Tres años después.
Santos
Salí del baño después de hacer ejercicio, si algo le agradecía a David era que nos inculcó el estado físico, y la ira que a los veinte desarrollé generándome tantos problemas, hasta el punto de que todos ellos me obligaron a practicar el Boxeo y Taekwondo. El primero fue como castigo por parte de César después de sacarme de la cárcel por haber formado un tropel.
Pude haber salido en veinticuatro horas, pero para darme una lección llamaron a mis hermanas y ellas los apoyaron, por eso pasé una semana tras las rejas de esa comisaria.
Todas mis hermanas me visitaron en esos días, llevaban comida, Maju y Regina también me visitaron a diario; mientras una daba consejos la otra solo regañaba.Pero ninguna movió un dedo, y aunque no entendí en los primeros tres días, al cuarto cuando el padre Castro fue a visitarme, comprendí cuanto me amaban. Yo era el desadaptado, yo era quien debía de poner un alto a mis desenfrenos o terminaría mal y haciéndole daños a seres que amaba, aunque no se los dijera… Eso me dijo el padre, «No es obligación decirles que los amas y respetas, solo demuéstrale con hechos lo importante que son.»
No entendí en su momento como era posible, que me dejaran encerrados cuando todos tenían dinero para sacarme, nadie pagó la fianza. Vladímir, Benjamín, Aurelio, Gustavo y César todos coincidieron en que lo hacían por mi bien. Mi padre murió mientras estuve en cautiverio, pero se aseguró en dejarme al cuidado de cinco padres y cuatro tíos, porque no podía dejar a un lado a David, Alejandro, Carlos y José Eduardo. Ya a mis treinta y tres comprendía muchas cosas.
Terminé de arreglarme. Hace cuatro meses nos radicamos en Brasil, la empresa en este país estaba dando perdidas y me enviaron a poner orden. Eso si siempre viajaba con mi equipo, mi viejita mexicana no la dejaba en ninguna parte. Ella solo se reía, pero a doña Lolita no la despediré por nada del mundo.
Guillermo no demora en radicarse en Río de Janeiro. Debía dejar a su sucesor en Canadá, de hecho, en una semana nos reuniremos en la convención que realizará la compañía en Colombia. Salí a prepararme un café. La multinacional me entregó un pent-house en uno de los rascacielos más elegantes de Río.
Cuenta con un gimnasio y piscina, era de dos pisos, con una cocina que parece digna de un chef, cuatro habitaciones, área de lavado, sala, comedor, un despacho, era tremendo lugar. Me encontraba en la gloria profesional, sin descuidar mis empresas en Colombia donde mis hermanas estaban al frente.
Llegué a la sala y abrí el álbum que me dio María Constanza en la Navidad de hace tres años, de hecho, no los había vuelto a ver a los chicos, Maju y César si me visitaron en Canadá hace seis meses. Al abrirlo estaba una dedicatoria de su parte, muy contundente y altanera.
Este presente es para recordarte que naciste de una mujer, tienes hermanas y dos mujeres a las cuales consideras madres, aparte de un ramillete a las que le diste el calificativo de tías.
Sin importar las circunstancias, a todas trátalas como si lo hicieras con las mujeres que son importantes. Es decepcionante el hombre que no marca la diferencia entre un caballero y un patán.
Fue un insulto sin lugar a duda, esa pequeña insolente será un dolor de cabeza para el hombre que se atreva a meterse con ella. Era un fastidio, —pasé las hojas—, y la foto de mi madre era la primera, luego una de cada una de mis hermanas, también una donde estaban ellas con mi mamá… —al continuar—. Venía la foto de Maju, Regina y por último una foto donde estaba Virginia, Blanca, Fernanda y Patricia. La siguiente hoja decía una dedicatoria.
Para que, una vez comprendas y valores el significado de este detalle, y con orgullo puedas animarte a poner la foto de tu novia, amigas fraternales no sexuales, a tu esposa e hijas. La mujer es un ser importante. Solo una te hizo daño, y en este ramillete te puse diez a las que les importas y para ti son sagradas.
Espero sepas sumar y restar para que llegues al resultado correcto.
Feliz Navidad.
María Constanza.
Fue insolente, la pequeña pitufa me amargó los días siguientes a la Navidad, me hizo sentir bruto, estúpido y no comprendía como una niña de quince cagados años, regañara como una abuela. En todo caso ella ni por enterada se dio, ella si se divirtió muchísimo con Samuel, mientras yo pasé hablando con César y Julián de vez en cuando.
