Luc:Sus ojos me ven fijamente, sus labios carnosos y amplios, repiten mi nombre sin descanso, sus delgadas y cálidas manos se aferran a mi espalda empapada en sudor.— Por favor.Susurra sobre mi oído y estoy a punto de liberarme cuando unos golpes me alejan de ese maravilloso sueño, dejándome agitado y sudado, medio sentado en la cama.— ¿Adelante? — debería salir una orden, pero no puedo evitar realizar una pregunta, pues aún estoy confuso, ¿acabo de tener un sueño erótico con… — ¡¿Nammi?! — su nombre, salió con espanto, al reconocer que acabo de soñar con la joven que arruine.— Buen día señor Luc, no me vea así que no soy un fantasma. — me sonríe y yo solo quiero lanzarme por la ventana, soy un enfermo perverso, ¿Cuándo me volví así?— Yo… yo puedo solo. — trato de hacerla desistir al aferrarme a la sábana, no puedo creer que tenga una erección, maldición, estoy duro por ese maldito sueño.— Seguro que puede solo, nadie duda de su fuerza, ni de su salud, pero es mi trabajo. — mie
Nammi era buena aprendiendo, eso siempre la ayudo en sus estudios, en salir adelante y alejarse de su madre, dos años junto a la reina le fue más que suficiente para aprender lo que debía, dejando la mafia a un lado, eso no era para ella y esa siempre fue una de las razones por la que no dio un paso hacia Greco, le gustaba, lo queria, pero también queria vivir, y estar en la mafia no te garantizaba longevidad.— Mi princesa decidió ser feliz y tener una larga vida. — dijo un día Valentina disfrutando de las fotos que su hija le enviaba de sus nietos.— Ustedes también tendrán una larga vida. — refuto Nammi, sintiéndose ansiosa por solo pensar que podria perder a los pocos amigos que tenía.— Bambina, no quieras mentirte. — la interrumpió Salvatore. — Para ser mafioso, se debe ser consiente que hoy estas y mañana quizás no.— Todo depende de la astucia, la inteligencia, más que de la fuerza, de ver a tu alrededor. — Ezzio era tan enigmático como la misma reina.— No lo comprendo.— Si
Luc había enviado a investigar a Nammi, descubriendo nada, y pensó que nada era muy poco y que si queria hacer las cosas bien, las debía hacer él mismo, por lo que apenas estuvo solo en su habitación y aun con su brazo enyesado, se puso manos a la obra con su ordenador, ahora no solo sabia el nombre de la joven, también sabía que fue enfermera en Chicago, y así comenzó su investigación, percatándose que alguien había querido borrar los registros de Nammi, pero siempre quedaba algo, un pequeño hilo del que jalar, y eso fue todo, su mano herida le hacía más lerdo el trabajar, pero no imposible, código tras código, página tras página y cuando menos lo pensó, había ingresado en una de las computadoras principales y no del hospital, Luc había llegado al sistema operativo de Valentina Constantini y el corazón se le aceleró, no pensaba revisar ni meter su nariz en algo que solo lo llevaría a la muerte, por lo que solo fue a la lista de empleados del club “el infierno” y sí que lo era, al men
Nammi lavo sus manos con sumo cuidado, sus piernas no temblaban, y aunque su corazón martillaba a una velocidad de vértigo, su rostro no demostraba nada más que concentración, los años que ejerció como enfermera le sirvieron de mucho, pero sin lugar a dudas el tiempo bajo la supervisión de Valentina Constantini, también le brindaban cierta seguridad al distinguir que sea quien sea Luc, no la mataría, al menos no ahora, que estaba hurgando la pierna de uno de sus custodios, para retirar la bala que el mismo Luc le había puesto allí.— ¿Segura que sabes lo que haces? Esto duele como el demonio. — se quejó el hombre y Nammi lo vio casi con aburrimiento.— ¿Por qué los hombres son tan quisquillosos? — murmuro más para ella que para los presentes, aunque sin lugar a duda la escucharon y prueba de ello fueron las risillas que dejaron salir.— Claro, seguro que a ti te han quitado varias balas y sabes lo que se siente. — refuto molesto Emilio, el guardia herido.— Nunca me han impactado, ha
