Capítulo 7 - Ella una insolente y él una decepción

Tres años después.

Santos

Salí del baño después de hacer ejercicio, si algo le agradecía a David era que nos inculcó el estado físico, y la ira que a los veinte desarrollé generándome tantos problemas, hasta el punto de que todos ellos me obligaron a practicar el Boxeo y Taekwondo. El primero fue como castigo por parte de César después de sacarme de la cárcel por haber formado un tropel.

Pude haber salido en veinticuatro horas, pero para darme una lección llamaron a mis hermanas y ellas los apoyaron, por eso pasé una semana tras las rejas de esa comisaria.

Todas mis hermanas me visitaron en esos días, llevaban comida, Maju y Regina también me visitaron a diario; mientras una daba consejos la otra solo regañaba.

Pero ninguna movió un dedo, y aunque no entendí en los primeros tres días, al cuarto cuando el padre Castro fue a visitarme, comprendí cuanto me amaban. Yo era el desadaptado, yo era quien debía de poner un alto a mis desenfrenos o terminaría mal y haciéndole daños a seres que amaba, aunque no se los dijera… Eso me dijo el padre, «No es obligación decirles que los amas y respetas, solo demuéstrale con hechos lo importante que son.»

No entendí en su momento como era posible, que me dejaran encerrados cuando todos tenían dinero para sacarme, nadie pagó la fianza. Vladímir, Benjamín, Aurelio, Gustavo y César todos coincidieron en que lo hacían por mi bien. Mi padre murió mientras estuve en cautiverio, pero se aseguró en dejarme al cuidado de cinco padres y cuatro tíos, porque no podía dejar a un lado a David, Alejandro, Carlos y José Eduardo. Ya a mis treinta y tres comprendía muchas cosas.

Terminé de arreglarme. Hace cuatro meses nos radicamos en Brasil, la empresa en este país estaba dando perdidas y me enviaron a poner orden. Eso si siempre viajaba con mi equipo, mi viejita mexicana no la dejaba en ninguna parte. Ella solo se reía, pero a doña Lolita no la despediré por nada del mundo.

Guillermo no demora en radicarse en Río de Janeiro. Debía dejar a su sucesor en Canadá, de hecho, en una semana nos reuniremos en la convención que realizará la compañía en Colombia. Salí a prepararme un café. La multinacional me entregó un pent-house en uno de los rascacielos más elegantes de Río.

Cuenta con un gimnasio y piscina, era de dos pisos, con una cocina que parece digna de un chef, cuatro habitaciones, área de lavado, sala, comedor, un despacho, era tremendo lugar. Me encontraba en la gloria profesional, sin descuidar mis empresas en Colombia donde mis hermanas estaban al frente.

Llegué a la sala y abrí el álbum que me dio María Constanza en la Navidad de hace tres años, de hecho, no los había vuelto a ver a los chicos, Maju y César si me visitaron en Canadá hace seis meses. Al abrirlo estaba una dedicatoria de su parte, muy contundente y altanera.

Este presente es para recordarte que naciste de una mujer, tienes hermanas y dos mujeres a las cuales consideras madres, aparte de un ramillete a las que le diste el calificativo de tías.

Sin importar las circunstancias, a todas trátalas como si lo hicieras con las mujeres que son importantes. Es decepcionante el hombre que no marca la diferencia entre un caballero y un patán.

Fue un insulto sin lugar a duda, esa pequeña insolente será un dolor de cabeza para el hombre que se atreva a meterse con ella. Era un fastidio, —pasé las hojas—, y la foto de mi madre era la primera, luego una de cada una de mis hermanas, también una donde estaban ellas con mi mamá… —al continuar—. Venía la foto de Maju, Regina y por último una foto donde estaba Virginia, Blanca, Fernanda y Patricia. La siguiente hoja decía una dedicatoria.

Para que, una vez comprendas y valores el significado de este detalle, y con orgullo puedas animarte a poner la foto de tu novia, amigas fraternales no sexuales, a tu esposa e hijas. La mujer es un ser importante. Solo una te hizo daño, y en este ramillete te puse diez a las que les importas y para ti son sagradas.

Espero sepas sumar y restar para que llegues al resultado correcto.

Feliz Navidad.

María Constanza.

Fue insolente, la pequeña pitufa me amargó los días siguientes a la Navidad, me hizo sentir bruto, estúpido y no comprendía como una niña de quince cagados años, regañara como una abuela. En todo caso ella ni por enterada se dio, ella si se divirtió muchísimo con Samuel, mientras yo pasé hablando con César y Julián de vez en cuando. 

