Trillizos para el Alfa
Trillizos para el Alfa
Por: Merfevi
CAPÍTULO 01

**Freya**

—Hoy es el gran día. —suspiré a mí misma. 

La noche de apareamiento era un ritual anual para todas las tribus de los hombres lobo. Un evento que se llevaba a cabo una vez por año, el momento de recibir la marca de tu compañero. 

En nuestras costumbres existen tres marcas: La primera es la de nacimiento. 

Cada bebé recibía la marca de su padre y lo designaba como parte de su tribu. 

La segunda, la marca de apareamiento, era una noche en que hombres y mujeres en su forma lobuna corrían por el bosque tratando de encontrar una pareja y cuando lo hacían unían sus cuerpos y el compañero masculino marca a su compañera, declarándola como suya. 

Y por último, la marca de la muerte, solo podía hacerlo uno de los ancianos de su tribu. 

—Freya. —retumba una voz detrás de mí, cargada de preocupación. 

Es mi padre, Finn Grayson, el Alfa de la tribu Arroyo Nocturno, el hombre que ha visto más años y batallas que cualquier lobo. 

Su presencia es como una roca; Sólido, inamovible, pero no exento del desgaste del tiempo y la responsabilidad.

—Papá. —digo, sin volverme para mirarlo. 

Mi voz es firme, pero puedo sentir sus ojos taladrando mi espalda, buscando grietas en mi resolución.

—Esta noche es la noche, ¿eh? —dice, su tono inusualmente apagado. 

Siempre ha sido una torre de fortaleza, pero esta noche hay un temblor en sus palabras: el miedo de un padre.

—Eso parece. —respondo, quitando un mechón rojo de mi cara. —A menos que tengas algún antiguo truco Alfa bajo la manga para cancelarlo. —Una sonrisa aparece en la comisura de mi boca, pero no llega a mis ojos.

Se acerca, sus pasos son deliberados y medidos. —Ojalá fuera así de simple, cachorra. Pero esto... esto es parte de lo que somos. Tú lo sabes. 

—Parte del gran espectáculo del hombre lobo. —me burlo, girando mis hombros para liberar algo de la tensión que se acumula allí. —No puedo esperar a ser perseguida como una presa por cada bola de pelo alimentada por testosterona que haya en los alrededores. 

Mi papá suspira, un sonido profundo y lúgubre que parece resonar entre los árboles. 

—No se trata de perseguirte, Freya. Se trata de encontrar tu pareja: alguien que te apoye, te desafíe y crezca contigo. 

—Suena como un cuento de hadas. —murmuro en voz baja. 

El concepto de una pareja destinada, alguien que aceptará todos mis bordes irregulares, se siente tan distante como las estrellas de arriba. Sé que eran las costumbres de nuestra especie, pero yo era incrédula, ¿cómo alguien podía enamorarse en una sola noche? 

—La vida no es un cuento de hadas. —coincide solemnemente—. Pero tampoco se trata solo de sobrevivir. Hay más para ti, si estás dispuesto a luchar por ello, pelear hasta el final. 

—Pelear. —resoplo—. Eso es algo que puedo hacer. 

—Tu madre… —comienza, y puedo escuchar el problema en su voz, el dolor tácito que persiste allí. 

Es suficiente para hacerme girar y mirarlo finalmente.

—También era una luchadora —termino por él, encontrando su mirada. 

Sus ojos, un reflejo de los míos, contienen una mezcla de orgullo y tristeza—, igual que mi hermano. 

—Ellos estarían orgullosos. —dice, extendiendo la mano para poner una mano en mi hombro. —Y ellos estarían muy orgullosos de la loba en el que te has convertido. 

—Gracias, papá. —digo, permitiéndome un momento de vulnerabilidad antes de deshacerme de su toque. —Ahora, si me disculpan, tengo una carrera que ganar, o realmente arruinarla. 

—De cualquier manera —añade mi padre, con el fantasma de una sonrisa parpadeando en sus labios, —siempre serás mi cachorra. Recuerda eso. 

—Lo sé. —digo, alejándome de él y entrando al claro una vez más. 

El peso de su preocupación pesa sobre mis hombros, pero no me detendrá. 

Este momento era especial, justamente porque era su hija mayor. 

Después de la muerte de mi hermano mayor, el peso sobre la tribu cayó sobre mis hombros. 

—Procura no arruinar esta noche. —escucho una voz familiar a mi espalda, no muy agradable. 

—Lo intentaré. —Respondo de manera seca y fría a la esposa de mi padre, a la mujer que se convirtió en mi madrastra. No le agradaba, lo sabía. 

—Esta noche eres un ejemplo para tus hermanas. —pronuncia con cierto sabor agridulce. 

No respondí… 

Soy la m*****a Freya Grayson, y esta noche no corro por nadie más que por mí misma.

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