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Capítulo 6. "Son sólo rumores"

Días anteriores.

Daniela

  Ser hermana menor no es fácil. Vivo sobreprotegida, como si fuese de cristal. A veces creo que piensan que no puedo cuidarme sola. 

  Me gustaría ser como Diana. Linda, de buen cuerpo. Independiente. Toda la ropa le queda bien. Recién ahora, estoy empezando a abandonar el cuerpo de niña y desarrollando mis rasgos de mujer. De mis amigas, soy la única que aún no tuvo su primer período. Pero según el médico al que me llevó mamá, eso está por ocurrir pronto.

  Quizás ahora, si le resulte atractiva a algún chico. Tengo que aprovechar que estoy en un lugar nuevo y nadie me conoce. El segundo día de mudanza me crucé con un chico muy lindo en el almacén mientras compraba. Me miró de una forma tan cautivante, que choqué con la góndola de higiene y tiré un shampoo. ¡Un papelón!

  Me ayudó amablemente, lo levantó y colocó en su lugar. 

- Gracias - Dije tímidamente y ruborizada, por lo torpe que fui.

- Descuida, no sos la primera ni última a la que le pasa. Se viven cayendo. Son muy estrechos los pasillos - Dijo tratando de hacerme sentir mejor.

- Ah, por supuesto. Eso debe ser - Dije riendo.

- ¿Sos nueva por acá? ¿O vienes de vacaciones?

- Nueva. Nos mudamos a cinco cuadras de acá. 

- Yo también vivo a cinco cuadras. Espera ¿Te mudaste a la casa de dos pisos y rejas negras?

- Emm... Sí, debe ser esa mi casa - Respondí. 

- Jajaja. ¡Qué casualidad! Yo vivo al frente - continuaba riendo - Perdón, soy Erick. ¿Tú?

- Daniela. Un gusto vecino - estreché mi mano.

- Igualmente, Dani - me dio su mano, y pude sentir aspereza en su piel - Notarás mis manos curtidas por el trabajo. Ayudo a mi papá en su taller.

- No pasa nada. Con un poco de crema y áloe vera, créeme que lo solucionarás. No soy mecánica, pero a veces con la pintura me quedan igual o peor.

- ¿Ah, si? ¿Pintás? - Dijo levantando las cejas.

- Sí, así es. En papel u objetos de madera.

- Interesante. 

  

Fuimos a hacer la fila para pagar,  y luego juntos hasta casa. 

- ¿Siempre es tan tranquilo acá? - Pregunté.

- Se puede decir que sí. Excepto para unos cinco días al año, en el festejo de San Valentin.

- ¿En serio? - Pregunté arrugando el entrecejo - ¿Y eso por qué?

- Verás. Se hace una celebración muy grande acá cerca, en la Calle de Los Enamorados. Así como escuchas, suena hasta cursi. Pero en realidad, es un desmadre. Viene gente de todos lados. Y revolucionan el pueblo. Para algunos es un festejo del amor, para otros es más que eso. De cualquier forma, se viven días intensos. Los que celebran el amor bailan, beben, pasean. Los otros, se cree que realizan actividades más oscuras.

- ¿A qué te refieres con eso? - Pregunté fascinada por lo que escuchaba.

- Ceremonias, ritos, sacrificios. Cosas de brujas o sectas, supongo - Comentó.

-  No te veo tan convencido. ¿No crees en esas cosas?

- No, para nada. Soy incrédulo. Es un mito más. Sí admito que hay hechos que no tienen explicación. Pero es lo que pasa justamente. La gente le inventa un sentido.

- Entiendo lo que dices. Tienes razón. Que pasen cosas que no entendemos, no quiere decir que tengan un "origen paranormal o siniestro" - Fui interrumpida por dos muchachos que se pararon frente a nosotros.

- ¿Qué tal? ¿Una amiga nueva? - Saludó preguntando a Erick el más alto. Tenía pelo negro y medio largo,  peinado con una cola de caballo baja. Erick, no se veía muy convencido al verlos.

