Fabio Ruggerio
Con veintiséis años todos se sorprenden de lo que fui capaz de lograr. Soy Licenciado en Administración de Empresas, manejo tres idiomas, soy propietario de una bodega de vinos, de veinte departamentos y de una agencia de modelos en la ciudad. Hace poco fui electo intendente de Calingasta. A decir verdad, soy quien soy en gran parte gracias a mis padres y mis abuelos. Tuve suerte de nacer en una familia adinerada e interesada en la política. Mi madre fue concejal y mi padre es un reconocido empresario además de ex diputado. En el colegio fui muy popular. Me elegían como delegado cada año y el último, fui presidente del centro de estudiantes. Pero a diferencia de lo que todos creen, no salía con todas las chicas de mi escuela. Y esto se debe a una sencilla explicación. Mi corazón le pertenecía a una sola mujer. Jimena, mi niñera. Si. Tuve niñera como hasta los dieciséis años. Mis padres eran sobreprotectores. Y eso se debe a todos los incidentes que me ocurrieron desde chico. A los dos años caí de las escaleras estando en andador, a los cuatro años casi me ahogo en la piscina, a los seis fui atropellado por un auto, a los diez me prendí fuego con la estufa, a los doce me internaron de urgencia porque me cayó un rayo mientras jugaba fútbol, y a los catorce me operaron de apéndice y vesícula. Muchos dicen que tengo más vida que un gato. Y puede ser. He estado al borde de la muerte cientos de veces. Pero afortunadamente, hace mucho no corro peligro. ¿Por qué creo que mis padres me pagaron niñera hasta esa edad? Por culpa. Todas las veces en que me ocurrieron esos incidentes, ellos no estaban cerca. Lejos de molestarme, yo estaba encantado con Jimena. Después de pasar por seis niñeras, finalmente la conocí. Ella tenía veintiún años, yo trece. Parecía pasarla bien conmigo, conversábamos, jugábamos tenis, videojuegos, veíamos películas y comíamos juntos. Para alguien como yo que nunca tuvo hermanos, era muy buena compañía. Divertida, sencilla, ocurrente. Otro detalle, es que mis padres no me decían que habían contratado una "niñera". En cambio, me informaron que se trataba de una empleada que ayudaría en casa y en ocasiones a mí para hacer mis tareas. Pero, sólo iba a trabajar cuando me quedaba solo. Así pude deducir, que habían llamado a una niñera o tutora, y no una empleada más. Pero no me molestó. Jimena me dejaba hacer todo lo que quería. Menos besarla. ¿Cómo fue que besé a mi niñera? A los dieciséis años sentados en el sofá, mientras veíamos "Jumanji". Resulta que eran cerca de las doce de la noche, y ella se durmió en mi hombro. Por impulso, aproveché mi oportunidad y pasé mi brazo por atrás de ella para abrazarla. Tenía su rostro tan cerca del mío, que no pude evitar levantar su mentón con mi otra mano y besarle la boca. Su respuesta fue inmediata. ¡Ligué una terrible cachetada! Me amenazó con contarle a mis padres cuando llegaran y un montón de cosas más. Y lo hizo. Pero había un problema que ella no pudo prever. Mis padres no creyeron su versión. Decían que fue su culpa por vestirse "provocativa". ¡Una ridiculez! Llevaba puesto un Jean y remera escotada. Sí reconozco que tenía buenos senos, pero odié la actitud tremendamente misógina de mamá y papá. Si bien salté a su defensa, no me creyeron mi versión y amenazaban con denunciarla, por abuso de menores. Por fortuna, la amenaza se la llevó el viento y dejaron a Jimena en paz. De saber que iba a ponerla en riesgo, nunca hubiese hecho algo así. Terminé lastimando a la persona que más deseaba y quería. Luego de ella, vinieron muchas, muuuchas chicas. Y siempre me aseguraba que no sean mayores por el trauma que me quedó. De mi edad, un año más o un año menos. Cuando cumplí la mayoría de edad, las reglas cambiaron. Sólo mujeres con dieciocho o más. A pesar de haber conocido y salido con chicas increíbles, no dejé de pensar en ningún momento en Jimena. Entonces, al otro día de la fiesta de mi legalidad, la fui a buscar. Toqué el timbre de su casa, y me atendió ella.- ¿Fabio? - Me miró asombrada.- Jime, necesito hablar contigo.
- ¿Qué ocurre? - Y detrás de ella apareció un hombre.
- ¿Qué pasa amor? - Le dijo el joven asomándose.
- Creo que me equivoqué de casa. Disculpas - Di la vuelta y me fui totalmente avergonzado.
