Nikolay Petrov
La tenía enfrente de mí, no podía creerlo, por mucho que he soñado este día nunca pensé que sería de esta forma, ¿Por qué estaba huyendo? ¿Quiénes eran aquellos hombres que la perseguían? ¿Por qué razón parecía ser que era la primera vez que se enfrentaba a una muerte de aquella índole? ¿Por qué de pronto me siento tan confundido al darle cobijo bajo mi casa?
Pero, aún con todas mis preguntas, no podía rechazar el hecho de que aquella mujer es mucho más hermosa y joven de lo que alguna vez imaginé, en primera instancia, supuse que había sido que nunca lo mencionó en algunas de las cartas, pero podía intuir que se trataba de una mujer mayor por la manera en que se expresaba, no solo una adolescente.
A mis veinticinco años, aunque para muchos se trataba de estar en plena juventud, no corría con la misma suerte, es más, podía decir que a mis años les recorría una infinidad de hechos desastrosos y sangrientos, muchas muertes, demasiadas violaciones a lo que la gente considera derechos humanos, pero en mi mundo solo existen dos bandos y aun así las cosas no terminan de salir bien.
Ahora que esperaba comprender más de la vida de Ivonne, ¿Con qué excusa la iba a dejar quedarse conmigo más tiempo? Es obvio que lo que estaba buscando no está, ni siquiera conozco a ese tal Julián del que tanto habla y nombraba en cada una de las cartas. Por otra parte, aunque no muy significativa, le había comentado que nunca había recibido sus cartas, que las deseché, para que no sintiera vergüenza de sí misma, porque era obvio que comenzaba a sentirla, y es que a mí también me avergonzaría que alguien se diera cuenta que detrás de toda la coraza, detrás de todo aquello que enseño a las personas para causar temor a mi persona, existe un hombre capaz de sentir compasión y amor.
Aún que, tampoco debería importarme mucho, es la primera vez que la veo, no debo dejarme embobar por cursilerías, por una cara bonita, o un cuerpo espectacular, porque de ese tipo hay muchas mujeres en el mundo, pero no dejaba de sorprenderme las ganas que tenía de salvar a aquella mujer, tanto así que decidí comprarle un lugar en un cementerio cercano, no me gustaba influenciarme de aquella manera, pero puedo sacar cierto provecho de esta situación y eso es algo a lo que no puedo negarme.
Entré en mi despacho tocándome la entre ceja, me dolía la cabeza de pensar en todas las posibilidades que habían traído a esta chica hasta aquí. Antoine estaba allí esperándome para que resolviéramos algunos de los asuntos pendientes en Rusia.
—¿Qué hiciste con los cuerpos? —pregunté intuitivo, pero sin dar a entender segundas intenciones, quería que todo saliera lo más normal posible, no quería que nadie se detuviera a pensar que aquella chica me importaba de alguna manera, eso ni muerto. Esperaba que hubiera hecho su trabajo bien, si no estaremos en problemas también aquí.
—Los dejé en una esquina, parecerá que fue una pelea callejera, de hecho, he rompido sus ropas y llenado sus cuerpos de alcohol para que, efectivamente, parezcan unos vagos que se pelearon borrachos quien sabe porque diablos. —respondió, sonreí por aquello, Antoine siempre buscaba una muy buena salida a los problemas que se producían espontáneamente—. Aunque podemos también dejar el cuerpo de la chica junto a ellos y pensarán que es una disputa por amor. —agregó nuevamente, no me importaba que pasaba con ese cuerpo, total, había fallecido.
Pero una ráfaga de viento helado recorrió mi espalda, había prometido que le daríamos un funeral digno, no podía dejar que sucumbiera en aquella esquina, no cuando eso podría darme problemas con la chica que dormía en la habitación de arriba.
—Creo que eso no será posible, he hecho una promesa, no puedo faltar a mi palabra, Antoine. —mencioné, el hombre asintió y salió de la habitación dispuesto a hacer cada una de las cosas que le había encomendado.
