Mi mente estaba en otra parte. Un policía no dejaba de preguntarme que había pasado pero mis pensamientos estaban en otro lugar.
¿Quiénes eran esas personas? ¿Porque ha tenido que morir él y no yo? Estaban en mi casa entonces venían a por mí. ¿Qué he hecho para que me persiguiesen? Soy una mujer que no se mete en problemas, tengo un trabajo honrado y no le debo nada a nadie.
—Señorita Moore. —Levanté la vista y el comisario me tendió una taza de café mientras no dejaba de apegarme a mi gato— Le sentara bien.
—Gracias—musite.
—No quiero presionarla, ¿recuerda algún detalle de los atacantes?
—Iban cubiertos. No les vi la cara—respondí tajantemente.
—¿Qué relación tenía con Adam Rigg?
—Era el único del vecindario que siempre me ayudaba cuando William se escapaba—le respondí. Mi gato maulló cuando lo mencioné.
—Si recuerdas algo llámeme—me dijo en un tono profesional. La tarjeta con su número relucía a la luz de la luna.
Una chica de cabellos cobrizos me entrega un sobre.
—Estaba en sus bolsillos.
Le doy las gracias en un murmullo y la mujer me acompaña hasta el edificio. Hacía rato se habían llevado todas las cosas de la casa que eran prueba. No sabía dónde pasar la noche.
Mis vecinos no eran de lo más amable conmigo. Siempre miraban mi pelo como si fuese una abominación. Agarré el teléfono de casa y marqué un número. El único que tenía en la memoria del teléfono.
—¿Diga?—respondió una voz mayor.
—Yaya. Soy Layla.
—Mi niña. ¿Estás bien?
Ahí estaba la pregunta que me hizo revivir todo lo ocurrido. Volví a ver a Adam cayendo al suelo y sus ojos perder cualquier señal de vida
—No.
—Cuéntame, querida.
—No puedo. Necesito hablar de ello cara a cara y no tengo donde pasar la noche.
—Entiendo. Tráete a Will estará bien con Fuply y Haley.
—Gracias, yaya. —Me despedí y agarré ropa para muchos días. Estaba a punto de salir cuando vi que el sobre estaba aún donde lo dejé, en la mesa del salón.
Con la mano temblorosa lo abrí y vi dos manojos de llaves. Unas con muchas llaves de todas las formas y colores posibles y otras normales de metal. En la carta había una nota.
Querido Layla:
Hace mucho que percibí dos cosas. La primera era que algo malo está pasando en nuestro mundo. Cada día sueño que la oscuridad me persigue y eso quiere decir que estamos en problemas. La segunda es que eres la siguiente Poseedora.
Sé que ahora no entenderás nada y te preguntaras si me medico pero hazme caso.
No dejes el llavero en manos de nadie. Ahora solo puedes confiar en ti misma y en tu instinto.
Te aprecia.
Adam.
¿Qué está pasando? Will maulló tratando de llamar mi atención y salió por la puerta. Otra vez no.
Seguí a mi mascota por las escaleras del edificio pero me pareció extraña su actitud. No corría solo quería que lo siguiese. Salimos a la calle y el gato se paró frente al edificio de al lado. Arañaba la puerta con sus garras.
Observé las llaves metálicas y abrí la puerta de metal. ¿Dónde vivía este hombre? Nunca lo supe y nunca se lo pregunté.
Me fijé en mi gato que estaba tratando de subir las escaleras y decidí ayudarlo. Lo aupé como si fuese un bebé y subí las escaleras.
En la tercera planta se retorció y saltó de mis brazos. Se paró en la puerta que estaba al final del pasillo. Busqué la llave que era y entramos al apartamento.
Estaba oscuro. Las persianas estaban bajadas y solo entraba la luz de unas farolas.
—¿Qué estamos buscando? —Will maulló y se acercó a una jaula pequeña donde una cobaya estaba durmiendo—. No sabía que tenía una mascota.
