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Capítulo 3 - Desenmascarando a una arpía

Guillermo

Su esposo le puso su mano en los hombros, acaparó su atención, le dio un beso en los labios… Bebí otro trago de licor. ¿Qué carajos me pasaba? La gente aplaudió, nos levantamos, la quinceañera ingresaba de la mano de su padre y comenzó a sonar el vals.

—Hagan la fila. —llegó Fernanda—. En orden, primero los integrantes de la familia directa, luego los tíos. Tu Santos ve a hacer la fila como uno más de sus hermanos.

—¿Yo? —sonreí, Santos detestaba toda esta parafernalia.

—Sí, tú. —Lo encaró Fernanda, Alejo y David se reían—. A ti te criaron como un hijo, César y Maju te ven como tal. —alzó la ceja, se encaminó dónde se encontraba Julián y Samuel esperando para bailar, a ese primer grupo se unieron los abuelos. Los dos hermanos le cedieron el turno a él como si fuera el hermano mayor.

—¿Y en qué puesto quedo yo? —dije.

—Con el resto de los primos, tú inicias por ser el mayor.

Ni modo de refutarle a la quien apodaban Chuky. Santos se acercó a la cumplimentada y solo pude notar que la quinceañera estaba roja, dieron varias vueltas en la pista, demostrando los buenos bailarines que eran los dos, hasta que Julián la pidió y al parecer la joven pudo respirar.

» Ahora los tíos, ¡anden ustedes dos!, voy a mandar al resto.

Fue el vals más largo de la vida, más largo que el de mi hermana Adara. Al de Gaby no pude asistir, vi que después de los abuelos, comenzaron los tíos de corazón, los cuales eran cinco, también los amigos de cautiverio llegaron hasta que por fin llegó mi turno.

—Estás, preciosa Maco.

—Gracias. —Me regaló una linda sonrisa y esos dos hoyuelos la hicieron ver más linda—. Pero es muy cansón, a mi hija no la voy a someter a tal tortura, ahora me faltan todos mis primos. —volví a reír.

—La fila es bien larga.

—Ni que me lo digas, cuando sea el momento de las fotos no estaré regia sino derretida. —volví a reírme, dimos dos vueltas más y Ernesto solicitó bailar, le entregué su mano al nuevo bailarín. De regreso a la mesa donde nos habíamos sentado vi a Santos hablando con Julián, el menor parecía algo molesto. Me acerqué.

—¡Si quiere te lo demuestro! Es una arpía tu novia.

—No te metas con ella. —¿Ahora Santos, qué hizo?

—Ella es la que te ha faltado al respeto, en media hora te darás cuenta. —Se desafiaban—. Hermano, sin conocerme, me invitó a pasar una velada.

—¿Qué sucede? —Julián, a sus veinticuatro años, era un hombre de la estatura de Santos.

—Él, que se metió con mi novia.

—Tengo poco más de una hora de estar en esta fiesta, y acaba de citarme tu apreciada novia, ¿a tu mamá le gusta?

El menor se quedó en silencio. Santos podría ser una m****a por completo, pero si algo tenía era que respetaba la mujer de sus amigos y más de ellos a quienes consideraba familia.

—En veinte minutos llega a mi habitación y escucha lo que ella dirá.

—No te atrevas a ponerle una mano encima.

—Querido Julián, ella será quien me las ponga a mí. —Se bebió otro trago de whisky y se fue.

—¿Crees que lo haga, Guillermo?

—Santos puede ser una escoria ante temas de mujeres, pero jamás se mete con las mujeres de los amigos a los que él considera y créeme, Julián, tú para él, eres como un hermano menor. No ha de ser buena tu chica.

—¿Me acompañas? —miró su reloj, buscó con la mirada a su novia y no estaba por ninguna parte.

—Espero ella no sea tan importante como lo es mi hermana. —Su mirada casi me acribilla. Y fui salvado por Eros.

—Pobre de Maco, no le van a quedar más ganas de bailar después del vals, que ha resultado ser el más largo de la historia. ¿Pasa algo?

Ellos dos tenían una amistad como la de Santos y yo. Me dio la mano, el médico con ya dos especializaciones y ahora estaba estudiando la homeopatía a sus veintiún años.

—Hola, genio.

—Guille qué alegría verte, ¿cuándo te regresas? —Ya nos dirigíamos los tres al interior de la casa.

—Mañana.

—¿Podemos hablar antes del mediodía? Eres ingeniero mecánico y electrónico, necesito que mi futura clínica tenga la mejor tecnología. Necesito construir ciertos prototipos y requiero de tu conocimiento al respecto.

—Me interesa.

—Hacemos negocios mañana. Por cierto. ¿Qué hacemos?

—Desenmascarar a mi novia. —dijo Julián.

—Pues ya era hora. —dijo de manera tan desinteresada el genio de la familia.

