Diana
Desperté a mitad de la noche con la boca seca y mucha sed. Entonces me levanto y me dirijo hacia cocina.
Bajo las escaleras, tratando de no hacer ruido y con cuidado de no tropezar. Pues está todo muy oscuro aún.
Ingreso a la cocina, pero me detengo porque está tan oscuro y yo todavía media dormida, que creo ver la silueta de una mujer sentada al final de la mesa. Se agita mi respiración por el susto, y prendo la luz.
Al parecer era la interposición entre un saco colgado en la silla y un jarro en la mesa lo que dio el aspecto de esa confusa sombra.
Respiro aliviada, y continúo mi camino hasta la heladera para sacar una botella de agua fresca. Mientras bebo pienso, que es todo producto de una sugestión.
Guardo la botella en la heladera, y salgo de la cocina pero, al apagar la luz, ¡Tengo a alguien frente a mí! Y doy un sobresalto. Vuelvo a encender la luz que todavía tengo a mano.
- ¡Ay! ¡Qué susto Daniela! - Pero no me responde. Sólo observa fijo como si estuviese perdida - ¿Dani? - Paso mi mano por delante de sus ojos y no pestañea - ¿Hola?
Entonces la guío abrazándola para llevarla nuevamente a su cama. Me planteo si sería buena idea cerrar su puerta para que no se salga. ¡Podría caer por las escaleras!
Se me ocurre que mejor sería dormirme a su lado sólo por esta noche, para asegurarme que no vuelva a irse de la habitación.
Sóno lejanamente el sonido del despertador en mi habitación. Me estiro y bostezo, en la cama de mi hermana, antes de levantarme para ir a apagarlo.
Me visto con mis clásicos jeans y camisa blanca, zapatos negros, y luego de desayunar, vamos rumbo al trabajo con mamá.
Espero que baje el ascensor. Una vez que llega y se abren sus puertas, entro. Se está por cerrar pero el pie de alguien que desea subir, logra interrumpir el cierre. Es Leopoldo Dos, el de mantenimiento.
- Buen día señorita.
- ¡Hola! Buen día. ¿Hacia dónde se dirige?
- Hacia el primer piso. Reunión del personal - Responde sonriendo.
- OK, aquí vamos - Marco el botón correspondiente.
Se abren las puertas en el primer piso y Leopoldo sale. Yo, en cambio, sigo subiendo hasta el tercer piso.
Llego a mi destino. Abro la puerta de mi oficina, acomodo mis cosas y enciendo la radio para escuchar un poco de música. Por curiosidad, comienzo a revisar los viejos archivos del mueble que tengo detrás, aunque no encuentro nada interesante. Al dar la vuelta doy un sobresalto.
- ¡Ay! No lo escuché entrar - Le digo a Leopoldo Uno, que está frente a mí.
- Vengo a abrirle la persiana - Dijo, y fue directo a hacerlo.
- Oh, ok. Está bien, gracias - y al cabo de decir esto, suena el tono ruidoso del viejo teléfono.
- ¿Di? ¿Qué estás haciendo? - Pregunta mi madre.
- Hola, mamá. Aún no tengo nada para hacer, ¿Por qué?
- Acá estamos en una reunión. Si quieres, puedes venir. Hay un poco de comida y jugo.
- ¡Genial! A ver, espera - aparto el teléfono y le pregunto a Leopoldo si va ir, pero parece no escucharme.
- ¿Con quién hablabas hija?
- Con Leopoldo. Está aquí abriendo la persiana.
- Pero Diana, ¡Leopoldo está aquí!
- No, el otro Leopoldo. El que es guardia de seguridad.
- Diana... ¡No hay ningún guardia con ese nombre! Y todos los de seguridad están acá. ¿Con quién carajos estás?
Sentí cómo se me bajaba la presión y un frío recorría mis brazos. Aún tenía el teléfono en el oído y escuchaba a mi madre preguntándome lo mismo una y otra vez "Diana ¿Estás sola? Diana, ¡baja ahora mismo!"
Pero no podía dejar de mirar a ese hombre que estaba de espaldas ¿Quién era y qué hacía aquí? Entonces, lo único que se me ocurrió fue levantarme y decir que ya volvía, aunque era evidente que no me escuchó debido a su sordera propia de la vejez.
Estaba muy asustada como para esperar que suba el ascensor. Decidí bajar por las escaleras hasta llegar al piso donde estaba mi madre. Tan fuerte bajé corriendo, que en uno de los descansos resbalé y tropecé con tanta mala suerte, que al caer sentada me di un fuerte golpe en el coxis, y con el testigo que menos hubiese deseado tener: Fabio Ruggerio.
- ¿Estás bien? - Preguntó mientras me ayudaba a ponerme de pie.
- No lo sé. Me duele un montón- Respondí con mis ojos empapados de lágrimas por el dolor.
- Llamaré a alguien para que te revise.
Mi madre estaba llegando a mi encuentro, y se asustó muchísimo al verme así. Pensó que ese hombre que estaba en la oficina, me podría haber hecho algo.
- ¿Qué pasó hija? ¿Te hizo algo?
- No, mamá. Me caí bajando las escaleras.
- ¿De quién están hablando? - Preguntó Fabio.
- Parece que hubo un extraño hoy en su oficina - Dijo mi madre mirándolo a los ojos - Y se hizo pasar por alguien más.
- ¿Cómo es posible? ¡Mandaré a revisar todo el tercer piso! - Dijo Fabio.
- ¡No! ¡No se hizo pasar por nadie! Yo creí que era alguien que trabajaba acá - Aclaré, sin poder enderezarme aún.
- Pero dijiste que era guardia de seguridad - Recordó mamá.
- Sí, ya sé. Pero nunca me dijo su nombre - Dije, suspirando de dolor.
- Bueno, ¡Lo averiguaremos! - Prometió Fabio.
Me llevaron hasta una oficina y ahí esperé parada, para no sentir dolor al sentarme. Llegó un médico, y me dijo que no había de qué preocuparme. Me colocó un inyectable e indicó antiinflamatorios.
Por mientras, los guardias buscaban a ese misterioso hombre del tercer piso con las descripciones que les di. Pero, al cabo de media hora, volvieron sin resultados. No sé si me daba más miedo pensar, de que se tratase de una persona real, o de un fantasma.
- Al parecer está todo normal. No hay indicios de que haya forzado una puerta, ventana o haya sustraído objetos - Dijo uno de los guardias.
- ¡Lo sé! Pero es que nunca lo vi en algo sospechoso. Era como si trabajase acá. Hasta me ayudaba a abrir la persiana - Los dos guardias se miraban y ya sabía lo que estaban pensando. ¡Qué estaba loca o mientiendo!
- Bueno, como sea. Estaremos más atentos a los que ingresan y salen del edificio. Revisaremos las cámaras de seguridad para ver quienes subieron o bajaron al tercer piso hoy.
- Eso estaría genial - Dijo mi madre.
- Gracias, manténganos informados - Pidió Fabio.
Mi madre regresó a la reunión y conmigo se quedó su jefe.
- Tranquila. Hablé con los empleados y mañana ya podrás cambiarte de oficina. No tendrás que pasar más por algo así. Te pido disculpas, Di.
- ¡Qué bueno! Pero no tienes la culpa de nada. Al contrario, te agradezco por lo que haces.
- ¿Y? ¿Cómo van las ideas para el evento de San Valentín? - Preguntó.
- Creo que bien, aún sigo averiguando por mi lado más acerca de eso. Y viendo qué puedo aportar.
- Me alegro. Igual, ahora puedes irte a descansar. Lo que sea, podrás hacerlo desde tu casa seguramente - Besó lentamente mi mejilla, el tiempo suficiente para poder oler su fuertísimo perfume una vez más.
- Gracias, Fabio - Dije atontada con su perfume. Se fue, pero enseguida volvió hacia mí.
- ¿Estás segura de que puedes irte sola? Mejor te llevo - ¡Es el hombre más atento que conocí en mi vida! Por supuesto que acepté.
El inyectable había hecho efecto, y ya no tenía tanto dolor. Me permitió disfrutar del breve paseo en el lujoso auto con él.
- ¿Y? ¿Mucho mejor? - Preguntó mientras cambiaba de radio.
- ¡Sí! Muchísimo mejor. ¿No te dicen nada por irte del trabajo así? - Me miró con sus impactantes ojos y soltó una carcajada.
- Jajajaja ¿Qué pueden decirme? Están todos en reunión menos yo. Es mi permitido hoy. Cualquier cosa me llamarán o me lo dirán mañana.
- Ah, por supuesto. Jaja.
- ¿Tienes apuro? ¿O podemos pararnos de pasada en mi casa? - ¿Era en serio lo que estaba escuchando? ¿Me estaba pidiendo que lo acompañe a su casa?
- Por mí no hay problema. Vamos - Intentaba mostrarme relajada, pero la verdad es que las manos me sudaban.
- ¡Genial!
Estacionamos afuera. Pero sólo se bajó él y me dijo que ya volvía. Una vez que entró, sólo podía pensar en el perfume que emanaba su cuello, que incluso estaba impregnado en el auto. Cuando menos lo pensé, había tomado en mis manos su campera que dejó en el asiento y estaba disfrutando de su fragancia. ¡Podría embriagarme con este olor!
Fue un incómodo descuido, ya que al levantar mi vista ¡Él me estaba observando por la ventana! ¡Por Dios! ¿Cuántas veces más voy a pasar vergüenza con este hombre?
- Perdón, yo solo... Intentaba oler si la campera era el origen del perfume de tu auto - Dije totalmente ruborizada.
- ¿En serio? Yo no siento nada. O será que ya se me a acostumbró el olfato. Bueno, en fin. Venía a preguntarte si quieres bajarte para no esperarme dentro del auto. Puedo convidarte jugo.
- Oh, claro. Sí, bajaré - Era en un cincuenta por ciento para complacerlo, y otro cincuenta, por curiosidad de conocer la casa de mi ahora, amor platónico.
Por fuera me hubiese sido imposible adivinar cómo era esa tremenda mansión. La fachada exterior me lo impedía. Las paredes eran altísimas como para verla. La entrada era parquizada con abundante césped verde y había un camino de piedras, cercado con flores de todos los colores, hasta la casa.
Habían enormes ventanales, pero por fuera no se veía el interior. De seguro que por dentro, sí. Ingresamos y la primer sala era un lujoso living. No había absolutamente una pista de tierra ahí. Estaba todo impecable.
Fuimos hasta la cocina donde me sirvió jugo y sacó un frascos con galletas.
- Si fueses mayor te ofrecería algo distinto para tomar - Bromeó.
- ¿Ah, si? Te sorprenderás al escuchar entonces que por lo menos champagne y vino blanco he probado - Pero la verdad, mucho no me gustaba.
- Bueno, de todas formas, aún eres menor para esas cosas y debo cuidarte - Sonrió. Su forma de cuidarme me parecía tierna pero a la vez chocante, porque me recordaba que él era mayor y yo no.
- Puedo cuidarme sola, aunque no parezca.
- No tengo dudas - Tomó una galleta y se la llevó a la boca - ¿Me aguantarías a que me bañe? La ropa del trabajo me hace transpirar demasiado. Pero si estás apurada a la vuelta lo haré - Observé el reloj de pared y aún disponía de tiempo de ventaja para llegar a casa.
- Sí, por mi no te preocupes. Te espero - Por dentro me preguntaba si habían segundas intenciones al traerme a su casa y pedirme que lo espere.
- Puedes ver tele o ir al patio si quieres - Dijo, mientras se iba para subir las escaleras.
- Genial. Te espero acá.
No soy mucho de ver televisión, pero la encendí sólo para que al volver vea que le hice caso. Estuve unos diez minutos, y no pudo con mi aburrimiento. Salí al patio por la puerta de la cocina.
