Capítulo 2 - Reencuentro

Santos

Llegamos al gran patio de la casa de los Abdala. La reunión se llevaría a cabo de manera familiar, pero la gran familia de Maju y César daba para que en total fueran más de cien personas. Ya había saludado a todos los invitados, quien no me agradó mucho fue la actual novia de Julián.

¿Qué habrá pasado entre él y Adara? Juraría que iban a casarse, esa jovencita si era una buena mujer. En fin, cada uno se labra su propio camino. Los padres que me otorgó la vida me abrazaron con fuerza, tenía diez años por fuera. —aunque ellos me han visitado cada vez que podían desde hace mucho, no lo hacían en familia.

—Sin falta mañana almuerzo en mi casa. —dijo Vladímir, ni modo de decirle, no—. Ya todos están invitados. Queremos darte la bienvenida.

—Ni que no nos hubiéramos visto.

—No es lo mismo las videollamadas Santos, ¿qué parte de esta es tu familia, no comprendes?

—Nos vimos hace tres años en México. —Me excusé, ante Vladímir.

Tenía muchos años de no estar en Colombia y a falta de unos padres ahora tenía más de la cuenta.

—No fue lo mismo. Mañana temprano, para hablar como en los viejos tiempos.

—Si señor.

Mis hermanas estaban sentadas con mis cuñados en la mesa con Aurelio y Camila. Pero no me iba a quedar ahí para que Adriana me dé el sermón de siempre, menos para que Edith o Liliana la segundaran. Les di el beso correspondiente en la frente, las amo, pero eran muy cantaletosas.

Ya suficiente tenía con nuestras reuniones cada año en Canadá, porque se turnaban cada cuatro meses para visitarme por quince días, los cuales disfruto no lo iba a negar. Me alejé de esa mesa y me senté en donde se encontraba Guille con su familia y Alejo.

—David, después de la parafernalia del vals y todo eso, subimos a la tarima a cantarle en vallenato tu cumpleaños a Constantinopla, sabes que ella ama el vallenato. —volví a reírme, al igual que Guille y Blanca, Alejandro era único.

—Deja de llamarla de esa manera, te llega a escuchar César...

—Ni bolas le paro al omnipotente.

—¡Salvador! —llamó la madre—. ¡Deja de correr!

—Pero mami, todos mis amigos nos estamos divirtiendo. Mira a Egan. —miramos en dirección a donde se encontraban los adolescentes de la familia, la única que faltaba era la quinceañera—. ¿A él por qué no le dices que no tome? Yo solo estoy jugando y él ingiriendo licor. —alcé una ceja y David tenía ganas de reírse, mientras Alejo sí soltó una carcajada.

—Esos carajitos salieron buenos para el trago.

—Para el trago, para las peleas, para los bochinches, para desbaratar lo que encuentren. —comentó Blanca.

He estado tan alejados en los últimos diez años que no sé cómo se comportaban. Al parecer dejé de ser oveja negra de esta gran familia de amigos. Volví a mirarlos y Egan, Emmanuel, Ernesto, hasta el pequeño Alexey y el cabecilla mayor me atrevía a asegurar era Samuel. Los chicos estaban entre los rangos de veinte y dieciséis.

—Samuel el líder y el griego su segundo al mando. —volvimos a reírnos cuando Alejandro habló—. Menos mal que de ese bonche ninguno ha mirado a mi ángel, de lo contrario los había retado al resto a duelo, saco a Ernesto por ser su hermano. —Blanca le dio un manotazo.

—Pero en eso sí tienes razón, pueden ser muy chicos malos, nuestros dolores de cabeza, pero defienden a las niñas de la familia a capa y espada, a todas. —comentó David —. El tema es que témenos dos camadas más en camino.

—¿El otro grupo son hijos de quién?, no los recuerdos tío. —preguntó Guillermo.

Lo veía algo nervioso, miraba a los invitados. David lo miró y luego le señaló la mesa de al lado, donde estaban los chicos de quince y once años más o menos, —volví a sonreír, esos eran los hijos de mis padres de la vida.

