Luc y Nammi se quedaron de pie, observando a Amir Zabet y a su esposa Candy Ángel, la tensión en el aire era palpable, pero Amir se acercó a Luc con una mirada serena y determinante.—Luc, sé que esta visita es inesperada, pero hay algo que debes saber —dijo Amir con voz firme.—¿Qué es lo que quiere decirme? Y disculpe mi poca predisposición a atenderlos, pero no es un buen momento. —dijo Luc, tratando de mantener la calma y sin querer hondar mucho en el tema de que su hijo había sido secuestrado, mejor aún, sin querer decir que él le había pedido ayuda al diablo.—Lo se Luc, créeme que se mucho más de lo que crees, pero por ahora, solo necesito hablar contigo. — la honestidad en los ojos azules del mayor, provoco que la determinación de Luc por sacarlos de su hogar flaqueara y cuando menos lo espero, los cuatro estaban sentados en la sala, con cafés en mano. — Tengo una historia que contarte, y solo pretendo que la escuches. — aseguró Amir y Luc asintió. — Hace muchos años, mi madre
Marco estaba molesto, mas que eso, su mente lo único que le hacía ver era que, hasta un niñato medio estúpido, se daba cuenta que él nunca llenaría los zapatos de sus padres, ¿de que valía desposar a Nammi? Si por mas que compartieran mujer nadie los respetaría, y sin querer pensar más, solo aspiro la línea blanca que estaba sobre la mesa de cristal, de la casa que le había rentado Dulce, oh, si, la dulce princesa llevaba años viviendo en Francia, tenía contactos no solo en Paris, con su vida color de rosas, con su perfecto harem de hombres uno mas letal que el otro, ella si merecía el titulo de reina de la mafia, pero en cambio, la muy estúpida solo queria ser… ama de casa, esa idea le revolvió el estomago a Marco, nunca comprendió la debilidad que su madre tenia por su hermana mayor, ella ni siquiera era hija de los De Luca, ¡por dios! Dulce solo fue el resultado de un bastardo que engaño de muy joven a su madre, y sin embargo… la muy bastarda podía tener todo, incluso la lealtad de
Nammi estaba concentrada en su trabajo, ser una enfermera no era fácil y Dios lo sabía, pudiera ser que no ostentara un gran título como los doctores que la rodeaban, quienes muchas veces la felicitaban por su trabajo, pero ella hacia el trabajo sucio, el tedioso, pero además, era quien brindaba esa primera sonrisa, esa palabra de aliento y quien llevaba tranquilidad, todo se trataba de la empatía, desde el niño más pequeño, al adulto mayor, ella no hacia distinción, no importaba si era tomar la temperatura, colocar una inyección, dar una píldora, sostener la mano de los pacientes al vomitar, no importaba que, ella estaba siempre dispuesta a estar allí, era su segunda pasión, y ¿Cuál era la primera? Ser diseñadora de modas, desde pequeña soñó con ello.— ¿Has pensado en lo que te dije? — la joven giro a ver a la morena y su peinado afro.— No lo sé Mirra, se dice muchas cosas de ese club, más de Valentina Constantini y su harem de hombres. — respondió botando las gasas con sangre que
Y así comenzó todo para Nammi, horas y horas en las que la reina de chicago, le explico el porqué de tan sustanciosa paga, y es que en su club ingresaba solo gente importante, políticos, magnates, empresarios, mafiosos, asesinos, todos eran bienvenidos al infierno, como se llamaba el club principal que dirigía Valentina Constantini, todo estaba permitido allí, siempre que fuera para placer de ambos y consensuado, al menos de eso se trataba el club en lo que el edificio se refería, aunque en sus sótanos…era otra cosa, allí, era donde el verdadero infierno se desataba, un lugar neutro dispuesto para que las mafias hicieran sus acuerdos, y los mejores calabozos de torturas para quienes necesitaran implementar su justicia, la de la mafia, por supuesto, y Nammi, debería guardar silencio, sin importar lo que viera o escuchara, nada salía del infierno que la reina de Chicago manejaba, esa era su garantía, ni identidades, ni gustos, nada, y Nammi sería una tumba, o iría a parar a una.Las sem
