Efectivamente, Fabián no le hizo ningún halago referente a su apariencia. Esto la mantuvo de muy mal humor el resto del camino.Cuando llegaron a la imponente mansión Buendía, la curiosidad de Natalia revivió ávidamente. —¿Qué hacemos aquí? ¿Cuál es el motivo?—Negocios —contestó su esposo con simpleza. No hubo más explicación, ni siquiera algunos consejos de cómo debía comportarse.—¿Y los niños? ¿Quién los cuida? —Intentó mantener la conversación para ahuyentar sus nervios.—Están en buenas manos. No debes preocuparte por eso —por primera vez en ese día, su voz se suavizó un poco.Natalia no tuvo más opción que aceptar esa respuesta por ahora.Se aproximaron entonces al interior de la enorme casa y los ojos de Natalia se deslizaron por todos los rincones. Detalló el suelo de mármol pulido, la escalera de caracol que ascendía elegantemente al segundo piso, las paredes adornadas con obras de arte que seguramente costaban una fortuna, y los tapices antiguos.Una sola palabra saltó
—¿Qué haces aquí? ¿Por qué no has regresado al comedor? —la voz desapasionada de Fabián llegó a sus oídos, estremeciendo sus sentidos y avivando el fuego de la rabia que crecía en su interior. —¿Cómo te atreves? —lo volteó a mirar lentamente. Sus ojos castaños llenándose de una flama ardiente que emanaba de su corazón y se concentraba en la palma de su mano como un volcán a punto de erupcionar. —Natalia, me estás haciendo perder el tiempo. Regresa ahora o… La amenaza quedó suspendida en el aire cuando las palabras de Fabián no pudieron ser completadas. Natalia, movida por un coraje que no había experimentado antes, se alzó de puntilla y extendió su brazo en un movimiento rápido que impactó en la mejilla izquierda del hombre. El rostro de Fabián se contorsionó por el golpe. Sorpresa, ira, enojo, un mar de emociones se vieron reflejadas en su cara, al tiempo en que llevaba una mano hasta el lugar afectado y lo masajeaba. —¡Qué demonios! —habló con la estupefacción nublando su semb
El rechinar de la cama, acompañado de los sonidos obscenos que producían sus cuerpos al unirse, llenaba el silencio de la habitación. —Mmm sí, un poco más rápido —gemía la mujer cada vez más fuerte. El hombre tomó sus caderas con sus dos manos, mientras la embestía desde abajo con la firmeza y el empuje que le estaba solicitando. Rápido. Fuerte. Más… Mucho más… —¡Sí! ¡Sí! ¡Oh, sí! La cabeza de la mujer se echó hacia atrás, mientras disfrutaba de la contundencia de aquel orgasmo que acababa de sacudirle el cuerpo entero. Dejó caer entonces su peso a un lado, sintiendo como los fluidos de su marido se deslizaban por sus muslos. El sexo era bueno, no podía negarlo. —¿En qué estás pensando? —preguntó ella un momento después, detallando el semblante de su compañero. Sus ojos abiertos se encontraban perdidos en el aburrido techo, mientras alguna otra cosa invadía sus pensamientos. —No es nada —dijo él, su voz baja y apática. —Mmm, ¿estás seguro? —se recostó de lado
El ceño del hombre se frunció al instante. El enojo pareció ser el sentimiento que saltaba a la vista en su semblante, pero Natalia pudo notar rápidamente que había algo más en la superficie.¿Decepción?¿Dolor?—Lo siento, Fabián. No quise…—Está bien —alzó una mano, silenciándola—. Creo que fue justo lo que quisiste decir, Natalia. Así que será mejor que tratemos esto en otro lugar.Natalia asintió, consciente de que era un tema delicado como para tratar enfrente de sus hijos.—Ya vuelvo —les notificó a los niños. Miró el aparato sobre la cama y luego dijo:—. En un momento decidiremos qué hacer con él. ¿Está bien?Los trillizos se mostraron tristes ante la idea de perder su regalo cuando ni siquiera lo habían estrenado, pero no se atrevieron a contradecir a su madre. Eran niños muy buenos y obedientes.Natalia abandonó la habitación y siguió a Fabián hasta la recámara matrimonial, donde se suponía iban a hablar sobre lo recién ocurrido.—De verdad lo siento —rompió el silencio, cuan
