Y así comenzó todo para Nammi, horas y horas en las que la reina de chicago, le explico el porqué de tan sustanciosa paga, y es que en su club ingresaba solo gente importante, políticos, magnates, empresarios, mafiosos, asesinos, todos eran bienvenidos al infierno, como se llamaba el club principal que dirigía Valentina Constantini, todo estaba permitido allí, siempre que fuera para placer de ambos y consensuado, al menos de eso se trataba el club en lo que el edificio se refería, aunque en sus sótanos…era otra cosa, allí, era donde el verdadero infierno se desataba, un lugar neutro dispuesto para que las mafias hicieran sus acuerdos, y los mejores calabozos de torturas para quienes necesitaran implementar su justicia, la de la mafia, por supuesto, y Nammi, debería guardar silencio, sin importar lo que viera o escuchara, nada salía del infierno que la reina de Chicago manejaba, esa era su garantía, ni identidades, ni gustos, nada, y Nammi sería una tumba, o iría a parar a una.
Las semanas que siguieron fueron las más difíciles para la joven, adaptar a sus pobres e inocentes ojos a ver tanto sexo desenfrenado no fue nada en comparación a reprimir su curiosidad, ¿Por qué gritaban? ¿Por qué jadeaban? ¿Por qué se dejaban azotar? ¿Por qué les gustaba mirar? ¿Por qué les gustaba mostrarse? ¿Por qué les gustaba compartir mujer u hombres? ¿Por qué? Su mente se llenaba de ello, aun así, se adaptó, como siempre en su vida lo hizo, se adaptaría a lo que fuese con tal de conseguir su sueño.
— Hola mamá. — saludo Marco De Luca, apareciendo de la nada, mostrando la misma sonrisa que Salvatore.
— Madre. — dijo con la seriedad que lo caracterizaba Greco, pues podían ser gemelos, pero su carácter y manera de ser, eran muy diferentes, los príncipes De Luca eran como el día y la noche.
— Mis príncipes, ¿Qué los trae por aquí? — no era tonta, claro que no, si ella era la reina de la mafia, y sabia a la perfección que sus hijos pocas veces aparecían en el club, ellos eran más de estar y manejar todo Detroit, que de pasar sus noches en alguno de sus clubs.
— Te dije que solo se alegra cuando Dulce y los idiotas de esposos que tiene la visitan. — se quejo Marco, siempre dispuesto a hablar mal de sus tres cuñados, pues la Dulce princesa si bien había escapado de trabajar en la mafia, si practicaba la poligamia, como su madre.
— No se alegra por la princesa, su felicidad es por los pequeños, esos tres diablitos derriten el corazón de cualquiera y madre no es la excepción… — comenzó a explicar Greco.
— Buen intento, pero conmigo esas idioteces no funcionan… — intervino la mafiosa, pero de pronto sus labios se estiraron en una enorme sonrisa, ¿a quién engañaba? Si sus nietos la tenían en la palma de su mano, y es que ya ni siquiera le molestaba ser abuela tan joven. — ¿Ya vieron la foto que nos envió Dulce de mis nietos? Salvatore esta furioso. — no podía evitarlo, era una mafiosa, era la reina, pero como sus hijos lo habían dicho, ante sus nietos, no era nada más que un cubo de hielo derritiéndose bajo el sol.
— ¿Las pequeñas sombras de Italia? — leyó Marco el pie de la foto del pequeño Dante, y su rostro se cubrió de rojo, pues uno de los abuelos paternos del pequeño también era mafioso y era nada más y nada menos que su competencia, la gran sombra italiana. — Pero ¿que se cree Santoro? mis sobrinos manejaran Chicago y Detroit, nada de Italia… — Marco estaba tan furioso como su padre Salvatore y no era para menos, la hija mayor de la reina había tomado de esposos, a un sicario, un asesino y a uno de los hijos de la sombra de Italia, mismo mafioso que los había desterrado a ellos, los De Luca, de su Italia natal.
— Eres idiota como tu padre. — lo corto en limpio Valentina. — Es mejor que ellos reinen Italia, así sus hijos heredaran todo lo mío cuando muera.
— Para eso falta. — dijo Greco, odiaba cuando su madre hablaba de esa forma.
— ¿Para que muera? O ¿para tener nietos de ustedes? — y allí estaba nuevamente la presión de la mirada de Valentina Constantini, que era lo mismo que le colocaran un arma en sus cabezas.
— Para las dos cosas. — canturrearon los gemelos de 22 años.
— Señora… — Nammi, que hacia un mes trabajaba en el club, quedo en silencio al ver a los gemelos, los príncipes De Luca, en carne y hueso.
— Nammi, o dejas de decirme señora o volare tu linda cabecita. — rebatió molesta Valentina.
— Si señora. — respondió en automático la joven, y Greco rompió a reír dejando sorprendida a su madre y también a su gemelo, pues Greco no sonreía, ni siquiera con sus sobrinos.
— Tu debes ser la virgen. — dijo Marco, llamando la atención de la mujer que había quedado con la boca abierta al ver a Greco reír.