Luc cerró la puerta, se aseguró de echarle cerrojo, y suspiro con cansancio, comenzó a descender las escaleras bajo la atenta mirada del personal doméstico, de los cuales algunos trataban de quitar la sangre que había a los pies de las escaleras.— Señor… — lo llamo quien una vez fue su nana.— Ahora no Mimi. — dijo, y continuo su camino al despacho, aun escuchando los gritos furiosos de su hijo.No queria reconocer lo cansado que estaba, mucho menos el miedo que sentía que cada vez se le instalaba más profundo en el pecho, respiro profundo antes de abrir la puerta y trato de colocar su mejor cara de póker, aunque el rubio que lo esperaba lo conocía muy bien.— Creo que necesitas otra copa. — Luc asintió y solo tomo lo que el mafioso le ofrecía.— Bien. — dijo luego de beber el contenido de la copa de un solo trago. — ¿Ahora me crees? Estoy maldito, necesito dar con esa gitana… — pidió entre el desespero y la ira.— Está muerta Luc, lo siento. — el mencionado paso su mano por
Habían pasado dos años desde que Nammi comenzó a trabajar en el club de la reina, dos años en los cuales consiguió el dinero que necesitaba, para cumplir su sueño, ya había adquirido un departamento en parís, pequeño, pero amueblado y cerca de la universidad de diseño, hoy se enfrentaba a su último fin de semana de trabajo en el club, algo que le causaba más nostalgia que hace una semana atrás cuando dejo el hospital.— Pero Valentina, esto es mucho dinero. — dijo viendo el cheque que la reina le acababa de entregar.— Es lo que mereces, aunque aún sigo pensando que te verías muy bien al lado de mis hijos, o al menos siendo la dueña de uno. — la joven solo sonrió y negó con la cabeza.— Por favor, mamá, ya lo intentamos, pero esta mujer no cae por nuestros encantos… creo que le gustan los feos. — se quejó Marco.— Creo que nuestro error fue verla y tratarla como la hermana que siempre quisimos, una que se hiciera respetar y no que se revolcara con tres idiotas y se embarazara.
Nammi sintió que las piernas le temblaban, cada habitación del pasillo tenía una luz blanca encendida fuera, la señal que se utilizaba para que todos evacuaran las instalaciones, se suponía que se utilizaría en casos de incendios, aunque ahora se estaban usando para informar la peor de las noticias, al menos así lo sintió la joven, había estado con ellos solo unas horas antes, era imposible que la reina estuviera… no, no podía ni pensarlo.— ¡Bairon! — grito con desespero y aferrando el brazo de uno de los encargados del club, cuando la reina no estaba. — ¿Qué es lo que dicen? — pregunto temblando y no era para menos.— Murieron, los reyes… la reina… está en las noticias, hicieron volar su avión privado, cuando hicieron escala por un desperfecto en Nueva York. — el hombre ya canoso no se molestó por quitar la lagrima que caía por su mejilla, se sentía tan vacío como cada uno de los empleados, sentían que habían perdido su corazón. — Dile que debe marcharse. — dijo el mayor apuntando a
Luc cerro sus ojos, deseando poder llevar las manos a sus oídos y dejar de escuchar el llanto y las suplicas de la joven que él mancillaría, tratando de convencerse que lo merecía, ¿por qué trabajar en un lugar como ese, si no le gustaba la vida fácil? Pero la verdad es que trataba de poder vivir con lo que estaba a punto de hacer.Se sentía tan débil bajo sus grandes manos, el aroma dulce de su cabello burbujeaba, cuando sin querer paso su nariz sobre su melena, con una de sus manos sostuvo su espalda para mantenerla inclinada, mientras que, con la otra mano, bajaba el cierre de su pantalón.— No, No, ¡ayuda! — grito deseando que alguien, quien fuera, acudiera a su rescate.— Deja de luchar. — pidió sobre su oído y la sintió removerse una vez más, deseando escapar de él, un maldito en todo sentido. — Relájate o solo harás que te duela más.— Hijo de puta, ¡maldito hijo de puta!Lo era y no pensaba discutirlo, sabía que, si no fuera por la píldora azul, estaría tan flácido como una pl