- Sí. Es mi nueva vecina - Mencionó Erick, sin muchos ánimos de dar información. 

- ¡Entonces es nuestra amiga ahora también! - Me observó sonriendo de arriba - abajo, el otro joven de cabello rubio teñido y piercing en una de sus cejas, con marcas en su rostro dejadas por el acné - ¿No nos vas a presentar, gil? 

- Dani, ellos son Kevin - señaló al más alto, luego al otro - y Bryan. Son unos amigos de la escuela.

- Un gusto - No estaba segura de que lo fuera.

- Nos tenemos que ir. Nos vemos luego - Dijo apresurado Erick.

- ¿Por qué tanto apuro? - Reían los dos amigos - Vamos a dar una vuelta así conocemos mejor a nuestra nueva amiga - Dijo Bryan, que se me acercaba cada vez más y me observaba de una forma que me puso muy incómoda.

- Otro día. Nos están esperando. Hasta luego - Erick me tomó por el hombro para irnos de ahí.

- No les hagas caso. Pueden llegar a ser muy imbéciles, pero créeme que es mejor tenerlos como amigos, antes que como enemigos. Cuando necesites algo, estoy al frente. Ya sabes.

- Gracias - Le sonreí, intentando cautivarlo con mi sonrisa y ojos verdes. Su comentario me trajo paz.

  Antes de abrir la puerta de casa, volví a voltear y vi cómo el también lo hizo. Le gusto. Estaba casi segura. Dejé las bolsas de compras encima de la mesa y mi madre se acercó a hablarme.

- ¿Conseguiste todo?

- Sí. Es muy completo ese almacén.

- ¿Qué te parece la zona? - Preguntó con preocupación oculta. Sabía que no estábamos de acuerdo en dejar la ciudad.

- Yo que sé - Abrí el refrigerador para sacar agua fresca - Quizás cuando comience las clases se vuelva un poco más emocionante esta nueva vida. Por mientras más que estar acá y pintar ¿Qué puedo hacer? - Me serví agua en el vaso.

- Podrías salir a recorrer el pueblo, por ejemplo - Sugirió mamá.

- ¿Y me vas a dejar hacerlo? - Pregunté de forma sarcástica.

- Sí, obvio. Podés salir a caminar junto a tu hermana - Reí al escucharla.

- Jajaja. No gracias, paso - Bebí un sorbo.

- Antes eran más unidas. Deberían volver a serlo - Dijo acariciando mi pelo.

- Diana ha cambiado, mamá. No le gusta que me meta en sus cosas. Lo dejemos así. 

  Subí a mi habitación y al abrir las cortinas, me acerqué a contemplar la majestuosa vista a la cordillera y bosques de álamos.  Esto es lo primero que más me gusta de mi nueva casa en Calingasta, seguido del guapísimo vecino del frente. 

  Bajé y saqué afuera el atril de madera que papá me regaló para mi cumpleaños número doce. Me puse a pintar la vista que tenía frente a mí, al oeste. Diana estaba adentro ayudando a cocinar a mamá.

  Unos instantes después de comenzar mi obra de arte, vi salir a mi ahora vecino favorito. Salió con un perro, me vio y saludó acercándose a la vereda. 

- ¿Estás inspirada? - Preguntó.

- Se puede decir que sí - Miré a su perro- ¡Qué lindo! ¿Cómo se llama? 

- Dalton. ¿Te gustan los perros?

- Sí. Bueno, en realidad, todos los animales - Contesté.

- A mi igual - Respondió sonriente, y se humedeció los labios con su lengua - Tengo un puerco espín, un conejo y una gata en casa. ¿Te gustaría verlos?

- ¿En serio? - Miré hacia atrás por si mi madre o Diana estaban viéndome - Sí, me encantaría. Pero sólo un rato.

