CAPÍTULO 04

**Freya**

El bosque susurraba a mi alrededor mientras me apoyaba en un pino áspero, mi corazón golpeaba contra mis costillas como un pájaro enjaulado desesperado por escapar. 

Un mes. 

Eso fue todo lo que hizo falta para que mi vida se descarrilara. 

Un mes desde aquella noche, bajo la luna llena, cuando mi cuerpo cantó con salvaje necesidad e imprudencia. 

Un mes desde que tomé una decisión que ahora tenía consecuencias creciendo dentro de mí.

—Mierda. —murmuré, presionando mi mano sobre mi estómago, sintiendo el temblor en mis dedos. 

El bosque se sentía demasiado cerca, las sombras demasiado profundas, como si guardaran secretos que reflejaban el mío, un secreto que arañaba mis entrañas con miedo y vergüenza.

Le había mentido a papá todos los días desde entonces. 

—No, todavía no lo he encontrado. —decía cada vez que me miraba con esos ojos inquisitivos y preocupados. 

El Alfa, mi padre, merecía la verdad, pero ¿qué se suponía que debía decirle? 

¿Que su hija, Freya Grayson, supuestamente fuerte e independiente, bajó la guardia y quedó preñada por un lobo al que ni siquiera pude ponerle nombre? 

Que fui avergonzada, tomada y no marcada. 

Un crujido detrás de mí desvió mi atención de los pensamientos de autodesprecio. 

Me volví, con mis sentidos en alerta máxima, y ​​allí estaba ella: Sophia Grayson. 

Mi madrastra, con su postura perfecta y sus ojos que parecían despojarte de cualquier pretensión. 

Era una mujer estricta, compartían con mi padre el honor por la tribu, los valores, nuestras costumbres eran lo más importante, algo que contrastaba con mi espíritu libre. 

Recibí muchos castigos, llamadas de atención y reprimendas de su parte, hasta creía que ella me odiaba por el cariño que mi padre me manifestaba. 

Era un maldito halcón con ropa de diseñador.

—Freya. —comenzó, su voz suave como la seda e igual de sofocante. —Necesitamos hablar.

—¿Acerca de? —Pregunté, sabiendo muy bien que ella no estaba aquí para charlar. La forma en que su mirada cayó a mi abdomen y luego volvió a levantarse para encontrarse con la mía, envió un escalofrío por mi espalda. —Has estado evitando las reuniones de la manada. —acusó, y me enfurecí por el tono.

—He estado ocupada. —respondí, con la mandíbula apretada lo suficiente como para hacer polvo los dientes. 

Sabía que no debía mostrar debilidad delante de ella; Sophia olió la vulnerabilidad como sangre en el agua.

—Ocupada. —repitió, sus labios se curvaron en una sonrisa que no llegó a sus ojos helados. —¿O tal vez tratando de ocultar algo?

Me puse rígida, mis uñas se clavaron en la palma de mi mano mientras luchaba por mantener mi rostro neutral. —¿De qué diablos estás hablando?

—No seas tímida conmigo, niña. —Sophia se acercó y pude sentir el poder que irradiaba de ella, un poder que ejercía sin dudarlo. —¿Crees que no me daría cuenta? Las náuseas, el cansancio... Estás embarazada, Freya. 

Esas palabras golpearon como un puñetazo, robándome el aliento de los pulmones. 

¿Cómo lo supo? 

Había tenido mucho cuidado de mantenerlo oculto, de mantener el control sobre mi cuerpo cambiante y mis emociones.

—¿Quién es el padre? —preguntó con voz aguda como un látigo.

—Yo... no lo sé. —admití, la confesión raspando mi garganta como espinas. 

Era la verdad más humillante que jamás había dicho en voz alta, y la expresión de disgusto en el rostro de Sophia solo hizo que el cuchillo se torciera aún más.

—Patético. —escupió, su decepción era un peso físico sobre mí. —Una Grayson que ni siquiera conoce el padre de sus cachorros. ¿Qué diría la manada? Una vergüenza, te dejaste tomar por un lobo y ni siquiera te marcó, hasta para ellos no vales nada, eres insignificante. —sus palabras eran crudas, frías con odio, pero quiso con un toque de verdad.  

—Que se joda la manada. —gruñí, el lobo dentro de mí saliendo a la superficie, con el pelo erizado. 

Pero incluso cuando la ira me invadió, el miedo se acumuló en mis entrañas, oscuro y pesado. 

Sabía lo que vendría después, lo que significaba para mí el descubrimiento de Sophia.

—De hecho. —dijo en voz baja, con un brillo peligroso en sus ojos. —Veremos qué tiene que decir tu padre sobre esto. 

Y con eso, giró sobre sus talones y me dejó allí de pie, solo con mi arremolinada pesadilla de miedos y el olor a pino y fatalidad inminente persistiendo en el aire.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo