Nammi estaba concentrada en su trabajo, ser una enfermera no era fácil y Dios lo sabía, pudiera ser que no ostentara un gran título como los doctores que la rodeaban, quienes muchas veces la felicitaban por su trabajo, pero ella hacia el trabajo sucio, el tedioso, pero además, era quien brindaba esa primera sonrisa, esa palabra de aliento y quien llevaba tranquilidad, todo se trataba de la empatía, desde el niño más pequeño, al adulto mayor, ella no hacia distinción, no importaba si era tomar la temperatura, colocar una inyección, dar una píldora, sostener la mano de los pacientes al vomitar, no importaba que, ella estaba siempre dispuesta a estar allí, era su segunda pasión, y ¿Cuál era la primera? Ser diseñadora de modas, desde pequeña soñó con ello.
— ¿Has pensado en lo que te dije? — la joven giro a ver a la morena y su peinado afro.
— No lo sé Mirra, se dice muchas cosas de ese club, más de Valentina Constantini y su harem de hombres. — respondió botando las gasas con sangre que habían ocupado para detener el sangrado de un paciente.
— La reina no vive del que dirán, ella vive para que los demás hablen, quien pudiera tener su suerte… aunque yo le di una buena mamada a Ezzio y una vez folle con Leonzio. — la cara de espanto de Nammi lo decía todo. — Obviamente que fue antes que la reina tomara a los De Luca como suyos, aprecio demasiado mi vida como para así sea, ver a sus hombres.
— Lo que sea, pero a lo que me refiero…
— Tu virginidad estará a salvo, créeme niña, esos club son más seguros que caminar en medio de la ciudad al anochecer, lo sé por experiencia, si estas bajo la protección de la reina, nadie te toca, nadie te mira si tu no quieres, además… —la morena que ya ostentaba algunas canas se mordió el labio inferior con picardía.
— ¿Además? — cada vez que Mirra recordaba sus años de juventud y como se ganaba la vida, a Nammi le daban ganas de romper la promesa que le había hecho a su padre, mantenerse virgen hasta su casamiento, algo que veía poco probable, ya que cada novio que la joven había tenido la botaba luego de un tiempo, ser pura, ya no se cotizaba como en años pasados, los hombres ya no perdían el tiempo con santas, y mucho menos querían ejercer de maestros a la hora de tener sexo, más les atraían las mujeres que sabían complacerlos.
— ¿Quién dice y terminas siendo una princesa? — sugirió con picardía.
— ¿De qué rayos hablas?
— Dios niña, ¿vives en marte? De los príncipes, ¿de qué voy a hablar? Dicen que tienen un gusto especial por las vírgenes, incluso se rumorea que Greco es casto, ya sabes, aun no moja su paquete en una vagina.
— ¡¿Cómo diablos sabes todo eso?! — indago mientras los colores se le subían a la cara, y no era vergüenza, era solo el hecho de saber que a ese par de gemelos le gustaban las mujeres como ella, vírgenes.
— Nammi, para que lo comprendas de una vez, yo trabaje en ese club, Valentina Constantini, me salvo, de más de una forma y los reyes, me ayudaron a llegar a donde estoy, conozco a los príncipes desde que nacieron, soy como de la familia. — y no mentía, esa morena bien podría estar dirigiendo uno de los clubs que poseía la reina, pero su pasión era ese hospital, donde llego como enfermera y ahora era una doctora recibida, la mejor ginecóloga.
— Quizás… si me llevas…
— Niña, hubieras comenzado por allí, claro que te llevare.
Y así lo hizo, apenas terminaron con su turno, Mirra la subió a su automóvil y emprendieron el viaje.
Nammi trataba de mantenerse tranquila, solo pediría empleo de mesera, claro que eso podía hacerlo en cualquier restaurante, o cafetería, pero según Mirra, en el club de la reina, podía ganar en una noche la paga de un mes, que dan en cualquier otro lugar, y solo debía trabajar los fines de semana, aunque claro que eso era por una razón y pronto lo sabría.