 Entramos a su casa. Es hermosa por dentro como por fuera. Todos los muebles cuidados, limpios. Sin duda tenían una empleada doméstica porque sino sería imposible mantener tanto orden en un lugar así.

  En el living habían retratos de una mujer que supongo era su madre. Por el silencio, noté que no había nadie más que los dos. Fuimos hasta el patio trasero a ver los animales.

- Son hermosos - Dije acariciando al conejo color gris que tenía en brazos y miraba el puerco espín.

-  ¿Tenés mascota?

- No. Bah, sí. Una tortuga, pero la dejé con mi papá hasta instalarnos bien.

- ¿Cuántos años tienes? - Preguntó, y pensé mi respuesta unos instantes porque sabía que le iba a parecer muy chica para él. 

- Cumplo catorce en Abril.

- ¿En serio? - Lo miré esperando el porqué de su reacción - Te juro que pensé que eras más grande.

- ¿En verdad lo piensas? Es la primera vez que me lo dicen - Miré hacia el costado y vi unas hermosas plantas aromáticas - ¿Esas son lavandas? ¡Me encantan!

- Entonces toma algunas. Hay de sobra.

  Nos acercamos y cortamos un par. Estuvimos tan cerca que nos detuvimos un momento y nos miramos a los ojos.

- Veo que ambos tenemos ojos verdes - Dijo con su sensualidad voz. Yo sólo sonreí - Tenés una sonrisa muy linda, Dani.

- ¿En serio? Gracias. Tú también - Mi corazón latía fuertemente y sentía calor en mis manos. Paralelamente, comencé a tener pequeños dolores en mi vientre que me ponían más nerviosa aún. ¿Eran las famosas mariposas?

- ¿Puedo hacerte una pregunta? - Dijo mirándome a los ojos.

- Sí. ¿Qué?

- ¿Te han besado alguna vez?

- Claro que sí  - mentí - ¿Por qué?

- Porque me gustaría hacerlo ahora, si me lo permites - quedé inmóvil sin saber qué hacer - ¿Me dejarías? - Lo miré y enseguida respondí. 

- Bueno, sí - dije sonriente. 

  Nos besamos tímidamente. Luego me tomó de la mano me llevó contra una pared para continuar besándome. Yo sentía por dentro una revolución de emociones y hormonas que nunca antes había sentido. No quería que parase. Perdí la noción del tiempo.

  Continuamos nuestros besos en el living. Éramos sólo los dos y nadie más. Comenzó a besarme el cuello y no podía resistirme. No me detuve a pensar ni un segundo en sí era correcto lo que estaba haciendo, hasta que escuché un sonido que parecía venir de la puerta de mi casa.

- No puedo seguir. Debo irme - Me levanté, y miré por la ventana fijándome en que no haya nadie que me pueda ver salir de ahí. Me fui de inmediato sin despedirme.

Llegué y estaba mi hermana.

- ¿Dónde has estado? Mamá estaba preocupada y le tuve que inventar algo - Abrí la boca pero no se me venían excusas ni palabras. Metí mi mano al bolsillo y encontré lo que me dio Erick.

- Lavandas - se las mostré - Fui a buscar lavandas.

- ¿Para qué? - Frunció el ceño -  Ven a la cocina. Estamos por servir.

- Enseguida voy. Debo ir al baño primero.

  Subí hasta el baño de arriba y me llevé una gran sorpresa. Había una pequeña mancha marrón brillante en mi ropa interior. Supe casi de inmediato que estaba teniendo mi primera menstruación. Llamé de inmediato a mi madre y enseguida me pasó apósitos para colocarme. Entendí a qué se debían los cólicos en mi vientre. Definitivamente, no eran mariposas.

  Luego de comer las milanesas con puré de papas que hicieron  mamá y Diana, subí a recostarme. No le conté nada a mi hermana, pero estaba convencida de que mi madre se encargaría de eso. Y fue así, que unos minutos después, Diana subió y entró a mi habitación. 

- ¿Cómo te sientes? - Preguntó desde la puerta.

