Nammi lavo sus manos con sumo cuidado, sus piernas no temblaban, y aunque su corazón martillaba a una velocidad de vértigo, su rostro no demostraba nada más que concentración, los años que ejerció como enfermera le sirvieron de mucho, pero sin lugar a dudas el tiempo bajo la supervisión de Valentina Constantini, también le brindaban cierta seguridad al distinguir que sea quien sea Luc, no la mataría, al menos no ahora, que estaba hurgando la pierna de uno de sus custodios, para retirar la bala que el mismo Luc le había puesto allí.— ¿Segura que sabes lo que haces? Esto duele como el demonio. — se quejó el hombre y Nammi lo vio casi con aburrimiento.— ¿Por qué los hombres son tan quisquillosos? — murmuro más para ella que para los presentes, aunque sin lugar a duda la escucharon y prueba de ello fueron las risillas que dejaron salir.— Claro, seguro que a ti te han quitado varias balas y sabes lo que se siente. — refuto molesto Emilio, el guardia herido.— Nunca me han impactado, ha
— Creo que te debo una explicación. — el aliento de Luc golpeo el delgado brazo y Nammi sin ser consiente lo quito un poco de la cercanía del rostro de su jefe. — Lo siento, ¿lo hice mal? — la castaña negó con la cabeza, pues sus cuerdas vocales estaban duras, incapaz de producir sonido alguno. — En ese caso, por favor, deja tu brazo más cerca, que solo tengo una mano buena. — una nueva sonrisa apareció en el rostro del mayor y Nammi se obligó a aclarar su garganta, para poder decir algo y no quedar como estúpida.— Creo que ahora ambos solo tenemos una mano útil. — y de forma fugaz a su mente llego la imagen de Valentina, y su explicación de cómo darse placer sola, y no perder su preciosa virginidad.— ¿Segura que estas bien? Estas completamente roja. — y seguido a la acusación de Luc, su mano dejo la gasa y su palma abierta toco la frente de Nammi, provocando que su temperatura aumentara aún mas y ella solo queria que el mismo infierno se la llevara.— Yo… yo… no estoy acostumbrada
Luc negaba a los dichos de Nammi, mientras esta se colocaba una vez más la chaqueta que el custodio le había ofrecido solo minutos antes.— Me has contado tu historia y me parece justo que te cuente parte de la mía. — la voz de la joven, aunque era débil, denotaba seriedad y autenticidad. — Mi vida no ha sido la mejor ¿sabes? — pregunto aquello porque tal vez Luc al tener una vida de privilegio no seria capaz de reconocer lo que eran las penurias y la necesidad. —Pero al menos era mía. — la tristeza bailaba en sus ojos, y las manos de Luc tomaron una de las de ella.— No es necesario que abras viejas heridas. — informo con la voz ronca, pues de pronto su garganta se había secado, el miedo, no lo acobardaba, pero si secaba su garganta, como un culpable antes de escuchar su sentencia.— No estan cerradas Luc, creo que nunca lo estarán, es una herida que sangrara por siempre, o al menos así lo siento. — Luc trago grueso por solo escuchar aquello, y en su mente, la orden de escuchar las c
Nammi limpio su nariz, no se sentía avergonzada, por raro que pareciera, con Luc se sentía entre amigos, por decirlo de alguna forma, tenía tanto que purgar, tanto que sacar, en especial la perdida de los reyes, esa que a nadie había podido contar, sin embargo, Luc conocía de la mafia, ¿verdad? No se espantaría por ese detalle, o eso esperaba.— No sabes lo difícil que fue, Luc — prosiguió Nammi, su voz apenas un susurro. — A pesar de todas las promesas y esfuerzos que mi madre hizo, al final el alcoholismo la venció. Su hígado no pudo recuperarse. Era desgarrador verla en ese estado, y lo peor de todo es que, en esos últimos días de agonía, Marsella solo me culpaba a mí. Me miraba con esos ojos llenos de resentimiento y me decía que yo era la razón de su sufrimiento.Nammi se detuvo un momento, la voz quebradiza por el dolor, poco la dejaba hablar, por lo que interrumpió su relato, en busca de aire, y Luc solo la podía ver con una ternura indescriptible, tratando de absorber al menos