La fachada no decía mucho del lugar, aunque solo la alfombra roja que estaban colocando en la entrada, como cada noche, podía apostar que valía lo mismo que el departamento que rentaba, pero apenas paso las puertas, un mundo nuevo apareció frente a ella, las luces estaban encendidas en su totalidad, pues aún estaban preparando el lugar, las copas resplandecían, las bebidas que aguardaban ser consumidas, brillaban tratando de llamar la atención de quien entrara, incluso a Nammi que nunca se le dio por beber más de una cerveza se le hacía agua la boca con solo verlas, pero a medida que subía las escaleras, eso sí que la dejo con la boca abierta, las habitaciones estaban siendo aseadas, si a eso se le podía llamar habitaciones, algunas eran oscuras y más parecían cámaras de torturas, otras tenían tanta iluminación que parecían el cielo, hasta que al fin llegaron a la última habitación, una que rezaba en la puerta, oficina principal.
— Adelante. — se escuchó una voz profunda que a Nammi la puso a temblar.
— Leonzio, siempre es un placer escuchar tu profunda voz. —dijo con sorna la morena al abrir la puerta.
—Sé que aun mojas tus bragas de solo oírme. — se jacto uno de los mayores.
— Ay mi león, tú te quieres quedar sin follar y de espectador hoy ¿verdad?
Era un mundo nuevo y casi delirante, para Nammi, frente a la joven había seis hombres, que, si bien los conocía de revistas, esto era otra cosa, pero más que los hombres, había una persona que tenía toda su atención, una mujer sentada en el único escritorio del lugar y a su alrededor, seis hombres que la adoraban incluso con la mirada.
— Solo estoy jugando mujer. — se apresuró a decir Leonzio y Mirra rompió a reír a carcajadas.
— Mi bella reina, cada vez estas más joven, ¿a qué demonio adoras?
— A ninguno Mirra, esto que vez es el resultado de una crema a base de semen y más semen, ¿quieres saber dónde más lo coloco? — Nammi veía como todos reían y no comprendía porque sentía que se quemaba, aunque luego dedujo que era la misma vergüenza que la hacía arder.
— ¿Quién es la niña que nos ve con espanto? — Rocco De Luca, era fácil reconocerlo, el único de los De Luca que tenía sus ojos grises, el único por el que la reina moriría, y viviría.
— Ella es Nammi, es como mi hija y …
— Deja que ella hable Mirra, a no ser que sea muda. — Lupo, el único con cabello largo, se decía que había matado a más de una docena de hombres, a comparación de sus hermanos y primos la cifra era baja, salvo por el detalle que los mataba con sus manos.
— Hola. — dijo con la garganta seca la joven al ver que Mirra solo quedo en silencio. — Soy Nammi Anouk y queria saber si puedo trabajar aquí. — siete pares de ojos la escaneaban de pies a cabeza, su confianza se mantuvo firme, no se sentía fea, pues sabía que no lo era, su cabello largo y medio ondulado con un color natural entre el chocolate y el castaño claro, su piel cremosa adornada con un par de pecas, sus ojos verdes claro, que a veces parecían celestes, y su boca, esa que muchas veces le causo problemas en el colegio, pues sus compañeros se burlaban de ella, mismos que después rogaban probarla, era grande y carnosa, y así como su rostro tenía sus encantos, su cuerpo obviamente también los tenía.
— ¿Bailarina? — pregunto Rocco al ver sus caderas, pero Valentina negó.
— ¿Sexo oral? — indago Ezzio, el más morenos de los De luca, y Nammi abrió sus ojos con espanto. — Su boca es grande. — se explicó al ver la mirada fría de su mujer, la reina estaba perdiendo la paciencia.
— Acrobacia en telas… — comenzó a sugerir Ángelo, el más pecoso de los italianos.
— Trabaja como enfermera, sus manos se pueden dañar. — lo interrumpió Salvatore, quien parecía enojado con algo que estaba viendo en su móvil.
— Camarera. — sentencio Valentina e inconscientemente Nammi asintió. — Se nota que es virgen. — y ahora si tenía la atención de todos una vez más, incluso de Salvatore, quien le sonrió.
— Quizás quieras conocer a mis hijos. — indago mostrando una sonrisa que más que provocar confianza asusto a la joven.
— No… — dijo casi en grito y la reina levanto una ceja. — No lo tomen a mal, pero pretendo mantenerme virgen y no quiero problemas, solo necesito dinero…
— Mis hijos saben tratar a una mujer, créeme que todas las que han estado con ellos ha sido por voluntad.