Maju y ella se encargaron de tremendos manjares no me podía quejar al respecto, comí como los dioses, pero cada vez que la veía me hacía rugir por no ponerla en su lugar por respeto a Maju. —Y mírenme aquí, he arrastrado este álbum por tres años—, aún no tenía idea porque no lo había botado.
Guillermo después de verlo un año después me dijo que en un acto tan simple me dijeron de manera contundente y decente la pecueca que era como persona en el ámbito de las mujeres, y era muy cierto lo escrito, todos me lo habían dicho, pero que llegara una carajita menor de edad con un metro cincuenta y poquito a decírmelo me jodió bastante.
Hasta el día que pueda decirle varias verdades no lo votaré. Tenía que desquitarme el que me haya dicho que condené a todas solo por una. Ni siquiera sabe lo que viví en cautiverio para que se crea Maco apostólica.
……***……
María Constanza
Sonreí al ver a papá esperándome. Acababa de llegar de Argentina, corrí como loca para abrazar al hombre más perfecto con todos sus imperfectos, pero como padre era magnífico. Él y mamá una vez al mes me visitaron, tanto en Perú como en Argentina. He de suponer que será lo mismo ahora que me radique en Brasil.—¿Cómo está la princesa de papá?
—Crecida, papi.
—Siempre serás mi bebé, si Julián sigue siendo mi niño, al igual que Samuel. Jamás crecerán ante mis ojos. —Lo abracé.
Tomó la maleta, caminamos por el aeropuerto hasta llegar al parqueadero. Ya su cabello un tanto grisáceo le quedaba muy bien y a mamá le encanta. Del aeropuerto El Dorado hasta la casa, hoy sábado nos espera más de una hora y media si no nos encontrábamos con trancón por la avenida treinta.
—¿Y mamá?
—Esperándote en casa.
—¿Me hicieron bienvenida?
—¿Tú qué crees? Toda la familia te espera.
Ingresé a la camioneta, mientras nos dirigíamos a casa en una plática muy amena, comencé a jugar con la cadena que él me regaló. Nunca más volví a verlo después de esa Navidad. La verdad fue muy decepcionante lo patán que fue. Es cierto, me lo habían dicho y en la familia Santos tenía una larga lista de historias, hasta pasó una semana en la cárcel.
Y jamás me mentiré a mí misma. Me había pegado una ilusionada con él, desde mis quince lo vi como el hombre perfecto, pero solo lo fue por fuera, y por esos seis meses alimenté mi enamoramiento platónico con un hombre mayor. Qué gran decepción, después de esa Navidad, me desencantó como persona.
Pero, en fin. No tenía idea de que será de su vida, después de pasarla como familia don donde palabras más o palabras menos le dije escoria humana y espero que lo haya entendido y mejorará para su bien. Tampoco podía negar que a todos los chicos conocidos los terminaba comparando con el porte, los gestos, la sonrisa, su hermetismo… hasta su inteligencia, porque podría decir que su único pecado era lo mujeriego, del resto era perfecto y en extremo inteligente.
En todo caso yo termino rechazándolos, a mis dieciocho años seguía virgen, sonaba patético, y ya ni yo me hago caso, era un caso perdido. Como suele decirme, Samuel era una vieja reliquia anticuadísima.
—¿Ya te quedas con nosotros o te vas para otro país?
—Me quedan dos; Brasil y México. Luego si ya me radico de nuevo en Colombia para inaugurar mi restaurante.
—Eso se escucha bien. Solo falta un año, porque pasas seis meses en cada lugar. Te tenemos una sorpresa y el terreno para poner tu prestigioso restaurante, lo tenemos.
—No sé qué haría sin ustedes.
Desde que estaba en once grados me matriculé en la carrera de chef y siguiendo el ejemplo de Eros adelanté muchas materias y saqué mi carrera en tres años y a los diecisiete ya era chef. El año pasado con el permiso de mis padres me fui para Perú a especializarme en la comida peruana en un curso intensivo personalizado. Lo mismo hice con Argentina. Cuando mis otras amigas terminen sus carreras yo ya estaré inaugurando mi restaurante.
—Con Brasil ya no me preocupa, a Santos lo trasladaron a ese país, hace cuatro meses, así que le pediré alojamiento en su casa.
