Nammi sintió que las piernas le temblaban, cada habitación del pasillo tenía una luz blanca encendida fuera, la señal que se utilizaba para que todos evacuaran las instalaciones, se suponía que se utilizaría en casos de incendios, aunque ahora se estaban usando para informar la peor de las noticias, al menos así lo sintió la joven, había estado con ellos solo unas horas antes, era imposible que la reina estuviera… no, no podía ni pensarlo.
— ¡Bairon! — grito con desespero y aferrando el brazo de uno de los encargados del club, cuando la reina no estaba. — ¿Qué es lo que dicen? — pregunto temblando y no era para menos.
— Murieron, los reyes… la reina… está en las noticias, hicieron volar su avión privado, cuando hicieron escala por un desperfecto en Nueva York. — el hombre ya canoso no se molestó por quitar la lagrima que caía por su mejilla, se sentía tan vacío como cada uno de los empleados, sentían que habían perdido su corazón. — Dile que debe marcharse. — dijo el mayor apuntando a un hombre enmascarado que aún estaba de pie en la puerta, viendo y escuchando todo. — Que salga por detrás, debo ocultar cada registro, y nadie puede quedarse aquí, no sabemos si corremos peligro.
Nammi no podía moverse, ni siquiera podía respirar, no lo comprendía, ¿cómo Bairon podía pensar en eso en un momento como ese? aunque claro, por algo la reina lo dejaba a cargo de su principal club, todos le temían a la reina, pero en su ausencia… ¿Quiénes eran amigos y quienes enemigos?
— Lo siento. — dijo con seriedad el hombre de cabello negro y solo entonces Nammi recordó que debían marcharse, al igual que ya todos lo estaban haciendo, quizás Bairon tenía razón, tal vez corrían peligro si permanecían allí.
— Debe… debe marcharse. — susurro viendo por última vez el pasillo y como ya todo estaba vacío, ¿cuánto tiempo perdió? No lo sabía. — Le recomiendo que se retire por esta puerta… — las indicaciones de Nammi se perdieron en cuanto cerró la puerta principal y le dio la espalda al desconocido, que no era otro que Luc.
Luc Ambiorix había arribado solo un par de horas antes a Chicago, en un completo anonimato que le había costado muchos billetes, aunque ese era el menor de sus problemas, su corazón estaba cansado y la idea del suicidio rondaba cada vez con más frecuencia su mente, luego de informarle al señor Baggio, del accidente de su hija en su mansión, todo se complicó, el mayor no dejaba de dar sus especulaciones a la prensa, una peor que otra, desde que los Ambiorix pertenecían a un culto satánico que realizaba ofrendas humanas, hasta la más peligrosa, decir que Luc pertenecía a la mafia, si bien con los dichos del señor Baggio, su padre, Antonny Ambiorix, se veía obligado a mantener una distancia más que prudencial de Luc, algo que el hombre agradecía, esos mismos dichos lo ponían en la mira de personas que él no conocía y no queria conocer, lo más patético de todo… sus negocios cada vez iban mejor, ya sea porque a la gente le llamaba la atención el misterio que lo rodeaba o por puro morbo, incluso comenzó a ponerse paranoico, Luc creía que las personas que hacían negocios con él, solo los hacían con la intención de que este confesara algo que no era, la mafia nunca le gusto, podía ser un hombre de mano dura, pero no se creía capaz de matar a sangre fría como lo hacía su padre.
— Por fin. — murmuro cuando vio la fachada del club, e inmediatamente hizo lo que Neizan le aconsejo, colocar su mascara incluso antes de ingresar.
No era eso lo único que rondaba por su cabeza, la idea de que debía tomar a una virgen a como diera lugar, tampoco lo dejaba tranquilo, sabía que, si Neri le había dado esa orden, porque si, sabía que era una orden, era porque no conseguiría por las buenas lo que necesitaba, aun cuando ingreso en la habitación, se removió incomodo, tratando de no pensar en lo que haría, rezando porque todo saliera bien.
Pero como ya lo sabía, él estaba maldito, y ni siquiera por algo que Luc hubiera hecho, no, él estaba pagando las culpas de su padre.
— Lo siento.
Susurro viendo bajo la luz blanca del pasillo a una joven temblorosa, de ojos verdosos, sus grandes labios temblaban tratando de contener el llanto que pedía salir, era joven, no una niña, pero si aún tenía la juventud y sobre todo la inocencia brillando en sus iris, ¿Cómo era posible que aun fuera virgen? y él… tenía que arrebatarle eso. Se maldijo, una y otra vez, incluso pensó en regresar a Paris, matar a su hijo para librarlo de su sufrimiento y luego acabar con su vida, nunca había matado a nadie, jamás había siquiera robado un beso de una mujer, pero la vida lo estaba arrinconando, ¿el infierno existe? Se pregunto estando seguro de que si existiera él pasaría toda la eternidad allí.
