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Capítulo 6 - Una gran mentira

Natalia

Seguía mirando a la nada a través de la ventana del apartamento, Pablo dormía, habíamos llegado a las dos de la mañana de los quince de Maco, quiso intimar, pero yo no quise. ¿Por qué me afectó tanto volver a ver a Guillermo?, trabajo con una de las mejores amigas de su madre y ya no sentía nada.

Él intentó por todos los medios salvar la relación, yo lo amaba, pero no podía retener a alguien que ya no sentía lo mismo porque en alguna parte de nuestra preciosa relación nos perdimos. No tenía remordimiento al respecto, se intentó, y aunque me dolió en el alma, lo dejé libré, mentí esa tarde, le dije lo que él deseaba decirme… que a los dos se nos había acabado el amor.

Volví a beber el chocolate que tenía en mi taza, ahora se veía diferente, aunque su esencia seguía igual; siempre tan caballero, tan respetuoso, una copia exacta de su tío en temperamento. Recuerdo lo mucho que me decía que el ser que más admiraba era a su tío, su padre, su amigo y mentor.

En fin, no debería de tener a Guillermo en la cabeza, Pablo… tenía muchos problemas con él, y ahora era mi esposo. Y Guille un lindo pasado… Dios, no tenía por qué sentir esto; pero no podía olvidar quien fue mi primer amor, mi primera vez. Volví a mirar la cadena con el anillo que tenía en mi mano. Mi mente viajó siete años atrás…

—¿Te gustó la cena?

Era tan lindo, no era el hombre más bello, físicamente hablando, como lo podía ser el loco de su mejor amigo, pero Guille era en extremo muy varonil y tierno cuando quería, por lo menos lo era conmigo.

—Me encantó, y el que tú cocinaras mejor todavía.

—Mi tío y yo sabemos cocinar, te lo había dicho.

Tomó mi mano y me levantó, sus manos acunaron mi rostro y después de esa mirada en la que no había duda de lo mucho que me amaba, nos besamos, sus manos se aferraron a mi cintura… sutilmente comenzó a subir por la espalda para soltar mi brasier.

—Puede regresar tu tío.

—Lo acabas de ver, se fue con una maleta, ellos no volverán y hoy estamos celebrando nuestro aniversario, —sus manos llegaron a mis pechos y de una manera tan demandante me apretó los pezones. No pude reprimir el gemido—. Antes de hacerte el amor, quiero entregarte mi regalo junto a una promesa.

—¿Cuál? —se alejó.

Caminó hacia su chaqueta, la cual estaba en el perchero y me mostró una cajita, de ella extrajo una cadena con un anillo.

—Estamos muy jóvenes para casarnos, apenas vamos a mitad de carrera, tú en psicología y yo de ingeniero mecánico, sabes que el año entrante comienzo con la de electrónica. Pero quiero hacerte una promesa, —mi corazón latía a mil, me puso la cadena—. Este es tu anillo de compromiso, estoy seguro de algo Naty, es que serás mi esposa en unos años. ¿Deseas casarte conmigo?

—Ya tengo el anillo en el cuello.

Como tonta salté y me tomó de los muslos para que pudiera enredar mis piernas en su cintura, comenzó a caminar hacia su habitación, la misma que fue testigo de nuestro amor… de mi primera vez, en todas las formas posibles. Esa habitación encapsuló nuestra pasión.

—¿Cuál es tu respuesta?

—Sí, seré tu esposa.

¿En qué parte de nuestra historia quedó olvidada esa promesa? No pude evitar que los ojos se me humedecieran.

—¡Tráeme el desayuno! —cerré mis ojos.

Detesto cuando Pablo actuaba de esta manera. Guardé la cadena debajo del buzo que tenía puesto.

—¡Se pide el favor! —le grité.

Al verlo en la sala me asusté, a los seis meses de habernos casado dejó de ser ese perfecto hombre del que supuestamente me había enamorado.

—¿Vas a volverme a gritar?

—Mira Pablo, si sigues con esa actitud, ya lo habíamos hablado, con esa agresividad, es mejor que te alejes, y si me llegas a poner una mano encima… te vas preso. —Ya no le tenía miedo. Le he dado oportunidades, cada vez nos ofendíamos más.

—¿Qué? ¿El volver a ver a tu ex te dio motivos para contestarme? Nunca te daré el divorcio.

—No metas a Guillermo en esto que solo tú y tu problema de alcohol han causado. Hazte el desayuno, tengo invitación en la casa de mis padres.

—Soy tu esposo, debo estar invitado.

—Estará mi hermano Alberto y su familia. ¿Quieres ir?

A mi hermano jamás le había caído bien, en cambio, adoraba a Guillermo. Debí de haberle hecho caso. Pero el año pasado en que Pablo se emborrachó y se pasó de listo con mi cuñada la tenía sentenciada, y para agravar el hecho, desde la Navidad pasada no había vuelto a estar con él de manera íntima… no desde esa vez.

—Y eres tan descarada de pedirme a mí el divorcio por infiel. Y tú te excusas con un almuerzo con tu familia para verte con él. —sin duda estaba loco. Por eso era lo mejor separarnos.

—Dame el divorcio y dejamos de hacernos daño. Le mostramos al mundo algo que no somos.

Tomé mi bolso, las llaves del carro, la chaqueta y salí del apartamento. Al menos no cometí la estupidez de casarme por la iglesia. Y saber que cuando dura sin beber es un ser tan diferente. Pero ya existe mucho daño entre nosotros. Pasamos todos los límites, infidelidad de su parte, maltrato verbal de mi parte y él fue físico.

Ya no existe el respeto, pero nada que me quiere dar el divorcio. Además, mis padres desconocen esa parte de mi matrimonio. No quiero darles más problemas, con el fracaso con Guillermo caí en depresión y mis padres sufrieron mucho. No quiero darles otra tristeza, no con la batalla que tenemos con mi madre contra el cáncer.

Gracias a Eros, mi madre estaba ganando esa batalla, pero la parte emocional era importante y no podía darle una pena. Ellos ya tenían sus problemas y con lo de la borrachera de Pablo y esa propasada con mi cuñada, mis padres me dijeron que era mejor no tenerlos juntos.   

Al subir al carro, volví a mirar la cadena. No sé por qué nunca me la había quitado, y le dije que era un regalo de mi abuela, por eso la usaba. Veo que mi matrimonio desde el inicio fue una suma de mentiras.

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