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Capítulo 5: Perdí a mi mejor amiga.

Mi amiga sonrió y luego tomó mi mano, el miedo junto a la vida se iba largando de su cuerpo como si fuera lo más sencillo del mundo, las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, no podía creer que mi amiga, la única que había compartido mis momentos más oscuros se encontraron en este estado, dejándome, ¿Dónde quedaron todos esos sueños que prometimos cumplir juntas?

—P—por fi—fin so—so—somos lib—libres. —estaba sonriendo mientras una lágrima caía por su mejilla, ¿Por qué no a mí? Ella no tuvo la culpa de acompañarme—. Bus—bus—ca a m—mi—s her—herm—ma—n—nos. —dijo con su último aliento y su cuerpo cayó desvanecido sobre mis piernas.

—¡Haz algo, m*****a sea, llama un médico, una ambulancia, algo! —grité molesta, porque solo se había quedado mirándome, no había intentado hacer nada por salvarla, cómo si se hubiera quedado en shock o simplemente sabía el destino de mi amiga, de mi querida Ann.

—Eso no pasará, ella ya pasará. —apareció como si no le importaba lo que acababan de ver sus ojos, además, estaba más que segura de que no había sido la primera vez que se enfrentó a la muerte de esta manera y mucho menos, que había sido la primera muerte que presenciaba. Miré a mi amiga por última vez y aquel hombre tenía razón en todo lo que decía, había muerto, me sentí miserable, la felicidad que hace un momento sentí que me sabía amarga, me arrepiento de haberle deseado la muerte a esos hombres, pero eso no me devolvería a mi amiga.

Debí morir junto a ella, debí dejar que esos hombres me dispararan a mí, ellos me buscaran a mí, a nadie más.

—Te fallé, Ann, pero tu cuerpo ahora descansará en paz, no te preocupes. Buscaré a tus hermanos y les daré lo mejor de mí para que no sufran el mismo destino que tú y yo. Siempre agradeceré todo lo que ha hecho por mí. —sonreí—. Desde que me conociste protegiendo mis espaldas, hasta el último día de tu vida. —terminé susurrando, entregándole el último abrazo de despedida—. Tenemos que hacer algo por ella. —mencioné con los ojos llenos de lágrimas, me sentí triste, impotente por no haber podido hacer nada.

—Me encargaré de ello. ¿Cuántos hombres eran? —preguntó el hombre que aún no tenía idea el nombre, pero que parecía estar preocupado por aquel pequeño detalle y de por mí, que al parecer tenía una herida en el brazo, de la cual no había sido consciente hasta ahora.

—Creo que dos, por lo menos esos fueron los que escuché. —respondí tratando de hacer memoria, pero capaz y eran cinco, no estaba segura de nada en estos momentos—. ¿Quién eres tú? Dime tu nombre y deja de mirarme de esa manera. —preguntó curiosa, nunca lo había visto, no es cómo que haya visto a muchas personas por este lugar hace muchos años, pero no era el hombre que esperaba—. ¿Y dónde está Julián? —mencioné nuevamente, curiosa.

—No conozco a ningún Julián. —dijo mirándome con aquella mirada seria, que me dejaba absorta, no solo en las millas de cosas que pasaban por mi cabeza, sino que tratando de pensar en lo que pasaba por la de él—. Y soy el dueño de esta casa, Nikolay Petrov, sí, soy ruso, por eso mi acento. —agregó, asentí sorprendida, el hombre intuyó lo que le preguntaría mucho antes de que lo hiciera, todas las cartas que he estado enviando a esta dirección le han llegado a…

—¿Desde cuanto…? Bueno… —me quedé corta, no pude terminar la frase que quería, sentí vergüenza. ¿Será que ha leído las cartas que llegan a nombre de Julián?

