Hace siete años…
Helena Hallman:
El alboroto proveniente de la entrada me hace rodar los ojos. Acaba de llegar el típico grupito de machos alfas que se sientan en un rincón, haciendo un circulo, mientras beben Martini o Chupitos, y no paran de alardear sobre cuántas conquista tuvieron en la semana.
Diría que es una buena motivación para irme, ya que no soporto a ese tipo de persona: la que tiene que hablar cobre su vida a los cuatro vientos para poder llamar la atención, así de miserables son.
Pero tengo un motivo mucho más grande para quedarme: mi maldito padre.
No importa cuánto intente hacer para alegrarlo o querer que se sienta orgulloso de mí. Él siempre quiere más. Quiere estar en lo más alto de la sociedad. Lo único que le importa es que yo sea su heredera, que traspase los límites de la sociedad, que imponga mi presencia en las grandes causas y mi nombre resuene donde sea que vaya. Él quiere que sea una Hallman en todo su esplendor, que siga estudiando Diseño y que sea la líder de su empresa.
Somos los portadores, realizadores, creadores, o como quieras decirlo, de una de las marcas más conocidas e inalcanzables del mercado: Scamuty. Si en las grandes reuniones, fiestas o eventos, tu vestido no es de esta marca, fallaste al estar a la moda.
Bueno, tampoco así, admito que estoy exagerando un poco, porque hay muchas otras marcas que nos superan por muy poquito, pero para el poco tiempo en el que mi padre ha levantado la empresa y nos hemos esparcidos mundialmente, la verdad es que nos va de maravilla, y nos caracterizamos por tener tela de calidad y ser muy buenos en lo que hacemos.
¿El problema? No soy buena en esto. Lo he intentado, y, justamente hoy, me he rendido.
Se lo he dicho.
Me ha gritado a la cara que debo esforzarme más. Que no se nace con el talento, que poco a poco lo iré adquiriendo, y sí, a lo mejor lo que dice es muy cierto, pero ser diseñadora no es algo que yo deseo. Mi pasión es ayudar a otros…
Solo sé que quiero ayudar, aunque no sé cómo. No sé qué carrera debería tomar o qué debería hacer. Solo quiero eso: ayudar.
Y obviamente, eso no es algo que mi padre acepta. Debo seguir con el legado familiar que él acaba de imponer. Mejor dicho: sus tres hijas debemos hacerlo.
Por primera vez en mi vida le he respondido.
He sido clara: no lo haré.
Me ha dado la espalda y ha tenido tres días sin hablarme.
Mi madre es un títere que hace todo lo que él le dice. Es una joya que mi padre lleva guindada a donde quiera que va, pero no da un paso o no realiza una acción, por más mínima que esta sea, sin que él antes no la apruebe.
Estuvo tres días sin hablarme. Según mis hermanas, al yo ya ser mayor de edad, mi padre está planeando echarme de casa. Dejarme sola. Que resuelva mi vida sin siquiera dejarme un solo centavo de su dinero. Sabe que yo no tengo ahorros, no tengo nada. Me he dedicado toda mi vida a estudiar y hacer todo lo que él quiere, le he dado el gusto. Si él hacía eso, ya me veía viviendo bajo un puente.
Trago otro trago del fuerte alcohol que ya ni siquiera sé qué es. Le pedí al mesero que me diera algo muy fuerte y él me dio el gusto, guiñándome un ojo. Al hacerlo le di una media sonrisa, que imagino que pudo asemejarse a una mueca, pero es que el chico tampoco colabora, pareciera que se le fuese a salir el parpado al hacerlo. No tuvo nada de sexy eso.
El punto aquí es que hoy, finalmente, y luego de tres largos días de tensión, todo se fue a la…
Bien, iré directo al grano: mi padre quiere que, o estudie para hacerme cargo de la empresa, o me busque un prometido que sea mundialmente reconocido. Quiere que sí o sí esté asociada a la vida de ricos, de millonarios, de gente con guita.