¡Qué hermoso patio, por Dios! Me haría una enorme fiesta aquí. Árboles frutales por doquier, todo tipo de plantas. Y el césped enorme, en perfectas condiciones. Ni hablar de la gigante piscina.
Me acerqué hasta sentarme en esa lujosa piscina. Toqué el agua con mis manos, estaba helada pero especial para el calor que hacía en ese momento. Retiré mis zapatos y metí mis pies.
Desde ahí observaba la casa, con todos sus ventanales de la parte trasera. Pero vi algo que me llamó sumamente la atención: Estaba viendo lo que creía que era la habitación de Fabio. Y los vidrios me permitían ver algo de su interior.
¿Fabio estaba ahí? Sería mejor entonces no mirar, porque no vaya a ser que esté... ¡Desnudo! Ay, lo vi. Sin querer, ¡Lo vi! ¿Por qué hice eso?
Pero la verdad, es que ahora no puedo dejar de mirarlo. Su cuerpo es tan hermoso como cuando tienes ropa puesta. Si bien no puedo verlo con detalles desde aquí, se puede apreciar bastante bien. Ojalá no se de la vuelta y me descu...bra. ¡Creo que me vio!
Doy la vuelta para disimular. El tiempo suficiente para que se retire de mi campo de visión. Vuelvo a girar y ya no está.
Me planteo las siguientes cosas. Él me dio la opción de salir al patio. ¿Por qué andaría desnudo cerca de la ventana sabiendo que yo puedo salir y verlo? Por otro lado, podría haber juntado las ventanas cuando me vio, pero no lo hizo. ¡De seguro quería que lo viese así!
Ingreso de nuevo a la cocina al cabo de unos minutos. Escucho sus pasos, de seguro ya salió de bañarse. Entra donde estoy yo, pero no puedo creer lo que estoy viendo. ¡Se tomó el atrevimiento de venir cubierto sólo con una toalla blanca, dejándose ver su musculoso torso desnudo! Este hombre me quiere infartar.
- Perdón si te hice esperar mucho. Voy a buscar ropa que tengo tendida afuera - Dijo y salió al patio.
Yo estaba sin palabras. No podía disimular mirarlo sin insinuarle cuánto lo deseaba y disfrutaba mirarlo. Volvió a ingresar y notó que miraba hacia otro lado esquivando observarlo.
- Diana.
- ¿Sí?
- ¿Puedo preguntarte algo?
- Sí, claro - Dije, con mi mirada aún apartada.
- ¿Tan feo te parezco, para que no me quieras mirar? - Por Dios, ¿Cómo salgo de esta?
- No, no. No es eso. Lo hago por respeto. Estás casi desnudo - No quería decirlo, pero me hizo hacerlo.
- No es cierto, tengo una toalla puesta - Dijo riendo - Pero bueno, perdón si te incomodé.
- Está bien - Dije sin poder contener la risa - Es la falta de costumbre.
- ¿Te gustan los juegos? Se me ocurrió uno ahora mismo.
- Depende de qué juego - Respondí llena de intriga.
- Sólo tienes qué decirme por si o no. Es la primera regla - Comenzó a reír- una regla que acabo de inventar, por cierto.
- Está bien. Sí. Acepto.
- Ok. La primer consigna es... Que debes poder mirarme por lo menos dos minutos. Sin apartar la vista.
- Eso no parece tan difícil. Lo haré - Para agregarle diversión, se me ocurrió contar hasta tres - Uno... Dos... - Antes de llegar a tres, me pregunté si habría una trampa como por ejemplo, que se retire la toalla. Me puso nerviosa la idea - ¡Tres!
Giré mi cabeza hacia él. Que estaba parado al lado mío. Su toalla seguía en el mismo lugar. El juego comenzó y lo debía mirar ¿Al rostro? ¿A su cuerpo? ¡Eso no me aclaró! Y por favor. No sé si me cuesta más mirarlo a los ojos, a la boca, a su torso desnudo y marcado, o su toallón recubriendo su intimidad. ¿Cómo llegamos hasta acá?