Con la mano en uno de sus bolsillos acomodo su pene erecto, no por excitación, y es que había tomado sus precauciones, una píldora azul y barios tragos le dieron la herramienta y el falso coraje para llevar a cabo su misión.
— Lo siento.
Repitió una vez más, aunque ahora Nammi comprendió que no se debía a que le estaba dando el pésame, sino que era por lo que le iba a hacer.
— No, suéltame. — el pánico bailo en sus grandes ojos cuando la sujeto. — ¡Dije que No! — grito con el terror saliendo por sus poros, cuando la redujo contra el respaldo de uno de los sofás de cuero. — ¡Déjame maldito! — se removió tratando de liberarse de su agarre, pero ya era tarde, la palabra maldito se repetía en la mente de Luc.
— Sí, soy un maldito. — admitió cuando pudo sujetar sus manos en su espalda con las mismas bragas de algodón que le había arrancado solo un instante antes.
— Por favor, por favor, te lo suplico. — comenzó a implorar, tal vez al comprender que no tenía la fuerza para luchar contra semejante hombre o quizás, fue el hecho de saber que nadie vendría a ayudarla, no con lo que estaba sucediendo. — No, no, no.
Luc cerro sus ojos, deseando poder llevar las manos a sus oídos y dejar de escuchar el llanto y las suplicas de la joven que él mancillaría, tratando de convencerse que lo merecía, ¿por qué trabajar en un lugar como ese, si no le gustaba la vida fácil? Pero la verdad es que trataba de poder vivir con lo que estaba a punto de hacer.Se sentía tan débil bajo sus grandes manos, el aroma dulce de su cabello burbujeaba, cuando sin querer paso su nariz sobre su melena, con una de sus manos sostuvo su espalda para mantenerla inclinada, mientras que, con la otra mano, bajaba el cierre de su pantalón.— No, No, ¡ayuda! — grito deseando que alguien, quien fuera, acudiera a su rescate.— Deja de luchar. — pidió sobre su oído y la sintió removerse una vez más, deseando escapar de él, un maldito en todo sentido. — Relájate o solo harás que te duela más.— Hijo de puta, ¡maldito hijo de puta!Lo era y no pensaba discutirlo, sabía que, si no fuera por la píldora azul, estaría tan flácido como una pl
Dicen que el tiempo todo lo cura, que se encarga de poner cada cosa en su lugar, pero para Nammi, el tiempo solo se desvanecía entre sus dedos, ya no había sueños que alcanzar, mucho menos ganas de realizarlos, eso por lo que tanto se había esforzado, ya lo sentía tan nada, el mes que había pasado lo había sentido como una eternidad, en especial luego de tomarse una píldora abortiva y algunos antibióticos, que había comprado en la farmacia del aeropuerto aquella noche fatídica, aun así, solo tuvo un poco de calma cuando vio las sábanas de su nueva cama manchadas con sangre, nunca había estado tan feliz de tener su periodo, pero aun así, no había píldora que le hiciera olvidar aquella noche, ya no tenía sueños, ahora todo era pesadillas, cada vez que cerraba sus ojos, veía a ese hombre enmascarado, o escuchaba la voz de Greco ordenándole que se alejara y aunque sabía que ese mafioso se preocupaba por ella, la verdad era que en su corazón sabía que eso mismo le diría Greco si algún día
Una semana había pasado, una semana en la cual León y nana, solo hablaban de Nammi, e incluso pudo ver de reojo como su hijo sonrió en más de una ocasión por solo recordar algo que esa mujer había hecho o dicho, y aunque sus custodios le consiguieron información de la joven, aun sentía que había algo raro en ella.— ¿Sucede algo señor? — indago su custodio, luego de verlo leer la misma carpeta por decima vez.— Solo llego a Paris, donde ya tenía un departamento esperándola, y estaba matriculada en la universidad, ¿y lo demás? De donde viene, ¿Quiénes son sus padres? ¿realmente no tiene familia? Dime Emanuel, ¿por qué nadie puede conseguir más información de ella? — estaba molesto, y lo más seguro era que al fin se había vuelto paranoico.— Creo que esa mujer está escapando de algo o alguien, siempre la veo mirar a su alrededor, como esperando que alguien llegue por ella.— Creo que es hora de que conozca a la amiga de mi hijo.Nammi quito la tarjeta de memoria de su móvil, para luego