- Más o menos. Es más doloroso de lo que imaginaba - Respondí recostada de lado.

- Y no sabes todo lo que falta - Se sentó en el extremo de la cama - Accidentes, ropa manchada. Olvídate de pantalones o faldas blancas.

- ¿Tan terrible es? - Pregunté horrorizada.

- Naah... A veces sí. Acostúmbrate a llevar siempre apósitos en tu mochila. Tiene lado bueno también. ¡Vas atraer más a los chicos! - Dijo riéndose y dándome palmadas - Quizás estés más cerca de dar tu primer beso - Uff... Sí supieras hermana.

- Jajaja - Disimulé con una risa y me puse a pensar en qué momento dejé de ser una inocente niña.

- ¿Me vas a contar cuando llegue ese momento, no? - Por Dios, ¡Cuánta presión!

- Sí, supongo... ¿Cuándo te diste tu primer beso? - Mejor dejo de ser el centro de atención antes de que se me escape información.

- Mmm... Tenía como catorce años. Fui a una fiesta de quince años, y conocí al primo de una amiga. Fuimos hasta el estacionamiento y ahí pasó. Jajaja. Cómo olvidarlo - Continuaba riéndose - Nos pasamos los números de teléfono pero descubrí que el muy infeliz tenía novia. Entonces no volví a verlo. Pero ¿Sabes? Me arrepiento de que no haya sido con alguien... No sé. Especial. Fue algo de una noche. Entonces si te sirve de consejo... Reservá tu primera vez con alguien que realmente valga la pena.

- ¿Eres virgen? - Aproveché y pregunté eso que hace tiempo quería saber.

- ¿Qué? ¡Te estoy hablando de besos Daniela! 

- Ya lo sé - Le aclaré - Pero es otra pregunta aparte.

- Sí. Claro que sí. 

- ¿En serio? ¿Por qué? Yo siempre pensé que a tu edad habría estado por lo menos con tres chicos.

- ¿Estás loca? ¡Con ese pensamiento vas camino a ser una puta Daniela!

- ¿Qué tiene de malo? - Pregunté. 

- Pues... Que los chicos se aprovecharán de ti - Dijo.

- ¿Y no crees que puede ser al revés?

- Escucha. Así no funcionan las cosas. Debes respetarte para que te respetan. Si te muestras fácil, podrían jugar con vos. ¿Entendido?

- Entendido... 

  Quizás estoy influenciada por mi periodo y mis hormonas, pero no entendía la lógica de mi hermana. Esperar al príncipe azul, no me va. Ni siquiera existe, quizás. Me parecía mejor idea hacerle caso a mis deseos. ¿Qué podría salir mal? ¿No satisfacerlos? Con la lógica de Diana, me habría privado de darme esos besos con Erick. O tal vez, el problema es que pienso como un hombre, y no como mujer.

  De todos modos, fueron besos. Sólo eso. Conozco los límites también. 

Una semana después...

  Desde que nos besamos por primera vez, aprovecho cada mañana en que Diana no está para ver a Erick. Me gusta pasar tiempo con él. Conversamos mucho acerca de todo.

  Lo único que me inquieta un poco, son sus amistades. Esos dos chicos que me presentó días atrás, no me gustaron para nada.

  Quizás estoy siendo un poco prejuiciosa, pero estoy casi segura de que se drogan a más no poder, con las obvias consecuencias.

  Ese día se comportaban extraño, tenían la mirada perdida y uno de ellos hasta me observaba de forma acosadora.

  Lo único que espero, es que mi vecino no esté influenciado por ellos. Una nunca sabe.

  Escucho ruidos provenientes de afuera y me asomo por la ventana del living. Es Erick cortando el césped. Lastimosamente, no puedo salir porque mi hermana aún sigue acá en casa.

- Bien. Me harté de estar encerrada. Saldré a caminar un poco - Dice Diana mientras se coloca los auriculares alrededor del cuello.

