SantosTenía un puto cansancio. Vi salir a la jovencita que me puso a pensarla más de lo habitual, algo que jamás había hecho en mi vida. La tuve en mi cabeza toda la tarde y sin duda concluí que era intocable. Respetaba mucho a su familia, no me perdonaría el decepcionar a Maju o perder la confianza de un señor al cual veo como un padre como lo había sido César y no iba a dañar a alguien inocente.Solo por el simple hecho de tener unos ojos precisos y era una diosa encarnada en ese cuerpo que aunque pequeño no le quitaba lo bello. De todo lo pensado del día, me dije que en esta ocasión no podía hacer lo que solía cuando veía a una mujer bonita para llevármela a la cama. Como no suelo volver a verlas, desplegaba mi conquista y listo.Con ella era imposible, la veré por un año. Espero poder controlar el deseo de tocarle el trasero. Ella era diferente. Espero en un par de días se pase. Sonreí, al verla caminar hacia el auto, ingresó.—Hola, ¿qué tal el trabajo?—Hola, muy agotador.Arra
SantosComo una plasta de mierda me sentía, las cagué de todas las maneras posibles y no había excusa. Esa jovencita tenía toda la razón del caso. El corazón me bombeaba de una manera diferente, vi tanta decepción en su mirada y para colmo era tan madura, me ofreció comida, ¡hizo comida para mí!, después de dejarla tirada como si no fuera importante y era la hija de dos personas a las cuales apreciaba mucho en mi vida.No podía permitir que se fuera, ¡mierda! ¿Ahora qué hago? Guille no tiene celular, no me podía comunicar con él y si pudiera me daría una paliza, la cual merecía con todas las de la ley. Llegué a la habitación, el cuarto de María Constanza quedaba al frente, me quité la ropa, me bañé, me puse un pantalón con los que acostumbro a practicar mis artes marciales. Sonó mi celular y era un número desconocido.—¿Sí?—Hola, ¿ya estás por llegar? —¿La italiana?— Te estoy esperando.—Lo siento no puedo ir. —escuché silencio—. Buenas noches.—¿Vas a dejarme plantada? Dijiste que v
María ConstanzaDesperté en la madrugada, me había quedado dormida después de haber llorado por la humillación y porque lo vi besándose con otra. No tenía motivos para sentirme así, pero no me agradó verlo con otra. Era una rara sensación de sentir que solo nací para él. Sin embargo, un hombre así no me gusta.Físicamente, era perfecto, solo eso, por dentro, era tan contradictorio, y no quería gastar mi tiempo. Mamá suele decir que después de tener un buen diálogo con tu pareja, los dos pueden cambiar y amoldarse. Pero a mí me tocaría desarmar a Santos y rearmarlo de nuevo. Y el ser humano debía cambiar para sí mismo, no para agradarle a otro, sino para ser mejor y crecer como persona.Además, no tenía razón para sentir tristeza, ¡él no era nada mío! Entonces, ¿por qué me arde el estómago al recordar cómo la besaba? —hice una pataleta en la cama, me senté—. No iba a llorar más, él no era nadie. La gente importante para mí se encontraba en Colombia.Me levanté, tenía mucha sed. La puer
NataliaCarlos me miró, en su mano llevaba toda la evidencia que había guardado de Pablo.—Ustedes tienen más de veinte años de casados y los veo tan enamorados siempre, lo mismo pasa con Maju, Virginia, Patricia, Blanca, ustedes se ven perfectos.—No creo que haya un secreto, es más bien compromiso, te hablaré por mí, puede que Fernanda tenga otra respuesta, o cualquier otra persona. Pero para mí existe mi compromiso ante lo que quiero en mi vida. Aquí donde nos ves, hemos tenido momentos complicados, lidiar con el temperamento de Fernanda no es fácil.» Pero cuando siento a punto de tirar la toalla, me autoevaluó. ¿Qué estoy haciendo yo para llevar a mi esposa al punto de darme tanta cantaleta? Y uno siempre tiene la respuesta, sabemos siempre la respuesta, grata o no la sabemos y depende de nosotros aceptarla o no. Yo Carlos Maldonado aplico mi autoanálisis en todo lo que pasa en mi vida, laboral, emocional, familiar y conyugal.—Se escucha sencillo.—Y lo es. Solo debes dejar el e