Esa noche marco un antes y después entre Nammi y Luc, mientras Nammi creía que el destino le estaba poniendo a Luc en el camino a modo de bálsamo para sanar sus heridas, Luc creía que era lo justo que el karma lo golpeara de esa forma, pero no seguiría siendo un cobarde, él curaría a Nammi, aunque creer eso era demasiado, lo intentaría, la cuidaría hasta que sus alas sanaran, esas mismas que él había roto, entonces, cuando ella nuevamente tenga la fuerza de volar tan alto como siempre creyó que podria, él e diría la verdad, dejaría al descubierto lo que hizo para romper la maldición que pesaba sobre León.— Luc, mi niño ¿en qué piensas? — Mimi acaricio su brazo, y Luc salió de su miseria.— En la vida nana, en la vida y las vueltas que da, el mundo parece tan grande, pero en realidad no lo es. — Mimi observo al hombre que había ayudado a criar, la culpa se mezclaba con el querer, y Mimi quiso hacer lo correcto, decirle a Luc, como ella lo había traicionado, aun sabiendo que nunca reci
Mimi recibió la orden de un muy alegre Luc, de que le ayudara a instalar en la mansión a su pobre y buen medio hermano, y ahora se encontraba caminando por el largo pasillo de la mansión, su corazón latiendo con ansiedad en su pecho, mientras Máximo la seguía, en silencio, pero no era solo la tarea en sí lo que la incomodaba, sino la presencia de ese pelirrojo, quien caminaba detrás de ella, en un silencio casi opresivo.Mimi se sentía como si estuviera siendo seguida por un fantasma, un espectro de su pasado y el cual conocía su secreto, y que decir de la forma en que máximo la miraba, con una intensidad que la hacía sentirse desnuda, y no de vestimenta, más bien del alma, la hacía sentirse incomoda y vulnerable.Mimi dejo salir un largo suspiro, al tiempo que se detuvo frente a la puerta de la habitación y se volvió hacia Máximo, de la misma forma en la que una protagonista de película de horror giraría a ver sobre su hombro eso que ella sabe bien la destruirá.—Aquí esta, tu habit
Nammi irradiaba felicidad mientras servía la cena que había preparado junto a León, el orgullo y la satisfacción se reflejaban en cada uno de sus movimientos, desde la forma en que recogía los platos hasta cómo los colocaba cuidadosamente en la mesa, las empleadas de la mansión observaban admiradas cómo ella se encargaba de todo, casi eclipsando su presencia en el comedor, aunque también agradecidas que les alivianara el trabajo, ya que Nammi no delegaba nada y es que la joven, disfrutaba de cada momento, pues era su forma de agradecer, el que Luc pensara tenerla allí al menos por un tiempo, aunque aún no le confesaba que estaba escapando de…ni ella sabía de quien o quienes, porque hasta el momento, nadie sabía quien había matado a la reina y sus reyes, por lo cual, el salir de la mansión, no era seguro.El aroma delicioso de la carne asada llenaba el aire, y con cada plato que servía, Nammi mostraba su amor por la cocina, sus manos, rápidas y hábiles, daban un toque especial a cada d
Máximo se acercó a Mimi que estaba en la cocina, preparando un té para León, y cuatro cafés, la nana de Luc, estaba tan concentrada en su deber y también recordando la interacción de Nammi y Luc solo unos minutos atrás, durante la cena, que no lo oyó llegar a ella, pero si vio el diminuto sobre de papel que le dejo a un lado del té.— ¿Y esto? — indago sin querer tocarlo, sabía lo que era, solo rogaba porque Máximo no supiera aquello.— Eso… es lo que le has dado a León los últimos seis años, y es lo que pondrás en su té de hoy en adelante, hasta que Antonny diga lo contrario. — Mimi apretó los puños, una pequeña llama de furia la recorrió, mínima, si se debía ser honesto.— No, ya no lo hare. — dijo tratando de convencerse, amaba a su Pier, lo extrañaba, más de lo que podria imaginar, aunque el hombre la despreciara, y ese pensamiento, fue la que la llevo a tratar de negarse a los pedidos de Antonny.— Mimi. — dijo Máximo, casi con pena. — Dime un acosa, ¿alguna vez Luc te ha tratado