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Capítulo 4 - ¿Un hombre gallardo?

María Constanza

Seguía al pie de las escaleras, debatiéndome en sí, armar un escándalo en mi propia fiesta. Una vez se terminó el vals le dije a mamá que necesitaba ir al baño, vine corriendo y al subir las escaleras vi lo que no tenía que ver, luego se encerraron en su habitación y corrí a mi recámara a pasar el enojo con la arpía de novia que ahora tenía Julián.

Pero como… ¿Santos como hizo eso? Tan lindo que me pareció ese hombre… Jamás me imaginé verlo y menos con la asquerosa esa, pero en que momento se le ocurrió a Julián terminar con Adara. A mi madre tampoco le agradaba la novia de hace unos cuatro meses. Lo cierto era lo que vi, ¿estarán aún en su habitación?

Me da tanta rabia que Julián sea tan terco y… tampoco sé lo que ocurrió entre ellos. Pero meterse con sabandijas interesadas. Si supiera lo mucho que Adara lo amaba. No puedo permitirlo. —al asomarme por la puerta de mi habitación salió Guille, Eros y Julián… ¡Carajos! Me perdí el chisme y tengo que ir al baño.

No demoré mucho, pero al bajar la víbora estaba roja y algo enojada, aun así, alzó la mirada de asesina contra mí y sin saber bien lo que ocurría le sonreí y le saqué el dedo del medio para hacerle pistola. —No demoraron nada encerrados, luego salió mi humano, él tuvo que verlos. ¿Habrá sido un plan de Santos?

La vi dirigirse hacia la puerta de la calle y no pude evitar reírme a carcajada para que me escuchara la sabandija esa. Me senté en el inicio de las escaleras, ¿qué habrá pasado con Julián? El chisme lo averiguo mañana y le diré sus verdades, espero termine con ella. Me quité los tacones, no estaba acostumbrada a utilizarlos, por más que Nadina me dio una clase extrema de cómo usarlos y caminar con ellos.

Pero mis piececitos estaban rojitos, hinchados y comencé a moverlos. «Dios como quisiera mis sandalias.» —comencé a masajearme los pies, que mi madre no venga y lo peor era que faltaba mínimo unas ocho horas más de fiesta. —suspiré, no era lo mío esos eventos, pero quien le quitaba la ilusión a mi bella madre de hacerle una fiesta de quince a su única hija mujer.

—María Constanza.

Me quedé con el pie a medio masaje, ¡qué voz por todos los ángeles!, llegó al primer piso. No iba a negar que era divino y esos ojos claros como el cielo le quedan tan bien a ese rostro. Pero no sabía aun si lo visto en el segundo piso era bueno o malo. Todo depende de las respuestas de mañana. Aunque si debo de ser honesta me dio rabia lo que vi. ¿Por qué esperar a mañana? 

—No le interesa lo que haga, más bien espero usted tenga la suficiente gallardía para que me digas las razones por las cuales besaba a la novia de mi hermano. —alzó la ceja. Vamos a ver que me dice.

—De hecho, fui todo un gallardo, —dijo con sobradez—. Yo le pedí a Julián que llegara a la habitación para demostrarle la clase de novia que tenía, —me puse roja—. Vas por buen camino, niña. Permiso. —arrugué mi frente. ¿Me dijo niña?, mis amigas llegaron. Y yo aún no asimilaba todo lo que él había dicho.

—Maco, ¿qué haces sin zapatos? —preguntó Gaby.

—Me duelen los pies. —Por eso la pezuña de la diabla esa salió tan enojada, si fue así… mis respetos por desenmascararla.

—Debes regresar a la fiesta. —Angélica se acercó.

—¡Tienes esos pies muy hinchados! —Miré a Euma, le sonreí.

—Me duelen mucho los pies. —confesé.

Hasta ganas de llorar tenía de solo pensar que me debía de poner de nuevo esos asesinos de pies.

—Desde ya voy a practicar con los tacones para nuestro quinceañero en unos meses. —dijo Mapa.

—¡María Constanza! —Era mi madre—. Mi amor, debemos tomar las fotos.

—Mami, ¿puedo hacerlo en sandalias?

—Tía mírale los pies. —Mamá me miró de esa manera que me regocijaba el alma.

—Gaby, tú sabes cuáles son las sandalias que le compré para que fueran él remplazó.

—Si tía.

En ese momento ingresó Samuel, él tenía una manía con los cachetes de Gaby, ahora ya no estaba gordita, pero su rostro era muy lindo y redondito. Mi hermano le presionó los cachetes.

