Las brujas fueron muy atentas y me dejaron quedarme aquel día en el pueblo. Una de las del pueblo, una bruja de apariencia de cuarenta y pelo verde me dejó dormir en el cuarto de invitados.
No pude dormir debido a las pesadillas y desperté en varias ocasiones. Bajé al comedor cuando ya eran las ocho de la mañana del día siguiente. La señora de la casa, se hizo llamar Melina, había preparado un abundante desayuno.
Will estaba charlando con la mujer que le había servido un cuenco de leche.
—Buenos días. —La mujer me sonrió y me acordé de mi yaya—. Por tu cara no has dormido bien.
—Tengo pesadillas de lo de ayer—le respondí—. Es como estar en un disco rayado que repite siempre la misma parte—me senté en la mesa y agradecí el desayuno en un susurro.
—Esto te ayudará a partir de ahora— me alcanza un frasco de color marrón.
—¿Qué es?
—Es un brebaje que te ayudará a dormir bloqueando esos recuerdos que te provocan las pesadillas—me responde—. Tómatela antes de dormir.
—Muchísimas gracias pero no creo que deba aceptarlo—le digo.
—Como quieras. —Se encogió de hombros y la dejó en la repisa—. Si lo necesitas cógelo.
—Necesito hacer vida normal.
—Define vida normal—me dijo mi gato. Sonreí con tal de aliviar la tensión y el estrés de todo esto que estaba pasando por mi vida.
—Al menos pasear. —Me encogí de hombros.
Me levanté sin decir nada y caminé a la plaza que estaba a unos metros de la casa donde me hospedaba. Habia señales que indicaban donde estaban lugares como el mercado, la tienda de pociones y otras cosas. Caminé por una de las que estaban a la derecha del pueblo, ya que me había llamado la atecion un cartel que ponía Biblioteca en grandes letras verdes.
Siempre se me ha conocido por ser una mujer que le encanta saber sobre cada cosa de su mundo, por eso trabajaba en una librería. Amaba leer por encima de todo. Mi instinto me pedía que leyera sobre estas personas porque aun no me terminaba de dar confianza todo esto que estaba pasando en mi vida.
El camino me mostraba más brujas que caminaban de aqui para alla sin prisas, todas con una felicidad que me gustaria saber donde la compran porque actualmente necesitaba algo de eso.
En un momento dado me paré a observar como hacia magia una mujer de cabellos castaños que me sonrió y me ofreció un trozo de tarta de calabaza. Le agradecí y seguí caminando hasta mi destino.
Mi destino se podía ver desde un kilómetro debido a su gran tamaño. Tenía una estructura similar al Panteón, salvo por el color que era de color marron claro. Sus columnas que estaban en la entrada tenía representaciones de muchachos con alas, otras tenían lo que se conocían como centauros tocando arpas.
La puerta del edificio era enorme, me recordaba a la puerta de un gran palacio, tenía decoraciones en dorado de plantas con flores de tamaños variados. No tenía manillar pero fue acercarme y la puerta se abrió en silencio. Con lo grande que era me pareció muy raro que no produjese ni un solo ruido.
Nada mas entrar una señora vestida con una camisa de color verde oscuro estaba tras el mostrador. Me miro con sus ojos de color marrones y me lanzo una media sonrisa. Levante la vista de la mujer y mire el maldito paraiso frente a mí.
Aquel sitio podia tener miles y miles de libros, colocados ordenadamente en estanterias que llegaban hasta el techo el cual tenía unas lamparas tipica de palacios.
No habia ni un solo ruido en el lugar para estar lleno. Los libros volaban cuando terminaban y otros llegaban a la persona que lo habia solicitado.
—¿Puedo ayudarla?—me pregunto la señora del mostrador.
—Soy nueva en esta ciudad. —La mujer asintió—. Busco libros sobre portadores, los reinos y sus habitantes y la historia de los objetos maguicos.
—¿La nueva Portadora?— Asentí y la mujer se levantó—. Le explicare como funcionan este tipo de blibioteas.
Su estatura era menor como recordaba. Iba encorvada por la edad y se colocó unas gafas que tenía en el cuello. Caminó hasta un libro que estaba en medio de la sala. La anciana bruja me explicó que tenía que decirle al libro mediante un pensamiento lo que buscaba colocando una mano en sus hojas en blanco.
Me parecia una tontería pero probé.
Quiero un libro sobre Portadores. Dije. Un libro no muy grueso se acerco a mi. Cuando lo toqué su grosor creció y lo deje en una mesa cercana donde Will había decidido tumbarse. Se asustó cuando el libro golpeo la mesa pero siguió descansando a unos metros de mí.
