La noche anterior había ido al apartamento de su vecina Delia quien la había mandado una invitación con su nieta. Hacía tiempo que no la veía porque estaba constantemente trabajando o con sus amigos.
—El hombre que estuvo la última vez en tu apartamento ¿Cuándo vuelve? —le había preguntado Sonia. Como sospechaba, a ella le gustaba Xavier.
—Niña ¿qué haces preguntando por los conocidos de la chica? —le regañó su abuela. Miró a Karen—Hija ¿ya tienes novio? —ella le sonrió con amabilidad.
—No, Delia. Por ahora solo tengo amigos.
—Con lo hermosa que eres ya deberías tener a un hombre que te cuide.
—Las albóndigas están ricas ¿las ha preparado usted? —Desvió el tema. No quería hablar de temas iguales con ella.
—Me ha ayudado mi nieta.
Aquella se había levantado muy temprano, era el último día que trataba a su paciente y después la despediría, pero antes tenía que llegar al cuarto de Christian y verle antes de que llegara Noha y controlara el lugar, ya no se fiaba de ella después de lo sucedido aquella vez.
Llegó en el hospital a las siete y media, las recepcionistas Zoe y Alexa no habían llegado todavía, seguían las sustitutas.
Subió las escaleras hacia el tercer piso. Se aseguró como siempre de que nadie la estuviera observando y entró en la habitación del hombre en coma. Sonrió feliz de volver a verlo. Tomó la silla y se acercó a la cabecera para tenerlo cerca.
—Buenos días, bello durmiente. —le saludó mientras sacaba de su bolso el libro que venía leyéndole desde hacía días “La voz de madrugada”. —Te veo mejor —dijo sorprendida. Llevó la mano a su cabello y lo acaricio con suavidad, como si tuviera miedo de que se despertase y la reprochara. —Antes de seguir leyendo quiero que me prometas algo, que cuando te despiertes, confío que lo harás, no te acordarás de mí ¿de acuerdo? —dicho eso soltó un suspiro—¿Sería egoísta de mi parte no querer que te despiertes todavía para seguir aquí contigo? Es que lo necesito. —sonrió de pronto—Justo ayer mi vecina me preguntó si tenía novio, pero tú sabes muy bien que no. Me conoces muy bien, aunque no sé si te lo dije, alguien me hizo mucho daño en el pasado, pero gracias a mis amigos pude superarlo. Es la razón por la que los quiero tanto y no podría imaginarme mi vida sin ellos, lo son todo para mí. Sin embargo, espero poder confiarle mi corazón a alguien algún día, pero no creo que sea el momento. —soltó un suspiro y miró la hora en su reloj—te leeré unos cuantos párrafos y luego me iré.
“Capítulo catorce: …Nunca sabréis quién, ni qué soy yo. Esta es mi voluntad, espero que sea respetada. Así evitaré que, al conocer mi nombre, lo maldigáis, reneguéis de la silenciosa amistad que me habéis dado, detestéis haber estado escuchándome. Nada de eso ocurrirá porque yo desapareceré con mi secreto…”
Salió de la habitación sigilosamente y caminó hacia el cuarto donde estaría esperándole su paciente. La abrió y se encontró a la chica sentada sobre la cama.
—Buenos días supergirl—le saludó a la muchacha con una sonrisa.
—Buenos días doctora.
—¿Cómo te sientes ahora? —preguntó tomándole la mano que anteriormente estaba enferma.
—Estoy genial, ya no siento nada.
—Me alegro mucho.
Le hizo las últimas revisiones y cuando todo estuvo listo se despidió deseándole mucha suerte y que para la próxima se cuidad mucho.
Cuando abandonó el cuarto, se topó con Noha. Se saludan y los dos decidieron bajar juntos a la última planta.
—Tu paciente debe estar mejor, supongo.
—Así es. Es una chica muy valiente.
—Bien. ¿Tienes planes esta noche? —ella lo miró ¿iba a invitarla?
—Ah, es el cumple de Karina.
—¿La hija de Ivonne cumple hoy?
—Exacto, es mi ahijada y no puedo faltar. De hecho, tengo que conseguirla un regalo, todavía no lo he hecho—se quejó. —¿Irás al cumple?
—Encontraré el momento, tal vez os encuentre delante.
—Por cierto…sobre el paciente en coma, ¿se sabe ya algo de su familia? —Noha la miró con desconfianza y se detuvo.
—¿Por qué te importa tanto ese hombre? —ella lo había llamado paciente ¿por qué lo llamaba él hombre?