……***……

Santos

Terminé de tomarme todo el licor que tenía en el vaso. Si algo detestaba en la vida era a las mujeres regaladas, oportunistas, las cuales solo buscaban un interés monetario. —El rostro de Rocío volvió a mí, como siempre me pasaba cada que topaba con una sabandija similar a ella.

«Santos, no todas las mujeres son iguales, no puedes generalizar; ¿tus hermanas lo son?» —A pesar de los años, la voz de Danilo siempre llegaba—. «Maju, Regina, ¿son sabandijas?» —Jamás ellas eran santas, sagradas, al igual que mis hermanas—. «Ahora estás rodeado de familias que a diarios se esfuerzan por ser correctas, mujeres que perdonaron a tus amigos» —Era cierto, estaba en familia y Socorro, Camila, Patricia, Fernanda, Virginia y Blanca, todas ellas eran mujeres correctas.

Cerré mis ojos ante la ola de recuerdos cuando estaba en las sesiones psicológicas con Danilo, algunas veces con Maju y por último terminé de ayudante en jardinería con el padre Castro antes de irme del país. Por petición de Maju, he de reconocerlo, ese señor fue quien más hizo por mí.

Y comencé a agradecer: como el tener a dos mamás; Maju y Regina así me regañen por todo. —continué caminando, comencé a subir las escaleras, el vals por fin terminó. Acepto que existen buenas mujeres, unas más que otras, pero eso no quería decir que yo tendré a una. No quiero tener a una arpía en mi vida, para alejar la posibilidad de esa catástrofe, no permito una relación.

Nunca me acuesto más de cuatro veces con la misma mujer y esa era a la razón por la cual le hice caso a Regina; contratar a una señora de edad para que fuera mi secretaria. Y desde entonces ya tengo más de tres años con doña Lolita; en el contrato dice, a donde me vaya ella viajará, de México pasamos a Canadá y ya le dije que en unos años máximo dos nos radicaremos en Brasil.

En la habitación esperaba la arpía que me dijo tan descaradamente al oído que era demasiado atractivo, y deseaba conocerme más. Mientras su novio estaba bailando con su hermana. Me hirvió la sangre, fue descarada la serpiente. Esa mujer no era buena y no permitiré que venga a joder a Julián, a él lo consideraba mi hermano.

Al llegar al pasillo me esperaba la castaña, no tenía ni idea de cómo se llamaba. Era una m*****a perra. —Le sonreí. La tomé de la cintura y la besé, de manera instantánea, abrió la boca para darle paso a mi lengua. La conduje hasta la que fue mi habitación, las veces cuando visitaba a los Abdala, dejé la puerta entreabierta, le di la vuelta para que la víbora quedara de espalda a ella, así no se percatará si alguien ingresa.

—Nunca te había visto.

—No tenemos casi tiempo. —Mis ojos los dejé abiertos y vi sombras por debajo de la puerta, ya habían llegado—. Tú tienes novio.

—Deja a Julián fuera de esto. Seré honesta contigo, nunca dejo ir a un hombre que me haga mojar con solo verlo.

Esta era de las peores, le sonreí, subí su vestido, mi mano empezó a acariciarla, la descarada cerró los ojos y comenzó a gemir.

—¿Entonces esto es solo una rápida follada y si te vi no me acuerdo? —afirmó—, no te escucho.

—Sí.

—¿Lo has hecho antes?

—Solo con los hombres que me gustan. —seguí acariciándola.

La verdad las mujeres así me daban más asco que ganas de follármelas. La puerta se abrió lentamente, y tres pares de ojos observaron, la descarada ya me tocaba también.

» ¿Quieres que mi boca la endurezca? —puse distancia, con su largo vestido me limpié la mano con mi rostro de asco, ella arrugó su frente—. ¿Pasa algo?  

—¿Quieres hacerme una mamada?

Sus ojos brillaron, se arrodilló la muy bandida, espero me perdonen quienes me dieron sermones; Danilo, Maju, César, el padre Castro y todos ellos, pero esta zorrilla saldrá hoy mismo de la vida de un joven que era una gran persona.

» ¿Quieres hacerlo en frente de ellos? —Al girarse gritó.

—¡Julián, me estaba obligando amor a hacerle cosas! —comenzó a tener un ataque de poseída ficticia.

—Las mujeres como tú solo dan asco, —me alejé y estaba roja—. ¿Te quedó claro hermano?

—Págame. —Le dijo Eros a Julián—. Ahora debes ir por Adara. —Julián se puso rojo.

—¿Explíquenme que tiene que ver mi hermana aquí? —sonreí ante la expresión de Guillermo, llegué ante ellos.

—Julián, he estado con tantas mujeres, y las de ese tipo aléjate, son arpías. El día que encuentre a una mujer la cual se valora, tendré algo serio con ella, pero ahora todas se regalan.

—Es mentira.

—Escuché todo, ahora, vete de mi casa. —El dueño le abrió la puerta. Yo me dirigí al baño para lavarme las manos—. Hermanos los invito a tomar un trago.

—Ya los alcanzo. —salieron de la habitación en la que dormiré hoy.

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