Iba a rehusarme, pero… luego de pensarlo un poco, era mucha coincidencia y no soy mujer de creer mucho en ella. ¿Habrá cambiado? Mi corazón cobró vida de una extraña manera. ¿Esto qué significaba?
GuillermoLlegué al aeropuerto, quería llegar a la casa, saludar a mi familia, pero con el retraso que tuvimos no tenía tiempo más que para llegar al hotel donde hice la reservación por la multinacional. Más bien llamo a mamá más tarde, y en la noche o más bien mañana los visito antes de tomar el vuelo de regreso a Canadá, para terminar el empalme con el nuevo gerente de ingenieros.Llegué al hotel, me registré, subí a la habitación, me bañé de rapidez y vestí. Mientras bajaba al salón de la conferencia llamé a mamá.—Hola, cariño.—Hola, mamá. ¿Cómo están todos?—Bien, nada diferente de ayer a hoy.—Estoy en Colombia, no te dije ayer que hablamos, porque quería darles la sorpresa, pero el vuelo tuvo un retraso de cuatro horas. Voy a ingresar a la capacitación de la compañía y no sé a qué horas termina, mañana los visito desde temprano.—¡Qué alegría verte, hijo! Mañana te espero con un delicioso desayuno.—¿Y me haces el almuerzo también?No suelo pensar en que la mujer sea quien coc
NataliaMe tomaron la declaración después de curar mis heridas, según lo que dijeron los paramédicos, Pablo parece tener costillas rotas y varios traumas y contusiones en el rostro. Dicen que no se podía desear el mal a nadie, pero yo sí se lo deseaba a Pablo.Ahora Guillermo estará detenido, quién sabe hasta cuando, por mi culpa. Mi hermano me iba a regañar, no debía reunirme con él. Tapé mi rostro con las manos, ya no aguantaba más.—Naty, —Santos ingresó a la habitación donde me tenían en la jefatura—. Ya llegó David y Carlos. ¿Quieres hablar? —negué y luego afirmé.Él podía ser una mierda con las chicas, pero jamás les mentía, en nuestra juventud, siempre le decía que no entregaba cariño, solo placer por un par de horas. Jamás en toda la universidad tuvo una novia. Solo eran mujeres para tener sexo. Sin embargo, cuando pasas a ser alguien importante en él, cuando él te considera especial, era un ser humano excepcional.Conmigo siempre fue un gran amigo y jamás, jamás me insinuó o
María ConstanzaNo había dejado de pensar en la razón por la cual le dije a mi padre que esta vez deseaba quedarme un año en Brasil. Mi madre volvió a mirarme de esa manera en la que decía: «no me trago ese cuento.» Ya se le había pasado su preocupación por mi interés descomunal por Santos. A tal punto que le averigüé toda la vida con mi mamá y Regina tres años atrás.Mientras pasaba el tiempo y llegaban mis padres me puse a mirar en internet escuelas para inscribirme y aprender sus platos típicos, también para justificar mi tiempo miré información en repostería. No era que me gustaran mucho hacer postres o tortas, pero esto era para un caso extremo.—Entonces pulguita, ¿te vas para Brasil y te quedarás donde Santos?Samuel se lanzó sobre mi cama, él trabajaba en una empresa petrolera en Barrancabermeja, el año pasado se graduó y hace unos seis meses consiguió trabajo; lo hacía de lunes a jueves, el fin de semana lo pasa aquí.—El chisme como corre. Salta aquí sapito.—No jodas, pulga
SantosCené en casa de los Guzmán, César fue por su hija y yo pasé por el hotel a buscar mi maleta y cancelar mi estadía como la de Guillermo. Con las dos maletas me dirigí al aeropuerto. Al llegar al área internacional vi a toda la familia Abdala L’Charme, ellos eran una familia perfecta, con todos los problemas que puedan o pudieron tener, pero se apoyaban.Desde lejos vi cómo César abrazaba a Maju que me pareció, estaba llorando y los dos hermanos abrazaban a una pequeña que… Madre de mi alma, ¿en qué momento se le desarrolló ese trasero a esa niña?, su cabellera castaña le caía hasta el finalizar de su espalda. «Ya no es una niña, ahora es una joven mayor de edad.»—Buenas noches.Los mayores me saludaron, luego le di la mano a Julián, trabaja desde que se graduó con su padre en la constructora.—Qué alegría verte Santos, sobra decirte, si vez algún zarrapastroso interesado en mi preciosa pigmea mandas una foto y su nombre ya sabes para qué. —soltamos una sonora carcajada.—La cui
