TÚ, MI RINCÓN FAVORITO
TÚ, MI RINCÓN FAVORITO
Por: Justa Margarita
CAPÍTULO UNO

La rutina de Karen había sido la misma las dos últimas semanas, levantarse, prepararse e irse derecha a la casa de su paciente a ayudarle a recuperar la movilidad de su brazo por un accidente, pero hoy era especial, había logrado conseguir que su paciente se recuperara por completo y ya no tenía que seguir asistiéndole personalmente. En su agenda no había nuevos pacientes a los que atender lo que significaba que por ahora estaba libre hasta que volvieran a asignarla a uno nuevo.

Se dio una ducha bien tranquila y sin prisas, se arregló y se puso unos pantalones blancos ajustados y una camiseta, cogió su bata y se la puso encima de su ropa, ya casi lo tenía de costumbre, le encantaba llevarlo puesto y tenía un conjunto de diversos colores, pero hoy llevaría el de color blanco, le traía buena suerte. Se puso sus zapatillas, se recogió el pelo en una cola como siempre para estar más cómoda y cogió su bolso.

Salió de su apartamento y corrió a subirse al ascensor antes de que éste se cerrara.

—Buenos días señora Delia—saludó.

Delia era una de sus vecinas, una mujer de aproximadamente cincuenta y tantos, a veces estaba de mal humor y parecía no reconocer a nadie y otras veces solo se trataba de una mujer amable que se llevaba muy bien con sus vecinos, hoy precisamente estaba de muy buen humor.

—Hola preciosa —miró su indumentaria con una sonrisa amable—¿Vas otra vez a salvar vidas?

—Eso intento todos los días, espero estar haciéndolo bien —le devolvió la sonrisa.

—Eso es bueno, siempre le digo a mi nieta que estudie y que pueda ser algún día alguien como tú, pero ya ves que ni caso.

—No se preocupe, no solo los médicos salvamos vidas —le dijo con una sonrisa y justo en ese momento se abrió el ascensor. —Bueno señora Delia, tengo que dejarla.

—Bien hija, hoy prepararé las galletas que tanto te gustan, guardaré para cuando regreses.

—Ya estoy ansiosa por regresar, me encantan esas galletas suyas.

Karen se bajó del ascensor y siguió su camino hasta salir del edificio y acercarse al parking donde tenía su mini cooper aparcado, lo abrió y se subió en él, lo puso en marcha y siguió su camino al hospital. Puso la música y condujo lo más relajada que pudo hasta llegar al gran edificio. Aparcó su auto, cogió su bolso y se bajó de él. Entró en el hospital y saludó a las dos recepcionistas que estaban charlando.

—No sabes cuánto te admiro, ¿cómo lo haces? —dijo Alexa a Karen —yo en tu lugar me habría quedado en casa a descansar, pero aquí estás.

—No tengo nada mejor que hacer en casa, por eso estoy aquí.

—Mira la tele o léete un libro, no estaría mal por una vez en tu vida — esta vez habló Zoe ofreciéndola la hoja de registro para que firmara la asistencia.

—¿Me estáis diciendo que no hay ningún paciente para mí?

—Ya no, Noha ordenó que los destinaran a otros.

—No sabía que tu paciente estaría ya mejorado —continuó Alexa.

—Pues al siguiente paciente me lo destináis a mí, estoy libre.

—Seguro.

—¿Podéis hacerme un favor? —dijo casi suplicante, ellas se miraron y rieron.

—Descuida, no le diremos a tu jefe que estás aquí.

—Gracias chicas.

Las dejó y subió sin prisa las escaleras, quería encontrar a Ivonne su amiga, se conocieron en la universidad, ella estudiaba enfermería mientras Karen había optado por fisioterapia. El edificio era muy grande y su amiga estaba en la tercera planta, mientras subía las escaleras que la conducían a dicha planta, Xavier, interno en cirugía bajaba las mismas escaleras.

—¡Karen! —ella se detuvo a verle, era guapo y amable con su preciosa piel morena. —estás hermosa.

—Lo sé Xavier ¿y sabes por qué? Porque me lo repites siempre que nos vemos.

—Vaya, no me había dado cuenta — bajó otro escalón —. Entonces buscaré otra frase distinta para la próxima vez.

—Mejor.

—Ah y por cierto, Noha te anda buscando como loco.

—No te creo —dijo sorprendida. — ¿Cómo se ha enterado de que estoy aquí? —él sonrió y se encogió de hombros. Pasó por su lado mientras continuaba su rumbo hacia el piso de abajo.

Ahora Karen tenía que andar con cuidado para no toparse con Noha.

