Habían pasado dos años desde que Nammi comenzó a trabajar en el club de la reina, dos años en los cuales consiguió el dinero que necesitaba, para cumplir su sueño, ya había adquirido un departamento en parís, pequeño, pero amueblado y cerca de la universidad de diseño, hoy se enfrentaba a su último fin de semana de trabajo en el club, algo que le causaba más nostalgia que hace una semana atrás cuando dejo el hospital.
— Pero Valentina, esto es mucho dinero. — dijo viendo el cheque que la reina le acababa de entregar.
— Es lo que mereces, aunque aún sigo pensando que te verías muy bien al lado de mis hijos, o al menos siendo la dueña de uno. — la joven solo sonrió y negó con la cabeza.
— Por favor, mamá, ya lo intentamos, pero esta mujer no cae por nuestros encantos… creo que le gustan los feos. — se quejó Marco.
— Creo que nuestro error fue verla y tratarla como la hermana que siempre quisimos, una que se hiciera respetar y no que se revolcara con tres idiotas y se embarazara. — Greco parecía que jamás perdonaría a Dulce por haber decidido tener una vida pacífica lejos de la mafia y eso se notaba.
— Mira Greco… — comenzó a decir Lupo como cada vez que los gemelos hablaban de esa forma de su hermana mayor.
— Si me permite. — intervino Nammi y es que en esos dos años se había ganado el aprecio no solo de los príncipes, también de la reina y sus reyes, por lo que Lupo le hizo una señal para que continuara. — Creo que son ustedes los que aún no lo comprenden. — dijo la joven mostrando una de sus grandes sonrisas, esas que hacían suspirar a Greco, aunque tratara de negarlo. — Nadie manda en el corazón, señoritos De Luca, su hermana lo sabe y lo acepta, ella por lo poco que la conozco, supo poner su corazón, su amor, por sobre cualquier sueño y eso no es algo que todos puedan hacer, algunos no son tan valientes para reconocer y aceptar el amor como se les presenta, asique dejen de juzgarla, que cuando el amor llegue a ustedes… poco les importara la opinión de los demás, y reconozcan de una buena vez que su hermana será siempre la dulce princesa. —finalizo de regañar a los gemelos, dejándolos con la cabeza gacha.
— Y esa es la puta razón por la que te quiero en mi familia. — la reina era de temer si era tu enemiga, pero como amiga, era la mejor, sin importar nada.
La joven fue a su lugar luego de limpiar las lágrimas que derramo, pues Valentina y los reyes De Luca partirían esa tarde a Europa, el cumpleaños de sus nietos estaba cerca y como era costumbre los reyes viajaban una semana antes para disfrutar de los pequeños, mientras que los gemelos lo harían al día siguiente, la joven sabía que eso no era una despedida definitiva, pues ella regresaría, o ese era el plan, iría por su sueño y una vez cumplido, regresaría a Chicago.
—Siempre serás la dueña de mis sueños más perversos, aunque debo admitir que aún no estoy listo para casarme. —giro sonriendo, ya no se asustaba por la cercanía de ese hombre, dos años fueron más que suficientes para conocer a los príncipes De Luca.
—No es necesario mentir Marco, tu no estas hecho para el compromiso y yo no soy de las que comparten, ni se dejan compartir. —rebatió palmeando su hombro.
—Rayos, tienes razón, aunque también debo admitir que ya perdí el gusto por las vírgenes, pero por ti haría una excepción. —sugirió con picardía y Nammi solo negó con la cabeza.
—Me siento alagada, pero…
—Ese siempre fue el problema, los peros, en fin, toma, un pequeño presente de nuestra parte. —la joven tomo el boleto de avión que Marco le ofreció.
—Gracias, pero ya tengo uno para el Martes…
—Ya no, lo cancelamos, este sale justo al amanecer, y es en primera clase, Nammi, si vas a soñar hazlo en grande y convierte en realidad ese sueño lo antes posible, y por cierto ya enviamos tus maletas a tu nuevo departamento, solo debes salir de aquí y subir a esa puta avión. —la joven abrió sus ojos a más no poder.
—Ustedes… empacaron mi ropa y …
—Esa fue la mejor parte, vimos cada una de tus bragas… todo muy recatado, si debo ser honesto, esperaba encontrar una que otra de encaje y …
—Cierra el pico Marco. —aun así, la joven regreso la vista al boleto, le daba el tiempo justo de cumplir su horario de trabajo y llegar al aeropuerto. —Parece que me están echando. —susurro un poco dolida, más aún porque Greco no estaba allí.