Abrí la jaula del animalito y le puse algo de comer. Me dio mucha pena y no sabía si me iba a entender. Decirle a alguien que la persona que lo ha estado cuidando durante años ha muerto es duro. A mí me cuesta asimilar que él ya no estaba.
Cuando le serví la comida, la cobaya me miró con unos ojos marrones intensos y profundos. Me dió la sensación que leía mis pensamientos o sabía más de la cuenta.
Se limitó a ignorar el plato de comida y se acercó a Will que la miraba con curiosidad. Se puso a dos patas y tanto la nariz del gato como la de la cobaya se tocaron.
Los ojos del roedor brillaron de un color similar a un azul pero tenía puntos claros como si se tratase de estrellas vistas desde una galaxia. Me fije en mi gato y le pasó lo mismos en sus ojos claros.
—Estoy teniendo alucinaciones. —La cobaya me miró y negó la cabeza.
—Para nada, Layla—dijo una voz suave que venía de donde estaba mi gato—. Todo lo que está pasando es real.
Se dice que cuando un suceso traumático pasa por la vida de una persona esta empieza a cambiar de forma gradual. Pero llegar a oír a mi gato hablar se pasó tres pueblos. —Debería haber dicho algún chiste para amortiguar el golpe. —Miró a la cobaya que empezó a hacer ruiditos de frustración—. Entiendo. Empiezo por el principio. —¿Qué demonios está pasando? ¿Por qué hablas? ¿Por qué...? —Para mi sorpresa Will se acercó a mí y se coloca a dos patas para acariciarme la cara. —Layla mírame. Necesito que me escuches atentamente. —Asentí desesperada—. Todo esto te va a sonar raro. Antes debes prometerme que no me vas a interrumpir. —Volví a asentir—. Para empezar cada objeto mágico en este mundo tiene un guardián que protege a su Portador y al objeto. En este caso soy yo. Mindi. —Señala a la cobaya—. Es mi antecesor. Es
Llevaba las llaves en la mano, a Mindi en el bolsillo de la sudadera y a Will enrollado en mi cuello. Sus orejas estaban tensas y atentas a cualquier sonido. Sentía una extraña atracción hacia ese bosque, como si yo estuviera hecha de metal y un imán gigante me atrajese hacia el centro de ese bosque. —Necesitas llegar al corazón de este bosque, ahí está la puerta—me dijo. Mindi asomó su cabeza del bolsillo y chilló como si me alarmara o me contase algo—. Dice que tu instinto te llevara hasta la puerta. Me deje llevar por eso que me atraía cada vez más al bosque. Podía sentir una especie de energía que recorría cada planta de aquel bosque y parecía ir en una dirección. Parecía estar en un trance, como si esa energía fuese un rio y yo un animalito que esperaba morir ahogado en cualquier momento dejándome llev
Los primeros metros estaban oscuros pero salimos al aire y en ese entonces admití que ese aire era el más limpio que he podido respirar. Olía a campo y a lluvia. La cobaya se paró para dar vueltas en el césped mientras nos esperaba. Sonreí ya que me recordaba a un niño pequeño. Nunca en mi vida había visto tanta vegetación y tan verde. A medida que andábamos unas casas de piedra se hacían ver. —¡Mindi!—gritó una voz que hizo que la cobaya corriese en su dirección—. Pequeña que bueno verte, ¿y tu compañero? Me acerqué a ellos. La mujer poseía unos ojos verdes similares a las hojas de los árboles y su pelo era castaño claro. Parecía muy mayor pero vi que tenía mucha energía por sus movimientos alegres.
Las brujas fueron muy atentas y me dejaron quedarme aquel día en el pueblo. Una de las del pueblo, una bruja de apariencia de cuarenta y pelo verde me dejó dormir en el cuarto de invitados. No pude dormir debido a las pesadillas y desperté en varias ocasiones. Bajé al comedor cuando ya eran las ocho de la mañana del día siguiente. La señora de la casa, se hizo llamar Melina, había preparado un abundante desayuno. Will estaba charlando con la mujer que le había servido un cuenco de leche. —Buenos días. —La mujer me sonrió y me acordé de mi yaya—. Por tu cara no has dormido bien. —Tengo pesadillas de lo de ayer—le respondí—. Es como estar en un disco rayado que repite siempre la misma parte—me senté en la mesa y agradecí el desayuno en un susurro.
Necesitaba dar un paseo, y lo necesitaba con urgencia. Tantas cosas estaban cambiando en mi vida y pasear me vendría bien para despejarme. Tampoco estaba segura de que este mundo era para mí. En las calles de la ciudad siempre bullían. Las brujas vivían en su propio mundo, caminaban con prisas de un lado a otro de la plaza donde me encontraba. Will me seguía a cierta distancia. Solo tenía una cosa clara, quería hacer una cosa, ver a Mindy. Tenía muchas preguntas y, mi ansia de saber, quería las respuestas ya. —¿Dónde está Mindy?—pregunté. En tan poco tiempo había cambiado mi forma de ver a mi gato. Ahora el era mi guia por ese extraño mundo en el que estaba. —Con Aurora. Es la bruja de los animales—explicó el felino con tranquilidad. También había c
Era muy temprano cuando decidimos partir. Aurora no dejaba de abrazar a su hija y Lily contenia las lágrimas. Will estaba a mi lado lamiéndose la pata y Mindy en mi hombro. —Cuida a Aurora—le pedí. El roedor frotó su hocico en mi mejilla y sonreí—. Nos vemos pequeña. Dejé la cobaya en brazos de Aurora, palpé uno de los bolsillos del abrigo que me habían regalado Kaylee. La carta estaba intacta, sin abrir. Respetaba la privacidad de la mujer pero la curiosidad me consumía. Lily se acercó a mí lado y me dió la mano como si fuese un niño al que tienes que ayudar a cruzar la acera. Llevaba una mochila pequeña, pero como estamos hablando de brujas algún conjuro habría echo para que le cupieran sus cosas. Me despedí de ellas con un ademán de cabeza y caminamos en dirección a los lindes del bosque.&nbs
La sala tenía forma de rectángulo. Sus paredes eran muy altas, a groso modo, podía calcular que pasaban los diez metros de alto y ocho de ancho. Nos encontramos cerca de la puerta que daba a esa sala, por su forma deduje que era la sala del trono. Muchos banderines de color morado decoraban los laterales de la sala. Las paredes tenían un color amarillo pálido. Justo en frente nuestra había unas vidrieras que representaban una espada y un ser saliendo de ella. Demasiado turbio. El trono que estaba situado debajo de ellas, estaba cubierto con unas mantas que eran grises. Lo que me resulto extraño era el silencio que había en ese sitio. Nunca había estado en un castillo pero siempre me lo imaginé lleno de vida, con gente de un lado a otro o soldados en los patios entrenando o en cualquier otro sitio. Pero el silencio era tal que mi respiración se oía en toda la sala, incluso las pezuñas de Will se oían repiquetear en el suelo de mármol. —¿Y la gente?—preguntó Lily al ai
Desde mi cuarto, situado en una torreta, podia ver al pueblo llano. Solo tenía vistas a la plaza principal del pueblo, también tenían una estatua de bronce de Anders. Seguía con la mirada a una familia que llevaba a tres niños pequeños por la plaza principal. Cada vez que miraba me gustaba imaginar que pasaría por su cabeza y si ellos sabrían lo que ocurría en el castillo. —Siguen buscando al tipo de la carta y no encuentra nada—dijo Will observando al consejero que estaba hablando con gente en la calle. El día anterior se lo había pedido cuando me lo encontré por la mañana y solo lo veiamos por la noche agotado. —¿Cómo esta Lily?—pregunte. Will me señaló con su diminuta cabeza lo que podia ser las caballerizas. —Se esconde ahi. No se que hace pero se la pasa todo el dia ahi metida—dijo. Por sus ojos parecia preocupado—. Es una buena niña, es lista como Aurora pero no se de quien se esconde. —Necesita estar sola. —La defendí. Él no sabia