— Prefiero que me llamen Nammi. — era increíble la confianza y el poder que le brindaba la sola presencia de Valentina, Nammi sentía lo que era la seguridad, de tener a alguien respaldándote por primera vez en la vida.
— Nammi, como ya te habrás dado cuenta, ellos son mis diablitos, y puedes tratarlos como se te plazca, aquí nadie tiene más poder de decisión que tu con tu cuerpo. — sí, Nammi no podía estar más feliz de que Mirra la llevara a aquel lugar, y cada palabra de Valentina solo confirmaban que estaba en el mejor lugar en el que podía estar.
— Lo tendré en cuenta señ… Valentina, y solo queria decirle que los señores la están esperando en su habitación. — el rostro de la reina se ilumino, mientras que sus hijos solo negaban con la cabeza.
— Por favor, madre que usen protección, ya están viejos para darnos hermanos. — Marco recordó, porque siempre tomaba distancia antes de molestar a su madre, cuando sintió la pesada mano de la reina golpear su cabeza.
— Mocoso impertinente, mejor ve a conseguir esposa y dame nietos o yo les daré hermanos. — fue lo último que dijo, antes de salir haciendo retumbar sus grandes tacones, rumbo a la habitación donde sus reyes la esperaban más que dispuestos para complacerla.
— Entonces Nammi… — dijo de forma coqueta, Marco.
— Se todo de ustedes, sé que buscan vírgenes para follar y que ya han tomado a todas aquí, pues les tengo noticias, solo soy camarera, no estoy a la venta. — aseguro con la cabeza en alto, sentía la protección de la reina sobre ella, sabía que nada le pasaría, sea a quien sea a quien rechazara.
— Eso dicen todas. — se jacto Marco.
— Pero yo no soy todas, soy Nammi.
Luc cerró la puerta, se aseguró de echarle cerrojo, y suspiro con cansancio, comenzó a descender las escaleras bajo la atenta mirada del personal doméstico, de los cuales algunos trataban de quitar la sangre que había a los pies de las escaleras.— Señor… — lo llamo quien una vez fue su nana.— Ahora no Mimi. — dijo, y continuo su camino al despacho, aun escuchando los gritos furiosos de su hijo.No queria reconocer lo cansado que estaba, mucho menos el miedo que sentía que cada vez se le instalaba más profundo en el pecho, respiro profundo antes de abrir la puerta y trato de colocar su mejor cara de póker, aunque el rubio que lo esperaba lo conocía muy bien.— Creo que necesitas otra copa. — Luc asintió y solo tomo lo que el mafioso le ofrecía.— Bien. — dijo luego de beber el contenido de la copa de un solo trago. — ¿Ahora me crees? Estoy maldito, necesito dar con esa gitana… — pidió entre el desespero y la ira.— Está muerta Luc, lo siento. — el mencionado paso su mano por
Habían pasado dos años desde que Nammi comenzó a trabajar en el club de la reina, dos años en los cuales consiguió el dinero que necesitaba, para cumplir su sueño, ya había adquirido un departamento en parís, pequeño, pero amueblado y cerca de la universidad de diseño, hoy se enfrentaba a su último fin de semana de trabajo en el club, algo que le causaba más nostalgia que hace una semana atrás cuando dejo el hospital.— Pero Valentina, esto es mucho dinero. — dijo viendo el cheque que la reina le acababa de entregar.— Es lo que mereces, aunque aún sigo pensando que te verías muy bien al lado de mis hijos, o al menos siendo la dueña de uno. — la joven solo sonrió y negó con la cabeza.— Por favor, mamá, ya lo intentamos, pero esta mujer no cae por nuestros encantos… creo que le gustan los feos. — se quejó Marco.— Creo que nuestro error fue verla y tratarla como la hermana que siempre quisimos, una que se hiciera respetar y no que se revolcara con tres idiotas y se embarazara.