—Hola tú.

—¡Ay! Pero que fastidio contigo.

Salió corriendo en busca de lo que mi madre le había pedido, Samuel solo reía y mi madre estaba con las manos en la cintura.

—Oye bonita, cuando me estás mirando así… siento que me jalarás de las orejas. —¿De dónde sacaba tanta vaina Samuel?, todas nos reímos y mi madre solo negaba sin dejar de sonreír, me dio un beso en la frente—. Te estabas demorando, pensé que te había pasado algo.

Esa era la razón por la cual a Samuel le pasábamos las burradas que solía cometer muchas veces. Por muy cansón, era un sobre protector, tenía complejos de guardaespaldas, y así no lo quiera reconocer, cuidaba mucho a Gaby.

—Toma. —Mi amiga me entregó unas bellas sandalias a juego con los zapatos altos.

—¡Maco! —miré hacia Angélica—. Amiga, tienes esos pies muy hinchados —Mapa me tomó de la mano.

—¿Te ayudo a ponértelas?

Me senté en las escaleras de nuevo y mientras me puse una, Mapa me ayudaba con la otra. Quiero tanto a mis amigas. Salimos y mi primera reacción fue buscar al descarado gallardo. Se encontraba con mi hermano, Guille y Eros, entonces no tenía nada de que preocuparme. Julián ya sabía la verdad y él nos quitó a una sabandija de la familia.

Ya estaban repartiendo la entrada. Continué con el tema de las fotos, después de una hora llegué a la mesa de ellos para las fotos reglamentarias. Vuelvo a decirlo, a mis hijas no las pondré a hacer este tour. Eros fue el primero en posar a mi lado, él era muy serio, pero ahora se puso aún más y al mirar vi que Nadina bailaba no tenía idea con quién.

Esa mujer era una mezcla de modelo y reina, aparte de divina era un hermoso ser humano. El segundo fue Guille. Este también había sido un tonto al dejar a Natalia y ahora, si la perdió para siempre, se había casado, pero ese tal Pablo no me agradaba. —Ya me encontraba agotada de tanto mostrar mis bellos dientes.

—Santos, la foto.

¡Mamiiiii! Me puse nerviosa cuando Santos se acercó y como al momento de bailar con él y su delicioso perfume me hipnotizó, por estar tan cerca, su mano rodeó mi espalda… él me puso muy nerviosa, —cálmate corazón, no debes de latir de ese modo. Te lleva exactamente el doble de tu edad.

—Estás más pequeña ahora.

Me puse roja, ahora estaba en mi cruda realidad. Por alguna razón yo no saqué la estatura de mi padre, tampoco la de mi madre, me quedé chaparra.

—Lo que pasa es que ella es pigmea.

Samuel llegó. Se puso a mi lado, Julián al sentir la mirada de mamá se levantó. Llegó a mi lado, Samuel se puso del otro y entre los dos sonrientes nos tomaron varias fotografías que pasarían a la historia. Papá también llegó con esa mirada de orgullo, abrazó a mi madre y ante una atenta mirada de Santos a un lado, mis hermanos y yo comenzamos a posar para el fotógrafo.

Los dos postes de hombres inclinados, dándome un beso en cada mejilla sin dejar de reír, me sentía la mujer más feliz y amada del mundo. Amaba a mi familia, a mis hermanos los adoraba y a mis padres ni se digan. —Suelen decir que yo era la razón de la reconciliación de un momento crucial en el pasado de mis padres, pero el perdón de mi madre y el perdón de papá para con él mismo nos mostraba ahora un matrimonio muy sólido. Julián y Samuel me cargaron.

—Te amamos chiquitina. —miré a Julián quien me regaló una linda sonrisa.

—Y yo los amo a los dos, —me acerqué a Julián—. Ella no era buena, ya te lo había dicho.

—Lo sé, hablamos después.

—Es hora de bailar, ¡y ya se acaban las fotos mamá!

—¡Por eso te amo Samuel! —grité tomada de la mano de mi hermano para ir a bailar.

Puede que en conversaciones me guste hablar más con Eros, Julián y de ahí en adelante, en edades. Pero también me encantaba bailar y en eso los dolores de cabeza de las familias eran expertos. Samuel y yo que llegamos a la pista y el resto de nuestros amigos se animaron para abrir el parrandon. Amaba las reuniones familiares sencillas, donde se bailaba toda la noche, pero sin tanta indumentaria refinada. Esa era yo, una vieja encerrada en un cuerpo de jovencita.

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