—Esos son los tributos a David. —Todos miramos a Alejandro, quien tenía una sonrisa en la cara—. Aunque en esa mesa falta Alexey David Kozlov, ese es el nuevo recluta de Samuel, ya lo vieron con ellos. —soltamos la carcajada—. Luego Jairo David Samudio y Juan David Samudio y Luis David Leal ¿Qué tienen en común? El nombre del dichoso salvador. —nos reímos aún más.

Recordé la vez que todos dijeron que harían eso. Un mesero nos ofreció un vaso de whisky y al momento de brindar Guillermo se puso pálido. Los Guzmán y yo miramos hacia donde él enfocaba la mirada y carajos…

Nunca entendí lo ocurrido entre ellos, para mí era una relación como las de los adultos, me alegraba tanto por mi amigo que tenía, a una mujer que amaba, sin embargo, ellos llegaron a la famosa monotonía. 

……***……

Guillermo

Temía que esto pasara, cuando mi madre me dijo que la habían invitado, dado que hace dos años trabaja en la clínica de reposo de Maju y Danilo, me hice a la idea que muy seguro vería a Natalia, después de cuatro años de haber terminado nuestro noviazgo en mutuo acuerdo, luego de casi cinco años juntos.

Ya no había amor, solo teníamos una bonita amistad, el sexo había bajado, la emoción para vernos había muerto y lo hablamos, luego intentamos avivar la relación, pero a pesar de la oportunidad y su esfuerzo, la relación ya se sentía forzada y el noviazgo en ese trance duró ocho meses más. En últimas comprendimos de manera amigable que ya no había amor, —aunque debo de reconocer que fui yo quien tomó la iniciativa y le dije que no la amaba, que solo tenía una fraternidad.

Todos en la mesa se dieron cuenta de mi cambio y si era honesto no debería afectarme, ella se casó y… No me afectó en ese entonces… —«Siegue mintiéndote, ya estoy agotado de mostrarte que la sigues amando»—. ¿Por qué ahora si se me altera el pulso? Yo he tenido nuevas relaciones, «y te hago largos comparativos de la mujer actual con la preciosa Naty» —Otra vez la bendita voz de la conciencia.

Me he acostado con varias mujeres, no era como Santos de juerguista, pero tampoco era un santo. Respeto mucho a la mujer, algo que mi mejor amigo no hace ni sabe. Pero mi tío, quien es mi ejemplo por seguir, me ha inculcado que se debe respetar uno mismo.

—¿Todo bien hijo?

Mi madre me regaló una mirada compasiva, desde que se casaron no tardé mucho en llamarla de esa manera, era una dulzura de mujer, le sonreí para que no se preocupara. A pesar de que me refiero a mi tío como padre en mi mente, no me atrevía a decirlo en voz alta. Ahora la pregunta era: ¿por qué me encontraba nervioso si yo había olvidado a Natalia?

—Si mamá todo muy bien. —mantuve la sonrisa.

Ella se sentó en la mesa de su colega Danilo Duarte. Estaba preciosa en ese vestido azul, resaltaba con su cabello abundante y de un negro precioso, debía de reconocerlo, siempre lo fue; una estilizada con todo bien puesto en un armonioso cuerpo, el cual no era voluptuoso, sino delicado. «Perfecto, precioso y delicioso». Además, era una increíble mujer para ser honesto, pero no era para mí, supongo… Ya no era para mí, estaba casada.

—¿Todo bien?, parece que hubieras visto un fantasma. —bebí un poco de whisky—. Es solo Natalia. —No miré a Santo.

Volví a mirar la mesa donde se encontraba Natalia, ella ya me miraba y desde la distancia me sonrió, moviendo su mano y algo en mi alma se removió. Cuatro años sin verla… muchos recuerdos invadieron mi mente y de inmediato alejé ese extraño sentimiento de culpa.

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