María ConstanzaLlegamos a la sala de espera en un silencio un tanto incómodo. Cada vez que cruzábamos la mirada sonreía cordialmente, para luego seguir mirando su celular. No sé por qué mi corazón seguía acelerado, tanto que parece que tuviera una arritmia cardíaca.De reojo lo miraba, tenía el buzo a medio brazo y… los vellos en sus brazos me gustaron, me dieron ganas de tocárselos. «Contrólate, María Constanza, ya ha pasado una hora desde que nos sentamos en la sala de espera y no ha hablado, eres un cero a la izquierda.» —La ansiedad me ganó y cuando estaba así, necesitaba un chocolate. Tomé el morral y me levanté.—¿A dónde vas?Como una tonta me sonrojé, su voz era… «Deja la estupidez Maco, porque debes bajarte de esa extraña nube en la que te subiste tu solita, no eres mujer de su liga.»—A comprar unos chocolates. —Mi voz salió con timidez… «Estás jodida.»—¿Te dan nervios los aviones? —No.—Sí, un poco. —miró hacia el pasillo por el que ingresamos.—Sigue abierto, ¿te gusta
GuillermoNo sabía cómo acomodarme en este camastro, al menos Carlos logró que me dejaran en esta comisaria y me dieron una celda solo, esperaba salir esta semana. Un oficial tocó los barrotes.—Tienes visita.¿Serán mis padres? Al levantarme me quedé detenido a un paso de los barrotes, no pude dar un paso más. Natalia se encontraba frente a mí con todo su bello rostro magullado y en ese momento me sentí tan bien de haber mandado a ese hijo de puta a la clínica. Me acerqué despacio, pasé los brazos por los barrotes para alcanzarla.—Perdóname, por meterte en tal situación.Negué. Mi mano acarició su rostro con delicadeza, mis dedos pasaron la hinchazón de su rostro, y una descarga de energía recorrió todo mi cuerpo. ¿Otra vez?—Por mí no te preocupes, pronto me sacarán, —era muy temprano y hoy lunes debía de tener trabajo en su consultorio—. ¿Vas a seguir con ese imbécil?—No tengo nada con él desde hace casi cuatro años, —arrugué mi rostro—. Ya no teníamos vida íntima en el quinceañe
SantosMiraba a la joven completamente desconcertada por lo que había dicho.—Sí, señorita, habrá reglas. Pero las hablamos en la noche, a mi regreso.—Bien.Se quitó la chaqueta y vi que tenía la cadena que le había regalado en sus quince. No entendí por qué ese simple gesto me agradó.—¿La conservaste? —Pero algo muy en el fondo se regocijó al vérsela.—¿Qué cosa? —señalé y volvió a sonreír.—Lo había prometido, fue una ofrenda de paz. ¿Lo recuerdas?—La ofrenda fue el pan con el chocolate. —volvimos a sonreír.—No fue suficiente en ese momento. —Sus ojos eran lindos.—Eras una niña… bueno, sigues siéndolo, pero a ustedes les gustan todos esos accesorios que usan la juventud ahora. Yo lo vi como una promesa sin fundamento. La verdad… ¿Nunca te la has quitado? O ¿solo te lo pusiste porque te acordaste?—Jamás me la he quitado, eso lo puedes comprobar en todas las reuniones, videos y testimonio de la familia. Y no fue promesa sin fundamento. Puedo tener corta edad, pero cumplo siempre
SantosTenía un puto cansancio. Vi salir a la jovencita que me puso a pensarla más de lo habitual, algo que jamás había hecho en mi vida. La tuve en mi cabeza toda la tarde y sin duda concluí que era intocable. Respetaba mucho a su familia, no me perdonaría el decepcionar a Maju o perder la confianza de un señor al cual veo como un padre como lo había sido César y no iba a dañar a alguien inocente.Solo por el simple hecho de tener unos ojos precisos y era una diosa encarnada en ese cuerpo que aunque pequeño no le quitaba lo bello. De todo lo pensado del día, me dije que en esta ocasión no podía hacer lo que solía cuando veía a una mujer bonita para llevármela a la cama. Como no suelo volver a verlas, desplegaba mi conquista y listo.Con ella era imposible, la veré por un año. Espero poder controlar el deseo de tocarle el trasero. Ella era diferente. Espero en un par de días se pase. Sonreí, al verla caminar hacia el auto, ingresó.—Hola, ¿qué tal el trabajo?—Hola, muy agotador.Arra