—Hace más o menos un año. —respondió. ¡Qué vergüenza, este hombre conoce mi vida! Claro, si es que ha leído todo lo que ha escrito—. No te preocupes, tus cartas nunca las recibieron, porque supongo que eras tú la persona que las enviaba. — dijo provocando que mi cuerpo se relajará un poco, pero no pude evitar estremecer al darme cuenta de que sabía exactamente lo que yo estaba pensando, ¡¿SERÁ QUE ERA TAN EVIDENTE LO QUE PASABA POR MI MENTE?!—. Ven, entremos, será mejor, Antoine se encargará de tu amiga y llamaré a mi médico para que te revise, no vaya a ser que se te infecte eso. —dijo de manera fría, pero de igual manera cordial.

—No sé si deba entrar en su casa. —comenté sintiéndome repentinamente incomoda, no quería estorbarle y de pronto me sentí acorralada por su mirada—. Venía buscando a una persona que no está y no sé dónde pueda estar. —agregué sintiéndome triste al darme cuenta de que a quien venía a buscar no se encontró y que nuevamente volvía a empezar de cero.

—No habrá problema, supongo que puedes quedarte mientras lo necesites, no me opondré en lo absoluto, pero te pido que cumplas algunos requisitos que ayuden para tu seguridad y para la mía. —comentó de la misma manera de hacer un rato. — No quiero que me veas cómo tú enemigo, es más, no me gustaría serlo, pero sí puedo llegar a ser un tanto egocéntrico, o malhumorado, cómo lo quieres decir, pero me gusta el orden en mi vida, necesito que, al quedarte, no interfieras en mis asuntos.

—Está bien. —respondí un poco dudosa de la poseía que acababa de hacer, pero no tenía alternativa, no quería encontrarme con otros matones por ahí y mucho menos quería saber de la persona que había ocasionado todo esto en mi vida—. ¿Qué debo hacer? —preguntó.

—Eso te lo diré cuando amanezca, por ahora, entra y descansa, le diré a Katherina que te arregle la habitación que te pertenecerá de ahora en más y de pasó te mandaré al doctor una vez llegue. —dijo, ¿Quién era aquella mujer? Ingresamos a la mansión, la distribución era la misma. Me quedé con Nikolay un momento, mientras la mujer, Katherina, terminó de ordenar la habitación que me había encomendado el ruso hace algunos minutos.

Entré en la habitación y al verla tan limpia, tan ordenada, tan pulcra y hermosa, no me importaba el color celeste que tenía, pero parecía la santísima gloria en comparación con mi antigua habitación.

Me hubiera gustado poder compartirla con Ann, pero seguro que ella estaba viéndome desde el cielo, porque una persona cómo ella no podía estar en un lugar diferente.

—Qué cama. —mencioné sonriendo, mirando a la nada y poniendo mi mano sobre mi pecho—. Al fin una cama verdadera y no un catre y recurre golpeando en mi espalda. Ann desearía que estuvieras aquí conmigo, pero no te preocupes, cumpliré tú última voluntad y tus hermanos serán cómo los míos. —agregó.

—¿Tan difícil ha sido tu vida? —comentó el hombre a mis espaldas, dios Nikolay no tiene idea de cómo ha sido mi vida de un tiempo para aquí, no sabía que estaba allí y mi cuerpo se estremeció completamente, sin duda era un hombre cauteloso, sin miedo a importunar a quien fuera que se le cruzara.

—Um… sí, ha sido un poco complicado desde que mis padres murieron y me abandonaron a cargo de mi tía, o madrastra, cómo quieras verlo, aunque esa será una historia que te contará en otro momento. —mencioné—. ¿Puedo saber qué pasó con mi amiga? —agregué. No sé porque había respondido y dicho aquella información que no tenía por qué enterarse, pero lo hice, tal vez porque no tenía comunicación con el mundo exterior desde hace tres años, suponía que era por aquello.

—Entiendo… Mañana la sepultaremos para que te prepares, mi hombre de confianza se está haciendo carga del cuerpo en estos momentos. Por ahora, creo que te dejaré descansar, es mejor que lo dejemos así. —dijo sonriendo. Su sonrisa apareció una corriente extraña en mi espina dorsal, pero no descubrí aquel significado y tampoco es como si me importara descubrirlo.

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