Se dice que cuando un suceso traumático pasa por la vida de una persona esta empieza a cambiar de forma gradual. Pero llegar a oír a mi gato hablar se pasó tres pueblos.
—Debería haber dicho algún chiste para amortiguar el golpe. —Miró a la cobaya que empezó a hacer ruiditos de frustración—. Entiendo. Empiezo por el principio.
—¿Qué demonios está pasando? ¿Por qué hablas? ¿Por qué...? —Para mi sorpresa Will se acercó a mí y se coloca a dos patas para acariciarme la cara.
—Layla mírame. Necesito que me escuches atentamente. —Asentí desesperada—. Todo esto te va a sonar raro. Antes debes prometerme que no me vas a interrumpir. —Volví a asentir—. Para empezar cada objeto mágico en este mundo tiene un guardián que protege a su Portador y al objeto. En este caso soy yo. Mindi. —Señala a la cobaya—. Es mi antecesor. Esas llaves que te ha dejado Adam, son el objeto mágico. Cada llave te lleva a un reino diferente que está escondido en la Tierra.
—¿Por qué yo?
—Adam sabía a ciencia cierta que eres especial—respondió el gato sentándose sobre sus patas traseras.
—¿Por qué puedes hablar?
—Cada objeto mágico tiene un guardián, el de esas llaves es un espectro de un druida. Me alegra ser un poco más grande ahora—comentó. La cobaya empezó a chillar—. Deberíamos irnos. Es posible que esas criaturas sigan cerca y estás cansada.
—Respóndeme una última pregunta. —Will me da permiso con un movimiento de cabeza—. ¿Quiénes eran esas criaturas?¿Por qué mataron a Adam?
—Dije una pregunta pero igual te las responderé—soltó un suspiro—. No sabemos quiénes son, solo que quieren las llaves. No dudan en quitarse de en medio a quienes se interponen entre ellos y su objetivo, por eso cada vez los portadores están cayendo más rápido por culpa de esos seres—dijo con firmeza.
—¿Qué tienen esas llaves de especial?
—Veo que no lo pillas. Quien posee esas llaves tiene la capacidad de entrar a cualquier reino y eso quiere decir hacer lo que quieras allí.
—¿Y porque las tengo yo?
—Tenemos que irnos y ya. Nos pueden encontrar—me ordenó con firmeza y saltó al suelo—. Y a casa de yaya no voy ni muerto. Me da demasiada comida y este tipo se ha de mantener para el verano.
La cobaya trata de saltar pero decido llevarlo en brazos.
—Te llevo yo, Mindi. —El roedor se deja acariciar—. ¿Dónde vamos entonces?
—Vamos a dejarla en un lugar seguro, las brujas cuidaran de ella. —Se dirigió a la puerta.
—Espera Will. —El gato se detuvo y concentro su mirada ámbar sobre mis ojos grises—¿Has dicho brujas?
—Así es—me respondió.
—¿Son buenas?
—Sí, y no vuelan en escoba ni transforman a las personas en sapos. —Vuelve a mirar el suelo—. Tampoco tienen verrugas. Pero prefiero que lo veas por ti misma.
—¿Dónde está su reino?
—Solo tienes que ir a un bosque—respondió.
—Hay uno a unos kilómetros de aquí—recordé todas las veces que iba con mis padres a ese bosque a pasear, pero eso fue antes de que eso fuera a vivir con mi yaya.
—Vamos a ese.
Lo aupé también y bajé las escaleras queriendo preguntar tantas cosas. Pero me tenía que contener.
—¿Podemos volver a por mí jaula?—preguntó cuándo estaba en el aparcamiento buscando el coche que me regaló yaya cuando me independice.
—No. Según tú podrían estar detrás del llavero—le recordé.
—Cierto. —Los dejé en el copiloto mientras Mindi dormía a su lado.
—Tengo tantas preguntas—dije al aire.
—Lo sé, pero cuando lleguemos allí te lo explico tranquilamente. Te lo juro.
—Te tomo la palabra—Arranqué el coche y salí del parking. Puse el coche en dirección a las afueras.— Hay una cosa que quiero que me digas si paso de verdad.
—Soy todo orejas.
—Cuando estaban esas criaturas luchando con Adama. —Aparté la mirada y viré el volante a la derecha—. Recuerdo que noté que algo salía de mí y empujaba a esos seres lejos de él.