No pude dormir en toda la noche, la tensión de tener a aquella mujer que tanto deseaba encontrar en la habitación de al lado me sobrepasaba, necesitaba saber más de ella, todo de ella, mi cabeza parecía haber tomado conciencia propia, pensando constantemente en aquella mujer, en sus ojos atrayentes, en sus labios tan finos, en su cuerpo perfectamente ensamblado, y es que, no sabía por qué estaba pensando todo esto si ni siquiera había tenido tiempo para detallarla cuidadosamente o para trazar mis caricias en su piel, pero sin duda creía que iba a llevarme a un precipicio, tenía que poner distancia entre ella y yo, no porque tuviera miedo de ella, sino que tenía miedo de mis propios alcances, aun así no dejaba de contradecirme a mí mismo, había dejado que se quedase aquí, a unos cuantos pasos de mí habitación.
Salí de la cama explotando, sentía mi cuerpo afiebrado, sentía mis manos temblar, ¿Qué me está pasando? ¿Qué es lo que ella provoca en mí? ¿Por qué no la puedo tener cerca de mí? Iba a enloquecer si no lograba mantener la calma, estaba seguro de ello, aun así, no podía hacerlo.
Bajé a la cocina esperando que algo del mal que sentía cesase y aprovechar de comer algo, nunca se me ha dado el controlar mi ansiedad y mis desordenes con el estómago vacío.
—Hola. —saludó aquella mujer, de la cual sabía más de lo que quería admitir, la miré de arriba abajo, sonreí de lado mientras sacudía mi cabello, mala costumbre la mía de hacerlo para llamar aún más la atención, cosa que en estos momentos no deseaba hacer, sus mejillas enrojecieron, producto de eso sentí que algo en mi interior se encendía con fuerza—. No sabía cómo agradecerte el que me dejaras quedarme, así que me pensé en preparar el desayuno. —mencionó ella sonriendo, la miré confundido, ¿Qué hora se supone que era?
—Creo que está bien. —dije mientras llevaba mi vista a las ventanas, ya era de día, para mi sorpresa y es que era de esperarse que no estuviera por enterado, mi pieza parece un calabozo, en el mal sentido, siempre permanezco en las tinieblas, al igual que mi vida.
Segundos después mi nariz se inundó por un olor, quemado, un intolerable olor a quemado se estaba colando por mis fosas nasales, la miré y sus ojos se abrieron de asombro, se volteó a ver el contenedor que tenía puesto en la cocina y llevó sus manos a la boca, abriendo sus ojos con asombro.
—¡Mierda está quemándose! —dijo en casi un grito, me reí a sus espaldas, sin que ella pudiera darse cuenta de ello, ella no era buena cocinando, estaba seguro de eso.
—No importa, ven antes de que llegue Katherina, es muy quisquillosa con las personas que entran en su cocina, así qué será mucho mejor que te escondas de ella. —comenté aun riéndome en silencio por todo lo que había pasado con el mentado desayuno ese.
—Está bien. —respondió tímidamente golpeando su frente como castigo de un acto de torpeza, caminé hacía el patio trasero para apreciar la mañana que me brindaba España, que era mucho mejor que las frías mañanas en Moscú, supongo que siempre desee venir a este lugar, pero nunca lo había hecho por cuestiones laborales.
Ella me seguía de manera prevenida, lo poco que la observé me di cuenta de que miraba a todos lados, supongo que esta casa le traía muchos recuerdos agradables y quizás, algunos no tanto, después de todo aquí vivía este tal Julián que la había dejado sin siquiera darle una nueva dirección o algún número para poder comunicarse con él.
—¿En qué piensas? —pregunté acabando con su mirada lejana y con su silencio que me ponía un poco incómodo, cosa que no pasaba muy a menudo, porque me gustaba el silencio, me dejaba pensar más tranquilo, suponía que era porque aparte de relacionarme con las mujeres de mi familia, solo me metía con prostitutas a las cuales solo me llevaba a la cama y luego las desechaba como basura, porque eso eran, igual que las narcotraficantes a las que estoy tan acostumbrado, pero ella no encajaba en ninguna de las clases que había mencionado.
—Es solo que me trae gratos recuerdos estar aquí. —respondió a mi pregunta en apenas un susurro. No la miré en lo absoluto, pero sonreí por lo que había dicho, cosa que me sorprendió más a mí mismo, ¿Por qué lo había hecho?
—Qué bueno que estés contenta. —mencioné. No sabía que decir o que hacer para romper el hielo que había entre nosotros. A lo lejos divisé a Antoine, no sabía si quería decir algo o no, hasta que se acercó a mí—. Dame un segundo, por favor. —agregué dirigiéndome a la mujer, ella asintió.
—Señor, tengo noticias urgentes y sumamente graves. —mencionó mi mano derecha, preocupándome, volteé los ojos, sabía perfectamente que no me gustaba que la gente se diera tantos rodeos para decir algo.
—¿Y bien? —dije un poco cabreado por la demora del hombre en decirme las cosas.
—El gobierno ruso ha dado orden de captura en diferentes países europeos, aún no tienen cargado su rostro en el sistema, pero no tardarán mucho en obtenerlo, nuestros enemigos se los harán saber en cualquier momento, además seremos notorios si no hacemos parecer que ese dinero de su cuenta ha sido obtenido de buena forma. —mencionó, esta mierda se está descontrolando más de lo que debería, pero no tiene opciones en estos momentos.—¡Mierda y más mierda! Dime, ¿Qué se supone que debo hacer con eso? —mencioné cabreado de tanta miseria en la que me encontré, necesitaba un segundo de paz, pero ni siquiera había dormido una mierda—. Necesito ideas, y rápido. —mencioné nuevamente—. Además, tenemos que acabar con esos bastardos que no han hecho más que morder la mano que les dio de comer, pero ya verán, se toparán con toda mi furia. —agregué nuevamente, me senté en la silla de mi despacho, esperando que la solución llegara por arte de magia, al menos, mientras comenzaba a calmarme un poco.
—¿Qué m****a pasa? —pregunté enojado tirando la caña en la puerta—. ¡Pase de una m*****a vez! —agregué, la puerta se abrió y casi caigo en la estupidez de disparar para asustar a quien fuera que se escondía detrás del muro, casi cometo una locura, casi pierdo a alguien que podría ser de gran ayuda para mí. —Disculpa, no quería interrumpir… mejor vuelvo en otro momento. —mencionó ella sonriendo tímidamente y con intenciones de volver a irse, de alguna estúpida forma ver su sonrisa me tranquilizó, me dio la tranquilidad que muchas veces necesité, pero que hasta ahora no me había dado cuenta de necesitar y no entendía por qué justamente con ella me sentía así. —Tranquila, pasa, llamaré a alguien para que limpie este caos. —mencioné respondiendo a su sonrisa con una igual, aunque creo que la mía no era tan evidente, no estaba acostumbrado a dar muestras de afecto y para mí, una sonrisa lo era. Ella me detuvo antes de que diera un paso poniendo una mano encima de mi pecho. —Descuida, yo
Ivonne WilsonSalí corriendo de allí, no podía creerme lo que había sucedido, ¿Cómo pasó? ¿Cómo dejé tan fácilmente que me besara y por qué siento que lo disfruté más de lo que me gustaría admitir? pero la respuesta era obvia, lo había querido desde el primer momento en que lo insinuó, él tenía razón en todo lo que decía, tiene un poder para atraer a las mujeres, podía notarlo y había sucumbido, le había correspondido a aquel beso de la misma manera en que él me había besado, pero eso no le justificaba todo lo que había hecho antes, ¿Tendría razón en decir que también le deseaba? probablemente sí, pero tenía que alejar aquellos pensamientos de mi mente, sacudí mi cabeza tratando de quitar esos pensamientos de ella, nada podía pasar entre Nikolay y yo, nunca.— Contrólate, Iv, contrólate. — me dije a mi misma, no podía creer que todo esto estuviera pasándome en estos momentos, mi cuerpo y el débil deseo carnal no debe sucumbir ante esa masculinidad que era tan perfectamente completa en
—Así es, Julián fue mi novio antes de que todo este enredo sucediera, pero una vez me encerraron él no volvió a contestar ninguna de las cartas que le envié, es más creo que ni siquiera se molestó en hacerlo, sino que se le hizo más fácil abandonar esta casa. —dije mientras dejaba que una lágrima cayera por mi mejilla, él se acercó y limpió aquella solitaria lágrima provocando que todo mi interior se estremeciera.—En mi opinión, un hombre que hace llorar a una mujer no la merece, y no te lo digo por experiencia, porque no la tengo, pero no deberíamos hacer sufrir a las personas que nos brindan la felicidad y que nos complementan. —mencionó provocando que un escalofrío recorriera mi cuerpo nuevamente.—¿Y qué opinarías de una mujer que aborta al hijo del hombre que ama solo porque él se lo pide? Además, ¿Cómo podrías asegurar que tú no harías llorar a una mujer? Los hombres siempre hacen lo que quieren con nosotras, mi padre estuvo años al lado de mi madre, parecía amarla, pero mira,