La alarma sonó y Natalia rápidamente se levantó de la cama, dispuesta a comenzar su día con entusiasmo.Se dio un corto baño y se dirigió a la cocina para dar indicaciones especiales a las cocineras sobre el desayuno que deseaba preparar esa mañana.«Debía ser algo especial», se dijo a sí misma emocionada.—Señora, lo lamentamos, pero no podemos permitir que usted…—Shhh. Nadie tiene por qué enterarse —respondió cómplice, mirando al par de mujeres que pretendían negarle el acceso a la estufa y al resto de los materiales.No era la mejor cocinera ni mucho menos. Pero si algo había aprendido en esos años, era que debía hacer todas las cosas con amor.Ese era un ingrediente esencial en cada plato y ese día era requerido más que nunca.Así que se puso manos a la obra para hacer algo delicioso.Una hora más tarde, Natalia tenía el tiempo justo para subir a la habitación de sus hijos y comenzar a alistarlos para el colegio.Debía darse prisa.Ya no eran únicamente ellos los que tenían clase
Natalia no daba crédito a lo que acababa de escuchar.¿Realmente esa mujer pensaba despedir al personal por el simple hecho de haberle permitido preparar un desayuno?¿Estaba así de demente?—No, de ninguna manera —se levantó también de la mesa, dispuesta a mostrar autoridad. Para bien o para mal, ella también era la señora de esa casa, era la esposa de Fabián.—Acabo de dar una orden y ni tú ni nadie la contradecirá —habló la mujer con los puños apretados y con una gruesa vena atravesando su frente.Esa era la primera vez que Natalia la miraba de esa forma: tan inhumana, tan horripilante, como un ser desalmado en cuerpo de mujer. Un demonio.—Temo tener que contradecirla, señora. Pero de aquí nadie se irá —le refutó firme. No permitiría que una persona fuera despedida por su culpa, mucho menos por un motivo tan estúpido como ese.—¡¿Y tú, quién te crees que eres?!Diana acababa de levantarse también, dispuesta a darle todo el apoyo necesario a su desnaturalizada madre.—Soy la señora
Ante la mención de su nombre, la espalda del hombre se puso rígida.Era evidente que Fabián no se esperaba una interrupción de semejante magnitud.—Natalia —pronunció con lentitud, mientras se giraba para encararla.Su rostro estaba pálido, con los ojos muy abiertos como los de un niño que acababa de ser descubierto haciendo una terrible travesura, una travesura que merecía un castigo memorable.Fabián lo sabía muy bien.La amante de su esposo pareció captar también la gravedad de la situación al instante. Se puso de pie con premura, recogiendo su ropa esparcida por el suelo de la oficina y vistiéndose a toda prisa.Las manos de la mujer temblaban y Natalia detallo el movimiento con cierta aprensión.—¿Era esto lo que estabas haciendo mientras mis hijos y yo te esperábamos en ese comedor? —preguntó, aunque indiscutiblemente la respuesta saltaba a la vista.—Puedo explicarlo —dijo, las dos palabras sonaron amargas a los oídos de Natalia.¿Qué le iba a explicar exactamente?¿Cómo se acos
Los días siguientes, Natalia se limitó a ignorar a Fabián. Esta labor era bastante difícil considerando el hecho de que casi nunca estaba presente en la casa, pero igual intentó hacerlo con todas sus fuerzas. Las pocas veces en las que se cruzaron por el pasillo, hizo todo lo posible para aparentar que no existía.Fabián no mostró señal de verse afectado ante esto y eso le irritó mucho más.Llevaban casi una semana en este juego de desdeñarse mutuamente, hasta que el hombre en cuestión decidió ponerle un fin. Sin duda, Natalia no se esperaba que el reconocido empresario fuera quien acudiera a ella en busca de redimirse, pero eso hizo. Fabián Arison acababa de entrar en su habitación solicitando una oportunidad para conversar sobre lo sucedido.—¿Qué haces aquí? Rápidamente, sus manos se movieron hacia el nudo de su bata para ajustarla mejor en su lugar. Era de noche, bastante tarde, ya como para tratar estos asuntos. Y no, no debería ser una cosa anormal que un esposo visitara a