- ¿A qué hora vuelves? - Pregunto, pero en realidad si es por mí que se demore todo lo que quiera.

- Yo que sé. Sólo daré una vuelta - Abre la puerta y se va.

  Hago un poco de tiempo cambiándome de ropa ya que sigo en pijamas. Luego bajo y al abrir la puerta, Erick ya no está afuera de su casa. Pero sí, los imbéciles de sus amigos, que al parecer fueron a buscarlo en sus bicicletas. <<Que no me vean, que no me vean>> ruego mientras disimuladamente, intento volver a entrar a mi casa.

- ¡Miren quién está aquí! - No puedo creer mi mala suerte, al escuchar a Bryan - ¿Ya no saludas, amiga?- Me veo obligada a retroceder y dar la vuelta. 

- ¡Hola! - Saludo con una sonrisa fingida.

- ¿No has visto a tu amigo? Hace rato que tocamos timbre y no sale - Pregunta Kevin.

- No lo sé. Pensé que estaba adentro. Quizás salió un momento - Dije esperando que con eso, me dejaran por fin entrar a mi casa.

- ¿Te puedo pedir algo? Acércate un poco más - Pidió Bryan, y no me quedó más remedio que hacerlo. 

- ¿Qué sucede? - Pregunté. Me señaló la puerta de rejas exterior, como pidiendo que abriera. Y lo hice, para no quedar descortés.

- Nada. Te quería decir que sos muy bonita - Dice Bryan, poniéndome nuevamente incómoda. 

- Bien, gracias. Debo irme - Volteo para regresar y escapar de la vergonzosa situación. 

- No, espera, no te vayas - Me sostiene la mano deteniendo mi paso.

- En serio, déjame irme - Intento soltarme, pero me agarra fuerte.

- Pero antes dame un beso - Se me acerca a la fuerza e intenta besarme pero yo me resisto dándole un fuerte empujón. Kevin comienza a reír a modo de burla, y Bryan se ve ofendido. 

- ¿Por las buenas no, entonces? Será por las malas - Siento temor por sus palabras pero antes de intentar escapar me agarra fuerte, me besa, yo respondo modiéndolo con todas mis fuerzas, hasta hacerlo sangrar, pero esto hace enfurecerlo aún más. 

- ¡No sabes con quién te estás metiendo! - Coloca su mano en el bolsillo y saca un cuchillo. Me amenaza. Kevin sólo vigila que no venga nadie - Cambié de opinión. Ahora quiero que me des tu teléfono - Estoy tan aterrada, que cedo a su petición con la mano temblorosa.

- Déjame ir, por favor - Digo con lágrimas en los ojos.

- Lo haré. Pero antes con una condición. ¡Ojo con contarle a alguien de esto! Sabemos donde vives, y hoy fuimos muy buenos contigo. La próxima no será así - Me acaricia la mejilla con su cuchillo - Ten mucho cuidado con nosotros.

- ¡Bryan! ¡Viene alguien, vamos! - Corren hasta sus bicicletas y se marchan a toda prisa.

  Yo quedo temblando de miedo. Creo que temo más sus amenazas, que la misma situación. Justo viene mi madre, que al parecer vuelve del trabajo. Estaciona el auto. Al bajarse y ver mi palidez me pregunta qué me sucede. Sólo le digo que me asaltaron. No soy capaz de brindarle más información, porque las advertencias retumban en mi mente.

- Llamaré a la policía - Dice mamá. 

- Ya está. No hay nada que hacer - Digo.

  La policía viene, y sólo le doy al oficial las descripciones físicas de ellos. No me atrevo a mencionar siquiera sus nombres o que son amigos de Erick, que al rato, llega y no puedo entender qué está haciendo con mi hermana.

 Mi madre regaña a Diana por haber salido y dejarme sola. Yo estoy enojada con Erick, pero más conmigo misma por haber sido tan torpe de salir en su búsqueda y generarme esta situación. 

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