Antoine ya había entrado en ese momento, así que había escuchado lo último que había mencionado, su cara pensativa me dejaba muchas cosas que pensar, pero sabía que la idea había sido atrayente para él, tanto como para mí y es que, a ninguno de los dos se nos hubiera ocurrido aquello.—¿Cómo sabes tanto sobre el tema? —pregunté sonriendo curiosamente, casi cómo una burla, no entendía de donde podía tener aquel conocimiento que parecía casi experto, se supone que no se ha especializado en ninguna universidad o al menos hasta eso sabía. Ella se me quedó viendo como si quisiera desafiarme, pero no me interesaba en lo más mínimo.—Mi padre era empresario, aprendí mucho de él antes que falleciera, después de todo, siempre mencionó lo mucho que le gustaría algún día verme manejando todo, claro, una vez se retirase. —mencionó y vi cómo lentamente cada uno de sus ojos fue llenándose de lágrimas.—Comprendo la carga que debió ser para ti pensar en aquello a tu edad, más o menos también seguí
Ivonne WilsonNo sabía en qué momento y qué estaba pensando cuando acepté casarme con el ruso, sin dudas mi vida cambiaría, al igual que la suya, tenía miedo de que intentase que algo más pasase entre nosotros, pero había prometido que no lo haría.—¿Sucede algo? —preguntó el ruso sentándose frente a mí en la gran mesa del comedor.—Solo pensaba, pero no importa, dime cuando estemos listos, y, por cierto, ya han pasado varios días, el tema de los muertos debe haberse calmado ya, quiero ir a ver a mi amiga. —mencioné pensando en que Nikolay probablemente me había mentido en el momento en que me dijo que había comprado una sepultura para ella.—Tienes razón, no he cumplido una de las tantas promesas que te he hecho en tan poco tiempo. Esta misma tarde te llevaré con ella y debes de saber que, efectivamente, la chica cuenta con tres hermanos, ya mandé a mis hombres a investigar sobre su vida… cuando me digas traeré a los niños aquí. —agregó el hombre dejándome boquiabierta, no podía cree
Nikolay PetrovQuería lucirme con la mujer, aunque fuese un matrimonio falso no quería que usase cualquier baratija, menos si yo también lo usaba, tengo el dinero y puedo despilfarrarlo de la manera en que quiera, por otra parte, me sentía molesto por lo que había dicho en la mañana sobre el trabajo que estaba realizando para mí, sí, era verdad, pero por alguna razón aquello me había golpeado directamente, me había hecho sobrepensar la situación que estaba viviendo en estos momentos.Es por lo que había decidido tratarla por igual, cómo si solo se tratase de una empleada más para mí, pero cuando la llamé por su apellido pude notar cómo algo dentro de ella también se quebraba, no podía comprender realmente que estaba pasando entre nosotros y ella tampoco tenía la más mínima idea.— Sí, en unas manos cómo las tuyas cualquier baratija se vería excelente, Ivonne. —mencioné—. Sé qué hace un rato te llamaba por tu apellido, pero siento que si seremos marido y mujer es mejor que nos llamemos
Ivonne WilsonEstaba junto al ruso, quien se había quedado helado al escuchar las condiciones precarias de la señora junto a la pequeña, creo que él juzga muy rudamente a las personas que lo rodean y no lo culpo, su vida ha sido diferente, consumido por un mundo en que la desconfianza te mantiene con vida, y no es que yo fuese mucho mejor que él, durante mi estadía en aquel horrible internado me di cuenta de la realidad de muchas personas también.Salimos de aquel lugar, Nikolay tomaba mi mano y yo no me negaba a que lo hiciera, es más, necesitaba de su compañía en estos momentos, necesitaba la fuerza para ver a mi mejor amiga en una tumba, nunca más volvería a ver a Ann en mi vida y dolía, dolía porque, a pesar de todo lo que vivimos, nunca pude decirle realmente cuanto la quería.—Creo que tenías razón esta vez. —susurró—. La pequeña ni siquiera era hija de la mujer, sino su nieta. —mencionó nuevamente.—Una madre que no quiere hacerse cargo de su hija tal vez, o que esté trabajando