Ese libro tenía unas ilustraciones maravillosas sobre los distintos tipos de portadores y su función. Sin olvidarse, claro está de los Guardianes que guiaban a los Portadores en su aprendizaje y control de su magia,
Me levante a por otros libros que relatasen sobre el origen de las llaves, uno de ellos me enumero las criaturas que existían.
—Señorita, vamos a cerrar —me avisó la bibliotecaria.
—Necesito un ejemplar de este libro—le pedí señalando el de las criaturas.
—No lo tenemos para el público, pero puedes comprarlo en la librería que está en el mercado—me dijo. Le di las gracias y me fui con prisas por si cerraban el sitio. Ataje por unas calles que me recomendó la bibliotecaria y llegue a punto de que cerraran.
—¿Qué desea? —Le enseñé el título del libro, lo había apuntado en un papel que me había dejado una bruja de la biblioteca, la mujer asintió y fue a una estantería que tenía detrás de ella.
La librería me recordaba a donde trabaja pero parecía estar un tanto anticuada por el papel de la pared que era de un verde oscuro con flores naranjas.
—Aquí lo tiene, señorita—me dijo dejando el libro en el mostrador. ¿Con que iba a pagar ahora?
Will se acercó con una bolsa en la boca.
—Me lo ha dado Kaylee—dijo—. Supuso que lo ibas a necesitar mientras te muevas por los reinos.
—Le enseño. —Se ofreció la dependienta. Saco de la caja registradora tres monedas, una morada, una roja y una verde—. Estas son las saex, jupe y kiup —Señaló la verde, la roja y la morada en ese orden—. 38 saex hacen una jupe, 67 jupe hacen una kiup.
Repetí durante seis veces los colores y las cifras para acordarme. Pagué por el libro siete jupe. Le di las gracias y salí de allí dispuesta a devorar a aquel libro.
Necesitaba dar un paseo, y lo necesitaba con urgencia. Tantas cosas estaban cambiando en mi vida y pasear me vendría bien para despejarme. Tampoco estaba segura de que este mundo era para mí. En las calles de la ciudad siempre bullían. Las brujas vivían en su propio mundo, caminaban con prisas de un lado a otro de la plaza donde me encontraba. Will me seguía a cierta distancia. Solo tenía una cosa clara, quería hacer una cosa, ver a Mindy. Tenía muchas preguntas y, mi ansia de saber, quería las respuestas ya. —¿Dónde está Mindy?—pregunté. En tan poco tiempo había cambiado mi forma de ver a mi gato. Ahora el era mi guia por ese extraño mundo en el que estaba. —Con Aurora. Es la bruja de los animales—explicó el felino con tranquilidad. También había c
Era muy temprano cuando decidimos partir. Aurora no dejaba de abrazar a su hija y Lily contenia las lágrimas. Will estaba a mi lado lamiéndose la pata y Mindy en mi hombro. —Cuida a Aurora—le pedí. El roedor frotó su hocico en mi mejilla y sonreí—. Nos vemos pequeña. Dejé la cobaya en brazos de Aurora, palpé uno de los bolsillos del abrigo que me habían regalado Kaylee. La carta estaba intacta, sin abrir. Respetaba la privacidad de la mujer pero la curiosidad me consumía. Lily se acercó a mí lado y me dió la mano como si fuese un niño al que tienes que ayudar a cruzar la acera. Llevaba una mochila pequeña, pero como estamos hablando de brujas algún conjuro habría echo para que le cupieran sus cosas. Me despedí de ellas con un ademán de cabeza y caminamos en dirección a los lindes del bosque.&nbs
La sala tenía forma de rectángulo. Sus paredes eran muy altas, a groso modo, podía calcular que pasaban los diez metros de alto y ocho de ancho. Nos encontramos cerca de la puerta que daba a esa sala, por su forma deduje que era la sala del trono. Muchos banderines de color morado decoraban los laterales de la sala. Las paredes tenían un color amarillo pálido. Justo en frente nuestra había unas vidrieras que representaban una espada y un ser saliendo de ella. Demasiado turbio. El trono que estaba situado debajo de ellas, estaba cubierto con unas mantas que eran grises. Lo que me resulto extraño era el silencio que había en ese sitio. Nunca había estado en un castillo pero siempre me lo imaginé lleno de vida, con gente de un lado a otro o soldados en los patios entrenando o en cualquier otro sitio. Pero el silencio era tal que mi respiración se oía en toda la sala, incluso las pezuñas de Will se oían repiquetear en el suelo de mármol. —¿Y la gente?—preguntó Lily al ai