Maju y ella se encargaron de tremendos manjares no me podía quejar al respecto, comí como los dioses, pero cada vez que la veía me hacía rugir por no ponerla en su lugar por respeto a Maju. —Y mírenme aquí, he arrastrado este álbum por tres años—, aún no tenía idea porque no lo había botado.

Guillermo después de verlo un año después me dijo que en un acto tan simple me dijeron de manera contundente y decente la pecueca que era como persona en el ámbito de las mujeres, y era muy cierto lo escrito, todos me lo habían dicho, pero que llegara una carajita menor de edad con un metro cincuenta y poquito a decírmelo me jodió bastante.

Hasta el día que pueda decirle varias verdades no lo votaré. Tenía que desquitarme el que me haya dicho que condené a todas solo por una. Ni siquiera sabe lo que viví en cautiverio para que se crea Maco apostólica.

……***……

María Constanza

Sonreí al ver a papá esperándome. Acababa de llegar de Argentina, corrí como loca para abrazar al hombre más perfecto con todos sus imperfectos, pero como padre era magnífico. Él y mamá una vez al mes me visitaron, tanto en Perú como en Argentina. He de suponer que será lo mismo ahora que me radique en Brasil.

—¿Cómo está la princesa de papá?

—Crecida, papi.

—Siempre serás mi bebé, si Julián sigue siendo mi niño, al igual que Samuel. Jamás crecerán ante mis ojos. —Lo abracé.

Tomó la maleta, caminamos por el aeropuerto hasta llegar al parqueadero. Ya su cabello un tanto grisáceo le quedaba muy bien y a mamá le encanta. Del aeropuerto El Dorado hasta la casa, hoy sábado nos espera más de una hora y media si no nos encontrábamos con trancón por la avenida treinta.

—¿Y mamá?

—Esperándote en casa.

—¿Me hicieron bienvenida?

—¿Tú qué crees? Toda la familia te espera.

Ingresé a la camioneta, mientras nos dirigíamos a casa en una plática muy amena, comencé a jugar con la cadena que él me regaló. Nunca más volví a verlo después de esa Navidad. La verdad fue muy decepcionante lo patán que fue. Es cierto, me lo habían dicho y en la familia Santos tenía una larga lista de historias, hasta pasó una semana en la cárcel.

Y jamás me mentiré a mí misma. Me había pegado una ilusionada con él, desde mis quince lo vi como el hombre perfecto, pero solo lo fue por fuera, y por esos seis meses alimenté mi enamoramiento platónico con un hombre mayor. Qué gran decepción, después de esa Navidad, me desencantó como persona.

Pero, en fin. No tenía idea de que será de su vida, después de pasarla como familia don donde palabras más o palabras menos le dije escoria humana y espero que lo haya entendido y mejorará para su bien. Tampoco podía negar que a todos los chicos conocidos los terminaba comparando con el porte, los gestos, la sonrisa, su hermetismo… hasta su inteligencia, porque podría decir que su único pecado era lo mujeriego, del resto era perfecto y en extremo inteligente.

En todo caso yo termino rechazándolos, a mis dieciocho años seguía virgen, sonaba patético, y ya ni yo me hago caso, era un caso perdido. Como suele decirme, Samuel era una vieja reliquia anticuadísima.

—¿Ya te quedas con nosotros o te vas para otro país?

—Me quedan dos; Brasil y México. Luego si ya me radico de nuevo en Colombia para inaugurar mi restaurante.

—Eso se escucha bien. Solo falta un año, porque pasas seis meses en cada lugar. Te tenemos una sorpresa y el terreno para poner tu prestigioso restaurante, lo tenemos.

—No sé qué haría sin ustedes.

Desde que estaba en once grados me matriculé en la carrera de chef y siguiendo el ejemplo de Eros adelanté muchas materias y saqué mi carrera en tres años y a los diecisiete ya era chef. El año pasado con el permiso de mis padres me fui para Perú a especializarme en la comida peruana en un curso intensivo personalizado. Lo mismo hice con Argentina. Cuando mis otras amigas terminen sus carreras yo ya estaré inaugurando mi restaurante.  

—Con Brasil ya no me preocupa, a Santos lo trasladaron a ese país, hace cuatro meses, así que le pediré alojamiento en su casa.

Iba a rehusarme, pero… luego de pensarlo un poco, era mucha coincidencia y no soy mujer de creer mucho en ella. ¿Habrá cambiado? Mi corazón cobró vida de una extraña manera. ¿Esto qué significaba?

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