—Nada más alejado de la realidad, mientras más rápido te largues… más pronto regresaras. —el castaño dejo un beso en su frente y luego de guiñarle un ojo, se marchó, sabiendo que el club quedaba a cargo de los encargados, como cada vez que sus padres viajaban a algún lado, y él… no queria verla partir, prefería recordarla así, a su merced, sonriendo, salió jurando que no regresaría al club, hasta que ella regresara, ya que, para Marco, Nammi era su mejor amiga.
La noche siguió su curso, con una Nammi que desbordaba felicidad y alegría.
— Siempre me encanto tu aroma, es un perfume único. — Greco, sin importar el tiempo que pasara, sería el único hombre que la pondría a dudar de la promesa que le hizo a su padre.
— Y tú siempre tan silencioso. — lo acuso al darse la vuelta, y fue cuando se sorprendió de tenerlo tan cerca, Greco no era así, él siempre mantenía su distancia, una prudente, una que les dejaba lugar a ambos para pensar.
— Estaré esperando por ti, si en dos años no avance, es porque se que una vez que te haga mía, ya no te dejare ir. — susurro frente a ella, acariciando su mejilla y produciendo que su corazón golpeara contra su pecho como nunca lo había hecho.
— Greco… — su voz se atoraba en su garganta, mientras su cuerpo temblaba, aunque no precisamente de miedo.
— Serás mi esposa Nammi, lo juro, tú serás mi reina algún día. — no pudo responder, no le dio tiempo, los labios del joven mafioso tomaron los de ella con pasión, desespero y algo más, algo que la hizo suspirar. — Y no pienso compartirte con nadie, ni siquiera con Marco.
Fue lo último que dijo y ella solo pudo quedar de pie, viendo su espalda perderse entre la multitud, los años habían pasado, de eso no había dudas, pero las reglas siempre se mantenían, los clientes de la reina contaban con el anonimato total si así lo deseaban.
— Nammi, un cliente quiere ser servido por una virgen. — canturreo Amapola, una joven pelirroja que además de ser mesera, sabia sacarle provecho a su amplia boca.
— Solo dame su bebida y quita esa sonrisa de perra en celo, acabo de desperdiciar mi única oportunidad con Greco, no pienso follar con nadie que no sea él. — se permitió ser honesta, porque debía ser muy estúpida para dejar ir a ese hombre que bien sabia era tan puro como ella.
— Lastima, morirás virgen. — se burló la pelirroja, tratando de ocultar el odio que sentía por la única mujer del club que había despertado y mantenido el interés de los gemelos De Luca.
— Que así sea entonces.
Ya no perdió el tiempo con Amapola, ni con ningún otra, ella tenía sus convicciones, sueños y promesas, quizás era terquedad, quizás solo queria ser una buena hija, aunque su padre no pudiera verla.
Vio una vez más el número de la habitación, una VIP, de esas que solo usaban los altos gobernantes e inclusive hombres religiosos, la única que tenía otra salida además de la principal, por si algún reportero lograba lo imposible, ingresar al club de los pecados.
— Permiso, buenas noches caballero, aquí esta lo que solicito. — dijo con tranquilidad, ya no le temblaban las piernas como los primeros días, mucho menos se asustaba por ver algo que sus inocentes ojos no hubieran visto antes, pues en dos años trabajando allí, ya había visto mucho más que cualquier humano que viera porno a diario.
— Quítate la ropa. — Dijo casi con desespero Luc, el mes se había cumplido, y su hijo empeoraba a pasos agigantados, fue entonces que Nammi levanto la vista, un poco incrédula, se suponía que todos eran notificados de la insignia que su uniforme lucia, la dama de la reina, el pequeño pero notorio broche la había salvado en más de una ocasión de clientes que no comprendían lo que era un no, desde el comienzo.
— Disculpe caballero. — no podía ver su rostro, ya que estaba cubierto con un antifaz, pero sin lugar a duda no era un jovencito el que estaba frente a ella, su porte, su voz, todo gritaba que era un hombre. — Pero solo soy una camarera. — concluyo y acomodo su chaqueta, quizás y el hombre no podía leer lo que en ella decía, Nammi era propiedad de la reina y pobre de quien quisiera tocarla.
— Dime tu precio, pagare lo que quieras. — la joven se incomodó aún más al ver al hombre en toda su altura.
— Gracias, señor, pero no estoy a la venta, solo soy la camarera. — repitió dando un paso hacia la puerta, puede ser que sus gritos fueran acallados por la música, pero sabía que solo debía abrir la puerta y tocar el botón que estaba frente a ella en el pasillo y llegarían los custodios a poner en su lugar al impertinente hombre.
— Eres la única virgen en este club. — la acuso Luc como si eso fuera un pecado. — ¿No se supone que aquí se puede comprar todo? — definitivamente era un cliente nuevo se dijo Nammi y trato de recordar que a veces las reglas no están claras para los principiantes.