Me ponía nerviosa y él lo sabía. Jugaba con mi curiosidad inquieta e inocente. No podía hacer nada que implique pasarme de la raya con el jefe de mi madre y, ahora, mío.
Pero la verdad es que, pasé tanto tiempo preocupándome en cómo lo observaba, que había notado que él también me observaba de modo intenso. Atento a cómo le respondía en su juego.
En esos dos minutos, él sólo sonreía. Divirtiéndose viendo lo ruborizada que estaba al ver ese cuerpo tan deseable, y controlando los segundos que quedaban por mirarlo.
- ¡Listo! ¡Lo lograste! - Dijo entre risas.
- ¡Sí! ¡Lo hice! - E hice una pregunta que me costaría mi vergüenza nuevamente - ¿Qué me gano?
- No lo había pensado - Dijo frustrado - Pero ya se me ocurrió algo. Puedes elegir entre dos opciones. Las anotaré en estas notas y tendrás que elegir una.
Estaba más relajada y totalmente en confianza con él. Mi deseo por Fabio era cada vez más fuerte y no quería irme más de ahí. ¡Estaría dispuesta a hacer todo lo que mi pida también!
Escribió las dos notas y las puso dentro de un frasco.
- Ok. Aquí vamos con los premios... O mejor dicho, con otro juego. Los premios los vemos al final. ¿Sí? - Me acercó el frasco y me pidió que saque un papel.
Introducí mi mano y saqué uno. Lo abrí y al leerlo, la mano me temblaba de vergüenza.
- No sé si pueda hacerlo - Dejé la nota sobre la mesa.
- ¿Por qué no? Yo sé que sí puedes. Sólo necesitas confiar un poco más en ti. ¡Ánimo!
- ¿Puedo ver qué decía el otro papel? - Aunque quizás, era algo peor.
- No... Estarías rompiendo reglas. ¿Te doy una ayuda?
- ¡Sí, por favor!
- Te sugiero la piscina... El borde de la piscina tiene un poder de desinhibir inexplicable.
- De acuerdo ¡Lo haré! - Y así acepté el difícil desafío de modelar para el sexy y guapo Fabio. ¿Cómo se supone que iba a ponerme a su altura?
- Tengo para darte la opción de disfrazarte, también. No creas que es la gran cosa, sólo tengo algunas pelucas y antifaces. Pero, puedes hacerlo con tu ropa si te sientes más cómoda.
- ¡Quiero ver! - Dije sin dudarlo.
Subió al primer piso y de ahí trajo un cofre lleno de lo que me había dicho. Antifaces de todos los colores y brillos, pelucas, etc. Me la jugaría porque a este hombre le gusta organizar fiestas seguidas, seguramente. En ese transcurso había cambiado la toalla por un short. Pero aún tenía el torso desnudo.
Fuimos hasta la piscina y comenzó el juego.
- OK. Veamos... Mejor cúbrete los ojos - Tomé un antifaz fucsia con plumas negras y strass plateados. Y una peluca color pelirrojo corta. Me hice un rodete para cubrir totalmente mi pelo. - Aquí vamos.
Hice un nudo en mi camisa blanca para acortarla. Tenía que aprovechar mis atributos naturales. Me coloqué los accesorios, y partí desde el otro extremo de la piscina.
- ¡Ya puedes abrirlos! - Exclamé, y podía ver fascinación en su rostro al verme caminar así.
- ¡Guau! ¡Toda una experta despuésde todo!
- Es la magia de la piscina - Respondí inclinando el antifaz hacia abajo y guiñando un ojo. Di un par de vueltas mientras desfilaba y me dirigía hacia él.
- Me dará gusto en contratarte para mi agencia de modelos - Su ¿Qué?. La sonrisa se me desfiguró.
- ¿Cómo dices? ¿Tienes una agencia de modelos?
- Sí. Te dije que soy empresario, ¿No? La agencia es otro de mis rubros.
- ¡Guau! Tú sí que estás lleno de sorpresas...
- No quería aburrirte hablándote de mí. Sino hace rato te hubiese contado. - Atractivo y también modesto.
