CAPÍTULO SÉIS

Mientras salía por la puerta se preguntaba qué estaría pasando en el cuarto de Christian, si fuera una urgencia médica le habrían avisado a Noha, pero ese obviamente no era el caso.

Subió las escaleras a la otra planta. Caminó por el pasillo y miró por todos lados, esperó que unos médicos se alejaran y abrió la puerta del cuarto de Christian. La cerró y cuando se dio la vuelta se sorprendió al ver a sus amigos dentro hablando sobre la cama de Christian. Ivonne la miró y se acercó a ella.

—¿Qué demonios hacéis aquí? —se acercó a ellos asombrada.

Anna abría con cuidado cada uno de sus ojos mientras le analizaba sin darle mucha importancia a su amiga.

—Vaya, ojos grises, interesante—comentó.

—Así que este es el tío al que siempre vienes a ver —comentó Víctor leyendo su información, sentado sobre la camilla.

—¿No me habéis escuchado? He preguntado que qué es lo que estáis haciendo aquí —insistió Karen, pero sus amigos parecían estar estudiando un caso especial y ni caso la hacían a ella. Tuvo que mirar a Ivonne incrédula.

—No entiendo nada, ¿me explicas por qué están todos ellos aquí?

—De pronto se les ocurrió entrar aquí sin más—contestó ella encogiéndose de hombros.

—Estamos aquí para conocer a la persona con quien se está viendo nuestra amiga, —ahora lo estaba mirando Víctor, al fin desviaba la mirada del historial de Christian —estamos en nuestro derecho. Quizás ese tío sea un psicópata que cuando se despierte vaya a por ti, en ese caso necesitaras a unos amigos que estén dispuestos a ayudarte.

—Estáis locos—Karen no salía de su asombro.

—¿Sabíais que tiene actividad cerebral? —preguntó Xavier que desde que había llegado estaba pegado al monitor. Todos se acercaron.

—¿Y eso qué quiere decir? —preguntó Karen.

—Que es consciente de todo lo que está pasando a su alrededor, más o menos. —Karen miró a Christian sorprendida.

—Espero que no le hayas confesado amor —se burló Víctor.

—¡Que no estoy enamorada! —se quejó Karen frustrada.

—Auch —lamentó Xavier —que él está aquí, eso ha debido dolerle.

—Dios mío, ¿por qué tuviste que ponerme a esa gente en mi camino? —lloriqueó Karen.

—No te preocupes, no es seguro que tenga que acordarse exactamente de todo lo que le pasa. Es más normal que se olvide de muchas cosas. —le tranquilizó Anna, siempre era Ivonne la que la tranquilizaba, pero era agradable que ella empezara a hacerlo. —Bueno, a no ser que tenga que acordarse de lo más importante, eso sí sería una gran faena. —se rieron todos y Karen sintió que se iba a morir.

—Ya os habéis divertido bastante, ¿podéis marcharos ya y dejarlo tranquilo? Os lo pido por lo que más queráis.

—Lo que queremos a cambio es que nos pagues el almuerzo—indicó Víctor, siempre tenía que ser él.

—¿Entonces os olvidareis de este cuarto? —tenía miedo de que tanta aglomeración llamara aún más la atención del resto del personal del hospital, eso sería malo si quería seguir viendo a Christian.

—Bueno, no estaría mal para empezar—estuvo de acuerdo Xavier con Víctor.

—¿Qué fue lo que te dijo Noha? —indagó Ivonne.

—Me ha pedido o, mejor dicho, exigido que no vuelva a entrar en este cuarto….

—Pero aquí estás de nuevo. —todos desviaron sus miradas hacia la puerta donde estaba Noha con los brazos cruzados —No recordaba que fueras tan testaruda. —escuchó cómo sus amigos carraspeaban, estaba segura de que ahora la abandonarían de nuevo.

—Culpa nuestra, —dijo Xavier —escuchamos hablar de él —dijo señalando a Christian —y nos interesó conocer su caso. Pero ahora nos estábamos yendo a almorzar, ¿verdad chicos? —todos asintieron mientras se incorporaban —¿Te vienes? —le preguntó a Noha que no parecía tragarse nada de lo que le decían, tenía la mirada fija en Karen.

—Por supuesto, os encuentro en la cafetería.

Caminaron hacia la puerta y abandonaron uno a uno la habitación. Hasta entonces Karen no se creía que sus amigos la hubieran salvado de Noha. De cualquier situación podían acudir a su rescate, pero cuando se trataba de Noha siempre se ponían al margen. Estaba feliz de que lo hubieran hecho esta vez. No habría cómo defenderse ante él y librarse de ésta.

—Gracias chicos —les murmuró cuando se encontraron en el palillo camino al piso de abajo donde estaba la cafetería.

—De gracias nada, nos pagas el almuerzo —Dijo Víctor y no le sorprendió que viniera de él.

Xavier la tomó por el hombro y la atrajo hacia él.

—Solo es el almuerzo, no es para tanto. Todavía podrás abrir tu clínica y que nos pagues el almuerzo no marcará ninguna diferencia.

—O, podrías aceptar salir con Noha y con cara de cachorrito le suplicarías que nos pague todos los almuerzos. —comentó Anna. —La decisión es solo tuya.

—¿Dejaréis de hablar del tema en algún momento? — preguntó Karen frustrada—algún día va a escucharos.

Bajaron todos a la cafetería del hospital y cumpliendo su promesa, le obligaron a Karen a que pagara la cuenta de todos, no le quedó de otra que hacerlo.

—Sois los peores amigos que se puede desear. —se quejó ella mientras se sentaban todos a la mesa—Primero me acabáis la comida de la casa y ahora me exigís pagaros la cuenta de vuestro almuerzo.

—Y aun así nos quieres muchísimo—dijo Anna con una sonrisa de satisfacción.

—No os confiéis demasiado, en cualquier momento puedo cambiaros por otros.

—Mujer, para de soñar ya. —dijo Víctor quitándole la tapa a su bote de fideos. —Nunca encontrarás mejores amigos como nosotros.

—So os consideráis mejores amigos, ya me gustaría conocer a los peores.

Noha los alcanzó unos minutos después y los seis comieron juntos mientras conversaban y se reían.

Después de que todos regresaran a sus trabajos, Karen decidió aprovechar la oportunidad para conocer a su siguiente paciente. Subió a la planta que le tocaba y antes de entrar a la habitación le dio unos golpecitos a la puerta y luego la abrió. Dentro se estaba una mujer sentada en una silla junto a la cabecera de la camilla en la cual se encontraba una jovencita con una escayola en el brazo. Karen les sonrió ampliamente mientras entraba en la sala.

—¡Hola! —saludó amablemente sin apartar en ningún momento su sonrisa. La señora y la joven enferma la observaron.

—Hola, doctora—se levantó la mujer para darle la mano y ella se la aceptó amablemente

—Tú debes de ser Verónica—dijo acercándose a la camilla.

—Así es.

Verónica era la nueva paciente que le habían asignado. Solo se trataba de una joven de quince años que tenía el brazo fracturado y a quien estaba acompañando su madre.

—Me llamo Karen y estaré allí cuando te quiten eso que parece ser incómodo—señaló la escayola del brazo.

—¡Genial! —la niña se mostró entusiasmada—es realmente incómodo. ¿Cuándo me lo quitan? Estoy harta de llevarlo.

—Mañana mismo te librarás de ello y te ayudaré a recuperar la movilidad de tu brazo, pronto estarás como nueva—escuchar aquello trajo sacó una sonrisa en el rostro de ellas.

—Gracias doctora—dijo la madre, totalmente satisfecha.

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