—Ahí desataste tu poder. —Noté su mirada en mi—. Los poseedores de los objetos tienen habilidades mágicas. No son muy poderosos sin sus objetos pero si pueden defenderse— responde—. Eso que hiciste se le llama el Escudo del Druida. Siempre suele ser el primer hechizo que hacen.
—¿Porque Adam sabía que era diferente? —La cobaya se despertó y empezó a hacer ruiditos—. ¿Qué dice?
—Cierto. Los Portadores nacen con rasgos atípicos en humanos. Adam tenía las pupilas similares a una serpiente pero se ponía lentillas—respondió—. En tu caso es tu pelo.
—Es azul nada más.
—Naciste con ese color de pelo. Eso sí que es raro. Esto que te voy a decir te lo dice el gato que ha vivid contigo estos dos años. —Respiró fuerte—. No te infravalores, sé que lo haces siempre cuando las cosas andan mal, pero vales más que cualquier persona que he conocido en mi vida. Como tu gía te voy a ayudar en todo lo que necesites, pero tienes que saber que tienes que ser totalmente sincera conmigo— dijo sin aparta sus ojos de mí—. Eres especial y, como gato tuyo estos años, lo he sabido desde el día en que te vi en esa calle.
—¿Cómo lo supiste?
—La gente que sufre durante toda su vida son las más fuertes. Aprenden que ese sufrimiento es parte de ti y solo han de luchar contra él. —Miró la carretera— Para aquí. Aquí podremos entrar a dejar a Mindi.
—Ya hemos llegado pequeña. —Mindi abrió sus ojos y camino adormilada hacia mí. Los aúpe a los dos y me adentré en el bosque.
Llevaba las llaves en la mano, a Mindi en el bolsillo de la sudadera y a Will enrollado en mi cuello. Sus orejas estaban tensas y atentas a cualquier sonido. Sentía una extraña atracción hacia ese bosque, como si yo estuviera hecha de metal y un imán gigante me atrajese hacia el centro de ese bosque. —Necesitas llegar al corazón de este bosque, ahí está la puerta—me dijo. Mindi asomó su cabeza del bolsillo y chilló como si me alarmara o me contase algo—. Dice que tu instinto te llevara hasta la puerta. Me deje llevar por eso que me atraía cada vez más al bosque. Podía sentir una especie de energía que recorría cada planta de aquel bosque y parecía ir en una dirección. Parecía estar en un trance, como si esa energía fuese un rio y yo un animalito que esperaba morir ahogado en cualquier momento dejándome llev
Los primeros metros estaban oscuros pero salimos al aire y en ese entonces admití que ese aire era el más limpio que he podido respirar. Olía a campo y a lluvia. La cobaya se paró para dar vueltas en el césped mientras nos esperaba. Sonreí ya que me recordaba a un niño pequeño. Nunca en mi vida había visto tanta vegetación y tan verde. A medida que andábamos unas casas de piedra se hacían ver. —¡Mindi!—gritó una voz que hizo que la cobaya corriese en su dirección—. Pequeña que bueno verte, ¿y tu compañero? Me acerqué a ellos. La mujer poseía unos ojos verdes similares a las hojas de los árboles y su pelo era castaño claro. Parecía muy mayor pero vi que tenía mucha energía por sus movimientos alegres.
Las brujas fueron muy atentas y me dejaron quedarme aquel día en el pueblo. Una de las del pueblo, una bruja de apariencia de cuarenta y pelo verde me dejó dormir en el cuarto de invitados. No pude dormir debido a las pesadillas y desperté en varias ocasiones. Bajé al comedor cuando ya eran las ocho de la mañana del día siguiente. La señora de la casa, se hizo llamar Melina, había preparado un abundante desayuno. Will estaba charlando con la mujer que le había servido un cuenco de leche. —Buenos días. —La mujer me sonrió y me acordé de mi yaya—. Por tu cara no has dormido bien. —Tengo pesadillas de lo de ayer—le respondí—. Es como estar en un disco rayado que repite siempre la misma parte—me senté en la mesa y agradecí el desayuno en un susurro.