- No me aburre. Al contrario, me pareces una persona cada vez más interesante.
- ¿De verdad lo crees?
- ¡Claro! No me aburriría nunca de escucharte.
- Diana... Hay otra cosa que debo decirte, antes de seguir con estos juegos - Mi corazón empezó a latir por fuerza, intrigado por lo que podría llegar a salir de esa boca.
- ¿Qué sucede?
- Me siento fatalmente atraído por ti, cómo hacía mucho no me sucedía. Pero soy un hombre correcto. ¡No podría estar con una menor! Y menos si se trata de la hija de una asistente - Se acercó bastante a mí, tanto que podía sentir su respiración - No sabes lo frustrante que es para mí, tenerte tan cerca ahora y no poder besarte ni tocarte. ¡Te deseo con locura, y entre menos te tengo, más loco me vuelves! - Dijo con rabia en su voz - No estoy acostumbrado a no alcanzar lo que quiero. Podrás entender mi dilema.
- Fabio, yo... No sé qué decirte.
- Sólo quiero saber una cosa: ¿Te gusto? ¿Sientes algún deseo por mí?
- Eres el jefe de mi madre, no debo. Pero sí. La verdad es que, desde el día en que te conocí, no paro de pensar en ti - Aun estábamos muy cerca, pero sin tener contacto - Recuerda que en cinco meses seré mayor de edad. No debería ser impedimento eso... - Me acerqué más dejándome llevar por mis deseos, rozando nuestros labios.
- ¡No! ¡No puedo! - Se alejó de mí - ¡No sabes en los problemas que nos podríamos meter! - Quedé terriblemente avergonzada por su rechazo.
- ¡Bien! ¡Si es lo que quieres! - Y me fui totalmente ofendida de ahí, hasta que recordé que él debía llevarme a casa - ¿Me llevas o no?
Entré a la cocina antes que él, y aproveché para tomar el papel que quedó sin elegir en el frasco. Lo guardé en un bolsillo para leerlo una vez que esté en mi casa.
Subimos al auto. Había cierto silencio incómodo, y él comenzó a hablar antes de arrancar.
- ¿Podemos hablar? - Preguntó.
- ¿De qué? - Respondí ofendida.
- De esto... No fue mi intención rechazarte.
- ¡Eres el primer hombre que me seduce e instantes después me rechaza! ¿Cómo quieres que no me ofenda?
- No lo veas así. Sólo quiero hacer las cosas bien. Cuando cumplas dieciocho podremos...
- ¿Y quién te dice que estaremos vivos para ese entonces o no estarás con alguien más? - Dije en tono de enojo - Me sostuvo firmemente la cabeza en forma desprevenida y me dio el mejor beso de toda mi vida. ¡Fabio es un gran besador! No quería que terminase más ese momento.
- Yo podría esperarte. Vales demasiado la pena como para dejarte ir - Dijo con su rostro apoyado de frente al mío.
- No hace falta esperar. Podemos estar juntos en secreto hasta mi cumpleaños.
- No puedo correr riesgos...
- Por favor - Lo besé - guardemos el secreto. No perdamos esto.
- Sólo en secreto hasta Julio. Sólo besos, sólo caricias... Hasta ese entonces, no haremos nada más. ¿Hecho?
- OK ¡Hecho!
- Otra cosa... ¿Eres virgen?
- Sí.
- ¿En serio? - Preguntó incrédulo.
- ¡Sí! ¿Por qué?
- Genial. ¡Ahora me siento más culpable que recién! ¡Tengo muchas responsabilidades con respecto a ti, Diana! Espero que lo entiendas todo lo que estoy arriesgando.
- No tiene por qué ser tu responsabilidad. Es mi decisión también. ¿Sabías que soy la única de mis amigas que lo es? ¡No es lo común a mi edad!
- Esto es diferente, Di.
- No me importaría perderla contigo - Me acerqué a su cuello y comencé a besarlo, en un intento por aumentar su líbido. Pero fui interrumpida nuevamente.
- Esperaremos.