Nammi sintió que las piernas le temblaban, cada habitación del pasillo tenía una luz blanca encendida fuera, la señal que se utilizaba para que todos evacuaran las instalaciones, se suponía que se utilizaría en casos de incendios, aunque ahora se estaban usando para informar la peor de las noticias, al menos así lo sintió la joven, había estado con ellos solo unas horas antes, era imposible que la reina estuviera… no, no podía ni pensarlo.— ¡Bairon! — grito con desespero y aferrando el brazo de uno de los encargados del club, cuando la reina no estaba. — ¿Qué es lo que dicen? — pregunto temblando y no era para menos.— Murieron, los reyes… la reina… está en las noticias, hicieron volar su avión privado, cuando hicieron escala por un desperfecto en Nueva York. — el hombre ya canoso no se molestó por quitar la lagrima que caía por su mejilla, se sentía tan vacío como cada uno de los empleados, sentían que habían perdido su corazón. — Dile que debe marcharse. — dijo el mayor apuntando a
Luc cerro sus ojos, deseando poder llevar las manos a sus oídos y dejar de escuchar el llanto y las suplicas de la joven que él mancillaría, tratando de convencerse que lo merecía, ¿por qué trabajar en un lugar como ese, si no le gustaba la vida fácil? Pero la verdad es que trataba de poder vivir con lo que estaba a punto de hacer.Se sentía tan débil bajo sus grandes manos, el aroma dulce de su cabello burbujeaba, cuando sin querer paso su nariz sobre su melena, con una de sus manos sostuvo su espalda para mantenerla inclinada, mientras que, con la otra mano, bajaba el cierre de su pantalón.— No, No, ¡ayuda! — grito deseando que alguien, quien fuera, acudiera a su rescate.— Deja de luchar. — pidió sobre su oído y la sintió removerse una vez más, deseando escapar de él, un maldito en todo sentido. — Relájate o solo harás que te duela más.— Hijo de puta, ¡maldito hijo de puta!Lo era y no pensaba discutirlo, sabía que, si no fuera por la píldora azul, estaría tan flácido como una pl
Dicen que el tiempo todo lo cura, que se encarga de poner cada cosa en su lugar, pero para Nammi, el tiempo solo se desvanecía entre sus dedos, ya no había sueños que alcanzar, mucho menos ganas de realizarlos, eso por lo que tanto se había esforzado, ya lo sentía tan nada, el mes que había pasado lo había sentido como una eternidad, en especial luego de tomarse una píldora abortiva y algunos antibióticos, que había comprado en la farmacia del aeropuerto aquella noche fatídica, aun así, solo tuvo un poco de calma cuando vio las sábanas de su nueva cama manchadas con sangre, nunca había estado tan feliz de tener su periodo, pero aun así, no había píldora que le hiciera olvidar aquella noche, ya no tenía sueños, ahora todo era pesadillas, cada vez que cerraba sus ojos, veía a ese hombre enmascarado, o escuchaba la voz de Greco ordenándole que se alejara y aunque sabía que ese mafioso se preocupaba por ella, la verdad era que en su corazón sabía que eso mismo le diría Greco si algún día
Una semana había pasado, una semana en la cual León y nana, solo hablaban de Nammi, e incluso pudo ver de reojo como su hijo sonrió en más de una ocasión por solo recordar algo que esa mujer había hecho o dicho, y aunque sus custodios le consiguieron información de la joven, aun sentía que había algo raro en ella.— ¿Sucede algo señor? — indago su custodio, luego de verlo leer la misma carpeta por decima vez.— Solo llego a Paris, donde ya tenía un departamento esperándola, y estaba matriculada en la universidad, ¿y lo demás? De donde viene, ¿Quiénes son sus padres? ¿realmente no tiene familia? Dime Emanuel, ¿por qué nadie puede conseguir más información de ella? — estaba molesto, y lo más seguro era que al fin se había vuelto paranoico.— Creo que esa mujer está escapando de algo o alguien, siempre la veo mirar a su alrededor, como esperando que alguien llegue por ella.— Creo que es hora de que conozca a la amiga de mi hijo.Nammi quito la tarjeta de memoria de su móvil, para luego
— Nosotras. — Nammi giro a ver a Mimi, pero no rebatió nada, quizás y la anciana necesitaba de alguien que tradujera cada termino que el doctor estaba diciendo.Y no se equivocaba, la joven nunca comprendió la facilidad que los especialistas tenían para confundir a las personas con nombres raros con los que solo ellos sabían que se les llamaba a las lesiones o enfermedades, podía ver que tanto Mimi, como el joven León no comprendían nada de lo que el doctor decía y solo asentían con la cabeza, aunque se relajaron de forma considerada cuando el doctor les dijo que estaba fuera de peligro.— Lo ves Mimi, no hay nada de qué preocuparse, permanecerá aquí hasta mañana y luego puede regresar a su hogar, eso sí, necesitara un acompañante que lo cuide, se fracturo un brazo y tiene varios golpes, por lo que necesitara ayuda para bañarse, vestirse y demás, pero su cabeza no sufrió daño alguno, al igual que sus órganos vitales, en pocas palabras, está muy bien para lo que sucedió, tendrás padre
Nammi regreso a su departamento, pensando en lo que Mimi le había dicho, el mundo estaba cambiando, y parte de ese cambio se debía a los nuevos reyes, aun sonaba raro, para ella siempre serían los príncipes y la princesa De Luca, sabía que le llevaría tiempo aceptar que los reyes de Chicago ya no existían, más porque aún no veía sus sepulturas.— ¡Oh por Dios! ¡¿estas bien?! — los gritos del portero dirigidos a ella al momento que descendió del Uber la alteraron.— Hola, Repetto, ¿Qué sucede? — alcanzo a indagar antes que el mayor la tomara de los brazos y la llevara a un lado del edificio.— Vinieron por ti. — su corazón se sacudió lleno de alegría y con la tonta esperanza de que Greco cumpliera su promesa. — Mataron a tu amiga. — eso la dejo helada y su corazón que solo un segundo antes latía con fuerza cargado de felicidad, casi se detuvo.— ¿Qué? — vagamente recordó que Carmen le había pedido quedarse con ella unos días, ya que estaban fumigando su departamento.— Unos hombres lle