En el momento anterior, podría haber jurado que era para mí. Con ninguna otra mujer sentí la conexión que tenía con ella cuando estábamos juntos. El hecho de que no pudo ser, más que fantasías, me hacía desearla aún más. Tendré que conformarme con su recuerdo. Se puede decir que me hizo un favor, después de todo. Al no involucrarme sentimentalmente con nadie, pude lograr muchísimo crecimiento personal. Me dediqué exclusivamente a mí, mis metas y deseos. Fui elegido como intendente, y no hay antecedentes de alguien tan joven como yo. Todo gracias a mi arduo trabajo. Desde el municipio, contrataron a nuevas personas, y entre ellas está Iris, quien será mi asistente personal. Resultó ser una asistente muy eficiente, y cuando la gente te responde tan bien, me gusta complacerlas o premiarlas por su buen labor. Fue entonces que cuando me preguntó si había vacante para un trabajo de medio tiempo, y me dijo que era para su hija, no dudé en inventar un puesto que ni siquiera existía. Ella se lo merece, por su gran dedicación en tan poco tiempo. Todo marchaba normal, hasta que estando en mi oficina, entró una joven muchacha de cabello claro, ojos brillantes y la sonrisa más linda que vi en mi vida. Quedé boquiabierta cuando me dijo que era la hija de Iris. Esperaba una niña, ¡Pero la que tenía en frente era toda una mujer! Espero no haberla incomodado con mis palabras de halago. Pero al escuchar su edad, deduje que estaría fuera de mi alcance. Mis reglas aún condicionan mi mente. Lo que ella me genera, no lo puedo explicar. Quiero tenerla, sin aprovecharme. Quiero besarla, sin sentir culpa. Quiero decirle todo lo que pasa por mi mente, sin que sea acoso. Pero eso es imposible. Tampoco creo que sea conveniente involucrarnos sentimentalmente. Presiento que a ella también le pasa algo conmigo, lo veo en sus ojos cuando me miran y en la forma en que se mueven sus labios. ¿Cómo lograr conquistarla sin que ambos corramos riesgos? Quizás sea tiempo de modificar mis reglas...Diana Algo raro está pasando. Puedo observar todo a mi alrededor, pero no moverme. Estoy en mi habitación, veo cada objeto con detalles. Mis sábanas, los posters de mis cantantes favoritos en la pared y el ropero con una de las puertas entre abierta.Estoy segura de que estoy despierta. Si no, no podría percibir todo con lujo de detalles. La pregunta es ¿Por qué no puedo moverme?Todavía está todo muy oscuro. Debe faltar mucho para el amanecer. Desde acá puedo ver y escuchar el sonido de las agujas de mi reloj despertador. Son las 4:15. Escucho ese tic-tac cada vez más potente y me dificulta volver a dormirme. Intento hacer fuerza para cerrar los ojos, ya que es lo único del cuerpo que me responde, para tratar de conciliar el sueño. Cuando los vuelvo a abrir, me asusta lo que veo. Hay alguien en la entrada de mi habitación, puedo ver su silueta. Parpadeo rápidamente, como si ayudara a
DianaÍbamos en auto hacia el trabajo con mamá. Pusimos la radio pero poca atención le prestábamos por nuestra conversación.- Creo que descubrí el misterio de los pasos que escuchaste la otra noche. ¡Daniela es sonámbula! - Dije mirando a mi madre.- ¿La viste?- Sí, y ya sé por qué se despierta con dolor de cabeza. La muy torpe se golpea repetidamente en la cabeza, dormida - Mi madre giró rápidamente hacia mí asombrada por mi comentario.- Por Dios. ¡Qué peligro! - suspiró - hay que hacer algo. Me preocupa que esté toda la mañana sola. Podría pasarle algo como la otra vez.- Mamá. Ella ya no es una niña. Puede quedarse sola.- ¿Pero no te das cuenta de que esto antes no le pasaba? - Me dijo, y yo volví a mirar al frente.- ¿Sabías las anécdotas de lo que pasó en el piso donde trabajo? - Quise cambiar el tema de conversación.- No. ¿De que hablas, hija?- De la mujer que masacró al marido,
Días anteriores.Daniela Ser hermana menor no es fácil. Vivo sobreprotegida, como si fuese de cristal. A veces creo que piensan que no puedo cuidarme sola. Me gustaría ser como Diana. Linda, de buen cuerpo. Independiente. Toda la ropa le queda bien. Recién ahora, estoy empezando a abandonar el cuerpo de niña y desarrollando mis rasgos de mujer. De mis amigas, soy la única que aún no tuvo su primer período. Pero según el médico al que me llevó mamá, eso está por ocurrir pronto. Quizás ahora, si le resulte atractiva a algún chico. Tengo que aprovechar que estoy en un lugar nuevo y nadie me conoce. El segundo día de mudanza me crucé con un chico muy lindo en el almacén mientras compraba. Me miró de una forma tan cautivante, que choqué con la góndola de higiene y tiré un shampoo. ¡Un papelón! Me ayudó amablemente, lo levantó y colocó en su lugar.