— Lo siento. — susurro al ver que la reina se ponía de pie, ya se imaginaba muerta antes del anochecer.
— No lo hagas, nunca temas a levantar tu voz, a decir no, incluso a gritarlo, sean mis hijos, o el mismo rey del mundo, incluso el diablo, mientras tú me seas fiel, la reina no te dejara caer.
Y así comenzó todo para Nammi, horas y horas en las que la reina de chicago, le explico el porqué de tan sustanciosa paga, y es que en su club ingresaba solo gente importante, políticos, magnates, empresarios, mafiosos, asesinos, todos eran bienvenidos al infierno, como se llamaba el club principal que dirigía Valentina Constantini, todo estaba permitido allí, siempre que fuera para placer de ambos y consensuado, al menos de eso se trataba el club en lo que el edificio se refería, aunque en sus sótanos…era otra cosa, allí, era donde el verdadero infierno se desataba, un lugar neutro dispuesto para que las mafias hicieran sus acuerdos, y los mejores calabozos de torturas para quienes necesitaran implementar su justicia, la de la mafia, por supuesto, y Nammi, debería guardar silencio, sin importar lo que viera o escuchara, nada salía del infierno que la reina de Chicago manejaba, esa era su garantía, ni identidades, ni gustos, nada, y Nammi sería una tumba, o iría a parar a una.Las sem
Luc cerró la puerta, se aseguró de echarle cerrojo, y suspiro con cansancio, comenzó a descender las escaleras bajo la atenta mirada del personal doméstico, de los cuales algunos trataban de quitar la sangre que había a los pies de las escaleras.— Señor… — lo llamo quien una vez fue su nana.— Ahora no Mimi. — dijo, y continuo su camino al despacho, aun escuchando los gritos furiosos de su hijo.No queria reconocer lo cansado que estaba, mucho menos el miedo que sentía que cada vez se le instalaba más profundo en el pecho, respiro profundo antes de abrir la puerta y trato de colocar su mejor cara de póker, aunque el rubio que lo esperaba lo conocía muy bien.— Creo que necesitas otra copa. — Luc asintió y solo tomo lo que el mafioso le ofrecía.— Bien. — dijo luego de beber el contenido de la copa de un solo trago. — ¿Ahora me crees? Estoy maldito, necesito dar con esa gitana… — pidió entre el desespero y la ira.— Está muerta Luc, lo siento. — el mencionado paso su mano por
Habían pasado dos años desde que Nammi comenzó a trabajar en el club de la reina, dos años en los cuales consiguió el dinero que necesitaba, para cumplir su sueño, ya había adquirido un departamento en parís, pequeño, pero amueblado y cerca de la universidad de diseño, hoy se enfrentaba a su último fin de semana de trabajo en el club, algo que le causaba más nostalgia que hace una semana atrás cuando dejo el hospital.— Pero Valentina, esto es mucho dinero. — dijo viendo el cheque que la reina le acababa de entregar.— Es lo que mereces, aunque aún sigo pensando que te verías muy bien al lado de mis hijos, o al menos siendo la dueña de uno. — la joven solo sonrió y negó con la cabeza.— Por favor, mamá, ya lo intentamos, pero esta mujer no cae por nuestros encantos… creo que le gustan los feos. — se quejó Marco.— Creo que nuestro error fue verla y tratarla como la hermana que siempre quisimos, una que se hiciera respetar y no que se revolcara con tres idiotas y se embarazara.