— Así es, pero…
— Bien ¡dime tu maldito precio! — solo fue un parpadeo, y de pronto lo tenía frente a ella, obligándola a levantar su cabeza para poder ver esos pozos oscuro que el hombre tenía por ojos.
— Ya le dije que no me vendo y será mejor que mantenga la distancia o deberé informarle a la reina. — aseguro con voz temblorosa pero aun así pudiendo salir del agarre del mayor. — Y créame que a ella no le importara quien es usted y…
Los gritos que provenían desde fuera de la habitación VIP, los silenciaron a ambos, a Luc, porque fuera lo que fuera que estaba sucediendo, lo podía perjudicar si alguien lo fotografiaba en un lugar como ese y a Nammi, porque escuchaba el llanto de sus compañeras, fue eso lo que la llevo a terminar de abrir la puerta y al fin saber que era lo que sucedía.
— La reina ha caído, ¡la reina está muerta!
Nammi sintió que las piernas le temblaban, cada habitación del pasillo tenía una luz blanca encendida fuera, la señal que se utilizaba para que todos evacuaran las instalaciones, se suponía que se utilizaría en casos de incendios, aunque ahora se estaban usando para informar la peor de las noticias, al menos así lo sintió la joven, había estado con ellos solo unas horas antes, era imposible que la reina estuviera… no, no podía ni pensarlo.— ¡Bairon! — grito con desespero y aferrando el brazo de uno de los encargados del club, cuando la reina no estaba. — ¿Qué es lo que dicen? — pregunto temblando y no era para menos.— Murieron, los reyes… la reina… está en las noticias, hicieron volar su avión privado, cuando hicieron escala por un desperfecto en Nueva York. — el hombre ya canoso no se molestó por quitar la lagrima que caía por su mejilla, se sentía tan vacío como cada uno de los empleados, sentían que habían perdido su corazón. — Dile que debe marcharse. — dijo el mayor apuntando a
Luc cerro sus ojos, deseando poder llevar las manos a sus oídos y dejar de escuchar el llanto y las suplicas de la joven que él mancillaría, tratando de convencerse que lo merecía, ¿por qué trabajar en un lugar como ese, si no le gustaba la vida fácil? Pero la verdad es que trataba de poder vivir con lo que estaba a punto de hacer.Se sentía tan débil bajo sus grandes manos, el aroma dulce de su cabello burbujeaba, cuando sin querer paso su nariz sobre su melena, con una de sus manos sostuvo su espalda para mantenerla inclinada, mientras que, con la otra mano, bajaba el cierre de su pantalón.— No, No, ¡ayuda! — grito deseando que alguien, quien fuera, acudiera a su rescate.— Deja de luchar. — pidió sobre su oído y la sintió removerse una vez más, deseando escapar de él, un maldito en todo sentido. — Relájate o solo harás que te duela más.— Hijo de puta, ¡maldito hijo de puta!Lo era y no pensaba discutirlo, sabía que, si no fuera por la píldora azul, estaría tan flácido como una pl
Dicen que el tiempo todo lo cura, que se encarga de poner cada cosa en su lugar, pero para Nammi, el tiempo solo se desvanecía entre sus dedos, ya no había sueños que alcanzar, mucho menos ganas de realizarlos, eso por lo que tanto se había esforzado, ya lo sentía tan nada, el mes que había pasado lo había sentido como una eternidad, en especial luego de tomarse una píldora abortiva y algunos antibióticos, que había comprado en la farmacia del aeropuerto aquella noche fatídica, aun así, solo tuvo un poco de calma cuando vio las sábanas de su nueva cama manchadas con sangre, nunca había estado tan feliz de tener su periodo, pero aun así, no había píldora que le hiciera olvidar aquella noche, ya no tenía sueños, ahora todo era pesadillas, cada vez que cerraba sus ojos, veía a ese hombre enmascarado, o escuchaba la voz de Greco ordenándole que se alejara y aunque sabía que ese mafioso se preocupaba por ella, la verdad era que en su corazón sabía que eso mismo le diría Greco si algún día
Una semana había pasado, una semana en la cual León y nana, solo hablaban de Nammi, e incluso pudo ver de reojo como su hijo sonrió en más de una ocasión por solo recordar algo que esa mujer había hecho o dicho, y aunque sus custodios le consiguieron información de la joven, aun sentía que había algo raro en ella.— ¿Sucede algo señor? — indago su custodio, luego de verlo leer la misma carpeta por decima vez.— Solo llego a Paris, donde ya tenía un departamento esperándola, y estaba matriculada en la universidad, ¿y lo demás? De donde viene, ¿Quiénes son sus padres? ¿realmente no tiene familia? Dime Emanuel, ¿por qué nadie puede conseguir más información de ella? — estaba molesto, y lo más seguro era que al fin se había vuelto paranoico.— Creo que esa mujer está escapando de algo o alguien, siempre la veo mirar a su alrededor, como esperando que alguien llegue por ella.— Creo que es hora de que conozca a la amiga de mi hijo.Nammi quito la tarjeta de memoria de su móvil, para luego