— Creo que te debo una explicación. — el aliento de Luc golpeo el delgado brazo y Nammi sin ser consiente lo quito un poco de la cercanía del rostro de su jefe. — Lo siento, ¿lo hice mal? — la castaña negó con la cabeza, pues sus cuerdas vocales estaban duras, incapaz de producir sonido alguno. — En ese caso, por favor, deja tu brazo más cerca, que solo tengo una mano buena. — una nueva sonrisa apareció en el rostro del mayor y Nammi se obligó a aclarar su garganta, para poder decir algo y no quedar como estúpida.— Creo que ahora ambos solo tenemos una mano útil. — y de forma fugaz a su mente llego la imagen de Valentina, y su explicación de cómo darse placer sola, y no perder su preciosa virginidad.— ¿Segura que estas bien? Estas completamente roja. — y seguido a la acusación de Luc, su mano dejo la gasa y su palma abierta toco la frente de Nammi, provocando que su temperatura aumentara aún mas y ella solo queria que el mismo infierno se la llevara.— Yo… yo… no estoy acostumbrada
Nammi estaba concentrada en su trabajo, ser una enfermera no era fácil y Dios lo sabía, pudiera ser que no ostentara un gran título como los doctores que la rodeaban, quienes muchas veces la felicitaban por su trabajo, pero ella hacia el trabajo sucio, el tedioso, pero además, era quien brindaba esa primera sonrisa, esa palabra de aliento y quien llevaba tranquilidad, todo se trataba de la empatía, desde el niño más pequeño, al adulto mayor, ella no hacia distinción, no importaba si era tomar la temperatura, colocar una inyección, dar una píldora, sostener la mano de los pacientes al vomitar, no importaba que, ella estaba siempre dispuesta a estar allí, era su segunda pasión, y ¿Cuál era la primera? Ser diseñadora de modas, desde pequeña soñó con ello.— ¿Has pensado en lo que te dije? — la joven giro a ver a la morena y su peinado afro.— No lo sé Mirra, se dice muchas cosas de ese club, más de Valentina Constantini y su harem de hombres. — respondió botando las gasas con sangre que
Y así comenzó todo para Nammi, horas y horas en las que la reina de chicago, le explico el porqué de tan sustanciosa paga, y es que en su club ingresaba solo gente importante, políticos, magnates, empresarios, mafiosos, asesinos, todos eran bienvenidos al infierno, como se llamaba el club principal que dirigía Valentina Constantini, todo estaba permitido allí, siempre que fuera para placer de ambos y consensuado, al menos de eso se trataba el club en lo que el edificio se refería, aunque en sus sótanos…era otra cosa, allí, era donde el verdadero infierno se desataba, un lugar neutro dispuesto para que las mafias hicieran sus acuerdos, y los mejores calabozos de torturas para quienes necesitaran implementar su justicia, la de la mafia, por supuesto, y Nammi, debería guardar silencio, sin importar lo que viera o escuchara, nada salía del infierno que la reina de Chicago manejaba, esa era su garantía, ni identidades, ni gustos, nada, y Nammi sería una tumba, o iría a parar a una.Las sem
Luc cerró la puerta, se aseguró de echarle cerrojo, y suspiro con cansancio, comenzó a descender las escaleras bajo la atenta mirada del personal doméstico, de los cuales algunos trataban de quitar la sangre que había a los pies de las escaleras.— Señor… — lo llamo quien una vez fue su nana.— Ahora no Mimi. — dijo, y continuo su camino al despacho, aun escuchando los gritos furiosos de su hijo.No queria reconocer lo cansado que estaba, mucho menos el miedo que sentía que cada vez se le instalaba más profundo en el pecho, respiro profundo antes de abrir la puerta y trato de colocar su mejor cara de póker, aunque el rubio que lo esperaba lo conocía muy bien.— Creo que necesitas otra copa. — Luc asintió y solo tomo lo que el mafioso le ofrecía.— Bien. — dijo luego de beber el contenido de la copa de un solo trago. — ¿Ahora me crees? Estoy maldito, necesito dar con esa gitana… — pidió entre el desespero y la ira.— Está muerta Luc, lo siento. — el mencionado paso su mano por