Capítulo 05.

Helena Hallman:

Es cierto que me puse nerviosa. También que lo primero que hice fue buscar mi anillo de compromiso para poder tocarlo y recordar que estoy felizmente comprometida con un hombre maravilloso. Todo va bien en mi vida. Tengo lo que siempre he querido…

Aun así, cuando su mirada y la mía se cruzan, no puedo evitar aflojar la tensión en mi cuerpo. La sonrisa sale en automático, y mis ojos reflejan aquella calidez y probablemente el brillo que solían tener cada vez que me encontraba con él.

Me estremezco de solo saber que sigo teniendo ese tipo de reacción ante él. Pero es algo normal… ¿no? Es decir, fue una persona importante en mi vida, es por eso que no le soy indiferente. Claro. Solo es eso. Y es por ello que debo olvidar todo lo malo que ocurrió en el pasado.

En primer lugar, porque, como la misma palabra lo dice, es algo que ya pasó.

Y, en segundo lugar, porque no tengo nada que recriminarle. Él terminó conmigo. Rompió nuestro matrimonio y destrozó mi vida con ello, pero fue sincero. Siempre fue sincero. Prefirió que dejásemos lo nuestro antes que engañarme con otra mujer, porque él se conocía a sí mismo, y sabía que terminaría sucumbiendo ante los encantos de las piernas bronceadas y largas. Y yo lo acepté. Era aceptar el divorcio y así evitar ser cornuda, o que él me fuese infiel, y aceptarlo, solo por no querer dejarlo. Y tan estúpida así no soy.

Tengo amor propio. Y en ese momento la admiración por mí misma creció más de lo que ya lo hacía.

Por un momento pensé que no podría superarlo porque lo que vivimos, aunque fue muy corto, fue intenso. Un tipo de fuego que jamás he vivido con nadie. Un tipo de fuego que no necesito en mi vida. Porque no solo quema hasta que duele y te complace, no, este era un tipo de fuego en el que, al final del día, te dejaba vacía y con las secuelas de un amor no correspondido.

Quien ama no daña de esa manera.

Así que no tengo nada que reprocharle.

Él prefirió dejarme a ser un maldito infiel. Y eso está bien. Está superado. Tiene su vida y yo tengo la mía.

Aunque eso no quita que, luego de siete años, me siga haciendo sentir nerviosa. No es justo.

—Buen día, señorita Hallman. ¿O ya debería decirte señora? —Oh, recuerdo perfectamente al señor Lombardi. ¿Cómo olvidarlo?

Era un hombre que, a pesar de tener un nuevo amor y otro hijo con esa mujer, nunca pudo olvidar a la madre de Xavier. Ella fue el ser más importante en su vida, y, aunque metía la pata constantemente con Xavier, sé que también lo ama a su manera.

Lo veo enarcar una ceja, esperando por mi respuesta y yo parpadeo un par de veces, y carraspeo, antes de sonreírle y negar con mi cabeza. ¿Qué era lo que me había preguntado? Ah, sí. Lo dice por mi compromiso.

—Creo que podría estar casada, o incluso ser una anciana y no aceptaría que me llamasen señora. Por nada del mundo —mi respuesta hace reír a seis de las siete personas alrededor de la mesa que se encuentra en el centro del lugar. Solo no sonríe una, y eso es porque, muy probablemente, y por la manera en la que no puede dejar de mirarme, supongo que no ha salido de su trance.

Espero de todo corazón que no sea un problema para él trabajar conmigo porque a mí todo lo que me interesa es hacer mi trabajo de la mejor manera posible. Más cuando hay personas de por medio que se beneficiarían mucho con mi ayuda y la de la empresa para la que trabajo.

—Es bueno saberlo. Así como también es bueno el que hayas decidido trabajar con nosotros.

—Oh, esa decisión no fue mía. Lo ha aceptado mi jefe, a mi luego me dieron toda la información. La verdad es que me sorprendí mucho cuando supe de la empresa que patrocinaría este proyecto. Me alegra que sean ustedes. Sé del empeño que les ponen a las cosas que hacen.

Y no estoy mintiendo.

Luego de haber dado mi confirmación, mi jefe me llamó a su oficina. Primero quedé de piedra, paralizada, al saber que vería a mi ex suegro, con quien, por cierto, y como se puede notar ahora, me llevaba súper bien. De hecho, también le caía bien a Lorenzo, el segundo hijo suyo.

Lo que no sabía era que Xavier estaba involucrado en esto, pero me plantee el hecho de que podría llegar a pasar, así que estuve preparándome los dos días anteriores a esta reunión porque sabía que era una posibilidad muy grande el volver a verlo.

Y ha ocurrido.

Aunque, pensándolo bien, no estaba tan preparada como creía. Casi no le puedo aguantar la mirada.

—Y así será. Quiero que, por ahora todos conversemos de los puntos claves en los que debemos enfatizar y consolidar antes de realizar cualquier viaje e ir al grano. Quiero escuchar propuestas y plantear propuestas. ¿Está claro?

La mayoría respondió con un ‘’perfecto’’ o ‘’está bien’’

Nos sentamos alrededor de la mesa y lo primero que hago es tomar el vaso de vidrio con agua que está a un costado mío. Tomo bastante agua y luego lo dejo casi vacío en su mismo lugar.