Nammi sintió que las piernas le temblaban, cada habitación del pasillo tenía una luz blanca encendida fuera, la señal que se utilizaba para que todos evacuaran las instalaciones, se suponía que se utilizaría en casos de incendios, aunque ahora se estaban usando para informar la peor de las noticias, al menos así lo sintió la joven, había estado con ellos solo unas horas antes, era imposible que la reina estuviera… no, no podía ni pensarlo.— ¡Bairon! — grito con desespero y aferrando el brazo de uno de los encargados del club, cuando la reina no estaba. — ¿Qué es lo que dicen? — pregunto temblando y no era para menos.— Murieron, los reyes… la reina… está en las noticias, hicieron volar su avión privado, cuando hicieron escala por un desperfecto en Nueva York. — el hombre ya canoso no se molestó por quitar la lagrima que caía por su mejilla, se sentía tan vacío como cada uno de los empleados, sentían que habían perdido su corazón. — Dile que debe marcharse. — dijo el mayor apuntando a
Luc cerro sus ojos, deseando poder llevar las manos a sus oídos y dejar de escuchar el llanto y las suplicas de la joven que él mancillaría, tratando de convencerse que lo merecía, ¿por qué trabajar en un lugar como ese, si no le gustaba la vida fácil? Pero la verdad es que trataba de poder vivir con lo que estaba a punto de hacer.Se sentía tan débil bajo sus grandes manos, el aroma dulce de su cabello burbujeaba, cuando sin querer paso su nariz sobre su melena, con una de sus manos sostuvo su espalda para mantenerla inclinada, mientras que, con la otra mano, bajaba el cierre de su pantalón.— No, No, ¡ayuda! — grito deseando que alguien, quien fuera, acudiera a su rescate.— Deja de luchar. — pidió sobre su oído y la sintió removerse una vez más, deseando escapar de él, un maldito en todo sentido. — Relájate o solo harás que te duela más.— Hijo de puta, ¡maldito hijo de puta!Lo era y no pensaba discutirlo, sabía que, si no fuera por la píldora azul, estaría tan flácido como una pl
Dicen que el tiempo todo lo cura, que se encarga de poner cada cosa en su lugar, pero para Nammi, el tiempo solo se desvanecía entre sus dedos, ya no había sueños que alcanzar, mucho menos ganas de realizarlos, eso por lo que tanto se había esforzado, ya lo sentía tan nada, el mes que había pasado lo había sentido como una eternidad, en especial luego de tomarse una píldora abortiva y algunos antibióticos, que había comprado en la farmacia del aeropuerto aquella noche fatídica, aun así, solo tuvo un poco de calma cuando vio las sábanas de su nueva cama manchadas con sangre, nunca había estado tan feliz de tener su periodo, pero aun así, no había píldora que le hiciera olvidar aquella noche, ya no tenía sueños, ahora todo era pesadillas, cada vez que cerraba sus ojos, veía a ese hombre enmascarado, o escuchaba la voz de Greco ordenándole que se alejara y aunque sabía que ese mafioso se preocupaba por ella, la verdad era que en su corazón sabía que eso mismo le diría Greco si algún día
Una semana había pasado, una semana en la cual León y nana, solo hablaban de Nammi, e incluso pudo ver de reojo como su hijo sonrió en más de una ocasión por solo recordar algo que esa mujer había hecho o dicho, y aunque sus custodios le consiguieron información de la joven, aun sentía que había algo raro en ella.— ¿Sucede algo señor? — indago su custodio, luego de verlo leer la misma carpeta por decima vez.— Solo llego a Paris, donde ya tenía un departamento esperándola, y estaba matriculada en la universidad, ¿y lo demás? De donde viene, ¿Quiénes son sus padres? ¿realmente no tiene familia? Dime Emanuel, ¿por qué nadie puede conseguir más información de ella? — estaba molesto, y lo más seguro era que al fin se había vuelto paranoico.— Creo que esa mujer está escapando de algo o alguien, siempre la veo mirar a su alrededor, como esperando que alguien llegue por ella.— Creo que es hora de que conozca a la amiga de mi hijo.Nammi quito la tarjeta de memoria de su móvil, para luego
— Nosotras. — Nammi giro a ver a Mimi, pero no rebatió nada, quizás y la anciana necesitaba de alguien que tradujera cada termino que el doctor estaba diciendo.Y no se equivocaba, la joven nunca comprendió la facilidad que los especialistas tenían para confundir a las personas con nombres raros con los que solo ellos sabían que se les llamaba a las lesiones o enfermedades, podía ver que tanto Mimi, como el joven León no comprendían nada de lo que el doctor decía y solo asentían con la cabeza, aunque se relajaron de forma considerada cuando el doctor les dijo que estaba fuera de peligro.— Lo ves Mimi, no hay nada de qué preocuparse, permanecerá aquí hasta mañana y luego puede regresar a su hogar, eso sí, necesitara un acompañante que lo cuide, se fracturo un brazo y tiene varios golpes, por lo que necesitara ayuda para bañarse, vestirse y demás, pero su cabeza no sufrió daño alguno, al igual que sus órganos vitales, en pocas palabras, está muy bien para lo que sucedió, tendrás padre