Todo lo que respondí fue: ¿De dónde carajos sacaré yo a alguien con dinero que esté dispuesto a casarse conmigo enseguida?
Mi padre comenzó a sacar la ropa de mi closet y a tirarla sobre mi cama. Di un tremendo grito al cielo y me puse histérica al notar como comenzaba a lanzar todo dentro de una maleta. Y me dijo que tendría la decencia de dejarme quedar con mi ropa, que la compró él, tal cual como lo había hecho con todas las cosas que había en la casa, pero que no contara con llevarme alguna otra cosa: ni computadora, ni televisor, ni mis libros, ni mis cuadros, retratos, etc.
Horrorizada, lo dejé allí gritando y peleando solo. Corrí, me senté casi diez cuadras más adelante, mientras lloraba sin parar. Y cuando levanté mi vista, intentando recomponerme y pensando en regresar y estudiar lo que él quería… —porque tampoco planeaba casarme con cualquier desconocido que se me cruzara en medio, por muy millonario que fuese —, miré el bar que estaba frente a mí, justo en la cuadra que estaba tan solo cruzando la calle.
Y aquí estoy… limpiando una que otra lágrima que sale de mis ojitos de vez en cuando mientras no paro de bombardear a mi mejor amiga con mensajes desgarradores sobre mi fatídica vida. Sí, aquí donde me ven suelo ser un poco, bueno, muy, dramática.
Veo que Veronika, sí, con K, me pide la dirección del lugar donde estoy y yo, en vez de responderle, todo lo que hago es susúrrame a mí misma: me hago pis.
Creo que ya estoy borracha, porque ni siquiera tomo en cuenta que dejo el celular sobre la barra y me voy directo al baño. Entro como si nada. Tanto es así, que frunzo el ceño cuando, luego de hacer pis y comenzar a subir mis pantalones, escucho a dos hombres hablando….
Sí. He entrado al baño de hombres y para no avergonzarme más de lo que ya lo estoy haciendo, decido quedarme quieta y siquiera respirar…
Pero quiero reír.
Todos me conocen cuando comienza a pegarme el alcohol porque comienzo con pequeñas risas y termino carcajeándome por cualquier mínima cosa. Así que llevo mis manos a mis labios y los aprieto, con la intensión de que no me descubran.
Hasta que los escucho decir:
—No puedo creer que tu padre te haga esto. Eres joven. ¿Cómo va a querer que te comprometas a esta edad? ¿Se ha enloquecido? —La primera voz suena dulce, aniñada.
—La muerte de mamá lo ha enloquecido —esta vez, la segunda voz retumba y se mete en mis sentidos. Es un poco más enronquecida y varonil. Mi piel se eriza de solo escucharlo hablar —. Y no lo culpo, pero no voy a cumplir sus caprichos.
—Pues parece ser que no es el único que enloqueció al no tenerla. Cambiaste mucho, Xavier. No eras lo que eres ahora. Tú querías lo que ellos tenían…
—Sí, bueno, las cosas y deseos cambian. Ya ni siquiera recuerdo mucho lo que ellos eran. Todo lo que sé es porque mi nana me lo dice. Ella murió cuando yo tenía tres años, ni siquiera la recuerdo. Y ya no me importa nada. Solo quiero hacer con mi vida lo que me dé la gana, sin que mi padre me controle. Punto.
—¿Y eso que significa? ¿Dejarás que tu querido hermanito, quien está ansioso por crecer, se quede con todo lo que por derecho te corresponde?
—De todas maneras, mi padre no me dará nada de lo que por derecho me corresponde si no me caso pronto. De nada vale que sea un empresario tan prestigioso, y el más aclamado en el mercado sino puede controlar a su hijo mayor, o eso dicen las revistas populares… lo haré quedar mal ante el mundo.