Al dejarme en casa y bajarme, esperé que se marchara y abrí el papel que quedó sin elegir para leerlo: "Retirarme la toalla con los ojos cerrados". Uff... Después de todo elegí lo más fácil.
DianaEntré a mi casa justo a tiempo antes de que llegase mi madre.- ¿Dani? ¿Daniela? - No obtenía respuesta - ¿Dónde estás?Revisé cocina, lavadero, baños y por último las habitaciones. Mi hermana no estaba por ningún lado. La busqué por el patio y el quincho de casa, pero tampoco pude dar con ella. ¿Había salido? En ese caso, se estaba tardando en volver. Escuché el ruido de las rejas abrirse, y pensé que si era mamá, Daniela estaría en problemas, pero... ¡Era ella! Y venía corriendo.- ¡Nena! ¿Dónde has estado? - Le grité.- No me lo vas a creer. Conseguí más información acerca de la casa - Dijo mostrando su bolso.- ¿Estás saliendo a hacer cosas mientras no estamos? A mamá no le gustará nada esto, Daniela.- Diana, no tiene por qué saberlo - Me miró como si estuviese esperando que aceptara su complicidad.- A ver
Llegué al trabajo, y ya me ubicaron una nueva oficina. Muy cerca de Fabio, por cierto. Me encuentro a sólo una oficina de distancia de la suya. Está todo impecable. Mucho más moderno. No extrañaré para nada el tercer piso. Además, aquí hay más movimiento de gente y la soledad ya no será un problema. Veo pasar desde la ventana que da al pasillo a Leopoldo, el único después de todo. Le hago seña para que entre.- Por fin te ubican en un lugar decente - Dice asintiendo con la cabeza.- Jajaja. Así es - respiré hondo y le hice la pregunta que me había planteado hacerle - Necesito preguntarle algo ¿El nombre "Atilio López", se le hace familiar? - Sus ojos se agrandaron, sorprendido por la pregunta.- Veo que has avanzado con tu investigación acerca del pueblo. Sí, claro que me es familiar. Fue un hombre de los que era mejor tenerlos de lejos. Ojo, aparentaba ser buen tipo. Era muy servicial y esta
Días anteriores.Daniela Desde que mi hermana empezó a trabajar por las mañanas, tengo mucho tiempo sola en esta casa. Limpiar me aburre. Por lo que prefiero pintar o practicar un poco de danza clásica. No volví a hablar con Erick después de lo que pasó. Pero lo extraño y me gustaría verlo. Él no tuvo la culpa. Me hace mal escuchar el sonido del silencio. Comienzo a imaginar cosas o inventar ruidos que no sé si son reales. Por ejemplo, como el sonido de los pasos de unos pies descalzos descendiendo por las escaleras. Cuando en realidad, sé que estoy sola. Por eso, es que retomé mi práctica de baile, para obligarme a escuchar música a todo volumen y olvidar la soledad del momento. Desde la ventana, que dejé abierta, descubrí que estaba siendo observada. Poco me importó, total, estoy en mi casa. No me importa tener especta
DianaEstamos recorriendo con mamá las calles contiguas a nuestra casa, observando si hay un rastro de Dani. Creo que estoy sugestionada por todo lo que leí acerca de esa fiesta y lo que descubrí de Atilio.Pero, se me ocurre que sería mejor que yo vuelva. Por si regresa.- Mamá. ¿Te parece que vuelva a casa? Por las dudas.- Oh, sí. Creo que sería una buena idea. Me cuesta trabajo calmarme en una situación así - Dice con su voz nerviosa.- Ok, nos vemos en casa - Doy la vuelta y mis ojos se direccionan hacia la casa de Erick, preguntándome si debería ir y preguntarle si la ha visto. Dudo por un instante, pero me decido a hacerlo.Toco timbre, y por mientras reflexiono en las pocas veces que he visto a su padre. Me pregunto si pasarán poco tiempo juntos, al igual que nosotras. En su caso es distinto, porque en teoría viven juntos y no a tres horas de distancia.Me abr