SantosAhora lo ocurrido en la mañana… Al salir de mi habitación ella tenía el desayuno listo. Recreé lo sucedido.—Buenos días, —me sonrió—. ¿Entonces te quedas? —Anoche se hizo la interesante y no dio respuesta.—Sí, pero una plantada de nuevo y ni el forro me verás.—Entendido. —sonreí.Se dio la vuelta y mi ojo pernicioso se fue a ese culazo, tenía una sudadera puesta. Siempre me habían gustado las mujeres con buen trasero, pero María Constanza tenía el culo perfecto. —Siéntate, hice el desayuno. —La miré extrañado. —No tienes que hacerlo.—Santos, yo no tolero el comer fuera de casa, y preparar comida para mí sola tampoco es de mucho agrado. Tú debes de desayunar, yo no tengo problema en cocinar. Mañana empiezo clases. —Bien, y gracias.Terminé incauto en la mesa y ella trajo frutas, una tortilla con varios ingredientes que se veía deliciosa y arepas santandereanas, —no tenía idea la emoción que me dio al ver las arepas que hacía mi mamá. Se sentó a mi lado.—¿No te gustan?—M
María ConstanzaPor la virgencita del Carmen, como dice mi nana. Este hombre era una escultura, y por tonta me sonrojé al verlo. Menos mal se fue, ayer decidí no darle mente y aceptar que nunca tendré nada con él, y hoy se me presenta así, mi cuerpo que nunca había sentido este tipo de sensaciones se encendió y agitó.Ingresé a la cocina para tomar un poco de agua y cuando me calmé comencé a empacar nuestro almuerzo… «Mi niña, me alegra que te gusté la cocina. No sabes el amor que se puede dar por medio de ella. Así mujeres y hombres le huyan, pero es el medio más efectivo para conquistar, sanar y llenar corazones.» —eso dijo mi nana Carmen una vez. Sonreí ante mi tontería de ganármelo por el estómago.¿Y sigo pensando en ganármelo? Menos mal cuando compramos las cosas para acondicionar la cocina, incluí recipientes especiales para llevar almuerzos, supongo tiene una secretaria y debe ser despampanante… ¿Tendrá sexo con ella? «¡Y a ti qué te importa!», guardé todo.Me senté a desayuna
SantosNo puedo concentrarme, desde anoche María Constanza solo dijo: «¡Ups!» Y se fue a dormir, no me dijo quién era ese tal Bryon y esta mañana que la dejé frente al lugar donde toma sus clases, un joven la recibió con una gran sonrisa y le desordenó el cabello. Lo bueno es que le tomé un par de fotos al hombre.No son celos, solo sigo instrucciones de César y los hermanos, me pidieron que les mandara fotos para investigar y ver si no tiene malas intenciones. Puede que la gente lo vea excesivo, pero quienes han sufrido un secuestro personalmente en mi caso o cercano como le pasó a César, uno toma medidas.Cuando llegue le informo. Pero eso no quiere decir que no me sienta incómodo con la familiaridad que tiene con una persona la cual conoció el día de ayer. «¡Ups!» Solo eso dijo, no tenía idea del significado, no comprendo en este caso ese «ups». Sonó mi celular y era Naty.—Hola, Natalia. ¿Cómo estás?—Hola, Santos. Bien en lo que respecta. Con muchos nervios por lo de mañana.—No
María ConstanzaLlegué al apartamento y Natalia se estaba preparando un café.—¡Maco! —Nos abrazamos, en mi grado fue la última vez que la vi.—¡Naty! Qué alegría tenerte en Brasil. Así no me siento sola. Regálame un momento y me cambio.No me demoré mucho. Me di un baño de rapidez, me puse una sudadera, para estar en la casa cómoda y un top, ya que no llegará Santo hasta el lunes. Salí a buscarla para hablar un buen rato.—Ahora sí. Cuéntame, ¿qué haces por estos lares?—Santos no te dijo nada. —negué.—A ese hombre hay que sacarles las palabras. Y casi siempre termino regañándolo y él imponiendo. Esta semana ha sido extraña. Sé la situación de Guille, que tu esposo te pegó. Pero no sé por qué estás aquí.—Debe ser difícil convivir con Santos, él es extrañamente un ermitaño.—Tú lo conoces más que yo, me ha parecido un patán.—También.—No hablemos de él, al menos pasaremos cuatro días sin su presencia. Cuéntame de ti, ¿tu marido cómo sigue?—La historia es para largo. Y no lo vas a