—¿No has pensado en mejor quedarte tú con todo? Yo soy tan ambicioso que lo quisiera todo.
—Todo lo que quiero es que me dejen en paz.
—Creo que no es justo, pero bueno, tu reacción es entendible.
—¿No crees que debería vivir mi vida como quiero?
—Todo lo que digo es que, deberías buscar a cualquier chica, la que sea, casarte con ella, quedarte con todos los bienes de tus padres, y al cumplir el primer año te divorcias y listo. Ellos quedan sin nada y tú vives feliz, viajando por el mundo bañado en dinero. Se va a morir cuando note que no haces las cosas cómo él quiere, y ya no habrá nada que hacer porque serás el dueño de todo, no podrá recuperar su imperio y le dolerá ver que no tienes a nadie a tu lado, como te ha pedido que sea todo este tiempo.
—Pues, viéndolo desde tu perspectiva no suena tan mal…
Doy una enorme palmada y hago un mini bailecito de la felicidad, meneando mis caderas de lado a lado tres veces y abro la puerta de un manotazo. ¿Acaso eso no sonó como que Dios conspiró a mi favor?
—¡Les tengo la solución a su problema!
Les digo, apareciendo ante ellos, quienes se sobresaltan y me miran horrorizados al tiempo que retroceden.
Ups.
Helena Hallman:Es cierto que me puse nerviosa. También que lo primero que hice fue buscar mi anillo de compromiso para poder tocarlo y recordar que estoy felizmente comprometida con un hombre maravilloso. Todo va bien en mi vida. Tengo lo que siempre he querido…Aun así, cuando su mirada y la mía se cruzan, no puedo evitar aflojar la tensión en mi cuerpo. La sonrisa sale en automático, y mis ojos reflejan aquella calidez y probablemente el brillo que solían tener cada vez que me encontraba con él.Me estremezco de solo saber que sigo teniendo ese tipo de reacción ante él. Pero es algo normal… ¿no? Es decir, fue una persona importante en mi vida, es por eso que no le soy indiferente. Claro. Solo es eso. Y es por ello que debo olvidar todo lo malo que ocurrió en el pasado.En primer lugar, porque, como la misma palabra lo dice, es algo que ya pasó.Y, en segundo lugar, porque no tengo nada que recriminarle. Él terminó conmigo. Rompió nuestro matrimonio y destrozó mi vida con ello, pero
Xavier Lombardi:Ha sido un golpe bajo.Lo que mi padre acaba de hacer es imperdonable…Pero también ha sido asombroso.Volver a verla fue…Los recuerdos me siguen golpeando uno tras otro.No lo he podido evitar. Y ni siquiera hice el intento. Simplemente, no podía dejar de mirarla.Va a suceder de nuevo.No. Ya está sucediendo. Y podría huir nuevamente. De hecho, ahora es el momento perfecto para hacerlo porque recién la veo. Si me marcho ahora y me olvido de la empresa, de mi familia, de ella… mi corazón estará a salvo. Pero el solo sopesar irme una vez más no se siente correcto.¿Para qué proteger un corazón que permanece en la oscuridad desde el día en que ella se marchó? O, mejor dicho, desde el día en que yo, como el mísero imbécil que siempre he sido, no la supe valorar y le dije que acabaría con lo nuestro.No. Esta vez no será igual.Me costó entenderlo, pero esa mujer es la única que realmente me ha hecho sentir algo alguna vez. No pienso alejarme, no esta vez.Solo hay un p