—Es un caso especial y lo sabes. Estoy segura de que todos hablan de él.
—Pero no todos entran en su cuarto a leerle un cuento.
¿Seguía molesto por eso? ¿Por qué? ¿Desde cuándo era un delito visitar a un paciente en coma? De pronto sonó el busca de Noah, lo miró y en su rostro apareció sorpresa, miró a Karen quien lo observaba interrogativa.
—¿Pasa algo?
—Tengo que dejarte. —guardó de nuevo el buscador y corrió escaleras arriba.
Karen lo veía alejarse confusa, no entendía qué es lo que estaba pasando. De pronto vio que otros médicos subían igualmente por donde había ido. Definitivamente estaba pasando algo gordo.
Ella decidió igualmente subir a ver qué es lo que estaba pasando. Al llegar en la tercera planta vio que todo ellos entraban en el cuarto de Christian, enseguida de latió fuerte el corazón al pensar que algo malo le estaría pasando. No la dejaban entrar y así no podía saber qué es lo que pasaba realmente.
Llegó Ivonne y parecía apurada, traía a su niña de cuatro años en brazos. Karen se acercó a ella.
—Ivonne, ¿qué hace la niña aquí? —ella en respuesta se la entregó.
—Buenos días, tía Karen.
—Hola princesa.
—Se siente un poco mal y no puede ir a clase en este estado. Quédate con ella, voy a cambiarme y ver si me necesitan.
—Pues apresúrate, quiero saber qué está pasando allí dentro.
Ivonne le dio un beso a su hija en la mejilla y corrió a cambiarse.
—¿Qué tiene mi princesa preciosa? —le habló a la niña mientras caminaba hacia las escaleras.
—Me duele la garganta—le contestó ella mientras apoyaba su cabecita contra su pecho.
—Pobrecita, es tu cumpleaños y te pones mal. Has vomitado ¿verdad?
—Sí.
—No te preocupes, te pondrás bien.
Bajaron al primer piso. Las recepcionistas habían llegado, las dio los buenos días y caminó hacia la cafetería. Se sentó a la mesa a la que estaba acostumbrada con sus amigos. Le ayudó a Karina a sentarse en la silla y ella hizo lo mismo. Tomó su móvil y escribió un mensaje en el grupo que tenía con sus amigos para pedirles que la encontraran si no estaban ocupados. Guardó el móvil y se encontró en la niña.
—Dime ¿qué te apetece comer? —la niña negó con la cabeza —¿No tienes hambre?
—No.
Llegaron Xavier, Anna y Víctor más rápido de lo que ella se esperaba.
—Hola Chicos, no esperaba que…
—Cuéntanos ¿qué le ha pasado a Christian? —preguntó Víctor tomando asiento. —Hola linda ¿qué tal? —le sonrió a la niña.
Xavier la tomó en brazos y se sentó en la silla.
—¿Cómo está la niña más hermosa del mundo?
—Bien.
—No he mencionado nada de Christian. —dijo Karen recordando lo que les había escrito.
—Hemos oído que todos los médicos han ido corriendo a su cuarto. —explicó la rubia.
—¿Por eso habéis venido tan rápido? Pensé que os preocupabais por mí.
—¿No es lo que estamos haciendo? —dijo Víctor— A ti te gusta ese hombre y si preguntamos por él es porque nos preocupamos por ti.
—Gracias amigos ¿qué haría yo sin vosotros? —dijo ella con sarcasmo.
—No tienes por qué. ¿Pido que nos traigan lo mismo? —Preguntó Anna poniéndose en pie.
—Claro, amor.
—¿Y? —Insistió Xavier—¿Qué le pasa al hombre durmiente?
—No lo sé. No me han dejado entrar. Estoy esperando a que me diga Ivonne lo que está pasando.
—¿Me traeréis regalos? —intervino la niña. Los chicos se miraron confusos.
—Es su cumpleaños— le dijo Karen en silencio y afortunadamente lo entendieron mostrando sorpresa.
—Oh, claro preciosa—dijo Víctor— ¿Qué te gustaría como regalo?
—Un vestido de hada.
—¿Con la varita? —preguntó Xavier.
—Aja.
—Pensé que querías ser una princesa.
Anna regresó con una bandeja llena. En ella había frutas, leche, yogurt y panes tostados.
—¿He oído que alguien cumple años? —la niña asintió con la cabeza—Feliz cumpleaños, linda. ¿Cuántos años cumples?
—Cuatro años.
—Vaya, te estás haciendo mayor. Esto hay que celebrarlo—le ofreció una manzana, pero ella no quería—Tienes que comer, es tu cumpleaños, recuerda.