— Nosotras. — Nammi giro a ver a Mimi, pero no rebatió nada, quizás y la anciana necesitaba de alguien que tradujera cada termino que el doctor estaba diciendo.Y no se equivocaba, la joven nunca comprendió la facilidad que los especialistas tenían para confundir a las personas con nombres raros con los que solo ellos sabían que se les llamaba a las lesiones o enfermedades, podía ver que tanto Mimi, como el joven León no comprendían nada de lo que el doctor decía y solo asentían con la cabeza, aunque se relajaron de forma considerada cuando el doctor les dijo que estaba fuera de peligro.— Lo ves Mimi, no hay nada de qué preocuparse, permanecerá aquí hasta mañana y luego puede regresar a su hogar, eso sí, necesitara un acompañante que lo cuide, se fracturo un brazo y tiene varios golpes, por lo que necesitara ayuda para bañarse, vestirse y demás, pero su cabeza no sufrió daño alguno, al igual que sus órganos vitales, en pocas palabras, está muy bien para lo que sucedió, tendrás padre
Nammi regreso a su departamento, pensando en lo que Mimi le había dicho, el mundo estaba cambiando, y parte de ese cambio se debía a los nuevos reyes, aun sonaba raro, para ella siempre serían los príncipes y la princesa De Luca, sabía que le llevaría tiempo aceptar que los reyes de Chicago ya no existían, más porque aún no veía sus sepulturas.— ¡Oh por Dios! ¡¿estas bien?! — los gritos del portero dirigidos a ella al momento que descendió del Uber la alteraron.— Hola, Repetto, ¿Qué sucede? — alcanzo a indagar antes que el mayor la tomara de los brazos y la llevara a un lado del edificio.— Vinieron por ti. — su corazón se sacudió lleno de alegría y con la tonta esperanza de que Greco cumpliera su promesa. — Mataron a tu amiga. — eso la dejo helada y su corazón que solo un segundo antes latía con fuerza cargado de felicidad, casi se detuvo.— ¿Qué? — vagamente recordó que Carmen le había pedido quedarse con ella unos días, ya que estaban fumigando su departamento.— Unos hombres lle
Luc abrió sus ojos, gracias a la suplica que escuchaba, un eterno “por favor, no”, que sabía lo llevaría a la locura, pero esta vez no era su pesadilla, sino la de Nammi, con asombro la vio echa un ovillo en uno de los sofás que estaban frente a la camilla, el sol estaba ingresando por la ventana, era la primera noche que dormía completa luego de un mes, con pena y odio a él mismo, descubrió que no era el único que tenía pesadillas.— Nammi. — su nombre se sentía raro en su boca, no ajeno, sino como un sacrilegio, algo que él no debería mencionar. — Nammi. — repitió con voz estrangulada al ver como sus mejillas estaban empañadas en lágrimas.— Por favor, no, por favor… — era lo único que la joven repetía, y sin poder soportarlo, cargo su peso en su brazo sano, para poder elevarse, con toda la intención de ponerse de pie como sea y despertar de esa horrible pesadilla a la joven que él había marcado.— ¡Pero ¿qué haces?! — el grito de Mimi, lo hizo perder el equilibrio y caer de espalda
Su estómago se agito, Nammi se veía tan joven y era virgen, pero era enfermera y eso llevaba tiempo de preparación, los números en su cabeza cruzaban a una velocidad de vértigo y por más que sumara y restara no le estaba dando resultado alguno, al menos favorable para él.— 24 años, señor Luc, es que mi padre se enamoró de Marsella muy joven. — el ceño fruncido de su nuevo empleador la hizo reír, le recordaba a Rocco cuando no comprendía algo, suspiró con pesades, debía aprender a vivir con la melancolía, de que las únicas personas que la quisieron y cuidaron ya no estaban. — Marsella es mi madre, así se llama, bien lo dejare descansar, regresare en unos minutos a ver si necesita algo. — dijo antes de salir y Luc se preguntó en qué momento esa mujer le había ayudado a colocar el pijama, que embrujo le hizo, que no se dio cuenta que ya estaba en su cama arropado como si de un niño pequeño se tratara.— Mi maldición. — susurro, sabiendo que debería aprender a vivir con la culpa, o tomar
Nammi:El silencio es abrumador a mi alrededor, el frio que golpea mi espalda es un recordatorio de que estoy sola en esa habitación, y el sollozo que se agolpaba en mi garganta al fin sale, dispersando el silencio, al comprender que nadie vendrá a ayudarme.— ¿Por qué llora? — la voz de Rocco suena tan confundida como siempre.— Porque no aprendió nada, bebé, esa es la verdad. — la voz de fastidio de Valentina Constantini, detiene mi llanto, crispando mi piel.— Esto es imposible. — murmuro viendo mi desnudez, tratando de cubrir mi maltratado cuerpo, pero, aun así, giro mi rostro para verlos. — Ustedes estan muertos. — reconozco con dolor, sin asombrarme por las amplias sonrisas que muestran los reyes y su reina por supuesto.— ¿Y? — la pregunta de Ezzio me hace brincar del sofá, sin importar mi desnudez, pues esto es un sueño, un maldito sueño, solo eso explica que los pueda ver, tan pulcros e impecables como siempre.— ¿Y? ¡¿esa es tu estúpida pregunta!? me dejaron sola, indefensa…