Desde mi cuarto, situado en una torreta, podia ver al pueblo llano. Solo tenía vistas a la plaza principal del pueblo, también tenían una estatua de bronce de Anders. Seguía con la mirada a una familia que llevaba a tres niños pequeños por la plaza principal. Cada vez que miraba me gustaba imaginar que pasaría por su cabeza y si ellos sabrían lo que ocurría en el castillo. —Siguen buscando al tipo de la carta y no encuentra nada—dijo Will observando al consejero que estaba hablando con gente en la calle. El día anterior se lo había pedido cuando me lo encontré por la mañana y solo lo veiamos por la noche agotado. —¿Cómo esta Lily?—pregunte. Will me señaló con su diminuta cabeza lo que podia ser las caballerizas. —Se esconde ahi. No se que hace pero se la pasa todo el dia ahi metida—dijo. Por sus ojos parecia preocupado—. Es una buena niña, es lista como Aurora pero no se de quien se esconde. —Necesita estar sola. —La defendí. Él no sabia
Miraba extrañada al rey que caminaba a la sala del trono. No sé cómo supo que la niña estaría allí. Lily miraba el techo con expresión aburrida. Balanceaba las piernas en el aire sentada sobre el trono. Apartó la mirada cuando nos vio entrar, pero el rey no la miro, es más, continuó su caminata hasta una espada que estaba expuesta en la pared. —Te prometo que te lo contaré todo, pero— El rey se dirigió a la adolescente—, necesito que desenvuelvas la espada. —¿Quién es usted? —No lo hagas más complicado de lo que ya es—le pidió mirándola a los ojos—. Te juro que te lo contaré todo pero hazme caso. Me quedé parada donde estaba y observé como la niña dudaba en hacerle caso. Me miró pidiendo respuestas pero yo solo asentí. ¿Y si era verdad lo que decía el rey? ¿Y s
La tensión era brutal. Comíamos en silencio. El rey estaba mejor, había despertado hace una hora con mucha hambre. Me quedé todo la tarde con la adolescente hasta que desperto. Parecía ausente desde entonces y me pareció que algo malo le estaba pasando. Ptomel se limpió la boca y sonrio a la adolescente. —Te explicaré lo que ha pasado—dijo. Lily levanto la mirada y dejo de jugar con los trozos de carne—. Y porque has roto la maldición. Eres la hija de Klore, mi hermano. —¿Dónde está él? —Enterrado con el resto de mi familia—comentó el monarca. —¿Cómo se conocieron mis padres?—dijo después de asimilar la noticia de un padre ausente y muerto. —Conocí a tu madre hace unos
Llamé a la puerta provocándome un deja vu. Aurora se sorprendió al verme pero estaba peor. Sus ojeras estaban más marcadas al igual que su piel que parecía estar gris. —¿Qué haces aquí?—No podía hablar. Había corrido desde el árbol hasta la casa de la curandera—. Respira mujer, te vas a ahogar. Le di el mensaje del rey y ella asintió. No lo dudo dos veces, es más saco una mochila y guardo la poca ropa que tenía en ella. Estábamos a punto de irnos cuando Sasha nos paró en mitad de la calle. —Sé que estas de baja, pero necesitamos tu ayuda—suplicó. Aurora me miró preocupada y siguió a la hija de Kaylee. Entramos en la casa principal de la ciudad, en la cocina estaban varias brujas a la que solo reconocí a Kaylee. Una de ellas sostenía un paño empapado de líquido verde y espeso. La otra le pasaba los paños a K
Después de que Aurora llegase, empecé a entrenar. Mi entrenador era un druida, llamado Paddruig, que llevaba viviendo en aquel reino la mitad de su vida. Siempre pensé que los druidas y los magos eran lo mismo pero este hombre me demostró lo contrario. Para empezar tenía un conjunto de runas por su cuerpo, según él servían para protegerse de males. Tenía aspecto humano pero tenía una altura poco común para uno de mi especie. Superaba el metro noventa y todo en él era puro musculo y conocimientos sobre magia. Llevaba una túnica de color marrón con capucha que según algunas historias que oí en el castillo podía protegerlo de cualquier ataque. —¿Que vamos a dar esta vez?— él me miro con sus ojos oscuros. Esos tan penetrantes que te pueden matar si se lo propusiese. —Lo de siempre— resopló, él encambio se rio.&