Necesitaba dar un paseo, y lo necesitaba con urgencia. Tantas cosas estaban cambiando en mi vida y pasear me vendría bien para despejarme. Tampoco estaba segura de que este mundo era para mí. En las calles de la ciudad siempre bullían. Las brujas vivían en su propio mundo, caminaban con prisas de un lado a otro de la plaza donde me encontraba. Will me seguía a cierta distancia. Solo tenía una cosa clara, quería hacer una cosa, ver a Mindy. Tenía muchas preguntas y, mi ansia de saber, quería las respuestas ya. —¿Dónde está Mindy?—pregunté. En tan poco tiempo había cambiado mi forma de ver a mi gato. Ahora el era mi guia por ese extraño mundo en el que estaba. —Con Aurora. Es la bruja de los animales—explicó el felino con tranquilidad. También había c
Era muy temprano cuando decidimos partir. Aurora no dejaba de abrazar a su hija y Lily contenia las lágrimas. Will estaba a mi lado lamiéndose la pata y Mindy en mi hombro. —Cuida a Aurora—le pedí. El roedor frotó su hocico en mi mejilla y sonreí—. Nos vemos pequeña. Dejé la cobaya en brazos de Aurora, palpé uno de los bolsillos del abrigo que me habían regalado Kaylee. La carta estaba intacta, sin abrir. Respetaba la privacidad de la mujer pero la curiosidad me consumía. Lily se acercó a mí lado y me dió la mano como si fuese un niño al que tienes que ayudar a cruzar la acera. Llevaba una mochila pequeña, pero como estamos hablando de brujas algún conjuro habría echo para que le cupieran sus cosas. Me despedí de ellas con un ademán de cabeza y caminamos en dirección a los lindes del bosque.&nbs
La sala tenía forma de rectángulo. Sus paredes eran muy altas, a groso modo, podía calcular que pasaban los diez metros de alto y ocho de ancho. Nos encontramos cerca de la puerta que daba a esa sala, por su forma deduje que era la sala del trono. Muchos banderines de color morado decoraban los laterales de la sala. Las paredes tenían un color amarillo pálido. Justo en frente nuestra había unas vidrieras que representaban una espada y un ser saliendo de ella. Demasiado turbio. El trono que estaba situado debajo de ellas, estaba cubierto con unas mantas que eran grises. Lo que me resulto extraño era el silencio que había en ese sitio. Nunca había estado en un castillo pero siempre me lo imaginé lleno de vida, con gente de un lado a otro o soldados en los patios entrenando o en cualquier otro sitio. Pero el silencio era tal que mi respiración se oía en toda la sala, incluso las pezuñas de Will se oían repiquetear en el suelo de mármol. —¿Y la gente?—preguntó Lily al ai
Desde mi cuarto, situado en una torreta, podia ver al pueblo llano. Solo tenía vistas a la plaza principal del pueblo, también tenían una estatua de bronce de Anders. Seguía con la mirada a una familia que llevaba a tres niños pequeños por la plaza principal. Cada vez que miraba me gustaba imaginar que pasaría por su cabeza y si ellos sabrían lo que ocurría en el castillo. —Siguen buscando al tipo de la carta y no encuentra nada—dijo Will observando al consejero que estaba hablando con gente en la calle. El día anterior se lo había pedido cuando me lo encontré por la mañana y solo lo veiamos por la noche agotado. —¿Cómo esta Lily?—pregunte. Will me señaló con su diminuta cabeza lo que podia ser las caballerizas. —Se esconde ahi. No se que hace pero se la pasa todo el dia ahi metida—dijo. Por sus ojos parecia preocupado—. Es una buena niña, es lista como Aurora pero no se de quien se esconde. —Necesita estar sola. —La defendí. Él no sabia
Miraba extrañada al rey que caminaba a la sala del trono. No sé cómo supo que la niña estaría allí. Lily miraba el techo con expresión aburrida. Balanceaba las piernas en el aire sentada sobre el trono. Apartó la mirada cuando nos vio entrar, pero el rey no la miro, es más, continuó su caminata hasta una espada que estaba expuesta en la pared. —Te prometo que te lo contaré todo, pero— El rey se dirigió a la adolescente—, necesito que desenvuelvas la espada. —¿Quién es usted? —No lo hagas más complicado de lo que ya es—le pidió mirándola a los ojos—. Te juro que te lo contaré todo pero hazme caso. Me quedé parada donde estaba y observé como la niña dudaba en hacerle caso. Me miró pidiendo respuestas pero yo solo asentí. ¿Y si era verdad lo que decía el rey? ¿Y s