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Capítulo 2: Vives en mis pensamientos, Ivonne.

Tres años después.

Pronto cumpliría los veintiún años y podría salir de este lugar, esperaba con ansias ese día, salir de aquí, llevarme a mi amiga conmigo y ser felices, recuperar lo que me dejó mi padre y poner a mi tía en su sitio, aunque fuera una vez en mi vida.

Es más, faltaba cerca de una semana para ello, mi amiga estaba igual de entusiasmada que yo, y cómo no estarlo, si al salir yo, también lo haría ella, porque me la llevaría conmigo como dé lugar.

Había una carta al hombre que es mi novio, en todo este tiempo escrito no he tenido respuestas de él, pero tal vez ahora que saldré de este encierro pueda tener chance de volver a estar con él, solo espero que siga esperándome.

Nikolay Petrov

Me expulsaron de Rusia, esas malditas ratas de alcantarillas lo lograron, pero no saben con quién m****a se involucran, el que me hace no solo las paga en vida, sino también en muerte, volveré con mucha más fuerza y mucho más poder que antes y verán de qué soy capaz, con mi apellido y mi familia nadie juega ni se burla, seguro que sus cabezas terminarán colgadas en algún puente de Rusia, de eso me encargaría personalmente.

No podía evitar pensar en aquellas lacras que se quedaron usando todo lo que me pertenece, carros, dinero, joyas, rutas comerciales, etc. Sin duda dejaría que osaran vivir con mis cosas, que se confiaran, que pensaran que había muerto, o peor, que caí en manos de la policía de mi país y que me han encerrado en la peor prisión que existe, y luego, luego acabaré con ellos.

—Señor. —interrumpió mi pensamiento mi hombre de confianza, el único que me queda, porque los demás en cuanto vieron que este barco se hundía decidir marcharse, sin duda también caerán, porque con un Petrov hay que tener algunos puntos bien claros.

Nadie osa desafiarnos.

Nadie se interpone en lo que quiero.

Y la más importante de todas, nadie, absolutamente nadie contará con una segunda oportunidad de traicionarnos.

—¡Qué m****a quieres! —pregunté alterado, sí, la mayoría de las veces tenía que aguantar mi mal humor, por no decir que siempre, pero la situación no era para menos, toda mi familia tuvo que huir de nuestro país natal, confié en alguien y me ha dado por la espalda, creo que debe experimentar esto para no volver a caer en el juego de nadie.

—La mujer que escribe todos los meses. —dijo él y me levanté rápidamente de mi silla. Desde que me mudé a esta vieja casa, cada mes, sin falta, llega una carta de ella, esperando que alguien vaya a salvarla, que alguien llamado Julián apareció, pero creo que ese alguien no quiere saber nada de ella—. Ha llegado una nueva carta. —añadió.

—Entrégamela. —respondí autoritariamente, Antoine la sacó de su bolsillo y se la quité—. Gracias. —agregué esperando que se marchase. Recuerdo perfectamente el día que entró por la puerta principal y estaban todas aquellas cartas en el piso, doce, para ser exactos, doce cartas, una por cada mes, aquella mujer lleva más de un año encerrada.

—A su servicio, señor. —respondió. Salió de la habitación y yo volví a mi lugar, hace un año más o menos que estas cartas llegan a esta dirección, supongo que su remitente no tiene idea de que no vive más aquí aquel hombre al que le escribe con tanto anhelo y cariño.

«Julián.

Sé que han sido años difíciles, pero por fin cumpliré la edad necesaria para salir de este encierro en el que me puso mi tía, cobraré lo que legalmente me corresponde y me iré de aquella casa que alguna vez fue mi hogar.

Espero que también te alegre esta noticia, trataré de recompensar todo el tiempo que hemos perdido, si me dejas claro está.

Atentamente

Ivonne Wilson»

Siempre era así, escritos cortos, pero cada uno era especial, me pregunto si aquella mujer había hecho algo malo por lo que estaba pagando, pero también me preguntaba quién era ese tal Julián que mencionaba, de hecho, las cartas todo el tiempo, desde que las encontré, vinieron dirigidas aquí, entonces cabía la posibilidad de que se equivocara de dirección, o si en definitiva aquel hombre no quiso saber más de ella.

Salí de la habitación en búsqueda de Antoine para saber que nuevas noticias traía de Rusia, no quería enviarlo directamente allí, seguro que mis enemigos están esperando a que pongamos un pie nuevamente allá, se creen con el poder de hacer lo que les plazca ahora que no Estoy para impartir mi orden, pero eso pronto cambiaría. Por lo pronto, debemos fiarnos de nuestros informantes. Por otro lado, guardé aquella carta junto a las demás, en mis días oscuros, cómo me gustaba llamarles, las leía, y por unos minutos, me obligaba a creer que yo era ese tal Julián, aquella mujer me hacía ver que su vida, de alguna forma u otra, era igual de desdichada que la mía. Aunque, seguramente pronto dejarían de llegar, por lo que decía esta última.