—¿No te piensas sentar, Xavier? —Escucho a su padre hablar, y levanto mi mirada nuevamente.

Se queda parado por lo que parecen ser diez minutos más, pero tan solo pasa uno. Nunca deja de mirarme. Ni siquiera lo hace cuando se mueve con suma lentitud y hace hacia atrás el asiento en donde se termina dejando caer. Acomoda su saco. Sus ojos penetran mi alma. Me hace estremecer una vez más. ¿Qué demonios le pasa?

Las demás personas no dejan de mirarlo y murmurar. Y a él, nada le importa. Como siempre.

—Bien. Comenzaré por dejar en claro que el dinero está asegurado. Hay una cantidad más que suficiente destinado a esto, pero, como es obvio, no nos puede salir gratis. No queremos ganancias en cuanto a lo monetario se refiere, queremos que la mayoría de personas posibles que puedan ser salvadas se planteen vivir acá, trabajar para nosotros, darles un mejor futuro. Saldremos ganando todos.

—Creemos un programa entonces. Deberíamos tenerlo preparado para cuando lleguen las personas que se interesen en venir. Tenemos que dejar muy en claro cómo podemos ayudar a esta gente con su documentación, pasaje y estadía. Que sean unos dos o tres meses en los que le cubrimos todo y ya con esos dos primeros pagos tendrán dinero más que suficiente para comenzar a independizarse y cuidar de sí mismos.

Todos en la sala se ven sorprendidos cuando Xavier habla. Pareciera que no estuviesen familiarizados con la intervención de él. Supongo que es algo que hace mucho ¿no? Trabaja para la empresa. No entiendo por qué lo miran como si tuviese cinco ojos.

—¿Y qué propones? —Exclama Xoan, su padre. No pasa desapercibida la pequeña sonrisa en sus labios y cómo esa ceja enarcada irrita a su hijo, a quien, claramente, está retando a que diga más, a que opine y se integre más.

—Tenemos un mes… ¿No es así?

—Si queremos tener todo listo antes de que sea el viaje a Irak, sí.

—Entonces, propongo que los primeros diez días nos hagamos cargo de inmigraciones. Danna, ese será tu trabajo. —La mujer a mi lado asiente y anota en una libreta —. La segunda, buscar un hotel que esté en buenas condiciones, pero que nos haga una buena rebaja al necesitar no una sino varias de sus habitaciones. Leo, pide unas veinte o treinta. No creo que se lleguen a cubrir todas, no creo que venga tanta gente desde allá, la verdad. En caso de que sobren, las pagaremos igual, y en caso de que falten, trata de estar negociando en caso de tengan algunas más disponibles. En cuanto al pasaje, yo me encargo. Y, sobre los víveres, mi padre tiene un supermercado que fácilmente puede suministrarnos. Nosotros nos las arreglamos.

—Ni siquiera dijiste todo como una sugerencia. Tú lo estás ordenando —Xoan trata de que suene como reproche, pero se nota lo feliz que se encuentra porque su hijo está actuando como si él fuese el jefe.

Miro entre ambos. Trato de no dejar mi mirada mucho tiempo sobre Xavier porque todavía no deja de mirarme.

¡¿Por qué demonios no deja de mirarme?!

—En cuanto a la seguridad: el propio gobierno, de la mano con el ejército, ha contactado a la empresa para la que trabajas. Ellos van a garantizar la seguridad de tú persona y la de quien sea enviada desde acá —otro de los hombres que están en la reunión comienza a hablar y se dirige directamente a mí. Trato de enfocarme únicamente en él aun cuando mi piel hormiguea a causa de esa penetrante mirada que no me deja en paz —, nosotros trataremos de mantenernos al margen de la guerra, pero al mismo tiempo, lo más cerca posible para cumplir con lo que nos corresponde.

—Ya tenemos algunas listas con suministros para enviar y que puedas hacer tu trabajo, señorita Hallman —una tercera mujer, Dionisse, según el nombre en el broche de su ropa, me sonríe mientras habla —. Antes de irte requiero que me dejes por escrito tu mail para poder enviártelas y que me digas que falta o sobra algo.

Asiento y enseguida anoto toda la información que requiere en la pequeña libreta delante de mí, para luego alargar mi brazo y entregárselo. Su sonrisa se amplía en agradecimiento.

—Bien. Ahora solo estaría faltando elegir a la o las personas que irán a Irak junto con nuestra querida señorita Helena Hallman… —comienza a decir Xoan.

Observo a Xavier levantarse de su asiento y abrochar los dos botones de su saco. Un suspiro de alivio escapa de mi cuando entiendo que se ha levantado para irse porque ya no le interesa poner los puntos sobre la mesa. Él ya ha dicho las cosas que le interesan. Se irá… yupiiiiii.

La sonrisa y tranquilidad se esfuman de mi rostro cuando veo que, antes de darse media vuelta, dice:

—No entiendo para qué preguntas lo obvio. Es mi idea lo de los programas, las becas y el trabajo. Iré yo.

Termina por salir, dejando a la sala sumida en silencio.

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