—No entiendo lo que siento, Helena. Perdón, pero estoy confundido. No puedo…—Está bien, entiendo.A pesar de todo, aquel hombre no era malo. Tenía un serio problema para controlar su manera de vivir, pero sabía que, si quería seguir con su vida de promiscuo, debía alejarse de la mujer que comenzaba a gustarle. No quería, ni iba a perdonarse a sí mismo el llegar a lastimarla.Él dio media vuelta, dispuesto a marcharse, pero la voz de la chica que comenzaba a hacerle sentir miles de emociones, lo hizo detenerse.—Solo voy a aconsejarte una cosa: no dejes que tu inseguridad te haga perderte de los mejores años de tu vida. De vivir al máximo y disfrutar cada una de las cosas maravillosas que este mundo tiene para ofrecerte, porque las oportunidades no se presentan dos veces, y la cosa más maravillosa de todas ellas, es, sin duda alguna, enamorarse.El matrimonio de Helena y Xavier fue algo planeado por ellos, cuando, en una fría noche de abril, se dieron cuenta de lo mucho que se necesit
Helena Hallman:Hubo un momento en el que llegué a pensar que la vida era un desperdicio. Mis reflexiones se basaban en preguntas estúpidas, que, aunque sabía que lo eran, no podía parar de hacérmelas.¿Por qué nacemos? ¿Para qué lo hacemos, si luego moriremos, se olvidarán de nosotros y será como si no hubiésemos existido? ¿Cuál es el sentido de pasar por la tierra, donde el sentimiento que más prevalece es la tristeza y su mayor causa casi siempre suele ser el desamor?Hoy en día, me parece tan estúpido haber pensado de esa forma. Hay tantos problemas, guerras, niños muriéndose de hambre, maldad en las calles, terrorismo, y yo pensando en el romance. Yo pensando en cómo no obtuve ese amor, que una vez tuve entre mis manos, y que, por ilusa y creer que podía cambiar, me dejó marcada.Ahora sé que hay cosas más importantes que el romance. Eso no lo es todo en la vida, pero sí que es bonito vivirlo y experimentarlo, mientras pasamos por ello.Desde que pasé por esa decepción amorosa, h
Xavier Lombardi:Un peso sobre mi cuerpo junto con ese sonido insistente son las dos cosas que me hacen parpadear varias veces antes de abrir mis ojos por completo.Al principio me cuesta entender dónde estoy. En el fondo lo sé, siempre lo sé.Veintinueve benditos años y no agarro escarmiento. Es como si adorara hacer rabiar a mi padre. No hay otra explicación.Mi mirada baja con más lentitud de la que desea y se topa con una maraña de pelos negros. Siempre son castañas, pelirrojas o tal y como la chica que descansa sobre mi pecho: pelinegras. Pero nunca rubia. Solo hubo una rubia en mi vida y me marcó lo suficiente como para no poder olvidarla fácilmente. Pero no voy a desviarme del tema.De hecho, cada vez que mis pensamientos quieren irse hacia el recuerdo de ella, enseguida busco la manera de distraerme porque ese es un pozo al que no quiero entrar. Ya lo hice una vez y lo lamenté mucho. No hay vuelta atrás. Yo puse mis intereses camisticos, como los llama mi padre, por sobre algo
Xavier Lombardi:Esa noche, y aunque suene extraño, no estuve metido entre las piernas de ninguna mujer.La conversación con mi padre me había dejado con un mal sabor, un mal augurio, o presentimiento. Como quieran llamarlo, la cuestión es que era algo malo. Muy malo. Podía sentirlo. Y a eso debía sumarle el hecho de la manera que me hizo sentir el escucharlo decir que sería libre al fin.Fue extraño.De repente, todo lo que había deseado desde el comienzo y que estoy a nada de lograr —porque sé que no me voy a quedar a controlar el capital destinado a esa aburrida ONG—, ya no me apetecía.A ver, les explico: no me interesa la empresa, no me interesa el dinero, no me interesan los lujos, pero, lamentablemente, el legado de mi madre es eso, y saber que al fin puedo dejar de responsabilizarme por eso, me hace sentir tristeza, porque sé que no es lo que ella hubiese querido. También me hace sentir un irrespetuoso, mal hijo, imbécil, desdichado, una total mierda de persona, para ser más e