Noha era su jefe, cabe mencionar que no tenía más de treinta y cinco años y era apuesto. Pero hacía unas semanas habían salido a beber con otros médicos una noche y su jefe bebió más de la cuenta lo que le condujo a que confesara que ella lo atraía y que quería que se había enamorado de ella, se lo había dicho estando borracho y era su jefe. No tenía el valor de enfrentarse a él sobrio y escucharle confesar y pedirle salir, no quería tener que rechazarle y esta era la razón por la que ella evitaba que se encontraran.

Miró a los lados mientras caminaba por el pasillo. Se sintió aliviada cuando vio a Ivonne salir de una habitación, se acercó casi corriendo, Ivonne la vio y se sorprendió de su expresión agitada.

—¿Pasa algo? —preguntó cuando Karen la alcanzó.

—Es Noha, no para de querer hablarme. —Ivonne se llevó las manos a la cintura.

—No puedes pasarte toda tu vida huyendo de él, algún día tendréis que hablar ¿no crees?

—Pero todavía no, no sabría qué decirle.

—Pero el tipo no está nada mal, ¿por qué tienes que pensártelo tanto?

—Que no estoy lista, ¿qué es lo que no entiendes?

De pronto escucharon voces que se acercaban, era la voz de Noha. Karen miró a Ivonne asustada.

—No quiero que me vea, por favor. — casi le suplica con la mirada. Ivonne suspiró, sabía que el deber de ayudarla.

—Está bien, escóndete aquí y no toques nada. —le abrió la puerta de la habitación donde acababa de salir y la cerró.

Karen suspiró aliviada y sin prestar mucha atención al lugar donde estaba pegó su oído a la puerta para asegurarse de que Noha no la encontraba. Escuchó su voz, estaba hablando con Ivonne.

—¿Seguro que Karen no ha venido a verte?

—Hasta ahora jefe —escuchó cómo suspiraba frustrado.

—Solo necesito disculparme ¿por qué huye de mí?

—Huir de usted ¿por qué piensa eso?

—Porque siempre podía hablar con ella, pero desde aquella m*****a noche no me contesta ni siquiera a las llamadas y cada vez que llega aquí no consigo verla.

—Hablaré con ella a ver qué piensa, seguro que no es nada.

—Habla con ella por favor.

—Lo haré, no se preocupe.

Escuchó cómo se alejaba, expulsó aire de sus pulmones y pegó su cabeza contra la puerta. Prestó más atención al lugar donde se encontraba y se sorprendió de no haberse dado cuenta antes. Había un hombre en la camilla y parecía estar inconsciente, estaba conectado a las máquinas. Se acercó con cuidado hasta él, entonces entendió que debía estar en coma, solo se trataba de un hombre joven y bello atado a una camilla. Ivonne se asomó por la puerta.

—Listo, se ha ido.

Pero Karen se había sentido atraída a la situación en la que se encontraba el hombre de la camilla, Ivonne se dio cuenta y entró del todo en el cuarto acercándose a su amiga.

—¿Qué le ha pasado? —preguntó Karen sin apartar la mirada de la máquina.

—Tuvo un accidente de auto y acabó aquí, una lástima.

Karen se acercó a los pies de la camilla para leer su diagnóstico y de paso conocer su nombre.

—Christian Reagan.—leyó —y solo tiene veintisiete años.

—Así es.

—¿Y qué dicen los médicos? ¿se recuperará pronto?

—Hasta ahora no están seguros y eso que lleva ya un mes aquí.

—¿Y su familia?

—Es una larga historia ¿por qué te interesa? No lo conoces.

Ahora Karen la miraba, depositó el tablero en su lugar y se acercó de nuevo a la cabecera.

—No lo sé, pero me da lástima ver a un paciente así solo consigo mismo, sin poder hablar y sin nadie que le haga caso aparte de intentar curarle. Debe ser un asco.

—Lo es —habló su amiga —. Pero no podemos hacer nada más que eso.

—Pues yo sí.

—¿Qué? —preguntó Ivonne incrédula—¿qué quieres decir con eso?

—No tengo ningún paciente por ahora, mientras espero a que mi jefe se digne a ofrecerme uno nuevo le estaré haciendo compañía a Christian.

Ivonne sonrió incrédula al escuchar cómo lo llamaba.

—Eres increíble ¿lo sabes? A penas lo conoces, ¿qué crees que harás con él?

—Hablarle, no sé, lo que se me ocurra.

—¿Estás segura de eso? —Preguntó Ivonne dándose cuenta de que hablaba en serio.

—Dime, ¿crees que podré estar viéndole sin que se enteren?

—Está bien, te ayudaré—se rindió.

—Gracias, eres la mejor.

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