Me recuesto abruptamente sobre mi cama y me pregunto ¿Cómo es posible que Dani sepa acerca de Fabio y yo? Seguramente, tendré que insistirle para que me diga.Se aparece inesperadamente en mi cuarto y por la cara que trae, de seguro tiene algo que decirme.- ¿Te das cuenta? Es probable que mamá tenga un vínculo con esta casa y ese tal Atilio – Se sacude los hombros – Es escalofriante. ¿Ella también habrá vivido aquí? – Pienso en sus palabras un momento, antes de hacerle una propuesta.- Tengo una idea. Me entregas la foto y veo qué puedo averiguar.- ¿En tu trabajo? Deberás tener cuidado. Mamá trabaja ahí.- Sólo dámela. Confía un poco en mí – Aproveché la petición para hacerle la pregunta que tanto me intrigaba – Necesito saber algo. ¿A qué te referías
Luego de que mi madre se fue, reflexionamos en cómo acertamos con la fotografía, salvo por un detalle. Ella dijo que tenía dos hermanas y en la foto sólo hay dos niñas, en vez de tres. Es decir, falta una de las hermanas si contamos a mamá.Dani está pintando en el patio lateral de casa, mientras yo estoy sentada plácidamente sobre el sofá viendo una película de acción que enganché por la mitad.De vez en cuando, como buena hermana mayor, desvío la vista hacia la ventana para vigilar a la "Chiquitina" como le dice mi papá.Creo comenzar a dormitar, porque la cabeza se me empieza a relajar y cargo con una pesadez en los párpados, pero mi vigilia se interrumpe por el ruido de Daniela entrando a casa. Entonces vuelvo a prestar atención a la película.Podría jurar que vino a decirme algo, por lo rápido que entró y luego se paró tras de mí. Pero para mi sorpresa, en vez de eso, escucho que sube las escaleras.Oigo como un derrumbe
Al día siguiente, me alisté para ir al trabajo. Siento ya no soy la misma al saber tantas cosas nuevas del pasado familiar.Saludo a Silvia, la secretaria administrativa de la entrada.- ¿Te has hecho algo? - Pregunta.- No, ¿por qué?- Te ves distinta. ¡Te sienta bien!No sólo me siento diferente, sino que también me perciben así. Debe ser parte de mi crecimiento.- La primer tarea del día es acomodar unas cosas en una oficina del segundo piso, Diana.- Bien, iré.Ingresé a la oficina que ocupo yo, y dejé mi bolso en la silla. Me agaché para encender la computadora y, tras un portazo, me levanté rápido pegándome la cabeza contra el escritorio.- ¡Uy! Lo siento, ¿Estás bien? - Preguntó el apuesto jefe.- Sí. Sólo que últimamente estoy más asustadiza y torpe.- Creo que nos merecemos una nueva charla.- ¿Ahora? Me pidieron que haga cosas.- ¿Qué sucede? ¿Seguís molesta?- No... Sólo que ll
- Dani, ¡Tu gato está durmiendo en mi cama otra vez! - Me quejo para que lo saque inmediatamente de ahí.- Aaay... Ven para acá Orión - Lo llama haciendo un sonido agudo con su boca.- ¿En serio le pusiste así?- Sí, como el cazador... y como la constelación.- ¡Guau! Sí que eres creativa. Hablando de creatividad... Ya sé de donde heredaste tus dotes. Nuestra tía "del medio" al parecer era amante del arte.- ¿Y cómo se llamaba?- Brenda - Irrumpe mi madre observándonos desde el pasillo - Le gustaba pintar, leer y bailar. Como a tí. De hecho, tengo una fotografía de ella en mi...- ¿Y cómo se llamaba tu hermana mayor? - Pregunta Daniela, antes de dejarla terminar de hablar, preocupada por si esa fotografía es la que yo tengo en mi poder. <<debería regresarla a su sitio antes de que lo note>>- Gina se llamaba. Era la más extrovertida de las tres.- Que lindo nombre - Opino, esbozando una sonrisa.- Ella también lo era. De hecho, t