—Y si comes tendrás más regalos—le recordó Karen. La niña estrechó la mano y tomó la fruta.
—Buena chica.
De pronto se presentó Ivonne ante ellos. Todos la miraron.
—Ivonne ¿qué ocurre?
—Es Christian.
—¿Le ha pasado algo? —preguntó Karen muy preocupada.
—Se ha despertado. Su familia llegará en cualquier momento.
Noha le había prohibido la entrada al personal no autorizado. Karen y sus amigos se quedaron a un lado a observar cómo entraba una pareja mayor muy elegante a la habitación, iban acompañados de un hombre con traje y maletín.—Al parecer el tipo procede de una familia importante—comentó Anna. —Debes de alegrarte, tiene familia y ya no tendrás que cumplir tu promesa.—¿Se acordará de mí? —murmuró Karen y sus amigos se voltearon a mirarla.—Ayy, la muchacha se nos ha enamorado. —se burló Víctor.—Deja ya de decir estupideces, me preocupa que recuerde todas las cosas que le dije, eran personales.—¿No debiste preocuparte por eso antes de decidir contarle tu vida? —preguntó Xavier.—Bueno, yo…no solo le hablé de mí—se mordió los labios y sus amigos la miraron absortos.—Karen, dinos que no le has hablado de nosotros a ese desconocido—le exigió Xavier, ella forzó una sonrisa.—No importa, él no tiene por qué acordarse de nada de eso.—Más te vale, o lo haré dormir yo para siempre. —amenazó
Xavier estaba ocupado coqueteando con una de las tutoras, era joven, madre soltera y se ruborizaba por cada cosa que le decía el hombre apuesto que tenía delante. Víctor y Marcus estaban con Karina, Víctor la enseñaba a utilizar la varita de su nuevo vestido de hada. Las tres mujeres estaban juntas atendiendo a los niños en lo que necesitaban. Noha llegó más tarde, las seis y treinta y cinco. Ivone le agradeció su llegada y aceptó la caja de regalo que había traído. Miró a Karen y ésta le sonrió. Era la hora del pastel. Se acercaron todos junto a la mesa y a animaron a los niños a cantar el cumpleaños feliz. Karina apagó las velas y todos aplaudieron alegres. —Por cierto —habló Noha entre tantos aplausos, —me imagino que tenéis curiosidad por saber qué pasa con el paciente en coma. Se ha despertado, sabe perfectamente quién es, y sus padres han pedido el traslado a otro hospital fuera de aquí, o sea, Suecia, que es de donde son. Se lo llevaran mañana a primera hora. Karen lo miró
Daban las cinco de la madrugada, y como era costumbre, sonó el despertador en la cabecera de Noha. Éste abrió los ojos, se incorporó y se sentó al borde de la cama mientras silenciaba la alarma y se frotaba los ojos. Cinco minutos después, se puso sus chanclas y se levantó de la cama. Se quitó la camisa que llevaba y se subió y la cinta caminadora. Comenzó a caminar y segundos después estaba corriendo, éste era su ejercicio de cada mañana. Estuvo así durante aproximadamente quince minutos. Se bajó de la cinta, estaba respirando agitado, tomó la toalla y se secó el sudor. Salió de la habitación y se acercó a su cocina americana, era elegante y muy espaciosa con todos los mobiliarios modernos, podía permitírselo. Tomó el jarrón de agua y se sirvió en un vaso. Tomó el mando y prendió el plasma del salón, mientras seguía la información, caminó hacia el cuarto de baño que tenía en su cuarto. Se desprendió de lo que le quedaba de ropa y se metió en la ducha. Se cambió y se arregló el pelo
La soltó con cuidado y se subió a su auto, ella seguía paralizada. Él puso el auto en marcha y la echó un último vistazo mientras le sonreía. Pisó el acelerador y abandonó el aparcamiento. —Esto no puede estar pasando, debo de estar soñando—se dijo a sí misma. Había tanta sorpresa a la vez que no sabía cómo sobrellevarlo. Se subió a su Mini Cooper, se puso el cinturón y se tomó unos segundos en reflexionar sobre lo que le había sucedido. Tomó su celular y les escribió a sus amigos: “Chicos, acaba de ocurrir una desgracia. Ahora voy para el hospital”. Puso en marcha el motor y condujo hacia el Northem Nevada Medical Center. Una vez allí, se bajó del auto y corrió hacia el edificio, tenía que ver a sus amigos antes de marcharse. Cuando entró en el edificio, Xavier estaba bajando a toda prisa los escalones para encontrarla. Tomó su frente y se puso a revisarla. —¿Estás bien? ¿Has tenido algún accidente? —¡Xavier…! —¡Karen! —Anna y Víctor corrieron a su encuentro y la observaron. —C