Diana Desperté a mitad de la noche con la boca seca y mucha sed. Entonces me levanto y me dirijo hacia cocina.Bajo las escaleras, tratando de no hacer ruido y con cuidado de no tropezar. Pues está todo muy oscuro aún. Ingreso a la cocina, pero me detengo porque está tan oscuro y yo todavía media dormida, que creo ver la silueta de una mujer sentada al final de la mesa. Se agita mi respiración por el susto, y prendo la luz. Al parecer era la interposición entre un saco colgado en la silla y un jarro en la mesa lo que dio el aspecto de esa confusa sombra. Respiro aliviada, y continúo mi camino hasta la heladera para sacar una botella de agua fresca. Mientras bebo pienso, que es todo producto de una sugestión. Guardo la botella en la heladera, y salgo de la cocina pero, al apagar la luz, ¡Tengo a alguien frente a m
DianaEntré a mi casa justo a tiempo antes de que llegase mi madre.- ¿Dani? ¿Daniela? - No obtenía respuesta - ¿Dónde estás?Revisé cocina, lavadero, baños y por último las habitaciones. Mi hermana no estaba por ningún lado. La busqué por el patio y el quincho de casa, pero tampoco pude dar con ella. ¿Había salido? En ese caso, se estaba tardando en volver. Escuché el ruido de las rejas abrirse, y pensé que si era mamá, Daniela estaría en problemas, pero... ¡Era ella! Y venía corriendo.- ¡Nena! ¿Dónde has estado? - Le grité.- No me lo vas a creer. Conseguí más información acerca de la casa - Dijo mostrando su bolso.- ¿Estás saliendo a hacer cosas mientras no estamos? A mamá no le gustará nada esto, Daniela.- Diana, no tiene por qué saberlo - Me miró como si estuviese esperando que aceptara su complicidad.- A ver
Llegué al trabajo, y ya me ubicaron una nueva oficina. Muy cerca de Fabio, por cierto. Me encuentro a sólo una oficina de distancia de la suya. Está todo impecable. Mucho más moderno. No extrañaré para nada el tercer piso. Además, aquí hay más movimiento de gente y la soledad ya no será un problema. Veo pasar desde la ventana que da al pasillo a Leopoldo, el único después de todo. Le hago seña para que entre.- Por fin te ubican en un lugar decente - Dice asintiendo con la cabeza.- Jajaja. Así es - respiré hondo y le hice la pregunta que me había planteado hacerle - Necesito preguntarle algo ¿El nombre "Atilio López", se le hace familiar? - Sus ojos se agrandaron, sorprendido por la pregunta.- Veo que has avanzado con tu investigación acerca del pueblo. Sí, claro que me es familiar. Fue un hombre de los que era mejor tenerlos de lejos. Ojo, aparentaba ser buen tipo. Era muy servicial y esta
Días anteriores.Daniela Desde que mi hermana empezó a trabajar por las mañanas, tengo mucho tiempo sola en esta casa. Limpiar me aburre. Por lo que prefiero pintar o practicar un poco de danza clásica. No volví a hablar con Erick después de lo que pasó. Pero lo extraño y me gustaría verlo. Él no tuvo la culpa. Me hace mal escuchar el sonido del silencio. Comienzo a imaginar cosas o inventar ruidos que no sé si son reales. Por ejemplo, como el sonido de los pasos de unos pies descalzos descendiendo por las escaleras. Cuando en realidad, sé que estoy sola. Por eso, es que retomé mi práctica de baile, para obligarme a escuchar música a todo volumen y olvidar la soledad del momento. Desde la ventana, que dejé abierta, descubrí que estaba siendo observada. Poco me importó, total, estoy en mi casa. No me importa tener especta
DianaEstamos recorriendo con mamá las calles contiguas a nuestra casa, observando si hay un rastro de Dani. Creo que estoy sugestionada por todo lo que leí acerca de esa fiesta y lo que descubrí de Atilio.Pero, se me ocurre que sería mejor que yo vuelva. Por si regresa.- Mamá. ¿Te parece que vuelva a casa? Por las dudas.- Oh, sí. Creo que sería una buena idea. Me cuesta trabajo calmarme en una situación así - Dice con su voz nerviosa.- Ok, nos vemos en casa - Doy la vuelta y mis ojos se direccionan hacia la casa de Erick, preguntándome si debería ir y preguntarle si la ha visto. Dudo por un instante, pero me decido a hacerlo.Toco timbre, y por mientras reflexiono en las pocas veces que he visto a su padre. Me pregunto si pasarán poco tiempo juntos, al igual que nosotras. En su caso es distinto, porque en teoría viven juntos y no a tres horas de distancia.Me abr