan —, se nota que estás estresado y lo necesitas. Esta noche hay unas bailarinas en…
—No quiero follar con ninguna chica, ni ahora, ni mientras esté ella presente, no es algo que deseo ni quiero hacer —les dejo en claro.
—Ay, no… —Dice Ethan.
—¿Qué ocurre? —Responde David.
—Va a ocurrir de nuevo.
—¿De qué hablas?
—¿Qué fue lo primero que dejó de hacer Xavier en cuanto conoció a Helena?
—Ya no quiso volver a follar con ninguna ot… —David se da cuenta de su respuesta y abre sus ojos y boca de par en par. Me mira incrédulo.
Sí, padre, confirmo, con unos imbéciles.
—Antes de que sigan hablando estupideces… —decido intervenir —, quiero que sepan algo y lo tengan muy en claro: ustedes conocen nuestra historia y fueron testigos de todo el daño que me hizo cometer el error que cometí. En ese momento, aunque fui detrás de ella, me di por vencido cuando supe que ya había tomado el avión. Fácilmente pude yo tomar otro e ir detrás de ella, y en cambio, dije: a lo mejor esto es lo que la vida quería que pasara. Ella y yo no estamos destinados a estar juntos. Y ahora que la he vuelto a ver, pienso completamente diferente: si la vida la ha puesto en mi camino una vez más, esto es algo que debo aprovechar. Y por si no entienden lo que les estoy queriendo decir, voy a ser lo más claro posible al decirles que sí, planeo quedarme con ella, reconquistarla y pelearme con quien tenga que pelear, para que vuelva a ser completamente mía.
Helena Hallman.En cuanto veo que la puerta se abre y Samuel entra, enciendo la luz de la lámpara que se encuentra sobre la mesita de noche. Casi río cuando lo veo sobresaltarse y llevarse la mano al pecho en señal de haberse asustado. Casi.De no ser por el hecho de que siento que hemos estado un poco distanciados últimamente, y que, este distanciamiento es por culpa mía, me hubiese reído o burlado de él.—Cariño, te adoro, pero no vuelvas a hacer eso.El administra y lleva todas las cuentas de la empresa de su propio padre, quien se niega a soltar el poder por muy viejo que esté, y la verdad es que Samuel está más que bien con eso, dice que será mucha responsabilidad, y que, aunque sabe que deberá tomar el mando en algún momento, no se siente preparado todavía para ello.—Lo siento. Sé que me avisaste que hoy llegarías tarde, pero quise esperarte despierta porque…—Sé que me extrañas. Yo también te extraño a ti, pero papá insiste en que me haga cargo de este otro departamento que te
—No entiendo lo que siento, Helena. Perdón, pero estoy confundido. No puedo…—Está bien, entiendo.A pesar de todo, aquel hombre no era malo. Tenía un serio problema para controlar su manera de vivir, pero sabía que, si quería seguir con su vida de promiscuo, debía alejarse de la mujer que comenzaba a gustarle. No quería, ni iba a perdonarse a sí mismo el llegar a lastimarla.Él dio media vuelta, dispuesto a marcharse, pero la voz de la chica que comenzaba a hacerle sentir miles de emociones, lo hizo detenerse.—Solo voy a aconsejarte una cosa: no dejes que tu inseguridad te haga perderte de los mejores años de tu vida. De vivir al máximo y disfrutar cada una de las cosas maravillosas que este mundo tiene para ofrecerte, porque las oportunidades no se presentan dos veces, y la cosa más maravillosa de todas ellas, es, sin duda alguna, enamorarse.El matrimonio de Helena y Xavier fue algo planeado por ellos, cuando, en una fría noche de abril, se dieron cuenta de lo mucho que se necesit
Helena Hallman:Hubo un momento en el que llegué a pensar que la vida era un desperdicio. Mis reflexiones se basaban en preguntas estúpidas, que, aunque sabía que lo eran, no podía parar de hacérmelas.¿Por qué nacemos? ¿Para qué lo hacemos, si luego moriremos, se olvidarán de nosotros y será como si no hubiésemos existido? ¿Cuál es el sentido de pasar por la tierra, donde el sentimiento que más prevalece es la tristeza y su mayor causa casi siempre suele ser el desamor?Hoy en día, me parece tan estúpido haber pensado de esa forma. Hay tantos problemas, guerras, niños muriéndose de hambre, maldad en las calles, terrorismo, y yo pensando en el romance. Yo pensando en cómo no obtuve ese amor, que una vez tuve entre mis manos, y que, por ilusa y creer que podía cambiar, me dejó marcada.Ahora sé que hay cosas más importantes que el romance. Eso no lo es todo en la vida, pero sí que es bonito vivirlo y experimentarlo, mientras pasamos por ello.Desde que pasé por esa decepción amorosa, h