— Nosotras. — Nammi giro a ver a Mimi, pero no rebatió nada, quizás y la anciana necesitaba de alguien que tradujera cada termino que el doctor estaba diciendo.Y no se equivocaba, la joven nunca comprendió la facilidad que los especialistas tenían para confundir a las personas con nombres raros con los que solo ellos sabían que se les llamaba a las lesiones o enfermedades, podía ver que tanto Mimi, como el joven León no comprendían nada de lo que el doctor decía y solo asentían con la cabeza, aunque se relajaron de forma considerada cuando el doctor les dijo que estaba fuera de peligro.— Lo ves Mimi, no hay nada de qué preocuparse, permanecerá aquí hasta mañana y luego puede regresar a su hogar, eso sí, necesitara un acompañante que lo cuide, se fracturo un brazo y tiene varios golpes, por lo que necesitara ayuda para bañarse, vestirse y demás, pero su cabeza no sufrió daño alguno, al igual que sus órganos vitales, en pocas palabras, está muy bien para lo que sucedió, tendrás padre
Nammi regreso a su departamento, pensando en lo que Mimi le había dicho, el mundo estaba cambiando, y parte de ese cambio se debía a los nuevos reyes, aun sonaba raro, para ella siempre serían los príncipes y la princesa De Luca, sabía que le llevaría tiempo aceptar que los reyes de Chicago ya no existían, más porque aún no veía sus sepulturas.— ¡Oh por Dios! ¡¿estas bien?! — los gritos del portero dirigidos a ella al momento que descendió del Uber la alteraron.— Hola, Repetto, ¿Qué sucede? — alcanzo a indagar antes que el mayor la tomara de los brazos y la llevara a un lado del edificio.— Vinieron por ti. — su corazón se sacudió lleno de alegría y con la tonta esperanza de que Greco cumpliera su promesa. — Mataron a tu amiga. — eso la dejo helada y su corazón que solo un segundo antes latía con fuerza cargado de felicidad, casi se detuvo.— ¿Qué? — vagamente recordó que Carmen le había pedido quedarse con ella unos días, ya que estaban fumigando su departamento.— Unos hombres lle
Luc abrió sus ojos, gracias a la suplica que escuchaba, un eterno “por favor, no”, que sabía lo llevaría a la locura, pero esta vez no era su pesadilla, sino la de Nammi, con asombro la vio echa un ovillo en uno de los sofás que estaban frente a la camilla, el sol estaba ingresando por la ventana, era la primera noche que dormía completa luego de un mes, con pena y odio a él mismo, descubrió que no era el único que tenía pesadillas.— Nammi. — su nombre se sentía raro en su boca, no ajeno, sino como un sacrilegio, algo que él no debería mencionar. — Nammi. — repitió con voz estrangulada al ver como sus mejillas estaban empañadas en lágrimas.— Por favor, no, por favor… — era lo único que la joven repetía, y sin poder soportarlo, cargo su peso en su brazo sano, para poder elevarse, con toda la intención de ponerse de pie como sea y despertar de esa horrible pesadilla a la joven que él había marcado.— ¡Pero ¿qué haces?! — el grito de Mimi, lo hizo perder el equilibrio y caer de espalda
Su estómago se agito, Nammi se veía tan joven y era virgen, pero era enfermera y eso llevaba tiempo de preparación, los números en su cabeza cruzaban a una velocidad de vértigo y por más que sumara y restara no le estaba dando resultado alguno, al menos favorable para él.— 24 años, señor Luc, es que mi padre se enamoró de Marsella muy joven. — el ceño fruncido de su nuevo empleador la hizo reír, le recordaba a Rocco cuando no comprendía algo, suspiró con pesades, debía aprender a vivir con la melancolía, de que las únicas personas que la quisieron y cuidaron ya no estaban. — Marsella es mi madre, así se llama, bien lo dejare descansar, regresare en unos minutos a ver si necesita algo. — dijo antes de salir y Luc se preguntó en qué momento esa mujer le había ayudado a colocar el pijama, que embrujo le hizo, que no se dio cuenta que ya estaba en su cama arropado como si de un niño pequeño se tratara.— Mi maldición. — susurro, sabiendo que debería aprender a vivir con la culpa, o tomar