Karen había preparado ya su equipaje. Llevaba dos maletas, una contenía su ropa, mientras la otra contenía su material imprescindible de trabajo. Se despidió de su vecina quien le deseó todo lo mejor y que regresara a salvo.Como le había dicho Noha, un auto pasó a recogerla y de inmediato la condujo hacia la pista de aterrizaje donde la estaba esperando la avioneta con la que iba a viajar. Había un hombre mayor de pelo tendiendo a gris de pie observando la hora en el reloj de su muñeca, parecía estar esperando a alguien, a ella seguramente.Un empleado con un chaleco de verde claro intenso se acercó a ella y le saludó educadamente. Le ayudó a retirar las maletas del maletero y acercarla hacia el avión. El hombre seguía allí de pie, mirándola acercarse. Cuando ella lo alcanzó, él la tendió la mano.—Buenas tardes. Usted debe de ser la doctora Karen Pride.—Así es. Buenos días.—La estábamos esperando. ¿Subimos? —preguntó indicando la escalera de la avioneta.Se subieron y la dieron a
Antes de acomodarse decidió llamar a sus amigos para informales que había llegado ya. Realizó una video llamada que los conectara a los cinco. En unos segundos podía verlos a los cuatro, sonrió feliz. —Holas chicos. —¡Karen! —chilló Anna—pensamos que te habías olvidado de nosotros. —¿Tan pronto? —¿Qué tal tu viaje? —preguntó Xavier, parecía estar cocinando. —Muy bien, gracias. ¿Qué haces? —¿Yo? Haciendo arte en la cocina. —¿Qué tal está todo por allí, cariño? —preguntó Ivonne. —Bueno, me han recibido extrañamente bien. Por ahora no he visto al padre de Christian, me han dicho que en cualquier momento llegará. —¿Y el dormilón cómo está? —preguntó Víctor. —Está…—soltó un suspiro—bien, está muy bien. —Ahm, ¿te refieres a físicamente o médicamente hablando? —preguntó Víctor que se había dado cuenta, aunque en realidad no había sido el único. —¿Cuál es la diferencia? Soy fisioterapeuta—se puso a la defensiva. —El hecho de que estés tan tranquila debe significar que él no sabe n
—¿Has probado ya el vino? —Karen miró el vaso de vino que seguía sobre la bandeja—Deberías intentarlo, seguro te gustará.Ella tomó el vaso y se lo llevó a los labios, probó un poco, pero le gustó, estaba dulce, volvió a darle un sorbo más largo y luego depositó de nuevo el vaso.—Tenías razón, está bueno. Igual que la comida.Christian la había hecho probar cada plato, la que más le había gustado era aquel que tenía claro aspecto de unas albóndigas, de las que no recordaba el nombre, quizás lo consiguiera con el tiempo.Ella había tenido que darle de comer porque le pesaban los brazos. Empezaba a sentirse a gusto con él despierto y le gustaba. Siempre pensó que sería raro y distinto, lo que no se esperaba es que fuera agradable.Sin que se dieran cuenta, Marianne se había acercado al cuarto, había abierto la puerta con cuidado y los había observado cenar juntos. Había suspirado aliviada al ver que su hijo se llevaba bien con la misteriosa doctora, y estaba feliz de haber acertado al
Karen estaba sentada sobre su cama con el móvil a mano. Eran las ocho de la mañana y estaba pensando en si debería marcarles a sus amigos y decirles que iba a regresar a casa antes de lo esperado. ¿Cómo se los diría? Tenía los ojos nublados mientras procuraba mantener la calma, ella era profesional, cosas como aquellas no deberían afectarla, ocurrían constantemente a médicos normales y ella no era ninguna excepción.Se secó rápidamente una lágrima con la mano cuando esa empezaba a resbalarle por la mejilla.—Cree que lo estás manipulando—se dijo a sí misma, no podía dejar de revivir cada palabra de Christian contra ella. —¿Qué esperabas? ¿Creíste que lo conocías solo por hablarle cuando no podía escucharte? Ahora sabes quién es.Depositó el móvil sobre la cama y se puso en pie, caminó hacia el armario donde ya tenía ordenada sus cosas. Se dispuso a retirar su ropa y depositarla sobre la cama, iba a introducirla en la maleta, pero entonces llamaron a la puerta. Se detuvo y se acercó al