Xavier Lombardi:Un peso sobre mi cuerpo junto con ese sonido insistente son las dos cosas que me hacen parpadear varias veces antes de abrir mis ojos por completo.Al principio me cuesta entender dónde estoy. En el fondo lo sé, siempre lo sé.Veintinueve benditos años y no agarro escarmiento. Es como si adorara hacer rabiar a mi padre. No hay otra explicación.Mi mirada baja con más lentitud de la que desea y se topa con una maraña de pelos negros. Siempre son castañas, pelirrojas o tal y como la chica que descansa sobre mi pecho: pelinegras. Pero nunca rubia. Solo hubo una rubia en mi vida y me marcó lo suficiente como para no poder olvidarla fácilmente. Pero no voy a desviarme del tema.De hecho, cada vez que mis pensamientos quieren irse hacia el recuerdo de ella, enseguida busco la manera de distraerme porque ese es un pozo al que no quiero entrar. Ya lo hice una vez y lo lamenté mucho. No hay vuelta atrás. Yo puse mis intereses camisticos, como los llama mi padre, por sobre algo
Xavier Lombardi:Esa noche, y aunque suene extraño, no estuve metido entre las piernas de ninguna mujer.La conversación con mi padre me había dejado con un mal sabor, un mal augurio, o presentimiento. Como quieran llamarlo, la cuestión es que era algo malo. Muy malo. Podía sentirlo. Y a eso debía sumarle el hecho de la manera que me hizo sentir el escucharlo decir que sería libre al fin.Fue extraño.De repente, todo lo que había deseado desde el comienzo y que estoy a nada de lograr —porque sé que no me voy a quedar a controlar el capital destinado a esa aburrida ONG—, ya no me apetecía.A ver, les explico: no me interesa la empresa, no me interesa el dinero, no me interesan los lujos, pero, lamentablemente, el legado de mi madre es eso, y saber que al fin puedo dejar de responsabilizarme por eso, me hace sentir tristeza, porque sé que no es lo que ella hubiese querido. También me hace sentir un irrespetuoso, mal hijo, imbécil, desdichado, una total mierda de persona, para ser más e
Hace siete años…Helena Hallman:El alboroto proveniente de la entrada me hace rodar los ojos. Acaba de llegar el típico grupito de machos alfas que se sientan en un rincón, haciendo un circulo, mientras beben Martini o Chupitos, y no paran de alardear sobre cuántas conquista tuvieron en la semana.Diría que es una buena motivación para irme, ya que no soporto a ese tipo de persona: la que tiene que hablar cobre su vida a los cuatro vientos para poder llamar la atención, así de miserables son.Pero tengo un motivo mucho más grande para quedarme: mi maldito padre.No importa cuánto intente hacer para alegrarlo o querer que se sienta orgulloso de mí. Él siempre quiere más. Quiere estar en lo más alto de la sociedad. Lo único que le importa es que yo sea su heredera, que traspase los límites de la sociedad, que imponga mi presencia en las grandes causas y mi nombre resuene donde sea que vaya. Él quiere que sea una Hallman en todo su esplendor, que siga estudiando Diseño y que sea la líde
Helena Hallman:Es cierto que me puse nerviosa. También que lo primero que hice fue buscar mi anillo de compromiso para poder tocarlo y recordar que estoy felizmente comprometida con un hombre maravilloso. Todo va bien en mi vida. Tengo lo que siempre he querido…Aun así, cuando su mirada y la mía se cruzan, no puedo evitar aflojar la tensión en mi cuerpo. La sonrisa sale en automático, y mis ojos reflejan aquella calidez y probablemente el brillo que solían tener cada vez que me encontraba con él.Me estremezco de solo saber que sigo teniendo ese tipo de reacción ante él. Pero es algo normal… ¿no? Es decir, fue una persona importante en mi vida, es por eso que no le soy indiferente. Claro. Solo es eso. Y es por ello que debo olvidar todo lo malo que ocurrió en el pasado.En primer lugar, porque, como la misma palabra lo dice, es algo que ya pasó.Y, en segundo lugar, porque no tengo nada que recriminarle. Él terminó conmigo. Rompió nuestro matrimonio y destrozó mi vida con ello, pero