—¿Qué sabes del resto de mi familia? —preguntó autoritariamente, pero en un tono neutro.

Sabía que probablemente estaba escondida, no podía creer que parecíamos ratas de alcantarillas en estos momentos, huyendo para salvarnos. Me preocupaban, porque a pesar de tener famas de despiadados asesinos psicópatas, mis enemigos podrían tener los cautivos y estar utilizándolos para llegar a mí, tal vez podrían estar torturándolos, esperaba que no fuera de esa, aunque mi padre no era de mi agrado por convertirme en lo que soy ahora, era de mi sangre y no permitiría que nadie tocase a los míos.

Aunque aparentara que no me importaban en lo absoluto, tenía que saber cómo se encontraba cada uno de ellos.

—Algunos están escondidos al sur de Rusia, sus padres lograron salir del país, pero a todos los buscan la policía. Señor, deberíamos encargarnos lo antes posible de todos los problemas que tenemos encima. —Antoine, sabía perfectamente a qué se refería, pero ahora más que nunca ejerció que actuar con cautela y en base a estrategias.

—No logro comprender por qué no te fuiste cuando pudiste. —respondí a su comentario siendo más que nada sincero—. Claro que debo terminar con este problema, por ahora, necesito buscar la forma de maquillar las grandes sumas de dinero que manejo en los distintos bancos, pero no se me ocurre nada, por ahora. —mencioné nuevamente.

—Sabe muy bien que le fui leal a su padre, fue la única persona que me acogió cuando nadie dio un centavo por mí, ahora le seré fiel a usted hasta el de mi muerte. —apareció con la mirada perdida en la ventana, aunque fuera como de la familia, seguía viéndome cómo si fuera un amo y señor, Antoine para mí era cómo un padre, aunque no se lo daba a demostrar.

—La lealtad en tiempos de guerra se agradece, pero puede ser tu fin, y recuerdo que tienes una familia a la que cuidar. —respondí, sé cómo es este negocio, nunca termina bien para los frágiles y aunque aparentaran no serlo, acabar con alguien de tu familia es uno de los puntos que nos vuelven débiles, es por eso por lo que me mantengo lo más apartado de cualquier cursilería—. Pensaré en algo, no te preocupes. Ahora ve con tu familia. —respondí nuevamente. Los hijos y esposa de mi jefe de seguridad fueron los únicos que nos acompañaron.

—Está bien, señor. Me retiro. —dijo Antoine y luego salió de la habitación, creo que lo que había dicho le había pegado duro, pero no decía más que la verdad.

Volví a leer cada una de las cartas que había mandado aquella mujer, sí, se había convertido en un hábito y yo no soy de aquellos. Ivonne, ¿Quién sería aquella mujer que no conocía? Pero no pudo dejar de ver el hecho de que solo al leer lo que escribió me dio cuenta de que ha sufrido bastante y, también, de que el hombre al que iba dirigida la carta era un completo imbécil al dejar que lo hizo, aunque no soy el indicado para hablar de eso.

No soy el típico hombre que corre tras la chica en apuros, eso de ni que hablar.

Yo soy ese hombre que ha matado hombres solo por el placer de ver como la vida se extingue de sus miradas, he visto a mujeres llorar por sus vidas sin hacer nada para salvarlas y que ha visto niños sufrir por las muertes de sus padres.

No tenía nada que opinar acerca de la manera en que aquel hombre desviaba la atención de aquella chica, después de todo, cada uno hace con su vida lo que estime conveniente.

Por otro lado, en ocasiones, llegaba a soñar con aquella mujer, me la imaginaba tan distinta a las demás mujeres, pero tampoco podía garantizarlo, tal vez era una delincuente al igual que yo, por algo estaba encerrada, pero sin duda, aquella mujer me desconcertaba.

Salí de la casa, necesita ir por armas, seguramente estaban tratando de dar con mi posición y no dudarían en acabarme si tienen la oportunidad, esas ratas no me pillarán desprevenido, y si muero, será bajo mis propias reglas.

Me miré en el espejo, parecía todo un hombre de negocios, nadie, absolutamente nadie, dudaría de mi transparencia, solo esperaba que la policía gallega no sospeche nada.

Solo una cosa pasaba por mi imaginación en tos momentos, Ivonne, no puedo creer cómo se ha colado tan profundamente en mi sistema a tal punto que ni siquiera podía creer todo esto.

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